En este excelente artículo, el P. Nitoglia se pregunta si con los papas liberales -en especial, con Francisco- puede suceder como con Judas, que fue Apóstol y "demonio" a la vez. ¿Pueden ser Obispos y Papas (sucesores de los Apóstoles y Pedro) a pesar de ser, Deo permittente, "demonios" en cuanto a la forma de actuar? ¿Es Bergoglio el sucesor de San Pedro?
Responde afirmativamente, apoyado en el Evangelio y en la autoridad de Santo Tomás y San Agustín: Se puede, pues, ser Papa aunque no se tenga la voluntad objetiva de hacer el bien de la Iglesia, es decir, teniendo la voluntad de traicionar a Cristo, entregarlo a la muerte, e incluso ser incrédulos o infieles. Luego no repugna poder decir que Francisco I es Papa y es "un demonio" en su manera de actuar, porque es enemigo de la Doctrina y de la Iglesia de Cristo.
Cabe hacer notar que un caso similiar al de Judas es el de Caifás, que era Sumo Sacerdote de Dios y deicida al mismo tiempo. En efecto, el Viernes Santo, el Pontífice Supremo era Caifás y no Pedro. Nuestro Señor, antes de la Pasión, promete el papado a San Pedro, pero no lo constituye Sumo Pontífice sino hasta después de la Resurrección.
Cita de la obra "Sacra Theologiae Summa" (BAC, 1955, vol 1, p. 552, 569): Jesucristo prometió [Mt 16,16-19] inmediata y directamente a San Pedro el Primado de jurisdicción o potestad suprema sobre la Iglesia universal. (...) Después de su resurrección de entre los muertos, Nuestro Señor Jesucristo confirió directa e inmediatamente a San Pedro el Primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia.
Cita del "Manual de Teología Dogmática" de L. Ott (Herder, 1966, p. 425-426): A San Pedro se le prometió el primado después que hubo confesado solemnemente, en Cesarea de Filipo, la mesianidad de Cristo (Mt 16, 17-19) (...) El primado se lo concedió el Señor a Pedro cuando, después de la resurrección, le preguntó tres veces si le amaba y le hizo el siguiente encargo: «Apacienta mis corderos, apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Ioh 21, 15-17)."
Una cita más: "Melchor Cano... puso entre los “Lugares teológicos” la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y patrística, los Doctores eclesiásticos y la Liturgia, todos los cuales concuerdan en considerar a Caifás como Sumo Sacerdote y a Judas como Apóstol, aunque deicidas y diablos, por lo que la tesis del sedevacantismo aun mitigado (Papado material pero no formal) no está teológicamente fundada." (fuente).
Cita de la obra "Sacra Theologiae Summa" (BAC, 1955, vol 1, p. 552, 569): Jesucristo prometió [Mt 16,16-19] inmediata y directamente a San Pedro el Primado de jurisdicción o potestad suprema sobre la Iglesia universal. (...) Después de su resurrección de entre los muertos, Nuestro Señor Jesucristo confirió directa e inmediatamente a San Pedro el Primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia.
Cita del "Manual de Teología Dogmática" de L. Ott (Herder, 1966, p. 425-426): A San Pedro se le prometió el primado después que hubo confesado solemnemente, en Cesarea de Filipo, la mesianidad de Cristo (Mt 16, 17-19) (...) El primado se lo concedió el Señor a Pedro cuando, después de la resurrección, le preguntó tres veces si le amaba y le hizo el siguiente encargo: «Apacienta mis corderos, apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Ioh 21, 15-17)."
Una cita más: "Melchor Cano... puso entre los “Lugares teológicos” la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y patrística, los Doctores eclesiásticos y la Liturgia, todos los cuales concuerdan en considerar a Caifás como Sumo Sacerdote y a Judas como Apóstol, aunque deicidas y diablos, por lo que la tesis del sedevacantismo aun mitigado (Papado material pero no formal) no está teológicamente fundada." (fuente).
¿Puede una misma persona (por
ejemplo, Judas Iscariote) ser a la vez Apóstol de Jesucristo y diablo?
En
San Pablo se revela divinamente que los Apóstoles son "ministros de Dios y
dispensadores de los misterios de Dios" (2 Cor., V, 20), mientras que -siempre
en la Sagrada Escritura (Gen, III, 1; Apocalipsis, XII, 9; XX, 2)- el diablo es
el ángel que se rebeló contra Dios y, por tanto, se precipitó al infierno (cf.
Concilio Lateranense IV, DB 428; Santo Tomás de Aquino, San Juan de Dios). S. Th., I, q. 63 y ss.). ¿Cómo
conciliar estos dos conceptos? Busquemos una respuesta recurriendo a la
Revelación divina (Escritura y Tradición, interpretadas por el Magisterio de la
Iglesia).
El Evangelio
En
el Evangelio de San Juan (VI, 71-72) leemos: "Jesús les dijo: ¿No fui Yo acaso quien os elegí a vosotros
los doce? ¡Y uno de vosotros es diablo!" Lo decía por Judas lscariote,
hijo de Simón, pues él había de entregarlo, él, uno de los Doce. Su
"sede" como apóstol no estaba, por lo tanto, vacante.
Escribe
el P. Ferdinando Prat: "Después de la desobediencia de Adán y Eva en el
Edén y de la rebelión de los Ángeles en el Cielo, no hay –quizás- espectáculo
más terrible que la presencia de un traidor en el Colegio Apostólico, en la
intimidad de Jesús. Sin embargo, Judas no era de una
naturaleza diferente a la nuestra. Decir que era un demonio encarnado son
grandes palabras que no explican nada. Judas era, como nosotros, capaz de hacer
el bien y el mal, hasta el punto de que Jesús, agregándolo a los Doce, había
visto en él el potencial de un Apóstol. Y si fue el odioso ser
que la historia conoce, lo fue, singularmente, porque se convirtió en él, por su
propia culpa" (Jesucristo,
Florencia, Librería Editrice Fiorentina, 1945, vol. II, p. 271 y 272).
El Comentario de Santo Tomás de
Aquino
El
Doctor Común de la Iglesia comenta: "Diablo no por naturaleza, sino por la
imitación de la malicia diabólica" (Santo Tomás de Aquino, Comentario al Evangelio de San Juan,
Roma, Ciudad Nueva, 1990, vol. II, pág. 2). I, pág. 537). De hecho, Judas por
naturaleza era un hombre y no un diablo, pero, imitando la maldad del diablo al
odiar y traicionar a Jesús hasta la muerte, era similar al diablo en la forma
en que actuaba.
Entonces
el Angélico plantea una objeción: "Si Cristo eligió a Judas y se volvió
malo, parecería que tomó la decisión equivocada" (ibid., p. 538).
Santo
Tomás de Aquino responde a la objeción de la siguiente manera: "Se trata
de la elección a un cargo [apostólico, ndlr]. Ahora bien, esta elección no quita ni la libertad ni la posibilidad del pecado [al sujeto elegido, ndlr]"
(ibíd.). En este caso, por tanto, Jesús habría escogido a Judas "cuando
aún no se había vuelto malo", pero "su elección no le quitó la
libertad de pecar" (ibid.).
La opinión de San Agustín de Hipona
Sin
embargo, Aquino también da una segunda respuesta, citando la opinión de San
Agustín (In Joann. Evang., Tract.
XXVII, 10; NBA 24, 628): "El Señor escogió a Judas, que ya era malo, y eso
está dentro de la capacidad del Bien: usar a los malvados para obtener un buen
fin, pese a conocer esa maldad. Ahora bien, Dios se ha servido para bien de Judas,
tolerando ser traicionado por él para redimir a la humanidad” (ibid.)
Si
leemos íntegramente el Comentario de San Agustín sobre el pasaje anterior del
Evangelio de San Juan, vemos que explica cómo no sólo Dios usó a Judas, sacando
el bien del mal, esto es, la Redención de la humanidad de una traición; sino
también cómo "muchos mártires fueron perseguidos por el diablo".
Ahora bien, si Satanás no los hubiera perseguido, hoy no celebraríamos su
glorioso martirio. Por lo tanto, el que hace el mal se hace daño a sí mismo y
no afecta a la bondad divina, porque Dios dirige al bien las mismas obras
perversas del diablo". (Comentario
al Evangelio de San Juan, Roma, Ciudad Nueva, III ed., 1973, vol. I, p. 418).
Por
lo tanto, queda probado que uno puede ser apóstol y diablo en cuanto al modo de
actuar.
¿Quiénes son los apóstoles del
Nuevo Testamento?
Si
se estudia –desde el punto de vista de la teología dogmática- lo que es el
Apóstol y cuáles son sus prerrogativas, uno se maravilla de lo que se ha dicho.
De hecho, "el significado de la palabra Apóstol en el Nuevo Testamento es 'enviado'
por Cristo para predicar el Evangelio" (F. Spadafora, Diccionario Bíblico, Roma, Studium, III ed., 1963, p. 50, voz de
los Apóstoles). Los Doce Apóstoles fueron elegidos por Jesús [1] (Mt., X, 5; XX,
17; Mc, VI, 7) para continuar Su misión, es decir, para difundir el Evangelio y
la Iglesia por todo el mundo. De hecho, Cristo fundó la Iglesia para continuar
Su obra redentora hasta el fin del mundo (Concilio Vaticano I, DB 1821).
Los
Apóstoles fueron enviados ("missi")
por Cristo como Él fue enviado ("missus")
por Dios Padre (Jn XVII, 18; XX, 21). La misión de los Apóstoles es dar
testimonio de Cristo, contando a los demás lo que han visto y oído de Él y
profesando su fe en Él, si es necesario hasta el derramamiento de sangre.
Los
Apóstoles recibieron el encargo misionero de Jesús para continuarlo. Jesús
mismo es llamado "Apóstol" o "enviado" por el Padre (Heb.,
III, 1). Ahora bien, Jesús fue enviado por el Padre para
enseñar la Verdad (Magisterio), para conducir a las almas al Cielo (Imperio o
Jurisdicción) y para santificarlas (Sacerdocio). Por lo tanto, lo
que más cuenta en el Apóstol no es su persona, sino la Persona que lo envió
(Dios Padre) y la Persona que representa, es decir, Cristo, aunque
personalmente el Apóstol en sí mismo sea "un demonio", en cuanto al
modo malvado de actuar. Los Apóstoles y sus sucesores
(Obispos/Papa) son enviados por Cristo para continuar su misión (Concilio de
Trento, DB 960; Concilio Vaticano I, DB 1821-1828). Los Doce fueron instruidos,
formados personalmente por Jesús y debían instruir y formar a los que enviaran
para continuar su misión (Obispos/Papas) y perpetuar la Iglesia hasta el fin
del mundo.
La
Iglesia tiene cuatro notas, la última de las cuales es la Apostolicidad (cfr. Credo
Niceno-Constantinopolitano: "Creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y
Apostólica"), en el sentido de que toma su origen de Cristo y de los Doce
Apóstoles (Origen Apostólico) y también porque debe tener una sucesión
ininterrumpida de Apóstoles (Obispos/Papas) hasta el fin del mundo (Sucesión
Apostólica). Así, gracias a la Apostolicidad, se salvaguarda la existencia
ininterrumpida de la Iglesia militante hasta el fin del mundo.
La naturaleza del pecado de Judas
La
traición de Judas también fue inspirada por el hecho de que era un ladrón (Jn.
XII: 6), pero no únicamente. De hecho, cuando Judas comprendió que Jesús se
presentaba como un Mesías espiritual que vino para la salvación de todas las
almas de todos los pueblos a través del sufrimiento y la muerte, en clara oposición
a sus ambiciosas esperanzas (extraídas del Mesianismo Apocalíptico y Judío [2]) de
un Mesías militante, glorioso y triunfante para sí mismo y para los judíos sin
tener en cuenta a los gojim y portador de toda la prosperidad material sólo
para Israel, concibió en su corazón una profunda decepción mezclada con una
gran aversión al Mesías sufriente y entró, por lo tanto, en su corazón la idea
de la traición. Se ve que la razón principal del pecado
de Judas fue su falsa fe en el Mesías triunfante y su falta de fe en el Mesías
sufriente. No se trata sólo de vicios privados que casi siempre acompañan a la
fe desviada, sino que el corazón de la revuelta de Judas fue la falta de fe o
la fe desviada, en suma, la "perfidia judaica" [3].
El
profesor Fedele Pasquero escribe: "La crisis de Judas comenzó en la
sinagoga de Cafarnaum, donde la respuesta de Jesús a Pedro (Jn. VI, 70 ss.) nos
permite comprender que Judas no compartía la Fe de la cabeza de los Apóstoles.
Judas tuvo que escandalizarse por las repetidas predicciones de la Pasión de
Jesús. […]. Después de la gloriosa entrada de Jesús en Jerusalén, cuando el
Maestro mencionó su crucifixión (Jn. XII: 32), estalló la crisis y Judas fue a
los sacerdotes para preguntarles cuánto le darían para que les entregara al
Maestro" (en Enciclopedia Católica, Ciudad del Vaticano, 1951, vol. VI, col.
689, entrada Judas Iscariote).
¿Es Bergoglio el sucesor de San
Pedro?
Ahora
surge una pregunta que concierne a nuestros días, si Judas pudo haber sido
Apóstol y Diablo, incrédulo y traidor de Cristo; los sucesores de los Apóstoles
(los Obispos) y la cabeza de los Apóstoles (el Papa) ¿pueden ser Obispos y Papas
(sucesores de los Apóstoles y Pedro) a pesar de ser, Deo permittente, "demonios" en cuanto a la forma de
actuar?
A
partir de la lección del Evangelio de Juan, parecería que sí.
Se
puede, pues, ser Papa aunque no se tenga la voluntad objetiva de hacer el bien
de la Iglesia, es decir, teniendo la voluntad de traicionar a Cristo, entregarlo a
la muerte, e incluso ser incrédulos o infieles.
Luego
no repugna poder decir que Francisco I es Papa y es "un
demonio" en su manera de actuar, porque es enemigo de la Doctrina y de la
Iglesia de Cristo.
Conclusión
Cómo
se ve, la enseñanza del Evangelio (Jn, VI, 71-72) nos ayuda en la crisis de hoy
a evitar el callejón sin salida 1) de aquellos que, observando la
"diabolicidad" objetiva de Bergoglio en su modo de actuar, niegan que
sea Papa en cuanto al ser o 2) de aquellos que, observando su elección canónica -aceptada por el Colegio Cardenalicio,
por el Episcopado y por los fieles- no se atreven a afirmar que es "un
demonio" en cuanto a su actuar.
Ciertamente se trata de una situación excepcional (como
fue el caso de Judas: uno de doce) y debemos pedir a Dios que la haga pasar lo
más pronto posible, pero a pesar de ello no debemos cerrar los ojos a la
realidad de las cosas y podamos constatar que, como Judas era "un demonio"
aunque fuera un apóstol elegido y formado por Jesús, así, desde Juan XXIII
hasta hoy, nos encontramos ante una serie de Papas y "demonios" que
obran objetivamente el mal en la Iglesia de Cristo; pero si Dios lo permite se debe a que es capaz de producir de este mal un bien mayor, como sucedió con la traición
de Judas, de la que vino nuestra Redención.
Por ahora estamos inmersos en la oscuridad de la traición
("Esta es la hora del poder de las tinieblas", Lc., XXII, 53), pero ciertamente veremos la luz de la Resurrección.
Cuándo, exactamente, no lo sabemos, pero oremos a Dios para que apresure el momento como ese en el que Jesús, por intercesión de María, anticipó el comienzo de su vida pública en
Caná.
"María en nuestros tiempo: la Sociedad
moderna es afligida por una fiebre de innovación que da miedo y está infestada
por hombres que se aprovechan de nuestro sufrimiento para construir el imperio
de sus arbitrios, la tiranía de sus vicios, el nido de las lujurias y de la
rapiña. Nunca el mal ha adquirido
características tan vastas y apocalípticas, nunca hemos conocido tal
peligro. De una hora a otra podemos
perder no sólo nuestras vidas, sino toda la civilización y toda la esperanza.
Parece que el Señor también nos dice "todavía
no ha llegado mi hora", pero la Inmaculada, la Madre de Dios, la
Virgen que es la imagen y protección de la Iglesia, nos dio, ya en Caná, la
prueba de conocer y poder obtener el adelanto de la hora de Dios. Y
nosotros necesitamos que esta hora llegue pronto, que sea anticipada, que se
haga inmediata, porque casi podríamos decir: ¡Oh Madre,
ya no podemos más! Por nuestros pecados merecemos las últimas masacres, las
ejecuciones más despiadadas. Hemos expulsado a su Hijo de las escuelas y de las
oficinas, de los campos y de las ciudades, de las calles y de las casas. Lo
echamos de las mismas iglesias, hemos preferido a Barrabás. […]. Con todo esto,
confiados en María, sentimos que es la hora de Jesús, la hora de la redención
[...]. Di María, como en Caná: "Ya no tienen vino"; y dilo con el
mismo poder de intercesión y, si vacila, si se niega, vence sus vacilaciones
como vences, por piedad materna, nuestra indignidad. Sé para nosotros una Madre
piadosa, una Madre imperiosa para Él. Acelera su tiempo, que es nuestro tiempo.
Ya no podemos, oh María. La generación
humana perece si no te mueves. Habla por nosotros, oh silenciosa, habla por
nosotros, oh María!” [4].
Don Curzio Nitoglia
21 de febrero de 2018
1 – Antes de elegir a los Doce Apóstoles, Jesús se apartó a la
montaña, pasando la noche en oración. Cuando llegó el día llamó a sus
discípulos y entre ellos eligió a doce, a quienes llamó también Apóstoles (Lc.
VI, 12-13).
2 – Monseñor
Antonino Romeo explica: "La Apocalíptica falsificó el Antiguo Testamento
y, rebajando el ideal mesiánico de los Profetas, obstruyó los caminos del
Evangelio, preparó a los judíos para rechazar a Jesús. Al presentar a un Mesías
que restaura la independencia política de Israel y procura el dominio
universal, la Apocalíptica acentuó el particularismo nacionalista y empujó a
Israel a rebelarse contra Cristo" (en Enciclopedia
Cattolica, Ciudad del Vaticano, 1948, vol. I, col. 1615).
3 - Cfr. F.
Spadafora, Diccionario Bíblico, cit., pp. 299-301, entrada Judas; M. J.
Lagrange, El Evangelio de Jesucristo, Brescia, II ed., 1935, pp. 417 y ss, 483
ss. 494-499, 525 ss. 538 ss.; F. Spadafora, Jesús y la Institución de la
Eucaristía, Rovigo, 1953, pp. 383-391; S. Tommaso d'Aquino, S. Th., II-II, q.
33, a. 7; q. 118, a. 8; G. Ricciotti, Vita di Cristo, Milán, 1941,II vol.,
págs. 613-619; F. Prat, Gesù Cristo, Firenze, 1945, II vol, pp. 270-273; D.
Bergamaschi, Judas Iscariote en la leyenda, la tradición y la Biblia, en
"Catholic School", n. 15, 1909, pp. 292-580.
4 – A. Ottaviani, Il baluardo, Ares, Roma, 1961,
pagg. 279-283.