Introducción
En la primera parte del artículo hemos visto que, según el
padre Severiano del Páramo, San Pablo en su Epístola a los Romanos (XI, 5 ss.)
parece hacer un comentario verdadero y propio sobre estas parábolas de Cristo
reportadas por San Mateo (Comentario sobre el Evangelio según Mateo, cit., pp.
324). Ahora veamos lo que revela San Pablo, divinamente inspirado, tratando de
entender su significado con la ayuda del Comentario de Santo Tomás de Aquino a
la Epístola a los Romanos.
I El texto de San Pablo
1. Epístola a los Romanos (IX, 1-33)
1 Digo verdad en Cristo, dando
testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, de que no miento: 2 siento
tristeza grande y continuo dolor en mi corazón. 3 Porque desearía ser
yo mismo anatema de Cristo por mis hermanos, deudos míos según la carne, 4
los israelitas, de quienes es la filiación, la gloria, las alianzas, la entrega
de la Ley, el culto y las promesas; 5 cuyos son los padres, y de quienes, según
la carne, desciende Cristo, que es sobre todas las cosas, Dios bendito por los
siglos. Amén. 6 No es que la palabra de Dios haya quedado sin efecto; porque no todos los
que descienden de Israel, son Israel; 7 ni por el hecho de
ser del linaje de Abrahám, son todos hijos; sino que "en Isaac será llamada
tu descendencia". 8 Esto es, no que los hijos de
la carne son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son los
considerados como descendencia. 9 Porque ésta fue la palabra de la promesa: "Por este tiempo
volveré, y Sara tendrá un hijo." 10 y así sucedió no solamente con
Sara, sino también con Rebeca, que concibió de uno solo, de Isaac nuestro
Padre. 11 Pues, no siendo aún nacidos (los hijos de ella), ni
habiendo hecho aún cosa buena o mala -para que el designio de Dios se
cumpliese, conforme a su elección, no en virtud de obras sino de Aquél que
llama- 12 le fue dicho a ella: "El mayor servirá al
menor"; 13 según está escrito: "A Jacob amé, mas
aborrecí a Esaú." 14 ¿Qué
diremos, pues? ¿Qué hay injusticia por parte de Dios? De ninguna manera. 15
Pues Él dice a Moisés: "Tendré misericordia
de quien Yo quiera tener misericordia, y me apiadaré de quien Yo quiera
apiadarme." 16 Así que no es obra del que quiere, ni del que corre,
sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice al Faraón: "Para esto mismo Yo te
levanté: para ostentar en ti mi poder y para que mi nombre sea anunciado en
toda la tierra." 18 De modo que tiene misericordia de quien
Él quiere; y a quien quiere, lo endurece. 19 Pero me dirás: ¿Y por qué entonces
reprende? Pues ¿quién puede resistir a la voluntad de Él? 20 Oh, hombre, ¿quién
eres tú que pides cuentas a Dios? Acaso el vaso dirá al que lo modeló: "¿Por qué me has hecho
así?" 21 ¿O es que el alfarero no tiene derecho sobre el barro para
hacer de la misma masa un vaso para honor y otro para uso vil? 22 ¿Qué, pues,
si Dios, queriendo manifestar su ira y dar a conocer su poder, sufrió con mucha
longanimidad los vasos de ira, destinados a perdición, 23 a fin de
manifestar las riquezas de su gloria en los vasos de misericordia, que Él
preparó de antemano para gloria, 24 a saber, nosotros, a los cuales Él llamó,
no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles? 25 Como
también dice en Oseas: "Llamaré pueblo mío al
que no es mi pueblo, y amada a la no amada”. 26 Y sucederá
que en el lugar donde se les dijo: No sois mi pueblo, allí mismo serán llamados
hijos del Dios vivo. 27 También Isaías
clama sobre Israel: "Aun cuando el número de
los hijos de Israel fuere como las arenas del mar, sólo un resto será salvo; 28 porque el Señor hará
su obra sobre la tierra rematando y cercenando." 29 El mismo Isaías ya antes había dicho: "Si el Señor de los
ejércitos no nos hubiera dejado una semilla, habríamos venido a ser como Sodoma y asemejados
a Gomorra." 30 ¿Qué diremos en conclusión? Que los gentiles, los
cuales no andaban tras la justicia, llegaron a la justicia, a la justicia que
nace de la fe; 31 mas Israel, que andaba tras la Ley de la justicia, no llegó a
la Ley. 32 ¿Por qué? Porque no la buscó por la fe, sino por las obras, han
tropezado en la piedra del escándalo, 33 como está escrito: He aquí que pongo
en Sión una piedra de tropiezo, y piedra de escándalo: y todo aquél que cree en
Él no será confundido.
2. Epístola a los Romanos (XI, 1-32)
1 Pregunto entonces: ¿Ha desechado Dios a
su pueblo? No,
ciertamente, puesto que yo también soy israelita, del linaje de Abrahám, de
la tribu de Benjamín. 2 No ha desechado Dios
a su pueblo, al cual preconoció. ¿Acaso no sabéis lo que la Escritura dice
de Elías?, cómo él arguye con Dios contra Israel: 3 "Señor, ellos han dado
muerte a tus profetas, han destruido tus altares; y yo he quedado solo, y ellos
buscan mi vida." 4 Mas ¿qué le dice la respuesta divina?: "Me
he reservado me he siete mil hombres, que no han doblado la rodilla ante Baal."
5 Así también en el tiempo presente ha quedado un resto según
elección gratuita. 6 Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la
gracia dejaría de ser gracia. 7 ¿Qué, pues? Que lo que Israel busca, eso no lo
alcanzó; pero los escogidos lo alcanzaron, mientras que los demás fueron
endurecidos, 8 según está escrito: "Dióles Dios un
espíritu de aturdimiento, ojos para no ver, y oídos para no oír, hasta el día
de hoy." 9 Y David dice: "Conviértase su mesa
en lazo y trampa, en tropiezo y en justo pago; 10 oscurézcanseles sus
ojos para que no vean, y doblégales, tú, siempre la espalda." 11
Ahora digo: ¿Acaso
tropezaron para que cayesen? Eso no; sino que por
la caída de ellos vino la salud a los gentiles para excitarlos (a los
judíos) a emulación. 12 Y si la caída de ellos ha venido a ser la
riqueza del mundo, y su disminución la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su
plenitud? 13A vosotros, pues, los gentiles, lo digo -en tanto que soy yo
apóstol de los gentiles, honro mi ministerio- 14 por si acaso puedo provocar a
celos a los de mi carne y salvar a algunos de ellos. 15 Pues si su repudio es
reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino vida de entre muertos? 16 Que si las primicias son
santas, también lo es la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
17 Y si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú siendo acebuche, has sido
ingerido en ellas, y hecho partícipe con ellas de la raíz y de la grosura
del olivo, l8 no
te engrías contra las ramas; que si te engríes (sábete que), no eres
tú quien sostienes la raíz, sino la raíz a ti. 19Pero dirás: Tales ramas fueron desgajadas para que yo
fuese injertado. 20 Bien, fueron desgajadas a causa de su incredulidad, y tú,
por la fe, estás en pie. Más no te engrías,
antes teme. 21 Que si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti
perdonará. 22 Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios: para con
los que cayeron, la severidad; mas para contigo, la bondad de Dios, si es que permaneces
en esa bondad; de lo contrario, tú también serás cortado. 23 Y en cuanto a
ellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, pues poderoso es
Dios para injertarlos de nuevo. 24 Porque si tú fuiste cortado de lo que por
naturaleza era acebuche, y contra naturaleza injertado en el olivo bueno,
¿cuánto más ellos, que son las ramas naturales, serán injertados en el propio
olivo? 25 No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio -para que no
seáis sabios a vuestros ojos: el endurecimiento ha venido sobre una parte de
Israel hasta que la plenitud de los gentiles haya entrado; 26 y de esta manera
todo Israel será salvo; según está escrito: "De Sion vendrá el
Libertador; Él apartará de Jacob las iniquidades; 27 y ésta será mi alianza con
ellos, cuando Yo quitare sus pecados." 28 Respecto del
Evangelio, ellos son enemigos para vuestro
bien, más respecto de la elección, son amados a causa de los Padres.
29 Porque los
dones y la vocación de Dios son irrevocables. 30 De la misma manera que
vosotros en un tiempo erais desobedientes a
Dios, mas ahora habéis alcanzado misericordia, a causa de la desobediencia de
ellos, 31 así también ellos ahora han sido desobedientes, para que con motivo de la misericordia (concedida) a vosotros, a su vez alcancen misericordia. 32 Porque a todos los ha encerrado Dios dentro de la desobediencia, para poder usar con todos de misericordia.
Il Comentario de Santo Tomás de Aquino
El Doctor Común u Oficial de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, en su Comentario a la Carta
a los Romanos (Roma, Cittá Nuova, 1994, 2° vol., cap. IX, vv. 1-33,
pp. 17-55) escribe:
“El Apóstol de
los Gentiles tomando la ocasión de que creyéndose seguros los Judíos de las
divinas complacencias, eran excluidos de la gracia, y en cambio los Gentiles
eran admitidos a ella, habiendo sido primero ajenos a Dios […] muestra el
Apóstol su afecto al pueblo Judío, no sea que parezca que es por odio lo que ya
dijo. […] Habiendo mostrado el Apóstol la dignidad de los Judíos, ahora enseña
que tal dignidad no les pertenece a quienes descienden carnalmente de los
antiguos Padres, sino a la descendencia espiritual que ha sido escogida por
Dios, que creía en el Mesías ya venido. […] los Judíos se gloriaban
principalmente: por causa de Abraham, que fue el primero en recibir el pacto de
la circuncisión por el Señor (Gén. 17, 10), y por causa de Jacob o Israel, cuya
posteridad entera se cuenta dentro del pueblo de Dios. Mas no fue así con
Isaac, porque la posteridad de su hijo Esaú no pertenecía al pueblo de Dios.
Por lo cual el Apóstol explica que no todos los que son
Israel por la circuncisión, o sea engendrados de Jacob según la carne, no todos
ellos son israelitas, a quienes pertenecen las promesas de Dios, sino
los que son rectos en Dios mediante la fe (Is., XLIV, 2). Lo segundo es mostrar lo mismo por
parangón con Abraham, diciendo: Ni todos los que son
del linaje carnal de Abraham vienen a ser hijos espirituales de
Abraham, a quienes Dios les reiterara su bendición, sino tan sólo aquellos que
su fe y sus obras imitan. Si fuerais hijos de Abraham haríais las obras de
Abraham (Jn 8,39). […]No todos los que nacen carnalmente de Abraham pertenecen
a su linaje, al que se le hizo la reiteración de la promesa (Gál.
3,16) sino a aquellos que son semejantes a Isaac y no a Esaú. […] De lo
cual el Apóstol deduce aquí que no son adoptados como hijos de Dios los que son
hijos de la carne, o sea, por el hecho de que según la carne sean de la
descendencia de Abraham, sino que son considerados como descendencia aquellos a
quienes se les hiciera la promesa, los hijos de la promesa, esto es, aquellos
que permanecen hijos de Abraham en el orden de la semejanza de la fe del
Mesías, Jesucristo. […] Y es de notar que esto lo endereza el Apóstol contra
los Judíos, que pensaban obtener para sí la justicia de Dios por los méritos de
los padres; por lo cual también Juan les decía a los Judíos: Y no creáis que
podéis decir dentro de vosotros: Tenemos por padre a Abraham. Así es
que contra la opinión de ellos primero argumentaba que de los hijos de Abraham,
uno era elegido y el otro reprobado. […] La gracia de Dios se da a los hombres
por la divina elección, gratuitamente y dicha elección o vocación no sólo
pertenece a los Judíos según pudieran ellos mismos gloriarse (Deuteronomio
4,37), sino también a los Gentiles. […] Digo que los Gentiles han abrazado,
esto es, han
conseguido, la justicia por la que son llamados hijos de Dios (I Co VI, 11;
Efes. II, 12). […] Mas Israel, esto
es, el pueblo de los Judíos, no llegó a la ley de
la justicia. Se llama ley de justicia la ley del Espíritu Santo, por la
cual son justificados los hombres, a la cual no llega el pueblo de los Judíos… porque no andaban por el camino
debido. Y esto lo expresa así: Porque no por la fe de
Cristo trataban de ser justificados, sino como por las obras de la
Ley."
En segundo lugar, escribe Santo
Tomás de Aquino al comentar el capítulo once de la Epístola a los Romanos:
“El Apóstol
dice ser digna de compasión la caída de los Judíos, mas no totalmente
excusable. Aquí enseña que la caída de los Judíos no es universal. Dios no ha
rechazado totalmente al pueblo de los Judíos y lo prueba escribiendo: Puesto que yo
también, que vivo en la fe de Cristo, soy israelita por estirpe carnal
(2Co XI ,22). […] En segundo lugar muestra que aquel pueblo no ha sido
desechado por Dios debido a sus elegidos, como sucedió en tiempos del profeta
Elías, cuando Dios se reservó para Sí siete
mil elegidos no permitiendo que perdieran la fe y cayeran en pecado.
[…]: Así también en el tiempo presente, en el que se ve desviarse a la multitud
del pueblo, una
reserva, un resto, han sido salvos,
conforme a la elección de la gracia de Dios, o sea, según la gratuita elección
de Dios. […] Habiendo mostrado el Apóstol que la caída de los Judíos no es
universal, aquí empieza por enseñar que tal caída no es tampoco inútil ni
irreparable. […]De hecho, Dios no les permitió tropezar solo para hacerlos caer
y para ningún otro beneficio derivado de su pecado. Dios permite el mal solo
por un bien mayor que brota de ese mal permitido. Así, Dios permite que algunos
caigan para que su caída sea una oportunidad de salvación para otros. De hecho,
debido al crimen de deicidio de los judíos, tuvo lugar la salvación de los
gentiles. […] Además, Dios ha permitido esto para otros dos propósitos que se
entrecruzan: 1°) para que los gentiles imiten a los judíos en la fe en el Dios
Único y 2°) para que luego los judíos imiten a los gentiles cuando al final
todo Israel sea salvo (Rom., XI, 26). Por lo tanto, la caída de los judíos es reparable. […] Pues si el
mal de los Judíos trajo una gran utilidad a los Gentiles, entonces su propio
bien, o sea su conversión en el fin del mundo, traerá al mundo una utilidad
mucho mayor y de este modo, si Dios permitió que los Judíos errasen para la
conversión de los Paganos, tanto más hará su conversión en el fin del mundo
para utilidad del mundo entero. Si ciertamente la pérdida de los Judíos es
ocasión para la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino la vida
de entre los muertos? Porque los Gentiles se volverán tibios (Mt 24,12) y
engañados por el Anticristo devolverán a los judíos a su fervor inicial
mediante su conversión, así que después de la conversión de los judíos, cuando
el fin del mundo esté cerca, será la Resurrección universal, a través de la
cual todos los hombres regresarán a la vida inmortal. […] Pero si los
patriarcas, que se comparan con los judíos, que proceden de ellos como las
ramas de la raíz, son santos, no se sigue infaliblemente que también las ramas,
o sea los judíos, sean santos. Si la primicia es santa, no se sigue que lo sea
toda la masa. Ciertamente que los Judíos incrédulos en Cristo no son santos,
pero nada impide que sean restaurados a la santidad aquellos cuyos Padres
fueron santos. […] Además, San Pablo muestra que los gentiles no deben jactarse
contra los judíos por la caída de estos últimos. De hecho, no todas las ramas
han sido cortadas, es decir, separadas de la fe de los Patriarcas, que son
su raíz. Sin embargo
la promoción de los Gentiles, que han tomado el lugar de los Judíos, comporta
un peligro. De hecho, cuanto más se eleva el hombre a la vanagloria, más vil es
el estado del que ha sido elevado. Ahora, el apóstol compara a los Gentiles con
un acebuche silvestre o sin fruto. Por lo que corre el peligro de ensalzarse a
una gran vanagloria. […] Por lo tanto, los gentiles deben considerar
que no son ellos quienes portan la raíz, sino que es la raíz, es decir, los
patriarcas de los judíos, quienes los portan a ellos. Y es también por esta
razón que San Juan (IV, 22) dice: La salvación proviene
de los judíos. […] Luego el apóstol dice: Quien piensa estar de
pie, tema de no caer, o sea, Gentil no te engrías, no presumas de ti mismo
sino que teme que también tú seas cortado de la raíz a causa de tu
incredulidad. […] Finalmente, San Pablo revela la conversión futura de los
judíos en masa porque si no permanecen en su incredulidad, serán injertados en
la raíz, es decir, serán devueltos a su estado (Rom., XI, 26). […] Además,
nunca debemos olvidar que no todo Israel ha prevaricado, sino que una pequeña parte se
ha mantenido fiel y junto con los Gentiles forma la Iglesia de Cristo. [...] Pero esto no debe distraer a
los judíos de pensar en su culpa. Si son queridos por Dios por
sus Padres, esto se debe a la gracia y elección con que Dios escogió a sus
Patriarcas y no debe entenderse como si los méritos de los Padres fueran la
causa de la eterna elección de sus hijos. De hecho, los méritos de los Padres
no son suficientes para la salvación de sus hijos. [...]. Enseguida, el Apóstol explica
que si los
dones de Dios son sin arrepentimiento por parte de Dios, sin embargo,
pueden ser perdidos por aquellos que los recibieron por un movimiento del
hombre infiel hacia la gracia de Dios y no por un cambio de Dios, quien no está
sujeto a vicisitudes y cambios" (Comentario sobre la Carta a los Romanos,
cit., capítulo XI, versículos 1-32, pp. 78-112).
Conclusión
“Porque a
todos [Judíos y Gentiles, ndr] los ha encerrado Dios
dentro de la desobediencia, para poder usar con todos de misericordia”. (Rom., XI, 32). Esta me parece la conclusión
obvia de cuanto sucede en nuestros días de apostasía universal.
Hoy las Naciones otrora cristianas se han enfriado en la Caridad, han
apostatado públicamente. Así que incluso nosotros, los Cristianos que venimos
del paganismo, estamos separados, en cierto sentido, de nuestra raíz: Cristo,
los Patriarcas del Antiguo Testamento y de los Apóstoles del Nuevo y Eterno
Testamento.
Es necesario -a la luz de lo que nos ha enseñado San Mateo, sus
comentadores y San Pablo comentado por Santo Tomás- evitar los errores por
exceso y por defecto, que se yerguen como dos abismos alrededor de la
cumbre de la Verdad Revelada, contenida en la S. Escritura y en la Tradición.
El error por
exceso es reputar el antiguo Testamento y el Judaísmo mosaico como
intrínsecamente malvado, cayendo en un tipo de marcionismo y
neopaganismo anticristiano, que odiando a Israel (el “verdadero Israel”) odia
también a Cristo. El error por defecto está, lamentablemente, muy difundido hoy,
también en el entorno eclesial. Este considera que Israel no tiene ninguna
responsabilidad colectiva en el rechazo de Jesús y que la Antigua Alianza con
el pueblo judío todavía está en pie. En cambio, como nos muestran San Mateo y
San Pablo más los Padres y Doctores escolásticos (la Verdad que se yergue como
cumbre entre los dos errores opuestos), Israel ha rechazado la Divinidad de
Cristo y continúa haciéndolo hasta hoy, ha traicionado el Mosaísmo y ha fundado
una nueva religiosidad o una secta llamada Judaísmo posbíblico, talmúdico o
rabínico. Pues bien, ellos fueron repudiados por Dios, que rompió el Pacto con
ellos, porque ellos fueron los primeros en romper la Alianza con Él. En su
lugar están los verdaderos israelitas que, descendiendo de Abraham en cuanto a
la carne, mantuvieron su fe en el Mesías Cristo, y los paganos que se
convirtieron al cristianismo. Sin embargo, al final de los tiempos, Israel se
convertirá a Cristo (Romanos XI, 26), los Cristianos se enfriarán en la caridad
y también necesitarán la misericordia de Dios. Estos son los tiempos que estamos
viviendo en cuanto a la apostasía de los Cristianos, pero falta todavía la
conversión de Israel, que persevera en la ceguera y el rechazo de Cristo.
En cuanto a
los que han permanecido fieles a Dios hasta el día de hoy, la frase del Apóstol
es siempre válida: "Quien piensa estar de
pie, tema de no caer". Por lo tanto, no debemos enorgullecernos y
despreciar a los que han caído para no ser cortados de la "raíz"
santa (que es Cristo) también nosotros.
Pero no
debemos tener miedo. La Virgen nos prometió: "al final mi Corazón
Inmaculado triunfará", y Jesús juró solemnemente: "las puertas del
infierno no prevalecerán".
Por eso
nosotros también tenemos un gran dolor por nuestro pecado de apostasía hacia Cristo,
pero unido a una gran confianza en su triunfo, cuando paganos y judíos (Romanos
XI, 26) serán los dos muros levantados sobre la "piedra angular", que
es Jesucristo, para formar la Iglesia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
P. Curzio
Nitoglia
10/02/2018