VOZ
DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS N° 54
“Vox
túrturis audita est in terra nostra”
(Cant.
II, 12)
10 de Marzo de
2018
Para que profundicemos
cada vez más en el mensaje de Fátima, detengámonos a meditar algunos pasajes de
las memorias de la Hermana Lucía como los que siguen:
“"Mis padres
llevaban una vida dura y sencilla, pero tranquila y feliz" (Memoria VI), "Un
día, vi llegar cerca de la puerta a un pobre. Yo entré en casa y dije a mi
padre: "Aquí está un pobre pidiendo limosna'. Mi padre se levantó, fue a la
chimenea y, con su cuchillo, cortó la cuerda de un chorizo. Tomándolo le
preguntó a mi madre: "¡Mira! ¿Puedo dar esto a ese pobre? ¿No nos hará
falta?" Mi madre respondió: "Puedes. Lo que damos a los pobres, nunca
nos hará falta." (Memoria V), "Cada día, cuando las campanas de la
iglesia parroquial tocaban el Ángelus, mi padre paraba el trabajo, con la
cabeza descubierta, él recitaba tres Ave Marías y volvía a casa." (Memoria
VI).
¡Qué bellos ejemplos
para ser imitados por nosotros!
Al referirse a la
segunda aparición del Ángel, la Hermana Lucía dice:
"Las palabras del
Ángel se grabaron en nuestro espíritu como una luz que nos hacía comprender
quién es Dios,
cómo Él nos ama,
cómo Él quiere ser
amado por nosotros,
el valor del
sacrificio,
cómo el sacrificio es
agradable a Dios,
cómo Él convierte a los
pecadores en vista de nuestros sacrificios "(Memoria IV).
Coloqué por separado
estas frases para dar la debida atención a cada una de ellas y, así, intentar
impregnarnos de las mismas.
Y el Ángel indica uno
de los más preciosos sacrificios: "Sobre todo, aceptad y soportad con
sumisión los sufrimientos que el Señor os envíe. (Memoria IV).
Nuestra Señora desea
iluminarnos, así, como un amor especial por Dios y por el misterio de la
Santísima Trinidad: "Y la luz que emana de Nuestra Señora es una luz
fuerte, tan intensa, que entrando en nuestros corazones y penetrando hasta el
más profundo de nuestra alma, nos hace vernos a nosotros mismos en Dios.
"(cf. Memoria IV).
Y para recibir esa luz
de Nuestra Señora no es necesaria una visión extraordinaria como la de los
pastorcitos, sino que es preciso un avance serio en la vida espiritual, lo que es
un deber de todos nosotros.
Y si hacemos eso,
podremos decir con Francisco: "lo que más me gustó fue ver a Nuestro Señor
en esa luz que Nuestra Señora nos colocó en el pecho. ¡Amo tanto a Dios! Pero Él está tan triste a causa de tantos pecados. ¡No debemos cometer ningún
pecado! "(Memoria IV).
¡Que María Santísima
nos ayude a alcanzar esa gracia!
Arsenius
U.I.O.G.D