sábado, 22 de febrero de 2014

P. GAINCHE FSSPX: "¡CUIDADO CON CONTAGIARSE!"


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Sin duda han existido en todo tiempo o al menos en las épocas de crisis grave de la sociedad, una especie de humanos que no tienen más que un principio: la vida moral no es posible más que golpeando todo lo más posible; más que constituyéndose en ghettos o bastiones cubiertos de defensas y, mientras sea posible, autónomos, tanto en lo espiritual como en lo temporal; más que haciendo abstracción de la naturaleza social del hombre, de su pertenencia normal a la sociedad civil y espiritual, e incluso a su propia familia. ¿Por qué? Porque todo el mundo civil y espiritual estaría tan corrompido que se haría absolutamente infrecuentable y que ni siquiera se debería buscar convertirlos directamente (más que con oraciones y sacrificios), bajo pena de poner su alma, necesaria y gravemente, en peligro.

El inicio es una grosera caricatura de esa auténtica actitud católica de cautela ante la corrupción general, prudente toma de distancia respecto de la herejía y de los herejes, que en no pocas ocasiones obliga a un apartamiento total, a fin de ser fiel a Cristo.

Por no tomar más que un ejemplo, en el pasado relativamente reciente, en los años 1980, ¿no fue este principio que (al menos implícitamente) hizo nacer lo que se llama el “sedevacantismo? El cual, no contento de cortar completamente con Roma (corrompida en su fe), tomó como deber cortar también con todo sacerdote tradicionalista que no fuera “non una cum”, para llegar en seguida a cortar con otros “sedevacantistas” por no sé qué futilidad, al punto que ahora, apenas después de 30 años, mal podría decirse cuántos grupúsculos autónomos constituyen esta nebulosa que vino a parecerse a las sectas protestantes (las puritanas y rigoristas), ¡si no a formar verdadera parte de ellas de hecho!

Aparece rápidamente el eterno fantasma sedevacantista de los liberales de la Neo FSSPX. Para ellos lo peor es el sedevacantismo, opinión de una ínfima minoría, no el liberalismo, que es el pecado en que ha caído el mundo entero, católicos incluidos, y que está destruyendo a la Iglesia.
Dos excesos: por un lado están los sedevacantistas ultrarigoristas (aunque es justo distinguir muchas clases de sedevacantistas) y en el extremo opuesto están los liberales acuerdistas. Pero las posturas sedevacantistas provienen normalmente del celo de Dios, en cambio el liberalismo es una verdadera y propia traición a la fe, a la Verdad, a Cristo. El sedevacantismo (la opinión de que la Sede está vacante en determinado momento) nunca será condenado por la Iglesia. El liberalismo está condenado solemnemente por ella para siempre. Si muchos sedevacantistas pueden ser tildados de rigoristas, no pueden serlo de traidores. Son los liberales los traidores.

Es un mal similar que ha tocado al mundo de la Tradición agrupado en torno a la FSSPX que está haciendo el caos… ¿desde cuándo? Desde hace años de manera muy marginal o latente. Y con una velocidad de expansión impresionante, especialmente desde la generalización relativamente reciente del internet dentro de los hogares… ¿Cuál es este mal? El principio más alto enunciado no reposa en una constatación objetiva, pacífica y equilibrada de la razón, sino en el voluntarismo o más precisamente sobre el temor, que es una pasión (no pacífica por naturaleza); y una pasión desencadenada, obsesiva, enfermiza, respecto a todo lo que venga de este mundo corrupto. Tiene por efecto cegar la inteligencia y hacerla incapaz de comprender otros razonamientos más que los que salen de ella. Por lo tanto es tiempo perdido tratar de demostrarles pues la inteligencia se ha convertido como en un prisma que deforma gravemente todo lo que pasa por ella, haciéndola incapaz de comprender como debería. Es un mal muy profundo y persistente (no sin analogía con el escrúpulo grave).

Bien: los liberales acuerdistas son los sanos y nosotros, antiliberales, somos un montón de enfermos con los cuales no se puede razonar.

Ahora es el tiempo de reaccionar enérgicamente al menos al nivel individual y familiar. Pues fuerza es de constatar que, en nuestros medios ciertamente más dispuestos que otros, el mal es también muy contagioso, como el que hace desaparecer en poco tiempo ciertas especies de árboles. “Por su frutos se conoce el árbol”. Los recientes frutos del gobierno de Mons. Fellay con sus intentos acuerdistas: división, confusión, inquietud, pérdida de confianza en la autoridad, espionaje, delación, disminución de la confesión de la fe, etc. Es un verdadero veneno del cual debemos de protegernos como de la peste; y es tanto más peligroso pues sale de la boca de los que se dicen amigos… Si queremos ser preservados, el único remedio es entonces el cordón, el corredor o el aislamiento sanitario, esperando que el mal se aleje de la manera que la Providencia lo disponga. Sugiere hacer ghettos o bastiones defensivos, que es lo que empezó criticando. Por lo tanto es urgente no ir a ciertos sitios de internet (o deshacerse de internet si no podemos resistir…), no responder a ciertos correos (electrónicos o no), ni siquiera leerlos, no frecuentar a estos pobres enfermos (dejando su cuidado a los “médicos” especialistas o a las personas inmunes), no presentarse en los lugares de misa donde se le dará este género de discurso envenenado (que además es fastidioso) etc.

Es a la luz de este diagnóstico patológico que hay que comprender el pretendido principio intangible, erigido en dogma de la fe (siendo que solo es circunstancial, o prudencial, en función de las circunstancias precisas pero por naturaleza variables) por estos enfermos: “no a la reintegración oficial en la Iglesia sin haber primero resuelto todos los desacuerdos graves sobre la doctrina”. Es evidente que éste procede del precedente, igualmente exagerado o carente de realismo. Esta obsesión enfermiza es, por otra parte, tanto más manifiesta pues esta reintegración parece muy lejos de realizarse desde la llegada del nuevo papa.

Queda claro entonces que este Sacerdote es uno de los que piensan que la actual crisis de la Iglesia se solucionará por medios humanos y cediendo en los principios, y que, por tanto, la FSSPX debe integrarse a la oficialidad, sometiéndose al poder de los herejes destructores de la Iglesia. Es un liberal acuerdista que promueve el suizidio de la FSSPX: “La condición del capítulo del 2006, que decía que no debemos buscar una solución práctica antes de la doctrinal, es en teoría muy clara, pero en la práctica es impracticable. ¿Qué significa “doctrinal resuelta”? Eso jamás estará [sucederá] porque en la Iglesia Militante siempre habrá problemas. Por eso hemos tomado una perspectiva más concreta”… (Mons. Fellay, Conferencia en el Seminario de La Reja, 8-10-12).

Otro síntoma de su terrible mal es que ellos son todo menos hombres de principios como ellos creen ser. Porque el primero de todos los principios es el de no-contradicción, una cosa no puede al mismo tiempo ser y no ser. ¡Ellos dicen lo que hay que hacer y hacen exactamente lo contrario!

Por ejemplo, ellos (*) dicen querer estar “en paz con todo el mundo” (Epístola a los Romanos) Se le olvidó citar la mitad del versículo, que dice: “si es posible, en lo que dependa de vosotros” (Rom 12: 18) golpeando al prójimo de un extremo al otro de su discurso, buscando esparcir lo más posible su veneno, su cizaña, inquietando el descanso dominical de los fieles (privándolos de la sana nutrición del evangelio del día) sin la más mínima necesidad o urgencia objetiva. Sin necesidad ni urgencia: claro, porque “nada ha cambiado en la FSSPX”.

Ellos dicen ser los feroces defensores del principio de autoridad sembrando la confusión en los espíritus de los fieles en cuanto a la gran estima que ellos deben tener por los verdaderos doctores de la fe que son sus obispos; socavando la autoridad en la Tradición o destruyendo la confianza hacia el sacerdocio en general. Dijeron exactamente lo mismo contra Mons. Lefebvre.

Ellos dicen “nadie puede servir a dos señores” (opuestos y al mismo tiempo) y ellos se niegan a tomar partido y maestro (supuestamente, si no, esto revela una mentalidad pacifista o ecumenista, lo que prueba que ellos tienen desde hace tiempo por señor a ellos mismos). La Resistencia es el grupo que continúa la lucha por la fe. Son los “católicos liberales” los que, como este nombre lo indica, incurren en una gravísima y muy nociva contradicción.

En conclusión, son ellos los que se han vuelto absolutamente infrecuentables, y tal vez no se debería tratar de convertirlos directamente (más que con la oración y sacrificios), bajo pena de poner necesaria y gravemente su alma en peligro. Nuevamente sugiere la posibilidad de hacer lo que condenó al inicio de su escrito.

Pierre-Marie Gainche + , 5 de febrero de 2014

(*): Se refiere al Padre Jean de Morgón.