SEL DE LA TERRE, n° 85, Verano de 2013
¿Existe una iglesia conciliar?
POR MONS. BERNARD TISSIER DE MALLERAIS
PARTE 5 (FINAL)
Cómo ha sido canonizada la iglesia conciliar.
Pasarán otros
seis años, y la promulgación de Juan Pablo II de un nuevo código de Derecho
canónico justificará el punto de vista del arzobispo sobre esta iglesia conciliar.
En su constitución apostólica, el papa declaró imponer a la iglesia “una nueva
eclesiología”:
(Este) “código (…) ha puesto en práctica el espíritu del concilio, cuyos documentos
presentan a la iglesia como “sacramento universal de salvación”, como el pueblo
de Dios, y donde su constitución jerárquica aparece fundada sobre el colegio de
los obispos unido a su jefe. (…) En
cierto sentido, podríamos ver en este código un gran esfuerzo por traducir en
lenguaje canónico esta doctrina de la eclesiología conciliar. (…) De esto resulta que lo que constituye la
novedad esencial del concilio Vaticano II, en la continuidad con la tradición
legislativa de la Iglesia, sobre todo en lo que concierne a la eclesiología,
constituye igualmente la novedad del código. Entre los elementos que
caracterizan la imagen real y auténtica de la Iglesia, (28) hay que resaltar sobre todo los siguientes:
La doctrina según la cual la Iglesia se presenta como pueblo de Dios, Lumen gentium 2) y la autoridad
jerárquica como servicio (Lumen
gentium 3), la doctrina que muestra a la Iglesia como una comunión, y
que por consecuencia indica qué clase de relaciones deben existir entre las
iglesias particulares y la Iglesia universal y entre la colegialidad y la
primacía, la doctrina según la cual todos los miembros del pueblo de Dios, cada
uno según su modalidad, participan en la triple función de Cristo: las
funciones sacerdotal, profética y real. A esta doctrina se añade la
concerniente a los deberes y derechos de los fieles y en particular de los
laicos; y finalmente el compromiso de la Iglesia con el ecumenismo. (29)
Esto nos
demuestra la ruina que opera la iglesia conciliar en el ejercicio personal de
la autoridad proveniente de Dios, la humillación de la jerarquía en beneficio
de la base; la omisión voluntaria de la necesidad de la pertenencia a la
Iglesia Católica para salvarse; la reducción del sacerdocio y de la identidad
sacerdotal sumergido en el sacerdocio común de los bautizados; la aspiración a
una unidad universal más vasta que la de la Iglesia Católica. Es a esto a lo
que llamamos iglesia conciliar. Más que sociedad, hay que llamarla disociedad,
es decir, la ruina que resulta de la disolución de esta sociedad divina y
humana que es la Iglesia Católica, o mejor: podríamos decir la disgregación
erigida en principio de nueva congregación. ¿No es esto evocar la consigna de
la revolución “Solve, coagula”? Por
principio disolver lo que existe, después reunir los pedazos bajo otro jefe
según un nuevo principio.
Y esta
disociedad que es la iglesia conciliar existe, el papa, la casi-totalidad de la
jerarquía católica, la masa consciente o no de los bautizados católicos son los
miembros formales o materiales. Sin embargo, esta disociedad condenada a la
autodestrucción se “sostiene” por la fuerza de sus agentes. En el coagula, hay un pacto de los fautores de
esta disociedad: hay que exigir de todos la adhesión al concilio y a las
reformas conciliares, de tal manera que aquellos que no lo acepten están “fuera
de la comunión” o fuera de la “plena comunión” con la iglesia conciliar. Esta
iglesia conciliar se mantiene entonces por el miedo y la violencia; la Iglesia Católica
se mantiene por la fe y la caridad.
Los métodos por los cuales subsiste la iglesia
conciliar.
Condenada a la
autodestrucción, la iglesia conciliar subsiste no menos vigorosamente. ¿En qué
consiste su tenacidad? En que su jerarquía use de todo el poder de la jerarquía
católica que ella ocupa, detenta y desvía.
Desde la
instauración de la misa de Paulo VI, ella ha perseguido continuamente a los
sacerdotes fieles a la verdadera misa, al verdadero catecismo, a la verdadera
disciplina sacramental, y a los religiosos fieles a su regla y a sus votos.
Numerosos son los sacerdotes que han muerto de pena de tener, por obediencia
según creyeron ellos, adoptar los nuevos ritos y usos. Numerosos también son
los que murieron en el ostracismo, la relegación canónica y psicológica, pero
felices de dar un testimonio inflexible al rito católico, a la fe íntegra, a Cristo
Rey. Las amenazas, el miedo, las censuras y otros castigos, no los doblegaron.
Pero desgraciadamente, ¡cuántos son aquellos que cedieron a estos métodos de
violencia, al chantaje de la “desobediencia” y de la destitución ejercida sobre
ellos por sus superiores. Con esto tocamos con el dedo la malicia liberal de
estos jefes: ¿No se dice con razón que no hay mayor sectario que un liberal? No
teniendo principios para hacer reinar el orden, ellos reinan con un régimen de
sumisión por el terror.
La malicia de la
jerarquía conciliar está consumada por el uso que hace de la mentira y del
equívoco. Así el motu proprio del
papa Benedicto XVI declarando que la misa tradicional jamás ha sido suprimida y
que su celebración es libre, combinado esta libertad con condiciones contrarias
a esta última, y llega hasta calificar la misa auténtica y su falsificación
modernista de “formas extraordinaria y ordinaria del mismo rito romano”.
La mentira continúa
con el supuesto “levantamiento” de las excomuniones, en que supuestamente incurrieron los cuatro obispos consagrados por Monseñor Lefebvre en 1988, como si
verdaderamente se hubiera incurrido en ellas.
Pero, por un
increíble contraste, la jerarquía conciliar jamás ha sido capaz de hacer
respetar el quinto mandamiento de Dios, “no matarás”, que casi no fue predicado
por los obispos: los países que tienen más tiempo siendo católicos, son
aquellos en donde más abortos se practican; y la encíclica Humanae vitae del papa Paulo VI, apenas ha sido transmitida por los
obispos, mientras que la píldora anticonceptiva es de uso corriente en la
mayoría de las jóvenes y mujeres en la Iglesia católica. La moral inmunda del
mundo actual no es otra cosa que el desbordamiento del vicio al cual la
jerarquía conciliar no supo poner ningún obstáculo. Esta iglesia conciliar
atrae bajo su supuesta comunión una masa de cristianos viviendo en realidad en
pecado y en el paganismo práctico.
No pertenecer a la iglesia conciliar es una gracia y
un testimonio providencial.
Bienaventurados
aquellos que no están en esta “comunión de profanos”, que están
providencialmente excluidos o son amenazados de ser excluidos. Bienaventurada
relegación o desamparo. La vocación de la FSSPX, desde su erección por la
Iglesia Católica en 1970 y el decreto de alabanza que la honró en 1971, no ha
sido para recibir las bendiciones y reconocimientos de esta iglesia conciliar.
Era sin duda necesario que esta sociedad sacerdotal, con toda la familia de la
Tradición, fuera como la lámpara encendida que no se pone bajo el celemín conciliar,
sino sobre el candelero expuesto, a fin de que ella ilumine a todos aquellos
que están en la casa de Dios. Era probablemente preferible, según los caminos
de la Providencia, que esta parte sana de la Iglesia convertida, como el Divino
Maestro, en piedra de escándalo, piedra rechazada por los constructores de la
disociedad eclesial conciliar, se convierta en la piedra angular (30) de la
catedral católica indestructible. Nuestro testimonio inflexible hacia la
verdadera Iglesia de Jesucristo, hacia el sacerdocio y el reinado de Cristo sacerdote
y rey exige sin duda, por parte de la iglesia conciliar, la exclusión y el
ostracismo pronunciados contra nosotros y lo que representamos. Pero igual que
San José en su exilio de Egipto llevando al Niño Jesús y su divina Madre, que
constituían el germen de la Iglesia, asimismo, en su exilio, la familia de la
Tradición lleva a la Iglesia en ella, sin tener sin duda la exclusividad de
esta gloriosa función, pero teniendo la médula y el corazón, la integridad y la
incorrupción. Lleva por consecuencia en ella al pontífice romano, en la
que el sucesor de Pedro se liberará un día de una larga cautividad (31) y
saldrá de sus ilusiones, para proclamar como una vez lo hizo el primer papa en
Cesárea de Filipo dirigiéndose a su Maestro: « Tu es Christus, Filius Dei
vivi ! »
De ahí que, si
estamos complicados, si nos lamentamos de estar privados de la comunión eclesial
o de la apariencia de comunión eclesial, estaremos infelices e inquietos, en la búsqueda incesante de una solución. Por el contrario, si tenemos una fe y una
simplicidad de niño, buscaremos simplemente cuál testimonio dar a la fe católica.
Y encontraremos: por principio el testimonio de nuestra existencia, de nuestra
permanencia, de nuestra estabilidad, junto con el testimonio de nuestra
profesión de fe católica integral y de nuestro rechazo de los errores y de las
reformas conciliares.
Un testimonio es
absoluto. Si yo doy testimonio de la Misa católica a Cristo Rey, es necesario
que me abstenga de las misas y de las doctrinas conciliares. Es como el grano
de incienso a los ídolos: es un solo grano o ninguno en absoluto. Entonces es
ninguno en absoluto (32). Y con este testimonio, viene también la persecución,
es normal por parte de los enemigos de esta fe que quieren reducir nuestra
oposición diametral a la nueva religión,
y también por el tiempo que plazca Dios que ellos perseveren en sus
perversos designios. ¿No es Dios mismo que pone esta enemistad entre la ralea
del diablo y los hijos de María? Inimicitias ponam. (33).
Entonces, ya que
en el recogimiento y la oración hemos percibido esta vocación propia que es la
nuestra, adaptada por Dios a la crisis actual, la aceptamos en perfecta
rectitud y gran paz: rectitud incapaz de tener ninguna complicidad con el
enemigo, paz sin amargura. Corremos, saltamos y exclamamos como Santa Teresita
del Niño Jesús, “¡En la Iglesia, mi Madre, he encontrado mi vocación!” Y le
pedimos a la Santa magnánima: “¡Obtenedme la gracia de tener en la Iglesia y
para la Iglesia, un alma de mártir o al menos de confesor de la fe!”
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NOTAS:
1 Nombrado arzobispo de Florencia y creado cardenal en 1977.
2. Ver sobre todo Le Sel de la terre 1, págs. 25-38 (Padre Pierre Marie, “Eclesiología comparada”), págs.. 114-118; Le Sel de la terre 34, pág. 248; Le Sel de la terre 45, págs. 36-41; Le Sel de la terre 59 (Invierno 2006-2007) editorial: « Una jerarquía para dos iglesias ».
3 Concilio Vaticano II, Lumen gentium 1.
4 El nuevo código de 1983 limita la suplencia al poder ejecutivo.
5 En Gaudium et spes (11, 2), el Vaticano II declara tener la intención primordial de introducir y de asimilar en la doctrina católica los valores liberales; esta operación no puede contar con la asistencia del Espíritu Santo y es contraria al objeto del magisterio que es de “conservar santamente y de exponer fielmente” el depósito de la fe.
6 Respuesta de Monseñor Lefebvre al cardenal Seper, interrogándolo sobre su carta denunciando la iglesia conciliar.
7 Nota del 12 de julio de 1976.
8 Interrogatorio de Monseñor Lefebvre por el cardenal Seper, Prefecto de la SCDF, 11 de enero de 1979, en Monseñor Lefebvre y el Santo Oficio, revista Itinéraires, n°233, mayo 1979, p. 144-145.
9 Ibid.
10 Santo Tomás de Aquino, Suma Teol., II-II, q. 2, a. 2.
11 Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 12, 1.
12 En sus visiones de los últimos tiempos de la Iglesia, ella ve de un lado a los demoledores de la basílica de San Pedro, que quitan las piedras, y del otro los reconstructores. Al final, los demoledores cesan su obra de destrucción y viene la reconciliación.
13 P. J. Meinvielle, "De la Cabala al Progresismo", 2a ed., Buenos Aires, 1994, p. 363-364
14 San Pío X, Encíclica Pascendi, 8 de septiembre de 1907, in initio. Ver también: “Ningun obispo ignora, creemos nosotros, que una raza muy perniciosa de hombres, los modernistas, incluso después de la encíclica Pascendi dominici gregis (8 septiembre 1907) levantó la máscara con la cual se cubrían, no abandonaron sus designios de perturbar la paz de la Iglesia. Ellos no cesaron, en efecto, de buscar y de agrupar en una asociación secreta de nuevos adeptos, y de inocular con ellos, en las venas de la sociedad cristiana, el veneno de sus opiniones, por la publicación de libros y folletos donde ellos callan o disimulan los nombres de sus autores” Motu proprio Sacrorum antistitum del 1ero de Septiembre de 1910, ediciones de la Documentación Católica, París, t. 5, p. 141.
15 Mons. Marcel Lefebvre, "Le Destronaron", 2a ed., Escurolles, Fideliter, 1987, p. 148.
16 Por Contra-iglesia, hay que entender no la misma iglesia conciliar, sino la secta masónica y todas las secas que la precedieron en el mismo espíritu gnóstico y anticristo; así la secta modernista, cuya doctrina es también una gnosis; una reinterpretación naturalista de la fe católica.
17 Los papas que han visto claro.
18 El movimiento de Marc Sangnier en Francia a principios del siglo 20, para hacer de la Iglesia la animadora de la democracia, que San Pio X condenó por su encíclica Notre charge apostolique.
19 Conferencia espiritual, Ecône, 21 junio 1978 ; ver Le Sel de la terre 50, p. 244.
20 “Sería un sueño ridículo, cualquiera sea el giro de los acontecimientos, el hecho de que cardenales o prelados, por ejemplo, hayan entrado a sabiendas o por sorpresa en una parte
de nuestros secretos, no es en absoluto un motivo para desear su elevación a la Cátedra de Pedro. Esta elevación nos perdería. Solo la ambición los habría conducido a la apostasía y la necesidad del poder los forzaría a inmolarnos. Lo que debemos pedir, lo que debemos buscar y esperar como los judíos esperan el Mesías, es un Papa según nuestras necesidades… (Instrucción de la Alta Venta de 1819)
21 P. Roger-Thomas Calmel O.P., «Autoridad y santidad en la Iglesia», Itinéraires 149 (enero 1971), p. 13-19; reproducido en Le Sel de la terre 40, p. 77 et 85-87.
22 La dignidad de la persona humana.
23 El sacerdocio común de los bautizados.
24 Instituciones colegiales: sínodo episcopal, consejo episcopal, consejo parroquial…
25 La nueva misa, que ya no aparece como el sacramento de la Pasión de Cristo.
26 Monseñor Marcel Lefebvre, carta manuscrita y fotocopiada del 29 de julio de 1976, a sus amigos; reproducida en Le Sel de la terre 36, p. 10.
27 Subrayemos que en los hechos, las enseñanzas concernientes al fin sobrenatural de salvación eterna de las almas (por ejemplo, el Credo de Paulo VI o su encíclica Humanæ vitæ siguen siendo letra muerta a causa del liberalismo de los obispos y de la falta de voluntad del papa de aplicar la doctrina católica.
28 Notemos la pretensión del nuevo código de presentar la Iglesia en su “imagen real” (sic), que ella había sin duda ignorado o disimulado hasta entonces, una “imagen”, un modelo de Iglesia que es por otra parte “una novedad esencial”! La incoherencia le disputa a la audacia.
29 Juan Pablo II, Constitución apostólica Sacræ disciplinæ leges, 25 enero 1983.
30 Ver 1 Pedro 2, 6-8.
31 "Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos” Hechos 12,7.
32 Cf. P. Roger-Thomas Calmel O.P. Retiro de Semana Santa de 1974 predicado a los seminaristas de Ecône, 7 de abril de 1974, según las notas de un ejercitante.
33 "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; Ella te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañar”. Gén. 3,15.
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