PARTE 5
Fui bastante desanimado a ver la respuesta de Monseñor Pozzo. Ya en diciembre me llamó Monseñor Pozzo diciendo: bueno, hemos recibido su respuesta, vamos a verla. Pero ¿usted no puede decirnos lo que no va en lo que hemos propuesto? Decirnos cuáles son las palabras, las formulaciones que no funcionan. Y le dije que sí y es lo que he hecho. Pero de nuevo, nosotros no queremos entrar en este cuadro de la hermenéutica de la continuación.
Entonces, mi segunda
respuesta del 12 de enero. Voy a precisar: no es una segunda respuesta, la
respuesta ya está hecha. Y empiezo así: Como
he convenido con Monseñor Pozzo, escribo a fin de precisar las razones de
nuestra posición. Hay un A y un B. En el A, in genere, y B en especie. En
el A, el preámbulo doctrinal se presenta como la conclusión de las discusiones
doctrinales.
Los problemas no están resueltos y el preámbulo especifica un
cuadro que es insatisfactorio imponiendo la hermenéutica de la continuidad. Si
la nota preliminar contiene un movimiento en nuestro favor, el preámbulo tiene
un resultado contrario.
De hecho el preámbulo nos impone todas las novedades a
las cuales hemos puesto dificultades, reticencias y oposiciones que se
mantienen. Entonces, la solución presentada por el preámbulo significa exigir
de nuestra parte la aceptación pura y simple de la posición contraria a
nuestras preocupaciones e instancias. Entonces estamos perplejos.
Y el punto
que planteaba más dificultades era el párrafo tercero y en relación con el
criterio de interpretación de textos litigiosos y en relación con el progreso
de la Tradición.
Primer punto: interpretación. Que las afirmaciones del concilio Vaticano
II y el magisterio pontifical posterior, tienen que interpretarse de modo
coherente con la Tradición y el Magisterio precedente, fue siempre nuestra
posición.
Pero el problema es la aplicación de
este principio a las novedades del concilio que claramente están en ruptura o
discontinuidad con el Magisterio de siempre.
Nosotros vemos con miedo, con temor, con pavor, que la aplicación que la
Santa Sede hace de este principio termina en la conclusión opuesta. Es por eso
que escribimos en la primera respuesta
que es imposible adherirnos al texto
como está escrito.
El progreso de la Tradición. Nos
adherimos a la enseñanza del Concilio Vaticano I y que repite San Vicente de
Lerins y al juramento antimodernista. Lo que se dijo en el Concilio Vaticano II
tiene que ser entendido en este sentido. Ciertos textos del Vaticano II y
ciertas enseñanzas posteriores no entran en esta doctrina. El párrafo 3 del
Preámbulo quería hacernos aceptar todos los puntos que hacen dificultad. ¿Qué
queda de la legítima libertad de discusión de los textos del concilio otorgada
en la nota preliminar? No se deja ningún margen de discusión.
Hay otros puntos de problema como la
colegialidad, que se mantiene como un texto ambiguo. La misa nueva que,
independientemente de su legitimidad o validez, presenta deficiencias dañinas.
El Código Canónico del 83, que en la medida que toma las novedades del concilio
presenta las mismas dificultades.
(…)
Hemos pensado en proponer una solución
diferente. Y esa solución diferente fue la traidora Declaración Doctrinal de abril de 2012.
En conclusión, hacemos nuestras estas palabras de nuestro venerable fundador: Aceptamos con gusto ser reconocidos por el Papa tal como somos y de colaborar para la renovación de la Iglesia. Palabras, por cierto, contrarias a las últimas y definitivas de Mons. Lefebvre al respecto: "Es un deber estricto para todo sacerdote que quiera permanecer católico, el separarse de esta Iglesia conciliar, en tanto que ella no regrese a la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica" (Itinerario Espiritual). "Una sola cosa es necesaria para la continuación de la Iglesia católica: obispos plenamente católicos, que no hagan ningún compromiso con el error" (idem).
En conclusión, hacemos nuestras estas palabras de nuestro venerable fundador: Aceptamos con gusto ser reconocidos por el Papa tal como somos y de colaborar para la renovación de la Iglesia. Palabras, por cierto, contrarias a las últimas y definitivas de Mons. Lefebvre al respecto: "Es un deber estricto para todo sacerdote que quiera permanecer católico, el separarse de esta Iglesia conciliar, en tanto que ella no regrese a la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica" (Itinerario Espiritual). "Una sola cosa es necesaria para la continuación de la Iglesia católica: obispos plenamente católicos, que no hagan ningún compromiso con el error" (idem).
Pero el liberalismo de Mons.
Fellay le hace aceptar la posibilidad de que la FSSPX sea un animal exótico más
en el zoológico ecumenista de Roma.