FUENTE:
RESPICE STELLAM
Esta
Declaración fue leída por el P. King en el centro de Misa de Manchester,
Liverpool y en Tunstall el 26 de abril de 2015. Copias impresas de esta
Declaración fueron entregadas por el P. King para ser distribuidas el Domingo 3
de mayo de 2015.
INTRODUCCIÓN Y ESTADO DE LA CUESTIÓN.
Hoy
quisiera hablarles acerca de un asunto muy importante que nos concierne a
todos. Este asunto es la cuestión de qué dirección tomará la Fraternidad en el
futuro. ¿Debemos seguir el mismo camino que hemos seguido desde la fundación de
la Fraternidad por el Arzobispo en 1970, o la Providencia nos está guiando en
una dirección diferente? ¿Debe la Fraternidad y la Tradición católica mantener
el mismo curso dado por su fundador, o ahora debemos cambiar nuestra posición
para hacernos más aceptables para el mundo moderno y para la iglesia
posconciliar y liberalizada? Desde su fundación, la Fraternidad ha tomado el
punto medio entre el sedevacantismo por la derecha y el liberalismo a la
izquierda. Esta fue siempre la elección sabia y prudente de nuestro santo
fundador, la de evitar estos dos extremos erróneos. Yo creo, y muchos otros
también, clero y laicos, que por algunos años los líderes de la Fraternidad se
han estado alejando de este prudente y seguro punto medio, para tomar una nueva
dirección hacia una clase de acercamiento o reconciliación con la Roma
modernista. ¿Cuándo empezó esta dirección y cuáles fueron las circunstancias
que la favorecieron? Yo diría que su origen y causa fue la muy exitosa
peregrinación a Roma en el Año Santo 2000.
BREVE
CRONOLOGÍA DE LOS EVENTOS
Regresemos
en el tiempo hasta el año de las consagraciones, 1988. El 30 de junio de ese año,
Mons. Lefebvre consagró cuatro Obispos para la tradición y fue castigado por
este acto heroico por una injustísima excomunión. La Fraternidad siempre
consideró este acto como inválido. El Arzobispo argumentó en su defensa ¿excomulgado
por quién y por qué? Los siguientes doce años fue una especie de guerra fría
entre la Fraternidad y las autoridades romanas modernistas. El Arzobispo fue
llamado a su recompensa eterna en 1991 y Roma estaba deseando y esperando que
la Fraternidad se destruyera en los años que siguieron. De hecho, sucedió lo
opuesto pues la Fraternidad, por la gracia de Dios, se desarrolló y se expandió
por todo el mundo y los frutos de la Tradición eran ricos y abundantes. Las
autoridades romanas reconocieron esto y el notable progreso y expansión de la
Tradición estaba en un agudo contraste con el estado crítico de la iglesia
conciliar, víctima de los frutos envenenados del Vaticano II. La observación de
Paulo VI de que el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia y que la Iglesia
estaba destruyéndose a sí misma, se hizo una realidad cada vez más patente
conforme pasaron los años. La Iglesia estaba experimentando la más grave crisis
de su historia y los ciegos apóstoles del liberalismo y modernismo ocupando
Roma lo llamaron progreso y renovación. Esto es ciertamente lo que la Hermana
Lucía describió como la desorientación diabólica en la Iglesia y la crisis más
profunda de la fe que estaba llevando a la Iglesia a la apostasía. Contra esta
desintegración, la Fraternidad y la Tradición estaban floreciendo simplemente
porque estaba siendo fiel a la Tradición y al PUNTO MEDIO que era seguro y
protegido.
Así
estaban más o menos las cosas cuando en el año 2000 la Fraternidad organizó una
muy exitosa peregrinación a Roma en el mes de agosto de ese año. Fue tan
exitosa que las autoridades romanas comenzaron a tomar un interés más profundo
en las obras de la Tradición y se establecieron nuevos contactos. Los romanos
podían ver claramente que la Fraternidad era una organización seria y
floreciente y ellos parecieron estar bien dispuestos hacia nosotros.
Es
importante recordar en este punto, que Monseñor Lefebvre siempre vio a Roma
como el centro de la unidad y realizó grandes esfuerzos para evitar la acusación
de cisma manteniendo contacto con las autoridades romanas. Él también estaba
muy consciente que estaba tratando con liberales y modernistas que utilizaban
terminología católica en un sentido diferente. Por esta razón él mantendría una
sana separación, manteniendo una distancia segura del contagio modernista, pero
siempre con respeto hacia las autoridades.
Luego
del éxito de esta peregrinación, continuaron los contactos amistosos hasta los
años finales del pontificado del papa Juan Pablo II, quien fue sucedido por
Joseph Ratzinger en 2005 como el papa Benedicto XVI. Este papa empezó a tomar
un gran interés personal en el “problema” de la Tradición y la Fraternidad
empezó a trabajar enérgicamente hacia la obtención de un estatus canónico en la
iglesia para la Fraternidad. Roma se volvió aún más amistosa y compasiva hacia
la Fraternidad. Monseñor Fellay pidió a Roma que otorgara la libertad para el
Rito de la Misa Tridentina y que levantara la excomunión de los cuatro obispos.
Para la Fraternidad eso era necesario para establecer la genuina buena voluntad
por parte de Roma hacia la Tradición y para fomentar una atmósfera de confianza
y seguridad entre los Sacerdotes y laicos. Roma accedió a esta petición y el
Papa Benedicto publicó el Summorum
Pontificum y levantó las excomuniones en enero de 2009. Un gran obstáculo
fue ahora eliminado y el proceso de acercamiento a Roma fue ganando impulso.
Muchos en la Fraternidad seguían sin convencerse de la buena voluntad de Roma, dado su obstinado apego a las enseñanzas erróneas y los falsos principios del
Vaticano II. El impulso continuó a pesar de las discusiones teológicas de alto
nivel que se llevaron a cabo durante este tiempo entre la Fraternidad y los teólogos
romanos. Estas conversaciones, que Roma nunca publicó, solo sirvieron para
demostrar más cuán lejos ha caído la Roma modernista de la Verdad Católica.
La
situación estaba ahora desarrollándose rápidamente hasta el punto que Roma
estaba ofreciendo un acuerdo práctico concreto a principios de junio de 2012, y
parece claro que Monseñor Fellay estaba dispuesto a firmarlo. Tal parece que se
le habría concedido a la Fraternidad una Prelatura Personal como la del Opus
Dei, pero los obispos locales hubieran tenido que dar su aprobación/permiso
para el apostolado en sus diócesis. Esto claramente sería un problema mayor. En
el último minuto, inexplicablemente, el Cardenal Müller insistió en que la
Fraternidad aceptara el Vaticano II y la nueva misa. Monseñor Fellay rechazó el
acuerdo y las conversaciones colapsaron. ¡O eso creímos!
Ustedes
recordarán que Monseñor Fellay nos visitó en junio de 2013 y dio una
conferencia en Liverpool explicando sus acciones y estrategias al tratar con
Roma modernista. Le dijo a todos los Sacerdotes del Distrito en Preston que se
involucró en este largo y dilatado proceso de negociación con las autoridades
romanas porque quería saber lo que realmente pensaban ellas. Él repetía que
nunca fue una cuestión de un acuerdo puramente práctico, pero si este fuera el
caso, entonces, ¿qué tipo de acuerdo era el que estuvo a punto de firmar?
(Debemos tener presente que el Capítulo General de 2006 decidió que no habría
acuerdo práctico con Roma sin su claro e inequívoco retorno a la Tradición Católica).
Él me dijo en privado que sentía que era su deber involucrar a la Fraternidad
en estas conversaciones y negociaciones. Lo que es bastante razonable pero ¿no
teníamos ya la abrumadora evidencia de lo que las autoridades romanas pensaban
y creían, y no se demostró esto enfáticamente durante estas recientes
conversaciones y su inevitable colapso? Los romanos siempre quisieron que aceptáramos
la nueva misa y el Vaticano II —fue como en los tiempos de Mons.
Lefebvre, ¡y aún más lo es hoy bajo este revolucionario pontificado de
Francisco! Preguntamos entonces ¿por qué continúan las negociaciones, pues
claramente continúan? La impresión que tuvimos después del colapso del acuerdo
fue que debíamos retirarnos de esos contactos cercanos pues las intenciones de
los romanos se habían vuelto cristalinas. Sin embargo, se mantuvieron los
contactos y esto fue confirmado recientemente por Monseñor Pozzo, Secretario de
la Comisión Ecclesia Dei.
Regresemos
a junio de 2012. Yo estuve en Ecône por mi Jubileo Sacerdotal y la atmósfera
estaba tensa, por decir lo menos. Quería hablar con el P. Nely que, como
Segundo Asistente, es uno de los consejeros más cercanos de Mons. Fellay. Aceptó
recibirme y le expresé mis preocupaciones acerca del acuerdo puramente práctico
con Roma sin su genuina conversión a la Tradición. Entonces le pregunté ¿Ya no
es posible para la Fraternidad mantener la posición sostenida por el Arzobispo,
que es el PUNTO MEDIO? Él no me respondió directamente la pregunta, pero dijo
que una generación completa de católicos están creciendo sin conocer lo que es
una relación normal con Roma. Esto no es normal, dijo, y si no hacemos algo
respecto a nuestra situación Canónica, entonces nos volveremos cismáticos o
sedevacantistas. Fue una revelación muy interesante el saber cuál es la forma
de pensar que hay detrás de esta nueva estrategia de negociación con Roma por
parte de Menzingen. Lo dijo todo, de hecho. El problema ya no era con la Roma
modernista sino con la Fraternidad, la cual estaba en una situación anormal. ¿Quién
y qué causó la situación anormal en primer lugar sino el concilio y los papas
conciliares modernistas? Monseñor Lefebvre decía frecuentemente (yo lo escuché repetir
con mis propios oídos) “yo no tengo opiniones personales en materia de religión”.
Él solía repetir esto y en los años que siguieron al concilio, él se encontró en
una posición cada vez más aislada hasta que finalmente quedó solo. Él no se
movió, no cambió para nada pero la iglesia después del concilio lo abandonó y
rechazó dos milenios de tradición para abrazar las doctrinas modernistas
condenadas por la Iglesia. Todos nosotros nos unimos a él porque nos sentimos
abandonados y traicionados también, y reconocimos en su voz y sus acciones la
voz de Aquél que es el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas.
¿Habrá un acuerdo firmado?
Muchos argumentan que nada ha sido firmado y por lo tanto no hay nada de qué preocuparse.
Esto es no entender la cuestión, pues todos los hechos revelan que ya hay un
acuerdo tácito en vigor. Si el matrimonio aún no se ha consumado, los esposos
están prometidos y comprometidos. Muchos han observado la falta de lenguaje crítico
por parte de Menzingen respecto a los escándalos y abusos de la iglesia
conciliar en los últimos años y particularmente durante el presente
pontificado. En su mayor parte hay silencio y cuando hay una respuesta, en el
mejor de los casos ésta es débil y a medias. Tal vez nunca habrá un acuerdo
firmado, lo cual ya es innecesario porque la Fraternidad está ahora en camino
de convertirse en otra Fraternidad San Pedro y está, en cierta medida, bajo el
control de las autoridades modernistas.
Permítanme
darles un ejemplo perfecto, que nos lleva hasta el tiempo presente y que
demuestra claramente hasta qué punto ha cambiado la Fraternidad y está bajo la
influencia de Roma modernista. El 19 de marzo, la fiesta de San José, Monseñor
Williamson consagró Obispo a Jean Michel Faure en un monasterio benedictino en
Brasil. El P. Faure fue ordenado en 1977 en Ecône por Mons. Lefebvre y fue escogido
por él, como su elección personal, para ser consagrado junto a los otros tres
candidatos el 30 de junio de 1988 en Ecône. El P. Faure informó a Monseñor que
Alfonso de Galarreta sería una mejor opción y así él fue consagrado y no el P.
Faure. Si el P. Faure no hubiera dicho esto, él hubiera sido Obispo de la
Fraternidad los últimos 27 años. Fue por lo tanto, una elección sabia y
ciertamente necesaria el actuar para asegurar la continuación del Sacerdocio,
los Sacramentos, la Sucesión Apostólica y para la salvación de las almas.
Menzingen publicó una declaración al día siguiente diciendo que la Fraternidad
denunciaba la consagración: “La
Fraternidad San Pío X denuncia la consagración episcopal del R. P. Faure que, a
pesar de las afirmaciones del consagrante y del consagrado, no se parecen en
nada a las consagraciones de 1988”.
Lo
más necesario por sobre todas las cosas para la vida de la Iglesia es el
Sacerdocio, y sin Obispos no puede haber Sacerdotes y la Fe sería destruida. ¡Cómo
pudo la Fraternidad denunciar esta acción siendo que la crisis de la Iglesia es
inmensamente peor que como lo era en 1988! Yo, como Sacerdote de la
Fraternidad, no la denuncio sino que, por el contrario, yo la aplaudo como un
acto necesario y heroico. La única conclusión que podemos sacar de esta
denuncia es que los autores ya no piensan que la crisis es muy seria y que
ellos ahora tienen una confianza recién descubierta en que la Roma modernista
proveerá obispos católicos para el futuro. Considerada objetivamente, esta
consagración fue un bien positivo para la Iglesia, un bien del orden más alto,
y yo personalmente no puedo entender las razones para denunciarla. Si uno lo
hace, lógicamente uno denuncia también las consagraciones de 1988. Mientras
continúe la crisis de la Fe, tales consagraciones deben ser necesarias y deben
ser realizadas para continuar la vida de la verdadera Iglesia de Cristo. ¡Monseñor
Fellay y Menzingen han denunciado el mismo acto necesario para la supervivencia
de la Iglesia! Tal acto es la parte más necesaria para la Operación
Supervivencia, y la cooperación cercana y el entendimiento con la Roma modernista
y conciliar es la Operación Suicidio.
DECLARACIÓN
DE POSICIÓN
Nosotros
no estamos en contra de un retorno a un estatus jurídico normal en la Iglesia
para la Tradición Católica, pero las circunstancias y el momento deben ser
adecuados.
En
nuestra opinión, pensamos que una cooperación cercana con las autoridades
conciliares en este momento, serían dañinas e incluso destructivas para la
finalidad por la que estamos trabajando, que es la completa restauración de la
Tradición Católica en la Iglesia y el establecimiento del Reinado Social de
Nuestro Señor Jesucristo. Este era el objetivo y el fin de nuestro fundador,
Monseñor Marcel Lefebvre y la de todos los papas de los tiempos modernos hasta el Vaticano II.
Roma
siempre ha sido el centro de la unidad católica y el Papado el guardián de la
ortodoxia durante dos mil años. Trágicamente, la Roma Católica y los sucesores
de Pedro han sucumbido los últimos 40 años a las poderosas influencias del
protestantismo liberal y el modernismo, lo que ha llevado al debilitamiento de
la fe de millones de almas y ha arrastrado a la Iglesia de Cristo hacia la
apostasía. Como consecuencia, los católicos devotos han sido obligados a
retirar su obediencia y lealtad hacia las autoridades posconciliares para
preservar su fe y su modo de vida católico. Debemos obedecer a Dios y a la
autoridad de la Tradición Católica, en lugar de los falsos pastores modernistas
de la Roma contemporánea. Esta situación y esta elección de los católicos
tradicionales han sido forzadas por la Roma modernista porque el Vaticano II es
la causa de la crisis.
Nosotros
no aceptamos que Roma sea ahora más compasiva hacia la Tradición y más
favorablemente dispuesta hacia la Fraternidad. Muy por el contrario, hay muchos
ejemplos de actitudes muy agresivas hacia grupos o individuos que se vuelven
hacia la Tradición que son objeto de censura eclesiástica. Es indiscutible que
Roma es ahora más modernista y liberal que durante el pontificado de Juan Pablo
II, por lo que en lugar de buscar un acercamiento con Roma, necesitamos
mantener nuestra posición de distanciamiento prudente pero respetuoso.
Ciertamente
que nuestro firme y constante adhesión al magisterio perenne de la Iglesia es
el mejor testimonio que podemos dar a la Roma modernista. No tenemos derecho a
poner en peligro los frutos ganados con tanto trabajo durante cuarenta años de
combate por la fe, simplemente porque las autoridades romanas son agradables y
atentas y nos dicen que podemos confiar en ellas. Tenemos demasiado que perder
y en nuestra opinión un acercamiento tal sería una enorme pérdida. No debemos y
no podemos dilapidar la herencia gloriosa y el legado de Monseñor Lefebvre.