lunes, 16 de marzo de 2015

LA IGLESIA HABLARÁ




“El 19 de marzo de 2015, fiesta de San José, Patrono de la Iglesia Católica, viendo el incorregible rumbo tomado por la Neo-FSSPX en su renuncia a continuar el combate por la integridad de la Fe, considerando la pertinacia liberal de Mons. Fellay y sus asistentes, y ante la destructiva hostilidad de Francisco y la iglesia conciliar contra la Tradición católica, Mons. Williamson realizará un acto heroico de caridad, consagrando obispo al R.P. Christian Jean-Michel Faure, tal vez el hombre que mejor conoció y más fiel le fue a Mons. Lefebvre desde el inicio de su combate”.


Los tiempos finales son ocasión de un discernimiento temible, explica el Padre Emmanuel André.

El Cardenal Newman, por su parte, nos dejó palabras aleccionadoras que parecen cobrar toda su consistencia en nuestro presente:

“El peligro especial de los tiempos delante nuestro es el despliegue de la plaga de la infidelidad, que los Apóstoles y Nuestro Señor han predicho como la mayor calamidad de los últimos tiempos de la Iglesia. Y por lo menos una sombra, una imagen típica de dicha época se cierne sobre el mundo. No pretendo afirmar que éste sea el tiempo último, sino que tiene la perversa prerrogativa de ser semejante a esa terrible época, en la cual se dice que los mismos elegidos se encontrarán en peligro de apostatar” (Cit. en “Cuatro sermones sobre el Anticristo” Ed. Pórtico 2006).

Así como la revolución del Vaticano II produjo una catástrofe tal en la Iglesia, creando un estado de necesidad que llevó finalmente a Mons. Lefebvre a resistirle con las consagraciones episcopales el 30 de junio 1988, en lo que él mismo llamó “Operación Supervivencia”; de igual modo la “Operación Suicidio” impulsada por las autoridades de la FSSPX llevaron a Mons. Williamson a tomar la misma decisión, para que aquella “Operación Supervivencia” de la Fe y la Tradición no sucumbiese, por obra de la traición de los liberales que torcieron el rumbo de la Fraternidad. La plaga de la infidelidad fue cayendo lentamente sobre una FSSPX que dejó la vigilancia para mirarse orgullosa en el espejo de sus numerosos y contables haberes. Entonces fue necesario reaccionar.

“El neo-espíritu –dijeron en un comunicado los Padres Faure y Rioult, en noviembre de 2013- se extiende sin problemas. Las apariencias engañan a los ingenuos y tranquilizan a los que quieren ser tranquilizados.  Ustedes comprenden entonces que es necesario pensar en el futuro. Mientras que un superior general íntegro no haga regresar a la Fraternidad a los principios de su Fundador, nosotros debemos actuar”.

Unos principios sin los hombres que los sostengan, son letra muerta. La conformidad interna sin su consecuente toma de posición externa, es simplemente una cobardía que pone en serio riesgo la fe y la salvación del alma. Mientras que los liberales toman en serio sus malos principios y llevan a cabo su obra destructiva, los que se llaman católicos tradicionales permanecen afirmando los principios católicos en voz baja, con tibieza, sin denunciar al enemigo o sin siquiera animarse a reconocerlo como tal. La parsimonia corrompe la atmósfera tradicional. Los combatientes se volvieron apariencia, hojarasca, conservadores. Se volvieron línea-media. Quizás sea como afirmó Bossuet: “Porque tenemos vergüenza de permanecer solos, porque no nos atrevemos a alejarnos del camino que vemos trillado, porque tememos desagradar a los hombres, decimos con toda razón: es así como se vive en el mundo, hay que hacer como los demás”. El mal atraviesa las puertas que le abren los que temen salir de la mediocridad, en definitiva, los que no buscan ser santos sino no ser reprobados. Chesterton va más allá al decir, con entera verdad: “Un hombre que tiene fe ha de estar preparado, no sólo a ser un mártir, sino a ser un loco”. Loco para el mundo, testigo de Dios.

Escribió Monseñor Lefebvre al Cardenal Ratzinger, el 8 de julio de 1987: “Una voluntad permanente de destrucción de la Tradición es una voluntad suicida que autoriza, por su mismo hecho, a los verdaderos y fieles católicos a tomar todas las iniciativas necesarias para la supervivencia y salvación de las almas”.

Tal voluntad suicida de la iglesia conciliar –parece superfluo repetirlo- no ha disminuido, antes bien, se ha profundizado, en el tiempo transcurrido desde entonces. Sin embargo, las autoridades de la actual FSSPX continúan la maniobra para ponerse bajo su poder, buscando y deseando la “estampilla”, es decir, la aprobación oficial de los modernistas, como lo admitiera el mismo Superior general Monseñor Fellay en un sermón de ordenaciones reciente.

Recordemos que en la Declaración oficial por el 25° aniversario de las consagraciones episcopales, las autoridades de la actual FSSPX manifiestan estar dispuestas a aceptar un regreso de la FSSPX a Roma sin que ésta haya vuelto a la Tradición, es decir, los tres obispos están declarando que aceptan colocarse y colocar a la Tradición bajo el poder de los liberales y modernistas. Las mismas condiciones del capítulo general del 2012 son un ofrecimiento hacia Roma, en busca del acuerdo canónico sin una vuelta de las autoridades romanas a la verdadera doctrina católica. En otras palabras: los modernistas romanos ya no son nuestros enemigos, y mediando unas condiciones para “conservarnos como somos” es posible colaborar con ellos. Para ellos es posible la convivencia ecuménica con Roma modernista, siendo ella lo que es y la FSSPX lo que es, sin que nadie cambie. Eso mismo fue planteado por uno de los tres obispos.

Pero tal posición oficial de la Neo-FSSPX no es una opinión ingenua o una ambivalencia momentánea de dos o tres jerarcas, que podrá variarse en el próximo Capítulo electivo de autoridades. No. Es una toma de posición clara y definitiva que se corresponde con las medidas punitivas aplicadas con la máxima injusticia y rigor contra los disidentes por parte de esas autoridades, y con el reposicionamiento de los hombres dóciles y manejables en los puestos clave. De manera gradual y cubierta por la nueva estrategia de propaganda comercial, la Neo-FSSPX fue aplicando los mismos tres principios que Mons. Lefebvre llamara “El golpe maestro de Satanás”, esto es:

-“Difundir por la autoridad de la Iglesia misma, los principios revolucionarios que el mismo Satanás introdujo en la Iglesia”.

-“La Iglesia se va a destruir a sí misma por la vía de la obediencia”.

-“Satanás logró hacer condenar a aquellos que guardan la fe católica por los mismos que tendrían que defenderla y propagarla”.

¿Exageración? Lo mismo le habrán dicho a Mons. Lefebvre. Pero vemos que quizás con menos escándalo, el mismo exitoso proceso se fue dando en la Neo-FSSPX:

-Introducir el principio ecumenista del diálogo con los modernistas, para lo cual se empezó a echarle azúcar a las críticas, a rebajar con agua la doctrina y a aceptar “el 95 % del Vaticano II”. La ambigüedad y el doble lenguaje se hicieron cotidianos. Se hizo necesario “cambiar la posición respecto a Roma” porque según Mons. Fellay allí había amigos, que estaban propiciando un cambio. Una empresa de branding publicitario fue contratada para lavarle la imagen a la congregación y suavizarla (maquillarla, podría decirse) ante los ojos de los conciliares.

-Se apeló a la obediencia para hacer tragar estos errores doctrinales. La libertad en lo opinable fue coartada y todo aquel que discutiera la posición oficial, aun fundamentando verazmente su posición, era reducido en nombre de la obediencia. Sin embargo, es sabido que, por ej., el Capítulo del 2012 fue manipulado por los liberales, prohibiendo injustamente su presencia en el mismo a Mons. Williamson.

-La Neo-FSSPX condenó entonces a los antiliberales de sus filas, aquellos que simplemente se atenían a lo que la FSSPX había decidido en el Capítulo de 2006 siguiendo la enseñanza de su Fundador. Persecuciones, censuras, amenazas y expulsiones se sucedieron, en nombre de la “obediencia”.

“Os exhortamos, pues, a tener un espíritu de cruzada permanente” decía Mons. Fellay en su Carta de diciembre de 2013. Y en abril del 2014: “No podemos permanecer pasivos, no podemos hacernos cómplices de esta autodestrucción. Por eso, queridos amigos y benefactores, los invitamos a permanecer firmes en la fe y a no dejarse perturbar por las novedades de una de las crisis más formidables que debe atravesar la santa Iglesia”. ¿Cómo demostró su espíritu de cruzado Mons. Fellay? Retomando las reuniones cordiales e informales con los modernistas y conciliares romanos, en pos de la “plena reconciliación”. ¿Cuál fue la reacción de los otros obispos y sacerdotes que permanecen en la Neo-FSSPX?  La pasividad, la complicidad con la autodestrucción. Quizás porque estos actos no traen consecuencias inmediatas, no se comprende la infidelidad que significa su permisión a través del silencio.

Leemos en un reciente boletín de la FSSPX de México: “¿Qué alegría suscitaríamos a San Juan Bosco inscribiendo nuestros hijos en el Instituto de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, bote salvavidas suscitado por Dios? Por cierto, un bote salvavidas no es cómodo, suscita muchas angustias, no tiene placas oficiales…. Y a pesar de todos los pretextos que se pueden encontrar o inventar, tiene esta gran ventaja: salva, es decir tiene y da todos los medios necesarios para la salvación”.

Si acordamos en que un bote salvavidas cuenta con lo necesario para salvarse, ¿por qué desear el regreso a un barco que se está hundiendo, y además por el  sabotaje de sus propios enloquecidos tripulantes? Pero además ¿por qué asociar las muchas angustias con el hecho de “no tener placas oficiales”, es decir, no contar con la aprobación o el sello del barco? ¿Es que no son parte del barco de la Iglesia Católica quienes se han procurado los botes salvavidas? Pero además, esos botes salvavidas, ¿tienen y dan todos los medios de salvación, pero a la vez dirigen su rumbo hacia el barco que se hunde con la intención de dejar los botes y volver allí de donde salieron? ¿Esos botes dicen que salvan, pero han echado a las aguas a los que han visto esta maniobra y la han denunciado? ¿Qué tan confiables son? ¿La salvación entonces es selectiva, y se permite sólo para los que aceptan con los ojos y la boca cerrados ser llevados a su perdición por unos pilotos imprudentes y traidores?

“El estado de necesidad –escribía el Padre Gleize, allá por el 2008- es una situación en la que, si se sigue obedeciendo a la autoridad, uno se desvía del fin al cual se supone que la autoridad debe conducirnos; porque precisamente, quien detenta la autoridad en la sociedad ya no ejerce a esta autoridad de modo de alcanzar el bien de la sociedad: es infiel a su función y abusa de su poder” (Revista Iesus Christus N° 117, mayo/junio 2008). Tales palabras, aplicadas entonces a la iglesia conciliar y sus autoridades liberales, se aplican hoy a las autoridades de la Neo-FSSPX, a quienes secunda este sacerdote hoy acuerdista. ¡El misterio de la apostasía se extiende!  “Y es la ocasión de un discernimiento temible”.

“¡Qué palabra terrible: se callarán las enseñanzas de la doctrina! San Gregorio proclama en otras partes que la Iglesia prefiere morir a callarse. Por lo tanto, ella hablará: pero su enseñanza será obstaculizada, su voz será ahogada; ella hablará: pero muchos de los que deberían gritar sobre los techos no se atreverán a hacerlo por temor a los hombres. Y eso será la ocasión de un discernimiento temible” (Padre Emmanuel, El drama del fin de los tiempos).

Decía en el 2008 el entonces Superior de distrito, Padre Bouchacourt:

“La Fraternidad San Pío X, junto a otras congregaciones tradicionales, es la única que grita las verdades a voz en cuello y denuncia los errores. Todos cuantos firmaron acuerdos con Roma han debido enmudecer y son inoperantes en términos de la restauración de la Tradición. ¡Esa y no otra es la triste realidad!”. (Revista Iesus ChristusN° 117).

¿Y qué vemos hoy como triste realidad? Que la Fraternidad San Pío X, enmudecida, ya no “grita la verdad a voz en cuello” ni “denuncia los errores”, y aún el mismo autor de aquellas palabras altaneras, cual nuevo Pedro claudicante -aunque a la fecha sin arrepentimiento-, terminó negando una verdad de fe, y escondiendo su vergüenza ante los fieles en una lastimosa retirada, ¡cuya claudicación terminó siendo recompensada por sus superiores! Cuando la Neo-FSSPX estuvo a punto de firmar y obtener una Prelatura con Roma, a mediados de 2012, ese Superior de Distrito no “gritaba a voz en cuello” contra eso sino que calificaba de traidores a los que avisaban de tal peligro. Más tarde, uno de sus obispos superiores ¡salió diciendo que la Virgen los salvó de obtener un acuerdo con Roma, el acuerdo que ellos habían procurado! He allí los frutos de la obediencia ciega: sacerdotes y obispos convertidos en políticos, y como éstos, soltando frases a conveniencia, sin importarles un comino que por sostener a su congregación tuvieran que pisotear la verdad.

“Como dice la Escritura: Los que debían ladrar en contra del lobo para salvar al rebaño, para salvar las almas, se han convertido en perros mudos. Y es de esta manera  que el superior de la Fraternidad, Monseñor Fellay, nos orienta desde hace años con la esperanza de llegar a un acuerdo con Roma. Para preparar los espíritus para esta media vuelta, para esta capitulación, todos los medios son buenos”(P. Faure en entrevista, septiembre 2013).

Sin necesidad de una reconciliación oficial o plena, como le llaman, la Neo-FSSPX ha dejado de señalar y repudiar los errores e impiedades de los modernistas como Francisco, demostrando así falta de celo por el honor de Nuestro Señor y amor a las almas, incluso por aquellos que deben ser llamados por su nombre, ostenten la jerarquía que ostenten, y a quienes se debe decir la verdad. Mientras Monseñor Lefebvre decía y vivía cosas como ésta: “¿Y por qué nos excomulgan? Porque queremos permanecer católicos, porque no queremos secundarlos en este espíritu de demolición de la Iglesia. Porque ustedes no quieren unirse a nosotros para contribuir a la demolición de la Iglesia, los excomulgamos. ¡Muy bien! Gracias. Preferimos ser excomulgados. No queremos tener parte en esta obra espantosa que tiene lugar desde hace veinte años en la Iglesia” (sermón del 10 de julio de 1988); por el contrario, las autoridades actuales de la Fraternidad buscan la forma de agradar a los demoledores de la Iglesia, pidiendo que les den una “estampilla” y les dejen un rincón con su misa y bonitas tradiciones litúrgicas, dentro del carnaval ecuménico.

Cuánta razón tenía entonces el hoy claudicante Padre Bouchacourt, en el mismo editorial, al escribir lo siguiente: “La Iglesia precisa contar con Obispos integralmente católicos, que se hagan  eco de Gregorio XVI, de Pío IX, de León XIII, de San Pío X, de Pío XI o de Pío XII, quienes la iluminaron con sus enseñanzas.(…) Y no es sino porque ningún obispo se ajusta a este sublime rol, que hace 20 años Monseñor Lefebvre consagró cuatro Obispos, deseando suplir así a estas trágicas deficiencias. No quería dejarnos huérfanos tras su muerte. Y aquello fue, como se llamó, la “Operación Supervivencia”, la cual rescató el sacerdocio y la Tradición católica. ¿Dónde estaríamos hoy en día si este acto providencial no hubiese tenido lugar? El 30 de junio de 1988 nuestro fundador realizó un acto heroico de caridad consagrando a cuatro obispos y sacrificando así su reputación por el bien de las almas y de la Iglesia” (IC cit.).

El 19 de marzo de 2015, fiesta de San José, Patrono de la Iglesia Católica, viendo el incorregible rumbo tomado por la Neo-FSSPX en su renuncia a continuar el combate por la integridad de la Fe, considerando la pertinacia liberal de Mons. Fellay y sus asistentes, y ante la destructiva hostilidad de Francisco y la iglesia conciliar contra la Tradición católica, Mons. Williamson realizará un acto heroico de caridad, consagrando obispo al R.P. Christian Jean-Michel Faure, tal vez el hombre que mejor conoció y más fiel le fue a Mons. Lefebvre desde el inicio de su combate. Seguramente las voces a uno y otro lado lanzarán con el disfraz de la estridencia combatiente todo un cúmulo de inconsistentes mentiras o acusaciones, como de hecho también tuvo que recibirlas Monseñor Lefebvre. Así se hablará de ilusiones, de sueños restauracionistas, de voluntarismo antiapocalíptico, de espíritu cismático y rebelde, de locura, de trampa judeo-masónica, etc. Pero son precisamente los que lanzan la acusación, en particular sobre el Padre Faure, de “infiltración judía”, los verdaderos infiltrados, que quieren desviar la atención sobre sus acciones destructivas de las fuerzas de la Tradición, conduciéndolas mediante un espíritu sectario o acuerdista a un callejón sin salida. No nos engañemos: a un lado y otro el diablo desdobla la apuesta y presenta diferentes caras para un mismo fin. Los liberales, en nombre de la caridad o la misericordia, descuidan y desatienden la fe. Los sedevacantistas, farisaicos, jansenistas, blanden la espada de la fe y se olvidan de la caridad. Unos se vuelcan al más insensato activismo, mientras los otros se dan a un quietismo sectario. Unos y otros desprecian la verdadera autoridad, por exceso o por defecto. “Una secreta soberbia, disfrazada de celo” mancha sus acciones.“La Fe debe engendrar Caridad, y la Caridad debe vivir de la Fe” decía el Padre Castellani. La verdadera Resistencia no debe estar dispuesta a perder esta verdad, y para eso debe no solo proclamarla a viva voz, sino también vivirla.

Que Dios premie abundantemente este acto y nos dé la gracia a nosotros de conservarnos siempre fieles y hasta el final, en el buen combate por el reinado de Jesucristo y el honor de la Santa Iglesia.

¡Virgo fidelis, ora pro nobis!

¡Viva Cristo Rey!