Consagración episcopal
De un obispo católico / De un obispo modernista
Mons. Jean-Michel Faure / Mons. Víctor «Tucho» Fernández
¿Para qué lado se inclina la Neo-FSSPX?
¿A quién condena y con quién busca entenderse?
¿A quiénes rechaza y con quiénes dialoga?
He aquí el pensamiento actual de la Neo-FSSPX, expresado en su comunicado oficial y en sus defensores en diversos sitios y blogs de Internet:
“La Fraternidad San Pío X deplora que este espíritu de oposición resulte en esta consagración episcopal”.
“La Fraternidad San Pío X denuncia la consagración episcopal del R. P. Faure”
“Es el espíritu cismático -de no sumisión al Romano Pontífice- lo que motiva esta ordenación”
“El Padre Faure se ha excomulgado automáticamente (al igual que Mons. Williamson). Carecen de la jurisdicción ordinaria y de la de suplencia. Sus actos del poder de orden son por lo tanto ilícitos.”
“La FSSPX está dispuesta a llegar a un acuerdo con Roma siempre que no se hagan concesiones para la Fe. Mons. Williamson en cambio descarta todo acuerdo con Roma y por ello su actitud cismática de hoy no es más que su consecuencia”.
“Un acto cismatico que amerita la excomunion automática de consagrante y consagrado”.
“…ahora será más claro: por un lado la FSSPX dentro de la Iglesia, por otro los de la resistencia, fuera de la Iglesia. Ya no nos podrán meter en la misma bolsa de gatos, llamandonos lefebvrianos”.
“Una propuesta de Roma reconociendo a la Tradición tal cual es y que no implique una concesión para la Fe debe ser obedecida aunque "Roma" no se "convierta" en su totalidad. De lo contrario desconocemos su autoridad para mandar cosas legítimas”.
“Que el asistente de la FSSPX prefiera exponer la doctrina en positivo y no en negativo es bueno. Es un hecho palmario. Prefiero que el sermón se integre con el Evangelio del día y no que me recuerden el Syllabus que lo sé de memoria”.
¿Acaso estas declaraciones no podrían estar hechas por los mismos conciliares? Las mismas cosas de que acusaron a Mons. Lefebvre se usan para acusar a Mons. Williamson y Mons. Faure. Ese deseo que vemos de ingresar a la estructura de la iglesia conciliar, porque la FSSPX se siente fuera de regla, ya se había dejado en claro cuando Mons. Fellay dijo, en su boletín interno a los sacerdotes, que había que cambiar la posición con respecto a la Iglesia oficial (ya no hablaba de iglesia conciliar o modernista), y también al decir: “Serán las circunstancias concretas las que nos muestren cuando será el tiempo de "dar el paso" hacia la Iglesia oficial” (Cor Unum, nº 101, marzo 2012). Por supuesto, esas “circunstancias concretas” no eran las que había dicho Mons. Lefebvre: el regreso de Roma a la fe católica.
Vemos también que se ha impuesto esta idea: “La FSSPX está dispuesta a llegar a un acuerdo con Roma siempre que no se hagan concesiones para la Fe”, es decir que lo único que importa es la Fraternidad. No interesa que Roma sí haga concesiones en materia de fe. Lo cual muestra también el grado de ingenuidad de parte de quienes hablan así, puesto que el diablo usa la iglesia conciliar para acabar con la verdad católica. Y es el mismo diablo quien ha suscitado ese deseo –bajo la excusa de hacer un bien- de la unión entre dos cosas que deben estar separadas, como son la verdad y el error. Ese regreso deseado es el que ha motivado los interminables diálogos y conversaciones desde hace años, los cuales han desangrado la congregación. Es el gran objetivo, incluso Mons. de Galarreta lo dejó claro en una entrevista al decir que puesto que no era realista esperar la conversión de Roma, entonces había que procurar que Roma, siendo tal cual es (es decir, apóstata y hereje) acepte a la FSSPX tal cual es. Se toman de una frase de Mons. Lefebvre que después fue repudiada por el mismo comportamiento y palabras del Arzobispo, que habló al final claramente de imponer él las condiciones a estos romanos a los que incluso tildó de “anticristos”.
Comprobamos al fin que se ha impuesto la idea de dialogar o negociar con Roma, cuando allí lo que hay que hacer es combatir, pues son enemigos de Cristo y su doctrina católica (aunque sean papas, cardenales y obispos; recordemos el anatema de Gál. 1,9; o también Mateo 7. 15-16). Pero ya no se identifica al enemigo como enemigo, entonces es lógico que no se lo combata y aún que se espere algo bueno de él. Aunque más no sea una “estampilla” de aprobación que diga “reconciliación plena”.
“Uno de los medios de conservar la fe, una de las primeras marcas de unidad, es la huida de los herejes” dijo Dom Guéranger. Sin embargo la Neo-FSSPX se deshizo de sus hombres más antiliberales para ir al diálogo en busca de su “estampilla”. Y ahora repudian este acto católico -en el mismo orden de los realizados por San Atanasio, San Eusebio de Samosata y Monseñor Lefebvre- porque, claro, es beligerante contra los modernistas, no es una actitud diplomática, que es la única que para la Neo-FSSPX hay que tener. ¿No se la pasa hablando Francisco del diálogo y la cultura del encuentro? Por eso la Neo-FSSPX no quiere ser confundida y declara no tener nullam partem con esta consagración episcopal. ¡Incluso primereó como le gusta a Francisco!
Desde luego, como Menzingen quiere ser parte de Roma pero sin dejar de ser de la Tradición (o al menos de parecerlo), entonces muestran alternativamente dos caras: a veces complaciente con los modernistas romanos, a veces retomando la crítica al Vaticano II. Es un símil de los conservadores dentro de Roma, que defienden a la vez la Misa tradicional y el Novus Ordo, o que resisten a Francisco y elogian a Benedicto XVI. Francisco es modernista, pero… -aparece el pero de los liberales- lo es en la práctica, no en la teoría. Y así en todo. Es la incapacidad para decir las cosas claramente, el eterno titubeo, la rastrera actitud de querer lograr algo sin jugarse del todo por ello. En suma, la prudencia de la carne.
La verdad, en cambio, es intransigente con el error y lo afirma claramente: “El Evangelio no debe ser acomodado al siglo so pretexto de adaptación. La verdad no es condescendiente sino intransigente. El mismo Señor nos previene contra los falsos Cristos (Mat. 24, 24), los lobos con piel de oveja (Mat. 15), etc., y también San Pablo contra los falsos apóstoles de Cristo (II Cor. 11, 13) y los falsos doctores con apariencia de piedad (II Tim. 3, 1-5). Es de admirar la libertad de espíritu que el Apóstol nos impone al decirnos que ni un ángel debería movernos de la fe que él enseñó a cada uno con sus palabras inspiradas. Véase II Cor. 11, 14, 13, 5 y nota. Cfr. 2, 4 ss. (Comentario de Mons. Straubinger a Gál. 1,9).
En este contexto de doble mensaje y ambigüedad de la Neo-FSSPX, se inscribe el SILENCIO apabullante de los sacerdotes y fieles a los que ya nada escandaliza ni mueve a reaccionar. Se ha perdido el amor a la verdad, por eso siempre hay una buena excusa para no hablar, para no protestar, para no declarar alto la verdad. Se teme ser sancionado, se teme ser mal visto, se teme perder los sacramentos, se teme ser señalado, se teme perder la comodidad, en fin, se teme. Y como si fuera una congregación de buenas beatas se promueve la devotería con abundancia de devociones y peregrinaciones, para disimular así la falta de decisión para cumplir con sus deberes de proclamar la verdad (como ejemplo, recientemente la visita del P. Trejo y comitiva a la Basílica de San José de Flores en Bs. As., “la” iglesia identificada con Jorge Bergoglio, donde incluso todos los 19 de marzo el hoy Francisco iba a celebrar la misa).
Queremos terminar recordando este lenguaje, cada vez más desusado en las filas de la Tradición: “Hay que precaverse ante el fastidio y la fatiga por la visión de los incesantes combates que señalan el paso de la Iglesia a través de los siglos y jamás debemos olvidar que la Esposa del Salvador debe llevar y justificar en este mundo su glorioso nombre de militante. Combates contra la idolatría, combates contra la herejía, combates por su libertad: todo su pasado y todo su porvenir se encuentra ahí. Sus hijos deben acostumbrarse a la guerra. Si sueñan con una Iglesia tranquila quedarán decepcionados. El siglo de Constantino vio cómo se daba la paz a la Iglesia y sin embargo ninguna otra época fue más agitada, hasta el punto de que los santos doctores tenían nostalgia de los tiempos de los Decios y los Dioclecianos. Las raras y breves épocas en las que la autoridad de la Iglesia fue más respetada no quedaron exentas de tempestades, y en los días de Carlomagno, como en los de Inocencio III, las oleadas del error agitaron la barca de San Pedro. Hoy muchos tienen dificultades para aceptar esta condición. La polémica les escandaliza. El ruido de la menor controversia los inquieta. Pareciera que la religión va a venirse abajo si se discute sobre ella. Nuestros padres no fueron así y nosotros, sus indignos hijos, mereceríamos que ellos renegaran de nosotros si permanecemos en esta flojedad” (Dom Prosper Guéranger, Jesús-Christ, roi de l’histoire).