En
una instrucción de un retiro pascual a sus seminaristas el 11 de abril de 1990,
Monseñor Lefebvre explicó su posición respecto al papa. Reproducimos aquí un
extracto.
Menos
de un año antes de su muerte, esta instrucción recuerda la posición moderada y
prudente del ilustre prelado.
Le
Sel de la Terre
Nos
resta decir algunas palabras acerca de esta declaración de fidelidad a las
posiciones de la FSSPX. Es evidente que esta declaración no tiene la
importancia ni el carácter de los otros juramentos que pide la Iglesia, pero en
definitiva, confirma estos juramentos, nuestro apego a la verdad de siempre y
el rechazo de todo lo que va en contra del magisterio de la Iglesia y su
Tradición.
Hay
varias cuestiones que son evocadas en esta declaración: nuestra actitud
respecto al papa; lo que pensamos de las misas nuevas y, en definitiva, lo que
pensamos de la reforma litúrgica de Juan XXIII.
En
cuanto a la cuestión del papa, evidentemente es un gran misterio. Sin duda es
algo en lo que piensan frecuentemente y no pueden eliminar. Problema grave, ¿no
es así? Tal vez el más grave de la situación actual de la Iglesia. Ante las
declaraciones del papa, ante sus actos, los actos ecuménicos que ha realizado y
que vuelve a hacer constantemente durante sus viajes y recepciones en el
Vaticano, qué se yo…, sus declaraciones, todo eso, nos angustian. Entonces un
cierto número de tradicionalistas han creído su deber concluir: el papa no es
papa, no es posible, es hereje, es cismático, no puede ser papa, por lo tanto
no hay papa. Ellos consideran la sede como vacante. Esto es tal vez una lógica
demasiado simple, demasiado matemática. La complejidad de las cosas en la
realidad es frecuentemente mucho mayor de lo que se piensa.
Miren
ustedes, en la lectura que se les está haciendo sobre los semi-racionalistas,
semi-liberales. Nos enfrentamos a gente que mezcla la verdad, el error, que
viven en una contradicción continua. Si ustedes leen al cardenal Billot, él
define precisamente al liberal: un hombre que todo el tiempo está en la
contradicción, un hombre que se contradice continuamente y que vive en la
contradicción. Tienen dos caras continuamente. Entonces estas son personas
peligrosas. Es lo que dijo el Papa Pio IX. El Papa Pio IX los considera como el
más grande peligro para la Iglesia porque ellos engañan a los fieles. En
ciertos momentos, se les cree tradicionales y conformes a la verdad de la
Iglesia y luego, de repente, ellos caen en el error y conducen a la gente al
error. Es muy, muy peligroso. Ellos escandalizan y arrastran al error a miles
de fieles.
Entonces,
personalmente, yo he creído, en el curso de todos estos años, desde hace 20
años, deber actuar como si el papa fuera papa, no plantearme cuestiones más
profundas, actuar en la práctica como si el papa fuera papa; y decir por lo
tanto: “Yo reconozco al papa como el papa de la Santa Iglesia Católica”. Bueno,
es por eso que jamás me negué ir a Roma cuando yo era convocado. Y los libros que
ha editado Madiran sobre La salvaje condenación de Monseñor Lefebvre y
luego Monseñor Lefebvre y el Santo Oficio prueban que […] yo
siempre consideré, de hecho, la autoridad del papa como si fuera papa. Además,
frecuentemente le hacía llamamientos, escribí no sé cuántas veces al papa Paulo
VI e incluso al papa Juan Pablo II, y a los oficios y congregaciones y a los
presidentes de las congregaciones encargadas de arreglar estos problemas.
Creo
que esa es la actitud más sabia, la más conforme al espíritu de la Iglesia.
Ciertamente que ella es un poco difícil de mantener. Algunas veces las
declaraciones del papa son tales… cuando leemos el libro del P. Le Roux… Acaba
de ser editado un libro de un teólogo alemán [profesor Dörmann] que expone
simplemente la forma de pensar del papa Juan Pablo II. La juzga respecto a la
Tradición, respecto a la enseñanza de la Iglesia. Y me dijo el P. Schmidberger
–pues yo no leo alemán y no puedo juzgar—pero me dijo que había telefoneado a
este teólogo para preguntarle: “¿Cuál es la conclusión de vuestra exposición?,
es abrumador, es espantoso!” Él resume y sistematiza todo el pensamiento del
papa, lo muestra en sus libros, en sus declaraciones, en todo eso, en fin, es
una tesis absolutamente… Él [Dormann] dice: “Bien, debo reconocer que Juan
Pablo II instaura una nueva religión, que no es la religión católica”. Y creo
que, desgraciadamente, incluso sin haber hecho este estudio profundo, creo que
desgraciadamente esto es lo que estamos obligados a constatar. Sobre la
justificación, sobre la salvación eterna, sobre la salvación de las almas,
sobre el valor de las falsas religiones, sobre la oposición, yo diría, de la
verdad y del error, sobre las dos ciudades, la ciudad de Dios y la ciudad del
diablo, creemos que el papa no tiene para nada el pensamiento tradicional de la
Iglesia; absolutamente no, absolutamente no. Ya no quieren escuchar hablar de
esta oposición definitiva entre el mundo y Nuestro Señor, entre las dos
ciudades, como se dice. ¡No! esto son esquemas de la Edad Media –por
supuesto, todavía y para siempre la Edad Media- y esto no es la realidad.
Pero todo el Evangelio es así, así es todo el Evangelio.