viernes, 3 de mayo de 2013

DISCURSO DEL PAPA PIO XII A LOS PERIODISTAS CATÓLICOS.- ACTUALIZADO Y RESUMIDO POR UN SACERDOTE


El foro Un évêque s’est levée ha publicado este discurso del Papa Pío XII actualizado y resumido por un sacerdote a la intención del citado foro. Lo presento como un homenaje y agradecimiento a los verdaderos periodistas de la verdadera Tradición, combatientes extraordinarios que ven claro en estos tiempos de confusión y oscuridad: SPES, SYLLABUS, APOSTOLADO EUCARÍSTICO, A GRANDE GUERRA, PALE IDEAS, AVEC L’IMMACULÉE, PELAGIUS ASTURIENSIS, NON POSSUMUS ITALIA, LA SAPINIÈRE, THE RECUSANT, CATHINFO Y TANTOS MÁS.

En rojo las actualizaciones del sacerdote.


Nos juzgarnos oportuno presentar a vuestras meditaciones algunos principios fundamentales relativos al papel de la prensa católica (y de internet) frente a la opinión pública. (…)

 La opinión pública es, en efecto, el patrimonio de toda sociedad normal (como el de la Tradición) compuesta de hombres que, conscientes de su conducta personal y social, están íntimamente ligados a la comunidad de la que forman parte. La opinión pública es en todas partes, en definitiva, el eco natural, la resonancia común, más o menos espontánea (y por lo tanto, no impuesta por el partido en el poder), de los sucesos y de la situación actual en sus espíritus y en sus juicios.

Allí donde no apareciera manifestación alguna de la opinión pública, allí, sobre todo, donde hubiera que registrar su real inexistencia (acuerdo o no con el Vaticano=tema tabú para el público), sea la que sea la razón con que se explique su mutismo o su ausencia, se debería ver un vicio, una enfermedad, un mal de la vida social. (…)

Nos reconocemos en la opinión pública un eco natural, una resonancia común, más o menos espontánea, de los hechos y de las circunstancias en el espíritu y en los juicios de las personas que se sienten responsables y estrechamente ligadas a la suerte de su comunidad.

Pero ¿dónde encontrar a estos hombres profundamente penetrados del sentimiento de su responsabilidad y de su estrecha solidaridad con el medio (Tradicional) en que viven? (…) ¿Hombres que, a la luz de los principios centrales de la vida (y del combate de la fe), a la luz de sus fuertes convicciones (…) gracias a la rectitud de su juicio y de sus sentimientos, deberían poder edificar, piedra a piedra, la sólida pared sobre la cual la voz de estos sucesos, al chocar, se reflejada en un eco espontáneo. ¡Sin duda alguna hay todavía hombres de este temple, aunque, por desgracia, poco numerosos, y cada día más escasos, a medida que se ven suplantados por sujetos escépticos, hastiados, despreocupados, sin consistencia ni carácter, fácilmente manejados por algunos «hacedores del juego»! (…) quienes ahogan a sangre fría toda la espontaneidad de la opinión pública y la reducen a un conformismo ciego y dócil de ideas y de juicios (…)pobres seres, vacíos, inconsistentes, sin fuerza de espíritu para desenmascarar la mentira, sin fuerza en el alma para resistir la violencia de los que con habilidad saben poner en movimiento todos los resortes de la técnica moderna, todo el arte refinado de la persuasión para despojarlos de su libertad de pensamiento y hacerlos semejantes a las frágiles «cañas agitadas por el viento» (Mt 11,7).

 En esta situación, el mal más temible para el publicista católico (y el militante del buen combate de la Tradición) seria la pusilanimidad y el abatimiento. Ved la Iglesia: después de casi (ahora) dos milenios, a través de todas las dificultades, contradicciones, incomprensiones, persecuciones abiertas o solapadas, nunca se ha desanimado, nunca se ha dejado deprimir. Tomadla como modelo. (…)

 En toda su manera de ser y de obrar (vuestra resistencia), debe oponer un obstáculo infranqueable al retroceso progresivo, a la desaparición de las condiciones fundamentales de una sana opinión pública y consolidar e incluso reforzar lo que de ella queda. (…)

Esta delicada tarea supone, en los miembros de la prensa católica (y de los foros y blogs de internet), competencia, una cultura general sobre todo filosófica y teológica (es decir, una buena formación doctrinal), cualidades de estilo, tacto psicológico. Pero lo que le es indispensable, en primer lugar, es el carácter. El carácter, es decir, sencillamente, el amor profundo e inalterable al orden divino, que abraza y anima todos los dominios de la vida (y en particular el buen combate de la fe); amor y respeto que el periodista católico (y tradicionalista) no debe contentarse con sentir y nutrir en el secreto de su propio corazón, sino que debe cultivar en los de sus lectores. En ciertos casos, la llama que así salta bastará para encender o para reavivar en ellos la centellita casi muerta de las convicciones y de los sentimientos dormidos en el fondo de su conciencia. En otros casos, su amplitud de miras y de juicio podrá abrir sus ojos, fijados con excesiva timidez en prejuicios tradicionales (inadecuados en tiempos de crisis). En los unos como en los otros, el periodista católico se guardará siempre de «hacer» la opinión; más bien, ambicionará servirla.

 Nos creemos que esta concepción católica de la opinión pública, de su funcionamiento y de los servicios que le presta la prensa (y en análoga medida, internet), es completamente justa, y que es necesaria para abrir a los hombres, con arreglo a vuestro ideal, el camino de la verdad, de la justicia y de la paz.

Así, por su actitud frente a la opinión pública, la Iglesia se coloca como una barrera ante el totalitarismo, que, por su misma naturaleza, es necesariamente enemigo de la verdadera y libre opinión de los ciudadanos.

 (…)

 La prensa toma una decidida posición, de hecho y de derecho, a favor de la justa libertad de pensar y del derecho de los hombres a su juicio propio, pero los contempla a la luz de la ley divina. Que es tanto como decir que quien quiere ponerse lealmente al servicio de la opinión pública, sea la autoridad social (Menzingen) o la prensa (foros y blogs de internet) misma, debe prohibirse absolutamente toda mentira y toda excitación. ¿No es evidente que esta disposición de espíritu y de voluntad reacciona eficazmente contra el clima de guerra? 

Desde el momento, por el contrario, en que la pretendida opinión pública es dictada, impuesta, de grado o por fuerza; desde que las mentiras, los prejuicios parciales, los artificios del estilo, los efectos de voz y de gesto, la explotación del sentimiento, vienen a hacer ilusorio el justo derecho de los hombres a su propio juicio, a sus propias convicciones (sobre todo en el crucial combate de la fe frente a la apostasía universal), entonces se crea una atmósfera pesada, malsana, ficticia.

Finalmente, Nos querríamos todavía añadir una palabra referente a la opinión pública en el seno mismo de la Iglesia (y actualmente, de la Tradición) (naturalmente, en las materias dejadas a la libre discusión) (como es el caso de la oportunidad o no de los acuerdos con la jerarquía neo-modernista). Se extrañarán de esto solamente quienes no conocen a la Iglesia o quienes la conocen mal. Porque la Iglesia (y la Tradición católica con ella), después de todo, es un cuerpo vivo y le faltaría algo a su vida si la opinión pública le faltase; falta cuya censura recaería sobre los pastores y sobre los fieles. (…)

El publicista católico sabrá evitar tanto un servilismo mudo corno una crítica descontrolada. (…)

Nos no terminaremos sin dirigir nuestro pensamiento hacia tantos hombres verdaderamente grandes, honor gloria del periodismo de la prensa católica de los tiempos modernos. (…) desde sus filas se han levantado hoy verdaderos mártires de la santa causa, (…)¡Bendita sea su memoria!(R.P. Calmel…) (R.P. Castellani ndlr) Que su recuerdo sea para vosotros un consuelo y un aliento en el cumplimiento de vuestro rudo pero importante deber.

Pueden leer el discurso completo aquí.