Les ofrecemos este sermón de
ordenaciones sacerdotales de Monseñor Tissier de Mallerais en Ecône, el 27 de
junio de 2002 en el cual explica que del concilio Vaticano II salió una nueva
religión, con su nueva doctrina y su nuevo culto, una religión gnóstica. ¡Que tiempos aquellos, cuando se predicaba la verdad sin censura!
Queridos ordenandos, muy queridos
fieles:
(…) En algunos instantes el
obispo, en el curso de esta ceremonia de ordenación de diáconos y de
sacerdotes, pronunciará estas palabras, a los diáconos les dirá: Ahora ustedes
son los cooperadores de la Sangre y del Cuerpo del Señor; y a los sacerdotes
después de su ordenación, les dirá: reciban el poder de ofrecer el sacrificio a
Dios y de celebrar las misas tanto por los vivos como por los difuntos. Estas
palabras (…) expresan sin embargo el objeto mismo del sacerdocio que es la
Consagración del Cuerpo y de la Sangre de Nuestro Señor para renovar de manera
incruenta Su Divina Pasión, y sin embargo, estas palabras han sido suprimidas
en el nuevo Pontifical de la ordenación tanto de diáconos como de sacerdotes.
Esta desaparición es muy
significativa y quiere decir que LA NUEVA RELIGION ya no quiere expresar la
transmisión de un poder de consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo y del
poder de renovar la Pasión del Calvario. Por lo tanto, estimados ordenandos,
evidentemente estoy seguro que en el curso de vuestros seis años de seminario
ustedes penetraron muy bien la doctrina católica, la cual ignoran ahora la
mayoría de los sacerdotes en LA NUEVA RELIGIÓN. Porque este cambio en el rito
de ordenación significa que es una NUEVA RELIGIÓN.
Esta supresión de un poder de
ofrecer y de consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo expresa precisamente LA
NUEVA RELIGIÓN, dentro de la cual se encuentran la gran mayoría de los
católicos la cual defienden de corazón, pero ellos están en esta NUEVA RELIGION
que consiste no solamente en un NUEVO CULTO, sino también en UNA NUEVA
DOCTRINA. Si ustedes me lo permiten, en pocas palabras describiré primero LA
NUEVA DOCTRINA de esta NUEVA RELIGIÓN y enseguida su NUEVO CULTO. Primero los
NUEVOS DOGMAS, por consecuencia una NUEVA DOCTRINA salida de éstos.
Para empezar, el pecado, que prácticamente
ya no existe porque no ofende a Dios. Se nos dice que el pecado no ofende a Dios
sino que perjudica solamente al pecador. El pecado, en efecto, no puede dañar
la naturaleza de Dios que es incorruptible. El pecado no le hace nada a Dios.
El pecado solamente perjudica al pecador, haciéndole perder la vida divina e
igualmente ofende a la sociedad humana.
En estas condiciones el pecado
ya no tiene la característica de ofensa, de destrucción del honor de Dios, de
Su Gloria, de Su Alabanza. Ya no tiene la característica de desobediencia a la
ley de Dios. Niegan como consecuencia que Dios tenga el derecho de exigir de
sus criaturas, no solamente la alabanza, sino también la sumisión a Su ley,
como dice San Ignacio en sus Ejercicios: El hombre ha sido creado para alabar,
honrar y servir a Dios y para salvar su alma. Pues bien, alabar, honrar y
servir a Dios ya no existen en la NUEVA RELIGIÓN, porque el pecado no destruye la gloria externa de Dios, el pecado solamente
perjudica al hombre.
Ustedes pueden ver cómo esta
NUEVA RELIGIÓN destruye la noción misma de pecado, destruye la gloria de Dios,
destruye incluso la noción de pecado como la injusticia suprema, pues no es una
injusticia humana, es una injusticia hacia Dios. Luego nos dicen que por el pecado no se
pierde la dignidad humana, el hombre conserva su dignidad, incluso después de
pecar. El hombre sigue siendo digno. El hombre sigue siendo gentil y simpático.
Y como consecuencia, es la
justificación del ecumenismo, de la libertad religiosa. Lo que haga el hombre
en el ámbito religioso, que honre un falso dios o siga un falso culto, poco
importa, él conserva su dignidad. El es digno entonces de ser estimado y
respetado, por lo que debemos respetar su religión, e incluso debemos colaborar
con las otras religiones ya que la dignidad humana no se perjudica por el
pecado. Este es un segundo error muy grave que legitima el ecumenismo y la
libertad religiosa.
Por lo tanto es digno porque el
hombre sigue siendo muy simpático. Dios continúa amando al pecador, manteniendo
hacia él Su amor y Su favor. Nada cambia entre Dios y el pecador. Dios se nos
representa bajo la forma de un Dios impasible, bonachón, que acepta todo lo que
venga de sus hijos caprichosos. Por lo tanto la caridad de Dios es
ridiculizada.
Enseguida se nos dice, por consecuencia, que
Dios no castiga el pecado por una pena ya sea temporal o eterna. Ya que el
pecado no ofende a Dios, Dios no castiga. Dios es la bondad misma, ¿cómo podría
infligir penas al hombre pecador? No, es
el hombre mismo quien se castiga sufriendo las consecuencias de sus faltas y el
infierno, si acaso hay alguien allí, el infierno no es más que la
auto-exclusión del amor divino. Por lo tanto el infierno no es una pena
infligida por Dios. Dios no tiene el derecho de castigar.
Y como consecuencia, el hombre
está disculpado del deber de reparación hacia Dios. Es lo que nosotros
llamamos, en nuestro catecismo, la satisfacción debida por el pecado, el
pecador debe satisfacer por sus pecados a la justicia divina, la satisfacción,
la necesidad de expiar sus pecados para reparar el honor de Dios ya no existe. El
hombre debe reparar solamente su salud espiritual. Pero reparar la gloria de
Dios, cooperar a levantamiento de la creatura caída en el pecado, ya no se
quiere, mientras que ustedes saben la bella doctrina católica de la
satisfacción que es toda por la gloria de Dios, puesto que el hombre pecador
puede levantarse y darle la gloria y la alabanza a Dios y elevar su naturaleza
caída por la satisfacción, por la pena que sufre voluntariamente. Pero esta
nueva doctrina, la cual ya no quiere ni el pecado, ni la expiación ni la
satisfacción, todavía va más lejos, porque ella falseará el sentido de los
sufrimientos y de la Pasión Redentora del Salvador. Entonces falsea el dogma de
la Redención.
Es este dogma central que es
atacado por los modernistas. Se nos dirá: los
sufrimientos de Nuestro Señor en la Cruz están destinados solamente a revelar
el amor de Dios perseverante, pero no para satisfacer a la justicia divina por
los hombres pecadores. Nuestro Señor en la Cruz no ofreció a su Padre en
nuestro nombre ninguna satisfacción. No hizo mas que revelar a los hombres el
amor de Dios Su Padre.
Por lo que van completamente en
contra del dogma de la Preciosa Sangre, esta ley que Dios estableció en el
Antiguo Testamento, que sin efusión de sangre no hay remisión. Se rechaza la
Sangre derramada por Nuestro Señor con todo su Valor de expiación, de remisión
de los pecados, para no considerarla más que un acto gratuito por el cual el
Padre entrega, sin ninguna razón a su Hijo a la muerte, simplemente para
revelar el amor del Padre. Es la crueldad
más abominable: El Padre entrega a Su Hijo a la muerte más abominable
simplemente para revelar Su Amor.
Han falseado, vaciado el dogma
de la Redención y se blasfema incluso la Santa Pasión del Salvador. Mientras
que al contrario, nuestro catecismo nos enseña que por Su Pasión, Nuestro Señor
ofreció a Su Padre una satisfacción por nuestros pecados superabundante, a
causa por una parte, de la dignidad de la persona divina que sufre en la Cruz y
por otra parte a causa de la caridad extrema y la obediencia con la que Nuestro
Señor sufre, y finalmente a causa de los dolores extremos que sufrió por la
Cruz. Por lo tanto pudo ofrecer a Su Padre por nosotros, en nuestro lugar, una
satisfacción superabundante, casi infinita.
Esta es toda la belleza de la
contemplación de la Cruz: Ver allí nuestra Salvación, nuestra Redención,
nuestro rescate, y no solamente el amor del Padre, sino el amor de Nuestro
Señor Jesucristo. Y se nos dice en esta NUEVA RELIGIÓN: ¿Para qué la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo? Para revelar el amor
del Padre pero no para salvarnos porque todos los hombres están salvados de
todas maneras. Están salvados porque por Su Encarnación, como dijo el Concilio
Vaticano II en Gaudium et Spes, por Su Encarnación el hijo de Dios se unió en
cierto modo a todo hombre.
Todo
hombre es cristificado por la Encarnación y entonces todos estamos salvados, y
de allí –es el alegato del papa Juan Pablo II en uno de sus libros-
que prácticamente el infierno esté
probablemente vacío. Todos están salvados. Vean ustedes el dogma de la
Redención destruido, falseado radicalmente. Estando ya evacuado el pecado,
estando evacuada incluso la justicia de Dios, evacúan también a la Redención,
suprimen la satisfacción de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. He aquí LA
NUEVA RELIGIÓN, los NUEVOS DOGMAS. Ahora pasemos, si me lo permiten, al NUEVO
CULTO, que corresponde al NUEVO DOGMA.
¡Pues bien ! primero en el
NUEVO CULTO se nos dice que el acto
principal de la Redención no consiste en la Cruz del Salvador, sino más bien en
la Resurrección gloriosa y la Ascensión de Nuestro Señor. Entonces sería
por Su Resurrección y su Ascensión que Nuestro Señor nos salvaría.
En
efecto, Dios corona la obra de la Redención y manifiesta plenamente Su Amor, el
amor del Padre hacia nosotros, resucitando a Su Hijo, porque Dios no es un Dios
de muertos sino de vivos. Es lo que declara el Papa Juan Pablo II. Por lo tanto, la Cruz de Cristo es un evento
más bien secundario en la Redención, la obra esencial es la Resurrección y la
Ascensión del Salvador.
Enseguida, dicen ellos que el
acto principal del sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestro Señor
Jesucristo como Sacerdote, no consiste en la ofrenda cruenta de Su sacrificio
en la Cruz, sino esencialmente en su sacerdocio celeste por el cual,
traspasando la bóveda del santuario celestial, Él se presenta a Su Padre con Su
Sangre. Entonces se niega que el acto principal del sacerdocio sea la ofrenda
del sacrificio de Nuestro Señor sobre Su Cruz. Se hablará, se podrá énfasis en
el sacerdocio celestial, y esto no es nuevo. Desde 1958 esto fue profesado por el Padre Joseph
Lécuyer, futuro sucesor de Monseñor Lefebvre a la cabeza de la Congregación de
los Padres del Espíritu Santo. Estas herejías vienen desde antes del Concilio. Fueron
propagadas por el Concilio y después del Concilio.
Enseguida, dicen que la Misa no es la renovación incruenta de la
Pasión, la misa es el memorial de todos los grandes acontecimientos de Cristo
en el curso de Su vida, no solamente Su Pasión, sino que también Su
Resurrección, su Ascensión y por qué no, de su Encarnación, de Su Presentación
en el Templo, y de todos los hechos de
Cristo. Se trata de hacer memoria, y eso es lo que hace la misa. Para
nosotros, nuestro catecismo nos enseña que es la Consagración la que hace la
Misa, y la mejor teología nos expone en efecto que lo que es significado por la
Consagración separada del Pan y del Vino, el Cuerpo y Sangre de Cristo, es
producido misteriosamente: la inmolación sacramental es realizada, a saber, la
separación del Cuerpo y de la Sangre por la palabra, por el poder de las
palabras del sacerdote. Bajo las apariencias de Pan está directamente el
Cuerpo, mientras que bajo las apariencias de Vino está directamente la Preciosa
Sangre de Cristo. Ciertamente que no están realmente separadas, porque por
concomitancia real están los dos bajo cada una de las dos especies. Pero lo
cierto es que por la fuerza de las palabras, lo que se hace, es una separación
del cuerpo y la sangre de Cristo, la separación sacramental.
Por consecuencia, niegan
absolutamente la función de la Consagración en la Misa. Se trata simplemente de
un memorial.
Luego nos dicen, -es el
Cardenal Ratzinger que lo ha descubierto hace algunos meses- : La Misa es válida incluso sin las palabras
de la Consagración. Todos ustedes lo leyeron, se les ha explicado. Es una
declaración reciente del Cardenal Ratzinger con su Comisión Teológica
Internacional: la misa es válida incluso sin las palabras de la Consagración.
¡Para qué entonces el sacerdote! En
efecto, el pueblo cristiano puede celebrar la misa, el sacerdote ya no sirve de
nada porque no hay necesidad de pronunciar las palabras de la Consagración para
que la misa sea válida.
Incluso desprovista de las
palabras de Cristo la misa vale, la misa es válida. Luego nos dicen que Cristo, durante la misa, se hace presente,
sí, pero con todos Sus misterios salvíficos y no por la obra de la
Consagración, la cual es una obra mágica pero por la voluntad de la acción litúrgica
comunitaria que objetiva los misterios de Cristo. De esta manera el misterio de
Cristo, en particular el misterio pascual, se convierte en el misterio del
culto.
He aquí lo que dicen, en
particular Anibal Bugnini, eje motor de la reforma litúrgica. Por lo tanto no se trata de consagrar el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, sino de evocar juntos, activamente, comunitariamente,
litúrgicamente, todo el misterio de Cristo, en particular su misterio Pascual, poniendo
en evidencia la Resurrección y la Ascensión de Cristo.
Finalmente, última herejía -queridos
fieles, estoy absolutamente afligido de esta oleada de herejías- es el
sacerdocio común de los fieles que se ejerce durante el memorial eucarístico. Conviene dar un lugar más grande a la
participación activa de los fieles para que ellos puedan ejercitar su
sacerdocio común, el sacerdote simplemente debe presidir las palabras del
memorial.
Concluyo : tanto en sus dogmas como en su
culto, la NUEVA RELIGIÓN ha vaciado nuestra religión católica de su substancia.
La Pasión de Nuestro Señor no sirve más
que para revelar de una manera muy intelectual y abstracta el amor de Dios
Padre por nosotros. En cuanto al amor de Cristo por su Padre y por nosotros, no
sabemos nada. Además, por otra parte, el culto cristiano es solamente un
memorial. Es tomar conciencia de las grandes hazañas de Cristo, tomar tanta
conciencia que esta obra se hace presente en la asamblea en oración, como una
auto concientización común. Esta NUEVA RELIGIÓN no es otra cosa que una
gnosis. Creo que es la palabra que la caracteriza perfectamente porque es una
religión sin pecado, sin justicia, sin misericordia, sin penitencia, sin
conversión, sin virtud, sin sacrificio, sin esfuerzo, sino simplemente una auto
concientización.
Es una religión puramente
intelectualista, una pura GNOSIS. Entonces, queridos futuros diáconos y
sacerdotes, estén seguros que yo no los ordeno ni diáconos, ni sacerdotes, para
ser diáconos y sacerdotes de esta RELIGIÓN GNÓSTICA. Y estoy persuadido que
esta ha sido también su intención al recibir hoy el sacerdocio católico de
manos de la Iglesia Católica, y no de recibir un sacerdocio GNÓSTICO de las
manos de no qué sistema gnóstico.
Rechacemos con horror, queridos
fieles, queridos ordenandos, ESTA RELIGIÓN NATURALISTA, INTELECTUALISTA, que no
tiene NADA QUE VER con la religión católica, y estemos al contrario bien
firmemente, siempre más firmemente persuadidos de la razón de nuestro combate,
de la razón de nuestro sacerdocio. Queridos ordenandos, ustedes están
orgullosos de recibir el sacerdocio EN LA IGLESIA CATÓLICA de la mano de un
obispo católico, de todos estos obispos que se han sucedido transmitiendo el
sacerdocio católico, el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesucristo, el
sacerdocio de un Padre Pío, el sacerdocio de todos los santos sacerdotes, de un
santo Cura de Ars, el sacerdocio de los Apóstoles, de quienes estaba cerca la
Virgen María, Madre del Sacerdocio, Madre de los Sacerdotes, Madre del Sumo
Sacerdote y Madre de los sacerdotes, de conservarnos fieles al sacerdocio
católico a fin de comunicar la religión católica.
Así sea, En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.