Muy
estimados amigos y benefactores,
Entre
los aniversarios que marcaron este año 2017 hay uno, muy modesto, que atañe a
nuestra comunidad de la Santa Cruz: los treinta años de la fundación de nuestro
monasterio.
El
3 de mayo de 1987, con la presencia de Mons. De Castro Mayer, de sus sacerdotes
y de amigos de Rio, de Campos y de otras ciudades de Brasil, nuestro monasterio
fue fundado oficialmente con una misa solemne.
Este
año de 1987 fue también el del anuncio de las consagraciones; anuncio que Mons.
Lefebvre hizo en las ordenaciones en Ecône y que provocó la reacción de Roma,
con todo lo que se siguió. Nuestro monasterio estuvo involucrado de cerca con
estos acontecimientos que culminaron con las consagraciones de 1988. Mons. De
Castro Mayer partió para Ecône acompañado de tres de sus sacerdotes y del prior
de Santa Cruz. El acto heroico de fe, de prudencia y de caridad realizado por
Mons. Lefebvre el 30 de junio de 1988 fue seguido de una tempestad en nuestro
monasterio. Dom Gérard prefirió separarse de Mons. Lefebvre en esta ocasión al
aceptar la oferta que Roma le hizo de “regularizar” nuestra situación. “Roma da
todo y no pide nada, ¿cómo podría negarme?” Esto era falso. Roma pedía el
ralliement de Barroux y el de Santa Cruz. Por la gracia de Dios, Santa Cruz no
siguió a Dom Gérard en su “operación suicidio”, y siguió a Mons. Lefebvre en su
“operación supervivencia”, expresiones empleadas en su sermón del 30 de junio
de 1988.
Hoy
nos parece revivir esos mismos acontecimientos. Esta vez, son los dirigentes de
la Fraternidad San Pio X que tienen el lugar de Dom Gérard. En 1988 este último
no quiso escuchar las advertencias de Mons. Lefebvre, quien le decía: “Tenga
cuidado con la serpiente romana”. Palabras ciertamente muy fuertes, pero
desgraciadamente muy verdaderas. Dom Gérard no hizo caso (1). Actualmente es
Mons. Fellay quien hace lo mismo.
“Sólo
los santos creen en el mal”, decía Corção. San Pio X creyó. Es por eso que
escribió la Pascendi. Mons. Lefebvre también. Es por eso que consagró cuatro
obispos en 1988 sin el acuerdo de Juan Pablo II. Sigamos a estos maestros. El
amor al bien va de la mano con el odio al mal. “Dilexisti justitiam et odisti iniquitatem” (Heb. I, 9). Que la
Tradición no sea víctima de una nueva “operación suicidio”, sino que sepa
esperar la hora de Dios donde un Papa verdaderamente católico hará reinar la
Tradición en Roma.
+ Tomás de
Aquino OSB
(1) Estas palabras, Monseñor las escribió en una
carta enviada a Dom Gérard, que me las enseñó. Las conservo en la memoria.