El demoledor de la unidad de la FSSPX
El siguiente artículo ha llegado al buzón de nuestro
correo-e. El remitente original pide que sea difundido, y eso es lo que hacemos en esta entrada, aunque añadiendo ciertos comentarios:
El texto está plagado de errores de lógica y medias
verdades, como cuando llama “desertores” a todos los clérigos que han dejado de
pertenecer a la FSSPX, sin tomar en cuenta las diversas circunstancias de la separación.
De hecho, el soldado que es dado de baja de su ejército por seguir cumpliendo
el deber de combatir contra el enemigo mientras su General negocia una capitulación,
no puede ser calificado de “desertor”. El “desertor” es más bien ese General
traidor. Tal es, exactamente, el caso de muchos en la Resistencia, como por
ejemplo, Mons. Williamson, Mons. Faure y Mons. Zendejas (todos separados de la
FSSPX desde el intento de acuerdo del 2012).
Es interesante hacer notar que, por
exigirlo la coherencia de su hipótesis, se opone el autor a la línea de
pensamiento oficial de la FSSPX cuando él considera los siguientes hechos como
maniobras de engaño por parte de Roma: «el ciclo de “discusiones doctrinales” y de “acercamiento” que
presenciamos entre el 2009 y el 2012 y nuevamente entre el 2015 y el 2017… el Motu
Proprio otorgando mayor tolerancia a la vieja Misa, la anulación de
las excomuniones de 1988, el otorgamiento de jurisdicción ordinaria para la
confesión y la celebración de matrimonios».
Un
comentario particular sobre estas palabras que están hacia el final del escrito:
«con su deserción, han debilitado a la
fuerza más efectiva de la Tradición, que jamás haya visto la Iglesia post
Vaticano II, todo por temor a un hipotético compromiso con Roma»: 1) La fuerza de los tradicionalistas no
debe ser puesta en el número sino en el poder de Dios. 2) No es por temor que existe la Resistencia, sino
por amor a la Verdad. 3) ¿Quien ha
debilitado a la FSSPX? Mons. Fellay con su actitud
ambigua ante la Roma apóstata, no los que siguen resistiendo frontal y resueltamente
ante los liberales y modernistas que usurpan la Jerarquía católica. En la
actual crisis la Iglesia, la mayor de toda la historia, el inmenso avance del
error exige de los prelados fieles la respuesta proporcionada de un testimonio
de la fe valiente, frontal, inequívoco.
En
fin, el autor debió escribir sus ideas
en forma de carta dirigida a Mons. Fellay, pues es evidente que si el Superior
General tuviera una actitud clara y firme ante las autoridades romanas, la
FSSPX sería invulnerable a la estrategia de “dividir para conquistar”.
Traducido de Catholic Family
News
Una sociedad dividida en contra de sí misma:
Los miembros de la FSSPX deben conservar la unidad
interior
Por Brian McCall
17 de enero del 2018
Al menos desde principios del 2011, parece haber una corriente
interminable de informes en la blogosfera y hasta en los medios de comunicación
de la corriente dominante, de que Mons. Bernard Fellay está preparado para
firmar un arreglo con Roma. La más reciente ola de la supuesta
capitulación se presentó este último verano [boreal, invierno nuestro]. Sin
embargo, en el otoño del 2017 [nuestra primavera], Mons. Fellay y la FSSPX
siguen en la misma postura respecto de Roma. A lo largo de estos años de anunciados
compromisos, una cantidad de sacerdotes y de fieles, ha abandonado
preventivamente el barco, señalando que un quiebre con la FSSPX era necesario,
antes de que sucediese el anunciado compromiso. Cada vez que una o varias
personas rompen la unidad de la Fraternidad, ellos declaran que Mons. Fellay
camina hacia un trampa romana -la regularización canónica- y que deben
marcharse antes de que se cierre la trampa. Roma, dicen, no quiere otra cosa
que no sea la destrucción de la Fraternidad y el legado de su fundador y que
una “regularización” es la carnada empleada para atraer a la Fraternidad hacia
una trampa mortal.
Las verdaderas trampa y carnada
Supongamos que estas aseveraciones son ciertas, que las
autoridades romanas comparten el deseo común de destruir a la FSSPX. ¿Y si la
trampa y la carnada fuesen algo completamente diferente de los que plantean los
desertores? Tal vez no sea Mons. Fellay quien está decidido a caer en la
trampa, sino, por el contrario, son los desertores los que, en el curso de los
años, involuntariamente han mordido la carnada.
Los modernitas están claramente amenazados por cualquier intento
de adherir a la Tradición y de esta manera, buscan su destrucción o al menos su
contención. Sin embargo, hay muchas formas de alcanzar este fin. Una forma
podría ser engatusar a la FSSPX, con un reconocimiento canónico destinado a
someterla al poder de Roma, a fin de aplastarla. Pero deberíamos considerar la
posibilidad de que estrategia fuese un poco más sutil, es decir, forzar a la
FSSPX a un continuo estado de división y de deserciones, de manera que el
número de sus miembros se mantenga lo suficientemente bajo como para poder
ignorarla, en lugar de atraer a la Fraternidad a la Iglesia conciliar. Si esta
fuese la estrategia, los modernistas podrían estar usando la constante
posibilidad recurrente de dividir para conquistar.
Una revisión de los últimos 40 años sugeriría que una estrategia
de “dividir a la FSSPX para reducir su influencia” parece explicar la conducta
de las autoridades romanas. Aunque recurriendo a diferentes instrumentos, el
fin parece perfectamente claro: Hacer que tantos sacerdotes y religiosos como
sea posible, dejen la FSSPX, de manera que su crecimiento sea artificialmente
controlado.
Dividir para conquistar
La deserción de sacerdotes ha sido el golpe más destructivo en
contra de la FSSPX. Comenzando con la defección de 9 sedevacantistas, a
comienzos de la década de 1980, la Fraternidad constantemente ha estado
librando una batalla para reemplazar las bajas, en lugar de crecer
orgánicamente, con nuevas vocaciones. Un cálculo conservador sugiere que, a no
ser por las deserciones, en los pasados 40 años, la FSSPX tendría más de 1.800
sacerdotes y religiosos (FSSPX propiamente tales, más las comunidades
afiliadas). El Vaticano se vería enfrentado a una realidad bastante diferente,
si Mons. Fellay hablase en nombre de tantos sacerdotes y religiosos.
La estrategia vaticana desde 1988 hasta comienzos de la década del
2000 parecía un intento por quebrar la FSSPX, engatusando a sacerdotes
individuales (o en pequeños grupos), con la opción de una situación
regularizada. En dichos casos, la carnada empleada fue iniciar su propia FSSPX,
con reconocimiento canónico. El primer grupo desertó en julio de 1988, después
de las consagraciones. Unos cuantos sacerdotes más desertaron debido a los
engaños vaticanos, a lo largo de la década de 1990 y a comienzos de los años
2000. El trato con la Unión San Juan María Vianney, de Campos, fue el éxito más
significativo de esta estrategia de engatusar con la zanahoria de formar un
nuevo grupo regularizado. Hacia el año 2010 el éxito de esta estrategia se
estaba evaporando. No hubo muchos más movimientos después de la defección de
Campos y la FSSPX se empezaba a reconstruir. Si mi hipótesis es la correcta,
fue entonces que el Vaticano cambió sus tácticas. Comenzaron a hacer agitar su
zanahoria delante de la propia Fraternidad, adornando el cebo, para dar la
impresión de que Mons. Fellay picaría, a sabiendas de que él rechazaría sus
exigencias de último minuto. De hecho, este nuevo enfoque ha producido
dos efectos perjudiciales: (1) Ha causado más deserciones, por temor al
compromiso y (2) Ha mantenido a la FSSPX bajo el estigma de la irregularidad
canónica.
Tal estrategia explicaría el ciclo de “discusiones doctrinales” y
de “acercamiento” que presenciamos entre el 2009 y el 2012 y nuevamente entre
el 2015 y el 2017. El Vaticano siempre lo hace aparecer como si la
regularización de la FSSPX fuese inminente. Hasta han dado pasos concretos,
para hacer más plausible el cuento (por ejemplo, el Motu
Proprio otorgando mayor tolerancia a la vieja Misa, la anulación de
las excomuniones de 1988, el otorgamiento de jurisdicción ordinaria para la
confesión y la celebración de matrimonios). Sugieren que es posible una
relajación a la adhesión total al Vaticano II. Según crecen las expectativas,
crecen los temores y las teorías conspirativas que sostienen que la
capitulación está allí, a la vuelta de la esquina. El resultado es el mismo:
nuevamente los sacerdotes y los fieles empiezan a abandonar el barco. Y
entonces, a la hora undécima, Roma añade una nueva exigencia que saben que
Mons. Fellay rechazará, cerrándose el ciclo con la Fraternidad aún en una
situación “irregular” y dejando a su paso un reguero de devastación entre las
filas de la Fraternidad.
La nueva estrategia demuestra ser exitosa
Desde la perspectiva de los enemigos de la Tradición, esta nueva
estrategia ha sido más exitosa que el atraer a individuos o a pequeños grupos a
una regularización, como con los fundadores de la FSSP y los sacerdotes de
Campos. Esta táctica de “atemorizar y dispersar” no ha resultado solo en la
pérdida de sacerdotes y religiosos individuales, sino también de figuras de
alta connotación y respetadas internacionalmente, de la Fraternidad. Esto
también ha creado una cuña entre la FSSPX y varias órdenes religiosas
previamente afiliadas, con el consiguiente apartarse de la Fraternidad, de
monasterios y órdenes completas. Aún mejor, desde la perspectiva de los
enemigos, no se traduce en que los sacerdotes a favor de la tradición y de la
Misa Tradicional se vayan a la iglesia conciliar. Los desertores de esta etapa
no han fundado ni se han integrado a comunidades Ecclesia Dei; por el contrario, se han
vuelto completamente independientes, dispersándose con los cuatro vientos.
Aunque es cierto que el precio del reconocimiento canónico para
las comunidades Ecclesia Dei ha
sido el compromiso y el silencio, su presencia dentro de la Iglesia conciliar
sigue siendo una espina en el costado de los destructores modernistas. Incluso
si callan acerca de la naturaleza ilícita de la Nueva Misa, propagan la
conciencia de la vieja liturgia y predican algunas doctrinas tradicionales.
Estos “problemáticos” sacerdotes conservadores u orientados a lo tradicional,
serían menos problemáticos, si estuviesen fuera de la Iglesia conciliar y
separados de la FSSPX. Esto disminuiría la influencia de la Tradición dentro de
la corriente dominante de la Iglesia, debilitando, al mismo tiempo, el
testimonio y la posición de la FSSPX, al reducir constantemente el número de
sus miembros (no obstante el florecimiento de nuevas vocaciones). Esto
redundaría también en la continua marginación de la Fraternidad, en el
modernista crepúsculo del “no en plena comunión”.
Quizás los modernistas no sean tan maquiavélicos u organizados
para montar un esquema tan grande, pero los resultados de los pasados 10 a 12
años parecen ser consistentes con ese plan. El último ciclo parece haberse
extinguido de un modo familiar, con el Cardenal Müller exigiendo el uso de la
declaración de fe post conciliar y la adhesión a todos los documentos del
concilio y las enseñanzas de los papas post conciliares. Tras seis años de
tratativas con Mons. Fellay, el cardenal debía saber que estas demandas
sellarían el destino de las últimas conversaciones, con el rechazo de Mons.
Fellay. Pero el ciclo ha brindado más frutos a los enemigos de la Tradición. El
unilateral otorgamiento de jurisdicción para la celebración de los matrimonios,
la última salva antes de matar el prospecto de reconocimiento, causó nuevas
defecciones y divisiones en el corazón de la FSSPX, en Francia.
Unidos, permaneceremos, divididos, caeremos
Si mi teoría es correcta, entonces a principios de los años 2000,
las autoridades del Vaticano cambiaron de estrategia, desde el engatusar a
individuos y a pequeños grupos, con la regularización, a causar la división
dentro de la FSSPX, creando la apariencia de una regularización que realmente
nunca se concreta. Si es cierto, entonces no es Mons. Fellay el que ha caído en
la trampa sino, más bien, los sacerdotes que abandonaron al prelado y a la
FSSPX, a la que habían hecho promesas. Con su deserción, han debilitado a la
fuerza más efectiva de la Tradición, que jamás haya visto la Iglesia post
Vaticano II, todo por temor a un hipotético compromiso con Roma, compromiso que
jamás ha existido. En lugar de enfrentar a los modernistas con miles de
sacerdotes y religiosos, el clero y las almas consagradas de la Fraternidad
suman menos de 700, mientras las filas de desertores sufren nuevos quiebres y
el aislamiento. Los enemigos de la Tradición no podían esperar algo más.
En el Evangelio, Nuestro Señor nos dice: “Todo reino dividido está
perdido y toda ciudad o familia dividida se viene abajo” (Mateo 12:25). Que
todos los miembros de la FSSPX- sacerdotes, religiosos y laicos- tomen de
corazón Su palabra y se esfuercen “por conservar la unidad del Espíritu, en el vínculo
de la paz” (Efesios 4:3).
Este artículo apareció originalmente en el
número de noviembre del 2017 de Catholic Family News.