Al final de la “palabra del superior general” (1º de noviembre de 2015) del último boletín Cor unum, Mons. Fellay da algunas precisiones a los miembros de la Fraternidad sobre “la situación de la Iglesia y nuestras relaciones romanas”.
Hay
muchos puntos que podrían comentarse: “la santa Iglesia, enferma, […] perdiendo
cada día más su unidad” (?) – “el papa […] se sitúa más bien del lado de los
progresistas” (¿de verdad?) – “la gracia de la fidelidad a esta obra maravillosa
que es la FSSPX”…
Tomemos
aquí simplemente lo que nos parece más importante: Mons. Fellay, después de
haber explicado que “en julio Roma hizo nuevas proposiciones para una
regularización”, afirma que “la condición sine que non de nuestra aceptación”
es la expresión “reconocernos tal como somos”. Él indica allí las “aplicaciones
prácticas”: curiosamente, ya solamente se trata de la misa y de los sacramentos
(en resumen: “que Roma no nos pida participar en la nueva misa”), de ningún
modo de los problemas doctrinales y de la necesaria denuncia de los errores y
escándalos.
La
fórmula “reconocernos tal como somos” reaviva los dolorosos recuerdos de este antiguo
miembro del Barroux [monasterio benedictino que estuvo vinculado a Mons. Lefebvre. NP] que yo soy: Dom Gérard [superior de ese monasterio. NP] tenía el mismo lenguaje en 1988,
insistiendo vigorosamente: “sin contraprestación, sin concesiones, sin renegar”. Y en
su famosa declaración del 18 de agosto de 1988, puso los puntos sobres las íes:
“Que ninguna contraprestación doctrinal o litúrgica sea exigida de nosotros, y que
ningún silencio sea impuesto a nuestra predicación antimodernista”.
Sabemos, desgraciadamente, lo que resultó con estas bellas resoluciones.
La
experiencia nos enseña que cuando Roma dice: “se les reconoce tal como son”,
Roma piensa de hecho: “los reconocemos tal como ustedes serán”, tal como aquello en que ustedes, lenta pero seguramente, se van a convertir (y tal vez no tan
lentamente). Roma prevé con razón que después de un arreglo (se le llame
acuerdo, reconocimiento, regularización), el grupo que está sometido a su
autoridad va a evolucionar, sobre todo si la evolución ya ha comenzado hace
mucho… Roma sabe bien que la integración de los “integristas” será su
desintegración.
Recemos
para que entre los sacerdotes de la Fraternidad -todos han recibido este
texto de su superior- por lo menos algunos salven el honor, oponiéndose
públicamente a esta deriva. Que ellos tengan el valor de decir bien alto: “nosotros
queremos permanecer tal como somos, es por eso que no podemos bajo ningún
precio aceptar que la Roma conciliar nos reconozca tal como somos”.
La
verdadera “condición sine qua non de nuestra aceptación”, la formuló Mons.
Lefebvre de manera simple y luminosa: que Roma vuelva a coronar a Nuestro
Señor. “Cuando se nos plantee la cuestión de saber cuándo habrá un acuerdo con
Roma, mi respuesta es simple: cuando Roma vuelva a coronar a Nuestro Señor
Jesucristo”. (Conferencia en Flavigny, diciembre de 1988). En otros términos:
que Roma reconzca a Cristo tal cual es Él: el único Rey, el único Dios, el único
Salvador.
Hoy
en día estamos bastante lejos de esto, con el odioso sincretismo del papa
Francisco, del cual acaba de dar una prueba suplementaria con sus deseos para el año
nuevo.
Antes de “reconocernos tal como somos”, que Roma lo reconozca tal cual es a Él, a Nuestro Señor Jesucristo.
Antes de “reconocernos tal como somos”, que Roma lo reconozca tal cual es a Él, a Nuestro Señor Jesucristo.
Padre Bruno