miércoles, 23 de octubre de 2013

“NO HACEMOS CONCESIONES”



Es curioso cómo esto que dijo alguna vez Juan Pablo II…

“El hecho de que hayamos venido aquí no implica intención alguna de buscar entre nosotros un consenso religioso o de entablar una negociación sobre nuestras convicciones de fe. Tampoco significa que las religiones puedan reconciliarse a nivel de un compromiso unitario en el marco de un proyecto terreno que las superaría a todas. Ni es tampoco una concesión al relativismo en las creencias religiosas, ya que cada ser humano ha de seguir con sinceridad su recta conciencia con la intención de buscar y obedecer la verdad”.
(Juan Pablo II, saludo a las delegaciones en  el encuentro interreligioso de Asís 1986)

…es el mismo tipo de discurso salido de la boca de Mons. Fellay  cuando decía que se reunía con los modernistas de Roma pero eso no significaba una reconciliación con Roma ni hacer concesiones doctrinales ni se trataba tampoco de una negociación.

Ellos usan la misma práctica de poner el pie en el territorio del enemigo, aceptar sus reglas de igualdad entre todos, sonreir amablemente como disimulando o disculpando sus diferencias, para luego decir que de ningún modo aceptan las ideas del enemigo (aunque se cuidan de decir que el enemigo es enemigo o lo critican tibiamente). Es como una disculpa culposa por aceptar mezclarse con los inicuos, en nombre de la tolerancia, el bien común, el mal menor o lo que sea.

Así es como justifica la diplomacia el que ha dejado de creer en el combate contra los enemigos de la Iglesia, tal vez influido por los tiempos modernos donde está muy mal visto no aceptar que “el diálogo todo lo puede”. Pero, y allí reside la cuestión, si no hablan el lenguaje común de la verdad, entonces ¿aceptan que cada cual tiene “su” verdad, tan respetable como la del otro?

Recordemos algunas enseñanzas bíblicas:

Salmo 100, 3-7: “… He aborrecido a los transgresores de la Ley. Conmigo no han tenido cabida hombres de corazón depravado; ni he querido conocer al que con su proceder maligno se desviaba de mí. No admitía en mi mesa hombres de ojos altaneros y de corazón insaciable… No morará en mi casa el que obra con soberbia, ni hallará gracia en mis ojos aquél que habla iniquidades”.

Proverbios 24, 1: “No envidies a los hombres malos, ni desees estar en su compañía”.

Romanos, 16, 17 Os exhorto, hermanos, que observéis a los que están causando las disensiones y los escándalos, contrarios a la enseñanza que habéis aprendido y que os apartéis de ellos.

2 Pedro 3; 3, 4, 8, 10: Sabiendo ante todo que en los últimos días vendrán impostores burlones que, mientras viven según sus propias concupiscencias, dirán: ¿Dónde está la promesa de su Parusía? Pues desde que los padres se durmieron todo permanece lo mismo que desde el principio de la creación… A vosotros, empero, carísimos, no se os escape una cosa, a saber, que para el Señor un día es como mil años y mil años son como un día… Pero el día del Señor vendrá como ladrón… Vosotros, pues, carísimos, que lo sabéis de antemano, estad en guardia, no sea que aquellos impíos os arrastren consigo por sus errores y caigáis del sólido fundamento en que estáis…


2 Juan, 1; 10-11: Si viene alguno a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis. Porque quien le saluda participa en sus malas obras.