General
Enrique Gorostieta
Y dijo Nuestro Señor Jesús: «Dad al César lo que es
del César, y a Dios, lo que es de Dios»
Cristo es Rey no sólo de la patria celestial, sino
también de la patria terrena. Por eso el patriotismo es una virtud querida por
Cristo y fomentada por la Iglesia Católica. Las patrias nos han sido dadas por
Dios, son un regalo de Dios; y Él quiere que la tierra donde hemos nacido nos
sea más amada que las otras. El amor a la patria es un deber sagrado para los
católicos, por lo que no se concibe un buen católico que no sea, al mismo
tiempo, un verdadero patriota. Y si alguien se dice católico pero no ama a su Patria,
es más mentiroso y traidor que católico.
El deber de ser patriotas se deriva del Cuarto Mandamiento y en estas palabras Cristo nos lo impera: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Esta frase de Cristo no significa la separación de la Iglesia y del Estado, como hemos oído hasta el hartazgo y quieren los masones, los católicos liberales y los demás enemigos de Cristo. En este país, por ejemplo, hace más de un siglo y medio que se produjo el impío divorcio entre Iglesia y Estado, y en todo el mundo los desastrosos resultados de ese rompimiento están a la vista. Es que el demonio busca separar lo que Dios la unido y unir lo que Dios ha separado. La doctrina masónica de la separación de Iglesia y Estado ha sido claramente condenada por el Magisterio Infalible; sin embargo, los Papas modernistas y toda la Jerarquía de la Iglesia, desde desastroso Vaticano II, la enseñan como si fuera una verdad católica. Benedicto XVI dijo de la separación del Iglesia y Estado, en cierta ocasión, que “es un gran progreso de la humanidad”. Francisco va exactamente por el mismo camino infernal.
En el plano de
los principios y haciendo abstracción de la actual crisis de la Iglesia, se
debe decir que el Estado no puede estar separado de la
Iglesia, no puede ser independiente de la Iglesia. El Estado debe estar unido y sometido a la Iglesia, como el cuerpo al
alma, y lo más bajo a lo más elevado. ¿Por qué? Porque los Estados también son
de Dios. ¿Hay algo que no sea de Dios? Dad
a Dios lo que es de Dios: dad todos los hombres y todos los Estados a Dios.
Y dad al
César lo que es del César. El César significa el poder terreno, la potestad del Estado. ¿Qué
debemos darle? Servicio material, impuestos, respeto y obediencia en todos los
asuntos en que tiene derecho a exigirla. El César también significa la Patria
terrena, y a ella se le debe amor. Cuando el César, como poder terrenal, se opone a
Dios, lo que se le debe es resistencia y combate. Nadie puede ser neutral en la
confrontación entre un Gobierno y Dios. En tal caso el Gobierno debe ser
combatido y Dios debe ser defendido, incluso por las armas, como en la guerra
de los Cristeros. Tal combate en contra del César es en defensa de Cristo, de
su supremo derecho de dominio, y también en defensa de la Patria, porque ella
no debe estar sometida al yugo diabólico, sino al yugo suave de Cristo Rey.
Pero cedamos la palabra a uno que comprendió, como
pocos, qué es eso de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César: el General Gorostieta, ese gran defensor de los derechos de Dios contra
el César masónico en la guerra cristera. Para
nosotros esta carta resulta de gran interés, pues en ella se habla de esos
infaltables Obispos y Sacerdotes traidores que, con ilusiones de una paz que es
según el mundo, o bajo el pretexto de la paz, terminan ocasionando la derrota
de los que cumplen con el sagrado deber de combatir por la paz de Cristo.
Desde que
comenzó nuestra lucha -dice el
General- no ha dejado de ocuparse… la
prensa… de posibles arreglos entre el… gobierno y algún miembro…. del
Episcopado mexicano, para terminar con el problema religioso. Siempre que tal
noticia ha aparecido, han sentido los cristeros en lucha que un escalofrío de
muerte los invade, peor mil veces que todos los peligros que se han decidido a
arrostrar...
Si los
obispos al tratar con el gobierno desaprueban nuestra actitud… y tratan de dar
solución al conflicto independientemente de lo que nosotros anhelamos, y sin
dar oídos al clamor de una enorme multitud que tiene todos sus intereses y sus
ideales jugándose en la lucha; si se olvidan de nuestros muertos, si no se
toman en consideración nuestros miles de viudas y huérfanos, entonces levantaremos
airados nuestra voz y… rechazaremos tal actitud como indigna y como traidora …
Lo que nos hace falta en fuerza material no lo
pedimos al Episcopado, lo obtendremos por nuestro esfuerzo; sí pedimos al
Episcopado fuerza moral que nos haría omnipotentes y está en sus manos
dárnosla, con sólo unificar su criterio y orientar a nuestro pueblo para que cumpla
con su deber, aconsejándole una actitud digna y viril propia de cristianos…
Creo es mi deber declarar de una manera enfática y
categórica que el principal problema que hayamos tenido que afrontar los
directores de este movimiento no sea el de los pertrechos. El principal
problema ha sido y sigue siendo eludir la acción nociva y fatal que en el ánimo
del pueblo provocan los actos constantes de nuestros obispos y… algunos señores
curas y presbíteros… Nosotros hubiéramos contado con pertrechos y contingentes abundantísimos
si en vez de cinco estados de la Republica hubieran respondido al grito de
muerte lanzado por la patria treinta o más diócesis. El… poder del tirano…
hubiera caído hecho añicos al primer golpe de maza… (si) los Príncipes de
nuestra Iglesia hubieran estado de acuerdo únicamente para declarar que: ‘La
defensa es lícita y en su caso obligatoria…’.
Aún es tiempo de que, enseñándonos el camino
del deber y dando pruebas de virilidad, se pongan francamente en esta lucha del
lado de la dignidad y del decoro. (extracto de la carta del General Gorostieta al
Episcopado Mexicano sobre "Los Arreglos" de paz (16-5-1929).
Estimados fieles: aprendamos del brillante ejemplo
del general Gorostieta y de todos los cristeros, a amar resueltamente a Dios y
a la Patria. Dad a Dios lo que es de
Dios: esforcémonos por amar ardentísimamente a Cristo y mantengamos el puesto de combate que tenemos en esta trinchera llamada “Resistencia”:
Dios nos tiene en ella para rechazar todo “arreglo” o acuerdo con los liberales
y modernistas demoledores de la Iglesia. La fe no se negocia. Dad al César lo que es del César: hoy no
se nos exige empuñar las armas, aunque quizá sí mañana; pero todos podemos
hacer, cada día, y sin gran esfuerzo, una gran obra de patriotismo, de
verdadero y santo amor a la Patria. ¿Cuál? Pues poner todos los días a la Patria
en las manos de Dios, poniéndola en las manos santísimas y purísimas de la
Santísima Virgen María, mediante el rezo diario del santo, milagroso,
todopoderoso y divino Rosario.