Decreto
del Santo Oficio condenando el milenarismo mitigado, 21 de julio de 1944
“Desde los primeros
siglos de la Iglesia no han faltado partidarios del milenarismo.
Algunos libros
apócrifos del judaísmo precristiano, como el libro III de los Oráculos
sibilinos, el libro de Enoc etiópico, el libro de los Jubileos y el Apocalipsis
de Baruc, hablan de los tiempos venideros, en los cuales las fieras salvajes se
amansarán, los hombres gozarán de toda clase de bienes materiales, vivirán
tantos o más años que los patriarcas antediluvianos y serán de estatura
gigante. Esta concepción, que unas veces va unida a bienes espirituales y a la presencia
del Mesías y otras nada tiene que ver con éste, presenta en los diversos libros
duración distinta, y es la que se conoce con el nombre de milenarismo craso.
De los judíos pasó a
los primeros cristianos, que creyeron ver un fundamento para ella en la
afirmación del capítulo XX del Apocalipsis de San Juan, según la cual Cristo
habrá de reinar mil años con los justos antes del juicio final (El pasaje es
oscuro, como todo el libro del Apocalipsis; pero no habla de cuerpos
resucitados, y puede cómodamente entenderse del espacio que media entre la
muerte y el juicio final, durante el cual Cristo reina en el cielo con los
justos). Cerinto y los ebionitas, según Eusebio, participaron de esta creencia
(Historia Eclesiástica III 28: MG 20, 275); la supone el capítulo XV de la
Epístola del Pseudo-Bernabé, y la aceptan San Papías (Cf. Funck, Patrum
Apostolicorum opera, vol.2, Papiae Frag. I), San Justino (Dial, cum Tryph.. MG
6,663), San Ireneo (Adversus haereses, V 31. MG 7, 11210-1218), Tertuliano
(Adversus Marción, III 24: ML 2355) y otros de menor importancia. Todos éstos
habían de un reinado espiritual de Cristo sobre la tierra, bien sobre los
hombres que en ella viven, bien sobre los justos resucitados, pero siempre
antes del juicio final. Esta forma de milenarismo suele llamarse milenarismo
mitigado.
Ya San Justino, en el
lugar citado, decía que muchos buenos católicos no lo admitían. Y así lo
rechazaron expresamente Eusebio, Orígenes, Dionisio Alejandrino, San Basilio,
San Jerónimo y San Agustín; cuyo argumento principal es que la Iglesia sólo
admite en el Símbolo una doble venida de Cristo: la primera a redimirnos y la
segunda a juzgarnos.
El presente decreto del
Santo Oficio declara que el milenarismo mitigado no se puede enseñar con
seguridad. Con esta declaración oficial obtiene valor para la Iglesia universal
la precedente respuesta privada del mismo Santo Oficio al arzobispo de Santiago
de Chile, de 11 de julio de 1941, a propósito de un brote reciente de estos
errores en el territorio de su jurisdicción (Véase el texto latino con las
Annotationes del P. Silvio Rosadini en Periódica, 31).
La carta del Santo
Oficio decía así:
«Palacio del Santo
Oficio, 11 julio 1941.
Excmo. y Revdmo. Sr. :
Se ha recibido en este
Santo Oficio la carta número 126/40, de 22 de abril de 1940, en que V. E. daba
noticia de que en esa archidiócesis había quienes defendían el sistema de los
milenaristas espirituales y que cada día iba en aumento el número de los
admiradores de tal doctrina y de la obra del P. Lacunza Venida del Mesías en
gloria y majestad. Al mismo tiempo, V. E. pedía a la Santa Sede las normas
oportunas.
Llevado el asunto a la
reunión plenaria del miércoles día 9 de este mes, los Emmos. y Revdmos.
Cardenales de esta Suprema Sagrada Congregación mandaron responder:
El sistema del
milenarismo aun mitigado —o sea, del que enseña que, según la revelación
católica, Cristo Nuestro Señor ha de venir corporalmente a reinar en la tierra
antes del juicio final, previa la resurrección de muchos justos o sin ella— no
se puede enseñar con seguridad.
Así, pues, apoyándose
en esta respuesta y en la condenación ya hecha por este Santo Oficio de la obra
del P. Lacunza, V. E. procurará vigilar cuidadosamente para que dicha doctrina
bajo ningún pretexto se enseñe, propague, defienda o recomiende, sea de viva
voz, sea por cualquier escrito.
Para conseguirlo podrá
emplear V. E. los medios necesarios no sólo de persuasión, sino también de
autoridad, dando, si fuere oportuno, las instrucciones que fueren necesarias a
los que enseñan en el seminario y en los institutos.
Y si surgiere algo de
mayor gravedad, no omita V. E. comunicárselo al Santo Oficio.
Aprovecho la ocasión
para testimoniarle el sentimiento de mi estimación y quedo de V. E. afectísimo,
F. Card. Marcchetti Selvaggiani. — Excmo. y Revdmo. Sr. D. José M. Caro
Rodríguez, arzobispo de Santiago de Chile.»
La precedente carta
habla de un milenarismo que se enseñara como perteneciente a la revelación
cristiana. El decreto del Santo Oficio para la Iglesia universal prescinde de
las razones que dicho milenarismo invoque en su favor.
En estos últimos
tiempos se ha preguntado más de una vez
a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué se debe pensar del
sistema del milenarismo mitigado, que enseña que Cristo Nuestro Señor antes del
juicio final, previa la resurrección de muchos justos o sin ella, ha de venir
visiblemente a reinar en esta tierra.
Propuesto el asunto a
examen en la reunión plenaria del miércoles 19 de julio de 1944, los
eminentísimos y reverendísimos señores cardenales encargados de la tutela de la
fe y de las costumbres, oído previamente el voto de los reverendos consultores,
decretaron responder que el sistema del milenarismo mitigado no se puede
enseñar con seguridad.
Y el día siguiente,
jueves 20 del mismo mes y año, nuestro Santísimo Padre Pío, por la divina
Providencia Papa XII, en la acostumbrada audiencia concedida al excelentísimo y
reverendísimo asesor del Santo Oñcio, aprobó, confirmó y mandó publicar esta respuesta
de los eminentísimos Padres.
Dado en Roma, desde el
Palacio del Santo Oficio, a 21 de julio de 1944.—J. Pepe, notario de la Suprema
Sagrada Congregación del Santo Oficio.”
("DOCTRINA
PONTIFICIA I, Documentos Bíblicos", B.A.C., Madrid, 1955, p. 560-562).
_____________
II. Comentario
autorizado concomitante;
traducción seguida del original, en francés:
traducción seguida del original, en francés:
ERROR
MILENARISTA
(in: Nouvelle
Revue Théologique,
n.º 67, de 1945, pp. 239-241.)
n.º 67, de 1945, pp. 239-241.)
Como
dan a entender las primeras palabras del documento, a este decreto lo precedió
una respuesta del Santo Oficio, datada en 11 de julio de 1941, al Arzobispo de
Santiago de Chile, país donde el error milenarista parecía propagarse con mucha
fuerza, a causa –entre otros motivos– de una renovación del interés por el
libro Venida del Mesías en gloria y majestad, obra póstuma de J. J.
Ben-Ezra (seudónimo de Manuel Lacunza) que ya se había incluido en el Índex en
1824. Esta respuesta se encuentra reproducida y comentada en el número del 15
de abril de 1942 de los Periodica (t. 31, p. 166-175). El
decreto actual la retoma, omitiendo sin embargo esta restricción: “secundum
revelationem catholicam”, que se leía después de las palabras: “docentis
scilicet”, y substituyendo “corporaliter” por “visibiliter”.
El
decreto afirma, por tanto, que el milenarismo (o quiliasmo), incluso mitigado o
espiritual, según el cual Cristo retornaría de forma visible a la tierra, para
reinar en ella, antes del juicio final, precedido o no por la resurrección de
cierto número de justos, [el decreto afirma] que una doctrina tal no puede
enseñarse sin imprudencia respecto a la fe. Como la respuesta de 1941 añadía:
“Excellentia tua enixe vigilare curabit ne praedicta doctrina sub quocumque
praetextu doceatur, propagetur, defendatur vel commendetur sive viva voce sive
scriptis quibuscumque” [N. del T. – “Vuestra Excelencia se ocupará de vigilar
con cuidado por que, bajo pretexto alguno, no se enseñe, propague, defienda o
recomiende la mencionada doctrina, ni de viva voz ni por ningún tipo de
escrito, sea cual fuere.”], no debe entenderse el “doceri” solamente como
enseñanza o predicación públicas, sino como todo y cualquier medio de propagar
o recomendar la teoría. El decreto posee, además, alcance doctrinal, e implica
que la propia teoría no es segura desde el punto de vista de la fe.
Bien
sabido es que el milenarismo, heredado del judaísmo, encontró durante los
primeros siglos de la Iglesia ecos entre los cristianos e incluso entre ciertos
Padres: Papías, San Justino, San Ireneo, Tertuliano, San Hipólito fueron, en
diversos grados, milenaristas. No obstante, entre otros, Orígenes, San Dionisio
de Alejandría y sobre todo San Jerónimo y San Agustín se opusieron a esta
doctrina y, ya “en el Concilio de Éfeso, se menciona el milenarismo de la
siguiente manera: las divagaciones y los dogmas fabulosos del infeliz
Apolinario”… “Aunque el quiliasmo no ha sido calificado como herejía, la
sentencia común de los teólogos de todas las escuelas ve en él una doctrina
‘errónea’ a la cual ciertas circunstancias de las edades primitivas pudieron
arrastrar a algunos antiguos Padres” (Cf. E.-B. Allo, O. P., Saint
Jean, L’Apocalipse, 3ª. edición, pp. 307-329). La fe de la Iglesia no
conoce sino dos venidas de Cristo, y no tres. El principal texto sobre el cual
se apoyan los milenaristas es el difícil capítulo 20 del Apocalipsis de San
Juan; sin embargo, sea cual fuere su sentido, debatido entre exégetas, ningún
comentador católico sostiene la interpretación milenarista.
G. GILLEMAN, S.I.