miércoles, 29 de enero de 2014

MONSEÑOR LEFEBVRE REVISADO Y CORREGIDO POR EL PADRE SIMOULIN.-

FORO CHRISTUS VINCIT.

El Padre Simoulin se ha distinguido por ser uno de los sacerdotes más acuerdistas de la FSSPX. "El Seignadou" es una publicación oficial de la FSSPX del priorato Saint Joseph des Carmes, cuyo editor es el Padre Simoulin. En su editorial, el Padre hace una mescolanza sentimental tratando de culpar a la Resistencia por no aceptar un acuerdo con Roma sin su conversión. Además nos informa que los próximos meses serán dolorosos par la Fraternidad… es evidente que prevé más salidas de sacerdotes y de fieles y quizá hasta podríamos leer entre líneas que el acuerdo o “reconocimiento” de Roma no está muy lejano.



Nota: destacamos con rojo algunos pasajes. Se ha suprimido la negrita que aperece en el original. 
La asociación del R.P de Chivré acaba de publicar su libreto n° 39 sobre el tema de « La Iglesia ». Estas prédicas del Padre de Chivré datan de antes, durante y después del último Concilio. Me parece que su meditación puede ayudarnos a «entrar en razón». Desde hace algunos meses, en efecto, un aire de locura parece soplar en nuestro medio, y este viento es tan violento, tan irracional que ha hecho caer a varios sacerdotes o fieles, demasiado numerosos pero gracias a Dios, menos numerosos que lo que ellos quieren dar la impresión. Unos caen a la izquierda, encontrando que Monseñor. Fellay es demasiado duro, otros caen a la derecha, encontrándolo demasiado blando, demasiado liberal. Gracias a Dios, la mayoría continúa caminando derecho, en la fidelidad al espíritu de Monseñor Lefebvre. Pero hay que confesar que este aire se vuelve a veces irrespirable: si ustedes afirman públicamente su fidelidad y  confianza hacia el Superior general, dirán que usted siembra el desorden y la revuelta. Pero si habla públicamente contra Monseñor Fellay, acusándolo de liberalismo y de maniobrar en secreto para operar la unión con Roma, ganará la reputación de ser valiente defensor de la Fe y del espíritu de Monseñor Lefebvre. ¡sic!

Esto ya ha sido dicho y escrito tantas veces que dudamos en decirlo de nuevo, pero Monseñor Lefebvre nunca tuvo la pretensión de «convertir» a Roma o al Papa. Y aún más, decía a aquellos que le reprochaban que fuera a Roma: "Nunca se sabe". “Si yo puedo hacerles un poco de bien!" Nunca rechazó el contacto o las comunicaciones con Roma, con la esperanza de obtener la libertad de/para su obra y para la tradición. Combatió y condenó los errores modernos, los de antes del Concilio, los del Concilio y los de después del Concilio, pero nunca combatió o condenó a Roma o al Papa. Y la historia, en su verdad objetiva, lejos de todas las interpretaciones que podamos dar a los hechos, nos dice que su obra fue aprobada y reconocida por Monseñor Charriere, obispo perfectamente conciliar, lo que nunca le molestó a Monseñor Lefebvre, y la historia nos dice también que los protocolos de acuerdo que firmó el 5 de mayo de 1988 iban mucho más lejos que las proposiciones de Monseñor Fellay el año pasado. Y no fue Monseñor Lefebvre el que puso un término a las relaciones con Roma, sino que fue el mismo Cardenal Ratzinger, rechazando lo que Monseñor Lefebvre le pedía en su carta del 6 de mayo de 1988 (la consagración de un obispo, prevista en el protocolo del acuerdo) lo que puso fin a las relaciones. Esas son las cosas que no tenemos que olvidar. Podemos no estar de acuerdo con la actitud de Monseñor Lefebvre (¡pero en ese caso lo hubieran dicho cuando vivía!), o la de Monseñor Fellay (¡pero entonces, lo hubieran dicho desde el primer contacto con Roma en el año 2000!), pero es muy extraño que este despertar de conciencias no llegue sino ahora que nada se ha hecho y nada está previsto; y es contrario a la verdad acusar a Monseñor Fellay de ser infiel a Monseñor Lefebvre. Más allá de las diferencias de temperamentos o de experiencias personales, la línea sigue siendo la misma, y nada deja prever que esté a punto de cambiar, todo lo contrario.

Y en todo esto, lo que les hace falta a muchos es simplemente el sentido de la Iglesia. Yo no pretendo ser mejor que aquellos que nos abandonan, pero yo me pregunto ¿hacia qué Iglesia se dirigen? ¿A la de Pio XII? ¿A la de San Pio X? ¿a la de San Pio V? Pero esas «Iglesias» no existen, como tampoco existe la «iglesia conciliar», o la «Roma modernista » que no son más que formulas para designar el estado de la Iglesia o de Roma desde el último concilio, desde que ellas están infectadas de esta corriente de tipo no católica » que quiere darle un rostro más «mundano».  No hay más que la santa Iglesia católica y la Roma eterna, a la que Monseñor Lefebvre lanzó un vibrante homenaje en la conclusión de su Itinerario espiritual, y que nosotros queremos servir según toda la gracia recibida de la Iglesia en la fiesta de todos los Santos en 1970. Ellos olvidan simplemente que la Iglesia no es “un ser de razón», como dicen los filósofos. Hablar del Cuerpo «Místico» no quiere decir hablar de una realidad solamente espiritual, sino de una sociedad que esconde en ella un misterio, que es la presencia de su fundador, siempre vivo y actuando en ella.El cuerpo Místico de Jesucristo que es la Iglesia es un ser real, encarnado, que vive en el tiempo y con el que no podemos entrar en comunión de gracia, de verdad y de vida, más que en su realidad actual, tal como ella vive bajo el pontificado del Papa Francisco. Que este Papa sea pecador como cada uno de nosotros, que él se adhiera a los mismos errores que sus predecesores inmediatos y aun mas a otros errores… que sea infiel aun a los deberes de su cargo, él es y sigue siendo el vicario de Cristo, y como lo decía tan hermosamente el Padre Calmel: «La Iglesia no es el Cuerpo Mistico del Papa; la Iglesia con el Papa es el Cuerpo Mistico de Cristo». A menos de ser  "sedevacantistas", ninguno puede rechazar o negar que el Papa Francisco sea el Vicario de Cristo.

Un excelente teólogo llamaba hace un tiempo nuestra atención sobre este punto: « Simón, hijo de Juan, dijo el Señor, sé el pastor de mis ovejas. El no dijo; de tus ovejas. Ellas siempre serán de Él. Ellas no cambiarán de Amo. Yo soy, dijo también, el Buen Pastor, yo conozco a Mis ovejas y Mis ovejas Me conocen. El las llama por su nombre, ellas escuchan su voz, y Él las lleva (Juan, X). Esto quiere decir que son las ovejas de Cristo, no son sus ovejas que él, Simón Pedro lleva a pastar. Es en nombre de Cristo, no es en su nombre propio que él las lleva. He aquí todo lo que queremos recordar cuando decimos que Pedro es el Vicario de Cristo. Pedro es el Vicario de Cristo, él no es el vicario de la Iglesia y de la multitud cristiana. La jurisdicción no remonta de la Iglesia hasta él, ella desciende de él hasta la Iglesia. Cristo se la da directa e inmediatamente, no se la da primero a la Iglesia con el cargo de transmitírsela.  El concilio Vaticano I denuncia como contrario a la escritura y a la Tradición, el error de aquellos que pretenden que el primado de jurisdicción fue dado inmediatamente y directamente no a Pedro, sino a la Iglesia, y por ella a Pedro su ministro.

Entonces no es posible creerse en comunión con la Iglesia independientemente del Papa, haciendo como si no existiera, rechazando todo contacto y toda relación con él, y el no buscar establecer con él relaciones que nos permitan aceptar su jurisdicción, rechazando en todo el compromiso con sus errores. Que esto sea difícil, delicado, peligroso, y todo lo que quieran, sea. Pero no desearlo, o aún más rechazarlo a priori, es rechazar la comunión con la Iglesia tal y como ha sido constituida por Jesucristo, y tal como ella vive en 2014. No hay un Iglesia de san Pio V, de San Pio X, de Pio XII o de Francisco, está la Iglesia de Jesucristo,  que no tiene nada de idílica y que fue confiada hoy a su Vicario, el papa Francisco. No amar a esta Iglesia. Rechazar el buscar establecer una unión canónica con la Iglesia, en el estado en la que ella se encuentra hoy, tal y como ella vive y sufre hoy, poco importa el que sea el pretexto invocado, es simplemente rechazar a la Iglesia, lo que no es católico.

Y además, en el fondo de todas las disputas, no es mejor reconocer la presencia de un mal espiritual muy pernicioso: el espíritu de contradicción. Podría hablar de mal espíritu, pero prefiero evocar esta forma de espíritu que ama la disputa, no por el deseo de llegar a la verdad, sino por el deseo simple de tener razón. Ernest Hello escribió sobre este tema todo un capítulo, demasiado largo para ser citado. Yo voy a sacar solamente algunas citas: «Desde que estoy en este mundo, veo a los hombres disputarse, y a ustedes también, sin duda, el hecho universal, es una universal contradicción. Observé la contradicción y la injusticia en la ciudad, dice la Escritura (Sal. LIV. 10) El acercamiento de estas dos palabras contienen una enseñanza profunda. La injusticia es hija de la contradicción. La división cubre la tierra. No son los enemigos los que están profundamente divididos, sino los amigos. Ahí en donde la unión parece existir, la división existe, mucho más radical y más intima, (…) Pablo y Pedro en lugar de ayudarse y de completar la visión de uno con la visión del otro, se obstinan uno y otro a negar lo que él no ve por sí mismo. (…) Eran dos hombres inteligentes, hechos para entenderse. Ahora son desgraciadamente dos enemigos, estúpidamente tercos, estúpidamente ciegos, porque la serpiente de la contradicción levantó su cabeza entre ellos dos. Es el espíritu de la contradicción que ha cegado sus ojos y que amarga su corazón, que ciega y separa a las almas. (…) La bondad del corazón tendría un papel inmenso en la reconciliación de los espíritus. Si usted se irrita contra su enemigo, que es posiblemente su amigo, nunca lo convencerá. No olviden nunca las lecciones profundas contenidas dentro de la lengua humana, en la ciencia de las palabras: odiar, en latín, se dice invidere « in…videre » no ver. Posiblemente no hay una sola verdad en la cual la aplicación sea más universal que esta verdad tan simple: Si usted quiere mostrar a un hombre lo que él no ve, comience por ver lo que él ve, y dígaselo. A pesar de todo, lo contrario pasa. Comienza uno por decir no, los unos a los otros, y se llega a esta confusión terrible de la inteligencia. El mal que yo constato es un mal terrible y universal del cual sufre horriblemente toda la humanidad. Pedro se imagina que si él se pone de acuerdo con Pablo todo lo que él puede acordarle sin mentir, Pablo aprovecharía esta confesión contra él. Es lo contrario absoluto de la verdad. Pablo verá lo que ve Pedro, cuando Pedro habrá visto lo que ve Pablo y lo hará proclamar. »

En estos momentos se necesita más que nunca de la oración y de la unión de corazones. Vamos a vivir sin duda meses difíciles y dolorosos. La Fraternidad ya ha conocido en el pasado momentos así, y siempre ha salido más fuerte y unida, para continuar sirviendo a la tradición de la Iglesia y a la Iglesia misma. Ciertamente estos servicios requieren de nuestra parte una extrema prudencia a la vez humana y sobrehumana, pero la prudencia nunca ha significado el rechazo del otro, rechazo de escucharlo, de comprenderlo para convencerlo y finalmente el rechazo de amarlo.


¡Pidamos a Nuestra Señora que nos preserve!



 "Le resumí al cardenal Ratzinger en pocas palabras, porque es difícil resumir toda esta situación; pero le dije : "Eminencia, ved, aún si vos nos acordáis un obispo, aún si nos dais una cierta autonomía con respecto a los obispos, aunque nos deis la liturgia de 1962, si nos permitís continuar con los seminarios de la Fraternidad, como hasta ahora, no podemos colaborar, es imposible, imposible, porque trabajamos en direcciones diametralmente opuestas: vos trabajáis para la descristianización de la sociedad, de la persona humana y de la Iglesia, y nosotros, nosotros trabajamos para la cristianización. No podemos entendernos".