sábado, 25 de agosto de 2018

SOBRE LA DEVASTACIÓN SODOMITA EN LA IGLESIA



"en la Carta escrita por el Papa Francisco con respecto a la “devastación” de la Iglesia norteamericana provocada por la práctica de la homosexualidad en el Clero, ni una palabra se dice sobre la homosexualidad."


La homosexualidad devasta la Iglesia, pero de ella no se habla más


Fuente: Corrispondenza Romana vía Adelante la Fe (Extracto. Traducción retocada)

Salió a luz la “Carta del Papa al pueblo de Dios” que confirma un dato ahora inequívoco: de la homosexualidad, la Iglesia de hoy no quiere hablar más. El tema está formalmente excluido de las prédicas. De hecho, también en la Carta escrita por el Papa Francisco con respecto a la “devastación” de la Iglesia norteamericana provocada por la práctica de la homosexualidad en el Clero, ni una palabra se dice sobre la homosexualidad. Sólo se habla de “abusos”, como si las relaciones homosexuales habituales de un Cardenal con sacerdotes y laicos pudieran pasar en silencio dada la mayoría de edad y el consenso de los protagonistas. Como si no fuera que la homosexualidad es lo que provoca y expande los abusos y no los abusos los que suscitan la homosexualidad. Como si sólo los abusos y no también la homosexualidad, fueran una forma de lacerar la conciencia que el Papa Francisco denuncia en su Carta, ejemplificándola con un no preciso “clericalismo” y sin atribuirla a la homosexualidad.

El escándalo que sacudió al Cardenal McCarrick, que objetivamente tocó muy de cerca al Cardenal Farrell y que recientemente explotó con el informe sobre Pensilvania, se refiere a la práctica de la homosexualidad en la Iglesia y no a otra cosa. Práctica de la homosexualidad que ha golpeado ampliamente a la Iglesia norteamericana y ha llegado muy a lo alto de la jerarquía eclesiástica y vaticana. Pero frente a la devastadora situación que, repitámoslo, tiene por objeto a la homosexualidad y no a otra cosa, se dice todo pero no que la homosexualidad es un desorden, un mal intrínseco, una inadmisible violencia, una práctica gravemente inmoral, un pecado, la negación del plan de la Creación. A la inaudita gravedad de la situación se suma la gravedad aún más inaudita del silencio, que, de hecho, cubre la gravedad de la situación, la esconde, desviando la atención hacia otras cosas importantes pero no centrales. ¿Sin llamar mal al mal cómo se puede combatirlo? ¿Y evitando de llamar mal al mal no se es ya cómplice aunque sin hacer nada?

Si miramos a nuestro alrededor debemos constatar que todos, en la Iglesia, hace tiempo cesaron de valorar moralmente a la homosexualidad y además evitan hablar al respecto. El tema ha desaparecido de las homilías, de los discursos, de la prensa católica. La expresión se conserva únicamente en algunas iniciativas pastorales orientadas a incluir a las parejas homosexuales en el tejido eclesial con modalidades de expresión que sólo son de acogida y no de valoración, valoración negativa de la homosexualidad expresada desde siempre por las Sagradas Escrituras y por el Magisterio de la Iglesia.

Todos callan sobre la homosexualidad, pero después se permite que el P. James Martin hable sobre el tema en el Congreso de la Familia de Dublin, no solo como un problema pastoral sino como una oportunidad para la vida de la gracia.

Es a esta altura que el simple fiel de la Iglesia Católica elabora dos ideas suyas que resumen la situación. Lo primero que le parece evidente es que existe una fuerte presencia homosexual en la Iglesia y la segunda es que esa fuerte presencia actúa para cambiar la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. Es para disipar esta hipótesis que se siente la necesidad urgente de que el Papa, los Cardenales y los Obispos llamen a la homosexualidad por su nombre, sin conservarla en el silencio a regañadientes.

Pero, se dirá, en el Catecismo y en miles de otros documentos del Magisterio -además de en San Pablo- la cuestión está clara y para siempre. Es verdad, pero conocemos el clima teológico de hoy: no hablar más de homosexualidad, o bien hablar sin condenar y dentro de un abierto y dialogante contexto pastoral, con la intención de construir puentes y no muros, de concentrarse en aquello que nos une y no en aquello que nos divide, en la imposibilidad de juzgar porque solo Dios juzga y otros eslóganes análogos … significa dejar las puertas abiertas, haciendo posible la aceptación de hecho sobre la cual después los teólogos construirán la aceptación de derecho, para la que tanto se está trabajando desde hace tiempo. No se habla más de homosexualidad en la Iglesia porque ahora se la entiende como una situación “imperfecta” que debe ser acogida y purificada. Pero entonces el silencio esconde una nueva doctrina.  (Stefano Fontana – lanuovabq.it/)

Nota de C.R.: El sacerdote jesuita James Martin, que sostiene la tesis de que los católicos homosexuales no están obligados a practicar la castidad, fue  invitado por el Vaticano y la Archidiócesis de Dublin a dar una charla en el IX Encuentro Mundial de las Familias. En su cuenta de Twiter, el P. Martin informó el 14 de junio ppdo. sobre la invitación recibida en estos términos: “Estimados amigos: Estoy encantado de aceptar la invitación, del Vaticano y la Archidiócesis de Dublín, para hablar en el Encuentro Mundial de las Familias # WMOF2018 en agosto, antes de la visita de @Pontifex, sobre cómo debe la Iglesia acoger a familias con miembros LGBT. (Cfr. http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=32472).