El Sínodo sobre la familia, especie de nuevo conciliábulo Vaticano III que aparentemente buscaría aplicar hasta sus últimas consecuencias el Vaticano II, quitando las barreras católicas que aún se mantenían en pie, ha originado una nueva dialéctica en el seno de la iglesia conciliar y entre la opinión pública en general, llegando sus efectos, a través de la mediatización vía internet, hasta los movimientos conservadores y de la Tradición católica.
Así la ya conocida pugna entre “conservadores” vs. “ultraprogresistas” o “derecha” vs. “izquierda” se reedita, en este caso teniendo como puntales de ambas posturas por un lado al Cardenal Kasper (delfín de Francisco) y por el otro al Cardenal Müller (abanderado del ala más “ortodoxa” o “conservadora”).
Pero sea que el Card. Müller forme parte de una patraña bien orquestada, o sea que su progresismo no concibe llegar tan lejos como pretende Francisco (lo cual es muy dudoso e improbable teniendo en cuenta su adscripción notoria a la Teología de la Liberación, recordemos además que Müller fue hecho Cardenal por el propio Francisco), lo cierto es que parece tratarse de una maniobra para contentar al ala liberal más conservadora de la curia que se ha visto superada en sus previsiones ante el explosivamente escandaloso pontificado de Francisco. De esta manera una interna diferencial entre liberales-progres y liberales-conservadores, o liberales-ultras y liberales- moderados se estaría dando en el seno de la iglesia surgida del Vaticano II. Pero no cabe sino decir que lo que estos obispos ahora cuestionan por parte del Sínodo de Kasper y Francisco, no es otra cosa que las consecuencias del tan defendido por ellos Concilio Vaticano II, de manera que Francisco está siendo coherente con lo que postularon y realizaron sus antecesores (el mismo “canonizado” Juan Pablo II, admirado por todos los que ahora se levantan fue quien hizo cardenal a Kasper), con la diferencia que su estilo no es disimulado sino abiertamente heretizante y apostático, además de farsesco y chabacano. De manera que aquellos que erigieron altares a los principios liberales, ahora se horrorizan y pretenden condenar sus consecuencias, porque los bárbaros han invadido la ciudad. Es como unabailarina de ballet clásico que aceptó ir al programa televisivo del pornógrafo Tinelli, y una vez allí se negó a “hacer cosas desagradables”. ¿Pero entonces para qué fue? Una vez dentro de la porqueriza, inevitable es ensuciarse. ¿Los obispos que abandonaron y dejaron solo a Mons. Lefebvre, querían aggiornar la Iglesia al mundo? Bueno, entonces deben felicitar a Francisco, pues lo está haciendo a las mil maravillas. ¿Que este mundo sodomizado no les gusta? Pues hagan su mea culpa, porque la pudrición comenzó a acelerarse cuando la Iglesia fue ocupada por sus enemigos en el Vaticano II. Su venerada libertad religiosa, su desacralización, su rechazo de Cristo Rey de las Naciones, así se lo está cobrando el diablo.
Además, en castigo por sus infidelidades y tibiezas en el orden de los principios, Dios los ha castigado enviándoles un azote llamado Francisco, que no tendrá consideraciones misericordiosas (pese a su constante palabreo en contrario) para “depurar” el terreno en vistas al establecimiento de la Nueva Iglesia que demanda el Nuevo orden Mundial.
Esta táctica llevada a cabo mediante el ahora “ortodoxo” Cardenal Müller, coincide en los tiempos con su acercamiento a la Nueva FSSPX y la reunión con su Superior General Mons. Fellay, con quien acordó un futuro de “reconciliación plena”, es decir, un “reconocimiento” para la congregación que fundara el aún “excomulgado” por la iglesia conciliar Mons. Lefebvre. Y la evidente repulsa causada por el extremismo heretizante y cismático de Francisco-Kasper, lleva a algunos a considerar optimistamente una posible reacción por parte del “ala conservadora” (“nuestros amigos en Roma” como decía Mons. Fellay) y entre ellos el materialmente hereje Cardenal Müller. Con lo cual algunos ven si no con buenos ojos, sí ya sin el fuerte rechazo debido a los enemigos de la fe católica a este hombre (por caso este sitio pro-FSSPX con su publicación de la “gran noticia”), a la par que se renueva la prédica acuerdista de “ir a dar testimonio de la fe a Roma” (¡Oh, cuánta caridad y valentía! Lástima no la tienen para los antiliberales que expulsaron de la neo-FSSPX). Así que esta especie de “reacción conservadora o semi-tradicional” que uniría a liberales-conservadores, grupos Ecclesia Dei, líneas-media y la Nueva FSSPX contra los ultra-progresistas –del mismo modo que ocurrió cuando Mons. Fellay identificó con esa corriente al Papa Benedicto XVI- sería una reacción enteramente inútil, en tanto y en cuanto no se vaya al origen del problema y se condene absolutamente los principios que le dieron lugar, consagrados a partir de la revolución del Vaticano II. Pero como vemos que toda esta gente está resabiada de liberalismo, y hasta el mismo Mons. Fellay dijo que no había que hacer de los errores del Vaticano II super herejías, sólo un milagro de Dios que obre la conversión de algunos miembros jerárquicos para llegar a ser auténticos antiliberales y contrarrevolucionarios, podría hacer que esto no termine en una dispersión inútil de sectas o grupos que terminen abdicando de la pelea o simplemente acordando con el sagaz Müller algún reconocimiento y “garantía” de supervivencia. Quizá la astucia de los modernistas esté lanzando un globo de ensayo para discernir mejor puertas adentro y hacer valer su poder para encargarse de los díscolos, y finalmente la astucia desplegada en el Vaticano II vuelva a irrumpir para adormecer a la mayoría. Puede pasar cualquier cosa. Lo cierto es que los tiempos se aceleran y el diablo sabe le queda poco, por eso el apuro con que sus huestes procuran terminar de falsificar la Religión católica para servir a sus intereses.
Lo destacable también es que estas cosas están ocurriendo porque a su debido tiempo las fuerzas del bien, las que decían ser auténticamente católicas no reaccionaron o dejaron de hacerlo. Y por el contrario, los liberales siempre dispuestos al diálogo sin embargo se alistan en su “milicia infernal” con un afán de cruzados que no quieren dejar nada en pie. Por caso esto es lo que ha ocurrido y ocurre en la Neo-FSSPX. ¿Dónde están los discípulos de Monseñor Lefebvre que no reaccionan –y todavía tienen tiempo- contra el liberalismo, el silencio y la traición que les son impuestas en nombre de la “obediencia”, como ocurrió en el Vaticano II? Es interesante ver un detalle nada más para dar cuenta de esto. Un no pequeño disgusto acusó un blog fellecista ante otro blog que, en teoría adscripto a la FSSPX, publicara una de las citas más conocidas y más claras de Mons. Lefebvre, aquella en que afirmara que era inútil dialogar con las autoridades romanas en tanto estas no retornarsen a la Tradición católica que enseñaron sus antecesores. Cayó entonces la acusación de “querer dividir”, de “sembrar cizaña” y otras por el estilo. Mas como luego el blog de la cita antidialoguista publicara otra cita, en este caso contra la neutralidad, muy bien recibió la oportunidad el blog obsecuente y acuerdista paraachacar al blog de la cita que precisamente él anda “entre el sí y el no”, es decir, que no tomaba claramente posición y dejaba un margen de duda respecto de su posición en este conflicto. En este caso y según el blog fellecista, se está con el Superior General o se está contra el Superior General, y evidentemente habiendo ellos tomado posición bajo la bandera liberal del Superior General, se previenen contra aquellos que no toman claramente posición en el combate, que para ellos está claro es este: el combate no es contra los modernistas que ocupan Roma, sino contra los que desafían y ponen en evidencia la traición de Mons. Fellay. Por lo tanto su sentido de la pelea –aunque más que pelear se agiten en repetir slogans y repartir difamaciones- se demuestra más claro que en aquellos que estando en contra de Mons. Fellay y su traición no dan el paso definitivo para alistarse bajo las banderas de quienes lo resisten. En consecuencia, los que suelen tener una prédica más antiliberal y combativa, no dirigen sus dardos a quienes efectivamente les corresponden y al final “generalizan” o pegan en abstracto, es decir, al aire, mientras que nuestros enemigos se dan el lujo de insultar sin el menor escrúpulo. Pero es aquí donde con más razón, teniendo a ésta con nosotros, y todas las evidencias y claridades de nuestra parte, es cuando se debe entender que embestir la malicia y la traición en general y en abstracto es pegar sin eficacia. Gran ejemplo de lo contrario tenemos en los campeones de la fe como, v.gr., San Agustín, que localizaba e individualizaba a aquellos contra quienes dirigía sus acusaciones, los autores o propaladores de herejías: Fortunato, Félix, Pelagio, Gaudencio, Emérito, Adimanto, etc. Por lo tanto si se acusa de ambigüedad al Superior General de la neo-FSSPX, en consecuencia se debe hablar claramente y decir las cosas por su nombre con la energía que el repudio acredita. No hacer esto es dejar que el enemigo avance con sus golpes inescrupulosos, no por convencimiento ni persuasión pero sí por el amilanamiento y pusilanimidad de quienes no osan enfrentarlos y desenmascararlos.
Recordemos estas valiosas palabras de Monseñor Freppel:
“La mayor desgracia para un siglo o un país, es el abandono o la disminución de la verdad. Podemos recuperarnos de todo lo demás, pero jamás nos recuperamos del sacrificio de los principios. Los caracteres pueden doblarse en momentos determinados y la moral pública puede recibir alguna ofensa del vicio o del mal ejemplo, pero no se pierde nada si las verdaderas doctrinas se sostienen en su integridad. Con ellas, todo podrá rehacerse tarde o temprano, los hombres y las instituciones, porque siempre somos capaces de regresar al bien cuando no hemos abandonado la verdad.
Lo que retiraría hasta la misma esperanza de salvación, es la deserción de los principios, fuera de los cuales nada hay sólido ni durable. El más grande servicio que puede hacer un hombre a sus semejantes en épocas de desfallecimiento y oscurecimiento, es el de afirmar la verdad sin temor, aunque no la escuchen; porque es un surco de luz que se abre a través de las inteligencias y, si su voz no llega a dominar los ruidos del momento, por lo menos será recogida en el futuro como la mensajera de la salvación." (Panegírico de San Hilario, 19 de enero de 1873).
La deserción en los principios ha sobrevenido, y ha sido a causa de que defender los principios en toda su integridad significaba tener que aceptar la cruz: la cruz del rechazo, del abandono, de la denigración pública, de la persecución y del castigo, de la burla hiriente y la ridiculización, de la sanción y castigo por parte de las autoridades y superiores, del aislamiento y falta de sacramentos, etc. Es así que si no se ama la cruz tarde o temprano se perderá el amor a la verdad, y entonces se perderá también la caridad y el oscurecimiento dominará la inteligencia hasta llevarnos por un camino de tinieblas donde la desorientación diabólica lo va invadiendo todo. Y quizás se reaccione ante los abusos que no se esperaban y no se desean aceptar, pero ¿desde qué lugar y cómo se lo hará?
Nuevamente hay que mencionar estas palabras de S.S. León XIII que nos animan a recordar siempre el sentido beligerante inherente al ser cristiano, para seguir el combate sin timideces ni componendas con el enemigo, decididamente en el campo del bien y bajo la bandera de Cristo Rey, pues hay que decir una y otra vez para que no se olvide que estamos en guerra:
“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha”.