La Gravedad de la Situación
Eclesial Actual.
¿Hemos llegado al Vaticano
III?
por Don Curzio
Nitoglia
Traducción al
español por Cristina Pallero para Non Possumus.
Francisco
I, entrevistado acerca de la situación religiosa actual por Eugenio Scalfari ha
respondido así: "El Vaticano II
inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decide mirar al futuro con espíritu
moderno y abrirse a la cultura moderna.
Los padres conciliares sabemos que abrirse a la cultura moderna significa
ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces, fue
hecho muy poco en aquella dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de
quererlo hacer" (República 1º octubre 2013, pag.3)
Se nota:
1º) la negación del "principio de no-contradicción"
(humildad=ambición);
2º)
como consecuencia de la apertura al pensamiento moderno, que inicia con el
subjetivismo de Cartesio y llega a la "dialéctica de la
contradicción" de Hegel (Concilio Vaticano II= apertura a la modernidad);
3º)
implícitamente, según Bergoglio, Juan Pablo II y Benedicto XVI habrían
"hecho poco" respecto a la apertura a la modernidad;
4º)
además Francisco I, no contento de lo que ha producido el pos-concilio,
quiere empujarlo a la extrema
consecuencia, mencionando una suerte de "Vaticano III", ya anunciado
oficialmente por Küng, Rahner y Schillebeechk en los años sesenta y lanzado
oficialmente por Francisco I en el 2013 como quería su maestro directo, el
cardenal Carlo María Martini.
Ahora
bien, como la modernidad racionalista estuvo superada por la modernidad nihilista;
así el concilio Vaticano II, objetivamente, está superado por el post-concilio,
el cual -según el papa Bergoglio- no está todavía cumplido, por lo que debe ser
perfeccionado en dirección de la total
apertura a la modernidad, es decir, el "principio de contradicción"
llevado al clímax del nihilismo teológico, en el espíritu de un futuro
"Vaticano III" práctico y no teorizado ni siquiera pastoralmente.
Ahora
en la modernidad ya no hay más Dios, sino que el hombre es contemplado como
creador de la realidad. "La antropología se convierte en un as que se
lleva todo (...) Hoy (...) el hombre es el centro" (Cornelio Fabro,
Introducción a Santo Tomás, Milán, 1.997, 2da. edic.pág.9)
Se
puede decir por lo tanto, sin tener miedo de exagerar que Hegel & Vaticano
II, son el punto culminante e insuperable
de la cultura moderna: una época que es superada y se consume en el nihilismo
absoluto, como resultado del antropocentrismo, o sea Nietzsche & Vaticano
III" anunciado implicítamente por Francisco I.
Creo
poder afirmar sin exagerar que del Vaticano II en la cual Dios se identifica
panteísticamente con el mundo, como han escrito tanto Pablo VI como Juan Pablo
II, estamos pasando -con Francisco I- a una suerte de “Vaticano III"
práctico-práctico, en la cual Dios personal, real y trascendente es negado no
especulativamente, sino prácticamente, o "muerto" nihilísticamente
como realidad objetiva que existe en sí y por sí.
En efecto, por el modernismo, el idealismo y la masonería, se puede admitir una
idea subjetiva del hombre sobre Dios que sería una creación del hombre, pero no
un conocimiento cierto de un Dios real y objetivamente existente. El nihilismo
postmoderno indica el cumplimiento último del antropocentrismo del Vaticano
II llevándolo hasta la antropolatría.
Pero
el nihilismo es la raíz de los males de hoy ya que el nihilismo (explotado en
toda su virulencia en 1968 y preparado a
partir de los años 20/30 en la "Escuela de Fráncfort" y del
"Estructuralismo francés"), radica en este tipo de sociedad
mundialista, globalizada, progresista, tecnológica-científica y hedonista.
Análogamente, podemos hablar de "Vaticano III" como el complemento nihilístico
y la solución final del Vaticano II.
La
cultura y la teología contemporánea modernista han perdido el sentido de
aquellos grandes valores que, en la edad antigua, medieval y pre-conciliar,
constituían los puntos de referencia esenciales, y en gran medida indispensables,
en el pensamiento y en la vida natural y sobrenatural.
A
la filosofía actual o post-moderna, falta incluso la razón de ser, el objetivo y la finalidad de
vivir, la respuesta al ¿por qué? que todavía se plantean -aunque de manera
mutilada por el subjetivismo- en la modernidad idealista. El pensamiento
contemporáneo es el nihilismo filosófico, donde los valores supremos (ser,
conocer y moralidad) se desvalorizan. En efecto, ya no queda nada del ser por
participación y por esencia, la realidad, la verdad, el bien, todo queda en la "nada" donde todo
se hunde.
El
hombre ha buscado así, darse a sí mismo los atributos que antes de la
modernidad y del Vaticano II se confería Dios. Pero, "la muerte de
Dios" de la post-modernidad y de la antropología del "Vaticano
III" comporta también la eliminación de todas las propiedades de los
atributos divinos, por el cual después de haber "matado a Dios" el
hombre post-moderno y el clérigo modernista, permanecen sin Dios y sin poder
apropiarse de sus cualidades; mientras el Dios tradicional, trascendente y
personal, objetiva y realmente existente, los hizo "partícipes de su
naturaleza divina", de manera limitada y finita, a través de la Muerte y
Resurrección de Cristo fuente de la gracia santificante.
Marx
es el maestro de un cierto tipo de nihilismo, en el que la primacía pertenece a
la práctica, lo que conduce al olvido de la verdad que es reemplazada con
aquello que conviene (pragmatismo) o con la "disciplina del partido".
En el año 1968 se decía: "busca el poder, y todo el resto vendrá por sí
mismo". Este es el verdadero ideologismo y el modernismo cumplido.
El ideólogo/modernista
no es aquel que busca la verdad como conformación a la realidad. No. El
ideólogo/modernista, sub-especie moderna de intelectualoide al último grito, no
se preocupa de la verdad objetiva "adaequatio
rei et intellectus", sino que se auto-convence o se hace creer que
"lo que cuenta es aquello que se cree que es la verdad o que es juzgado
por verdadero" con la fuerza abrupta o con la persuasión alucinógena de la
depravación liberal.
El
verdadero filósofo-teólogo es el contrario del ideólogo/modernista, él sabe
vivir y morir en concordancia con el propio pensamiento, que ha buscado de
adecuar a la realidad a lo largo de toda su existencia. El ideólogo/modernista
está en desacuerdo con el recto pensamiento o adecuación del intelecto a la
realidad y se quiere auto-convencer que la práctica es superior a la teoría, el hacer al ser; el
verificar al conocer la verdad. El debe vivir con la mentira, sobre todo, debe
mentir y esconder la realidad a sí mismo. Donde la verdad aparece clara si se
escudriña con honestidad la realidad objetiva, mientras allí se debe querer
esconder si se quiere vivir según los propios sofismas subjetivistas y no según
la realidad cuando ésta molesta.
Entonces, a esto se
pregunta retóricamente, cómo hace continuamente Francisco I sin atender
respuesta, "qué cosa es la
verdad". Qué cosa puedo decir yo de la homosexualidad?, de los divorciados?, de los abortistas?. Vale aún la pena hacerse
crucificar para "dar testimonio a la verdad"?. No se debe hablar más
de estos valores "no negociables". Así- sin decirlo expresamente- se
deja errar y hacer el mal prácticamente. Ésta lamentablemente, es la táctica de
Bergoglio, que solo la Omnipotencia divina podrá detener.
He aquí, entonces las consecuencias de la apertura a la modernidad. En
efecto, cuando se niega el primer principio especulativo de identidad y no
contradicción (sí=sí, no=no, sí=/=no), se pierde también el principio primero
de orden práctico o la sindéresis "bonum
faciendum, malum vitandum" que reposa sobre aquello de identidad
(bien=bien, mal=mal, bien=/=mal), por el cual se pierde la noción del bien y
del mal, allí se confunde y se toma el mal por bien o viceversa.
Todo es prácticamente lícito: el divorcio, el aborto, la homosexualidad.
Sobre todo que no necesita debatir teóricamente y dogmáticamente sobre tales
cuestiones superadas de la vida moderna y contemporánea. La verdad no es más la
"conformidad del intelecto a la realidad" (Aristóteles y Santo Tomás
de Aquino), sino la "conformidad del intelecto a las exigencias de la vida
contemporánea" (Maurice Blondel). Dado que las exigencias de la vida
contemporánea exigen cada tipo de depravación teórica (negación de los primeros
principios especulativos por sí notorios y evidentes) y práctica (negación de
la sindéresis: necesidad de hacer el bien y huir del mal"), pues necesita
dejar hacer sin preocuparse de la verdad o moralidad objetiva, natural y
sobrenaturalmente revelada.
El "principio de identidad" (sí=sí, no=no) que tiene lo justo y
lo directo de la filosofía clásica de
Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, hasta aquella patrística (San
Agustín) y escolástica (San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino) estuvo negado
en la antigüedad por los sofistas y tiene caracterizado el punto central de la
filosofía moderna, sobre todo hegeliana, la cual se basa sobre la "contradicción"
cual medio para alcanzar al conocimiento
filosófico ("tesis, antítesis, síntesis").
Las consecuencias prácticas, éticas y morales de tal rechazo han sido
tratadas por la filosofía post-moderna y contemporánea a partir de Nietzsche,
Marx y Freud, según la cual necesita demoler el sistema de los valores morales
clásicos y cristianos para sustituirlos por uno diametralmente opuesto, que juzgue
bien aquello que era mal y mal, aquello que era bien. Se puede decir que la praxis de Francisco I iguala la filosofía
post-moderna y supera aquella moderna; supera al Vaticano II e inaugura el
espíritu del "Vaticano III".
Ahora, Lucifer es el "patrón" de la modernidad y post-modernidad.
En efecto, según Santo Tomás (Sum.Teo.I,q. 63,a.7) Lucifer ha caído
inmediatamente después del instante de su creación, ya que por un pecado de
soberbia naturalística deseó y prefirió el bien proporcionado a las fuerzas de
su naturaleza angélica a lo sobrenatural
de la Visión beatífica de Dios cara a cara, por un pecado de orgullo inmanentista
que quiere la beatitud sobrenatural como debida a su naturaleza angélica y no como un don gratuito de Dios (Sum.teol.
I,q. 63; contra Gent. lib. III,cap.110; De malo, q.16,a.2,ad.4).
Estos dos errores, y aún el segundo, los encontramos en la teología modernista
y neo-modernista condenada por San Pío X (Pascendi, 1907) y Pio XII (Humani
generis, 1.950) modernismo sostenido especialmente por Henri de Lubac (en su
libro Surnaturel del 1946), condenado en los años 50 por Pío XII, pero llamado
como "perito conciliar" por Juan XXIII al Vaticano II en 1960. El nihilismo
completo es por lo tanto una reedición del titanismo del siglo XX, del
prometeísmo y del luciferismo. "Eritis
sicut dii" ha prometido Satanás en el Paraíso a Adán y Eva. Pero "lo que quiere hacer el ángel,
hace la bestia", y por eso nos hallamos "en este valle de
lágrimas". Ícaro (en la mitología) quería volar con las alas que se había
construído, pero se derritieron a la luz del sol, de modo que el pobre Icaro no
llegó al cielo, sino que se precipitó a tierra.
Ahora el Concilio Vaticano II ha querido dialogar y hacer propia la
modernidad como categoría filosófica y en el post-concilio no solo algún
teólogo, sino los "peritos conciliares" más afamados y enteras Conferencias episcopales,
han sacado las conclusiones, sea en el campo dogmático o moral, las cuales son equiparables
al espíritu del 68, preparadas en la Escuela de Fráncfort y del Estructuralismo
francés. Por ejemplo, en 1965 Herbert Marcuse en "Eros y Civilización"
(Turín, Einaudi, 1966) pedía la liberalización de la realidad (pág. 277) sea
ontológica o moral, exaltando la impetuosa fuerza revolucionaria de la
homosexualidad (Eros y Civilización, cit.pág.192). Juan Pablo Sartre en 1969
auspiciaba el incesto como liberación de la familia (Tout n.12) y en el 1977 se
pronunció a favor de la pedofilia (Le Monde, 26 de enero).
Las mismas ideas del 68 las encontramos en el tristemente célebre
"Catecismo" holandés y en la Conferencia episcopal belga, que se ha
alienado a favor del homosexualismo y de la pedofilia.
Se ve además, también en El Curso de Instrucción de la religión Católica,
titulado: "Un camino de estrellas" ediciones Elledici, Turín, 2011
con "Nihil Obsta" del
Presidente de la comisión episcopal Italiana cardenal Angelo Bagnasco
(protocolo n.811/2.010) del 19 de noviembre del 2.010. El capítulo
"Creyentes en el diálogo" en la página 73 y 74 refiere: “Todas las religiones son un camino hacia
Dios, como se explica en el pasaje que te presentamos. En una aldea de ciegos
se escuchó que arribaría un rey encima de un elefante. Ninguno de ellos nunca
se habían acercado a un elefante y se decían: "quien sabe cómo será
hecho?". A su llegada un grupito se acercó para intentar conocerlo. El
primero le tocó la trompa, el segundo un colmillo, el tercero una oreja, el
cuarto una pata, el quinto la panza y el último la cola. Regresaron a su casa
convencidos de saber exactamente cómo era. "Oh, es fantástico" dice
el primero que había tocado la trompa, "así lento y suave, largo y
fuerte". "No", dice aquél que había tocado el colmillo: "Es
corto y muy duro"; "Os habéis equivocado ambos" dice el
tercero:"es plano y sutil. "Oh, no" dice el cuarto que había
tocado la pata: "es como un árbol!". También los últimos dos
intervinieron: "Es como un muro!" "como una cuerda!".
Dijeron y discutieron, hasta litigar y pegarse. Finalmente, llegó alguno que
veía bien y dice a los ciegos: "Tenéis razón todos. Todas estas partes
juntas, forman el elefante" (...). La historia de los ciegos y del
elefante muestra que hay tantos caminos para llegar a Dios; ellos parecen muy
diversos entre sí. En realidad, todos tienen características comunes”.
En breve, para la CEI -como para el Esoterismo y la Masonería- ninguna
religión es verdadera en sí, ni siquiera la Religión Católica, sino solo
tomándolas todas juntas llegaremos a la verdad. Ellas parecen solo aparentemente
diversas, pero en realidad son iguales tomadas todas juntas, es por esto que se han reunido todas en Asís,
en 1986- 2012.
En el hombre, después del pecado original, están las tendencias o
inclinaciones desordenadas, que lo empujan al mal. Ellas son las tres concupicencias: Orgullo, Avaricia
y Lujuria. Es decir, la educación de las pasiones o instintos sensibles humanos
es de capital importancia. No se trata de anular o reprimirlas, sino de
educarlas y subordinarlas al intelecto y a la voluntad. Habiendo abandonado la
moral y la ascética tomista y contra reformista para adherir al modernismo
moral y ascético llamado "Americanismo",
por León XIII en Testem benevolentiae,
el tehilardismo (al final de los años 30), el Concilio Vaticano II, el 1968 y
el post-concilio han abierto la puerta a la fuerza propulsiva y destructiva de
las pasiones desordenadas. No se ha querido más enseñar a sublimar, a dominar,
a controlar las pasiones para llevarlas al bien, sino, bajo pretexto de no
"reprimir", se las ha
dejado freudianamente en potestad del desorden, que lleva al hombre a obrar
mal. He aquí cómo se ha llegado al catecismo holandés, al belga, a la moderna
apertura práctica a la comunión a los divorciados y a la homosexualidad.
Se necesita vivir como se piensa (Fe
y buenas obras) de lo contrario se termina por pensar (luteranamente) como se
vive ("pecca fortiter sed fortius
crede"). Ciertos hechos han sido planificados y pensados del
tehilardismo ("el eterno afeminado") del Vaticano II ("connubio
ilegítimo con la modernidad") del post-concilio ("postmodernidad")
y hoy vienen inclinados al paroxismo del "Vaticano III" iniciado prácticamente
de manera oficial por el papa Francisco I en diálogo con el "pontífice
laico" Eugenio Sclfari el 1º de octubre del 2013.
Ahora bien, un error no se corrige con otro error ("Concilio Vaticano
III", requerido por Küng, Martini y Bergoglio) o con una media verdad
("Hermenéutica de la continuidad”
aclamada y no probada) sino con la verdad integralmente afirmada.
Por ejemplo, cuando después del Humanismo y el Renacimiento explotó la
revuelta protestante, la Iglesia se interrogó y comprendió que las falsas ideas
y las costumbres relajadas humanísticas-renacentistas se habían infiltrado en
el clero y en el pueblo católico y quiso reformarlas a través del Concilio de
Trento, en el cual la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino estaba abierta
delante al altar de la Asamblea conciliar tridentina. De ella nace el
florecimiento teológico y ascetico de la Contrarreforma (según la escolástica y
la espiritualidad ignaciana) que han producido insignes teólogos, Doctores
eclesiásticos y grandes santos.
Hoy se necesita, con la gracia de Dios, re-educar
a todo el hombre, en lo físico, en las pasiones sensibles, en las ideas y en el
actuar moral y sobrenatural. No es la
modernidad del Vaticano II que nos salvará, ni siquiera el diálogo
interreligioso del "Vaticano III", sino la Verdad, que es Jesucristo
"heri, hodie et in saecula" y el "Tradidi quod et accepi".
No debemos hacernos ilusiones.
Ya la revolución (individual, familiar, financiera, social y también religiosa)
se ha quitado la máscara y habla más que abiertamente. Después del aparente freno
durante el pontificado de Benedicto XVI, la subversión teológica ha retomado
todo su impulso, que de antropocéntrico se hace antropolátrico y por ende,
ateístico. Veremos la abominación en el Lugar Santo con mucho más empuje que
aquel que hemos debido soportar por 51 años (11 de octubre de 1962, hasta hoy).
La táctica de Bergoglio de
hablar sin teorizar para dejar hacer y para destruir es una avalancha que sólo
la omnipotencia divina podrá detener.
A esta entrevista antes citada, seguirán en poco tiempo otras 100 homilías,
entrevistas, todavía más radicales. No
tengo la intención de dejarme arrollar por esta marea de errores filosóficos-teológicos prácticos y no
teorizantes. No se puede ir detrás de ellos, es muy veloz y destructiva, es una
especie de tsunami "a-teológico". Se necesita tener la paciencia de
esperar la intervención de Dios, el cual no puede permitir que esta furia devastadora
avance al infinito y aniquile todo.