Sobre lo que debería hacerse con las
enseñanzas del Vaticano II, la peor catástrofe de toda la historia de la
Iglesia, no hay unanimidad entre los tradicionalistas.
Sintetizando las principales posturas,
se puede decir que mientras unos piensan que en los textos del concilio se debe hacer la distinción de las
verdades y de los errores, aceptando aquéllas y rechazando éstos; otros,
por el contrario, afirman que lo más sano es declarar la nulidad de todo el concilio.
Cabe preguntarse en cuanto a este
problema, recurriendo a una analogía sencilla: ¿qué conviene hacer con un
pastel envenenado? ¿Separar lo venenoso de lo inofensivo, o arrojar el pastel
completo al basurero? En cuanto al concilio, quizá unos pocos buenos teólogos
sean capaces de hacer esa separación o distinción (trabajo que hasta para ellos
será, no pocas veces, arduo en extremo), pero ¿qué hay del común de los fieles?
Notamos, con preocupación, una
tendencia a adherir a la primera postura, es decir, a rechazar el concilio, salvo
en cuanto a las partes buenas, o -dicho de modo inverso- a aceptar el Vaticano
II, salvo sus partes malas. De hecho, tal
es la idea de Monseñor Fellay (Cfr. Declaración Doctrinal de abril de 2012).
Dadas las graves consecuencias que esto puede acarrear, nos parece muy
importante que entre nosotros, tradicionalistas, no se dé por zanjada la
cuestión.
Sobre este asunto,
algunas citas que nos pueden ilustrar:
a) Cita de Monseñor Lefebvre (“Fideliter” Nº 66, noviembre-diciembre de 1988):
“Suponiendo que de aquí a determinado tiempo Roma nos llame, que quiera volver
a vernos, retomar el diálogo, en ese momento sería yo quien impondría
condiciones. Ya no aceptaré estar en la situación en la que nos encontramos
durante las conversaciones. Eso terminó. Yo presentaría la cuestión en el plano
doctrinal: ¿Estáis de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los Papas que
os precedieron? ¿Estáis de acuerdo con la “Quanta Cura” de Pío IX, con la “Inmmortale
Dei” y la “Libertas” de León XIII, con la “Pascendi” de San Pío X, con la “Quas
Primas” de Pío XI, con la “Humani Generis” de Pio XII? ¿Estáis en plena
comunión con estos Papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptáis todavía el juramento
antimodernista? ¿Estáis a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?
Si no aceptáis la doctrina de vuestros antecesores, es inútil que hablemos. Mientras no aceptéis reformar el Concilio
considerando la doctrina de estos papas que os precedieron, no hay diálogo posible.
Es inútil.” Ahora bien, la historia ha probado que los modernistas de Roma adhieren de una manera tal al concilio, que parece sumamente improbable que algún día
acepten corregirlo.
b) Cita de Monseñor Williamson (Comentario Eleison 269, 8 de septiembre de
2012, “La Ambigüedad de Abril”): “La Tradición preconciliar debe ser la medida
y el juez de las enseñanzas del Concilio (y no al revés). 2/ De tal manera que la enseñanza Conciliar y
postconciliar debe ser completamente tamizada comparándola con el conjunto de
la enseñanza Tradicional anterior al Concilio, 3/ de tal manera que no se
contradiga en ningún punto con lo que ha enseñado el Magisterio anterior al
Concilio, 4/ no aceptando ninguna
interpretación ni texto en ruptura con la Tradición o el Magisterio
preconciliar”.
c) Cita del "Breviario sobre la Hermandad San Pío X": “El Concilio mismo anima las tendencias liberales (y su
impulso se convertirá en la política vaticana postconciliar) y se separa de la
enseñanza católica tradicional. Pero no tiene autoridad para ninguna de las dos
cosas. Nuestra posición debe ser: «nos
negamos y nos hemos negado siempre a seguir a la Roma de tendencia
neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio
Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de él surgieron».
Y en torno a esas tendencias
neomodernistas gira todo el Concilio.”
d) Cita del R.P. Álvaro Calderón (“La Autoridad Doctrinal del Concilio Vaticano
II”, ponencia expuesta en el Simposio por los 40 años del inicio del Concilio
Vaticano II): “Las declaraciones conciliares no pueden contribuir en nada al
modo ordinario del magisterio, pues el vicio que las afecta impide vincularlas
a las declaraciones del magisterio auténtico anterior. Si hay una página, por
dar un ejemplo, que parece reafirmar y hacer progresar la enseñanza tradicional
es, justamente, la que trata de la autoridad del magisterio jerárquico, en el
n.25 de Lumen Gentium. ¿podemos al
menos rescatar este texto? No, por cierto, porque en el capítulo anterior este
mismo documento ha subordinado el oficio jerárquico al sensus fidei, lo que obliga a entender la doctrina del n.25 de
manera muy distinta a lo enseñado por el vaticano I. Además, la misma noción de
infalibilidad se desdibuja al sostener que las fórmulas dogmáticas son siempre
inadecuadas para expresar el misterio revelado, permitiendo siempre un cierto
pluralismo. (…) El magisterio conciliar
no sólo carece de autoridad, sino que es reprobable... Es claro que la
doctrina que anima los documentos conciliares responde a la de la nueva
teología, condenada repetidas veces por los papas anteriores de manera general
por su intrínseco relativismo. Por lo tanto, la doctrina conciliar no sólo
carece de valor como magisterio simplemente auténtico, no solamente está exenta
de autoridad simplemente teológica, sino que es en su conjunto reprobable, al menos por estar impregnada del
relativismo del pensamiento moderno, puesto de manifiesto en la deliberada
ambigüedad de su lenguaje… terminamos
nuestra exposición expresando el vehemente deseo que este simposio por los
cuarenta años del concilio vaticano II declare solemnemente la nulidad del
magisterio conciliar. Porque la
ingente multitud de nuestros trabajos ha probado que su doctrina está
pervertida por el ángulo que se la mire (…)”. Muy similar es el pensamiento
de Monseñor Tissier de Mallerais al respecto.
Nuestro parecer: dado que salus
animarum suprema lex, pensamos que se
debe optar por lo más seguro para las almas y por eso adherimos a la idea de rechazar todo el concilio declarando la nulidad
del mismo, lo cual no implica declarar la falsedad de todas y cada una de
las partes del concilio, sino proclamar el nulo
valor del Vaticano II como “Magisterio de la Iglesia”, para salvaguarda de
las almas, para bien de la Iglesia y para gloria de Dios.
Un Sacerdote
de la FSSPX
04-04-2013