El pasado
15 de abril, se hizo público el texto de Monseñor Fellay que deberá aparecer
próximamente en la Carta a los amigos y
benefactores de la Fraternidad. Si lo consideramos de manera aislada, este
texto es firme ya que se compone principalmente de citas de Monseñor Lefebvre.
Monseñor Fellay reconoce “la actualidad
del análisis” de nuestro Fundador que sigue siendo “el hilo conductor de su posición doctrinal y de la acción” de la
Fraternidad. “Su percepción muy justa, a
la vez teológica y práctica, sigue teniendo vigencia”. La profesión de fe
con la cual se abre la famosa declaración del 21 de noviembre de 1974 “es la de todos los miembros de la
Fraternidad”. En fin, “actualmente,
siguiendo la misma línea, no podemos hacer más que repetir lo que afirmaron
Mons. Lefebvre y el P. Schmidberger en pos de él. Todos los errores que ellos
denunciaron, nosotros los denunciamos”. ¡Vaya que esto sirve para tranquilizar a los más desconfiados!
Pero…
si se considera este texto, no de manera aislada sino en el contexto actual de
la Tradición, no podemos dejar de interrogarnos: ¿Es creíble Monseñor Fellay? O
más precisamente ¿debemos creer a Monseñor Fellay en su declaración del 15 de
abril de 2012 o en su declaración del 15 de abril de 2013? De un 15 de abril a
otro, el contraste es sobrecogedor. “El
análisis de Monseñor Lefebvre” sigue verdaderamente siendo “el hilo conductor de la posición doctrinal
y de la acción”? ¿Y del superior general de la Fraternidad en el 2012? “la situación de la Iglesia está
prácticamente sin cambios” en la
pascua de 2013: eso no es lo que leímos en el editorial de Cor unum de marzo de
2012.
Entonces,
¿cómo comprender el texto del último abril? ¿No podemos temer que este giro
hacia la derecha esté destinado a tranquilizar y dormir a los que todavía
resisten la política de la adhesión a Roma? Para que Monseñor Fellay vuelva a
ser creíble, son necesarias tres condiciones:
1.
Un mea culpa que no se equivoque de pecho :
Monseñor Fellay reconoce que “la Fraternidad se halló en una posición
delicada (¡qué eufemismo!) durante
gran parte del año 2012” (¿y ahora?), pero explica inmediatamente que las dificultades
provinieron de las “exigencias” y de
la “falta de claridad” de Roma. El
superior general y la casa general ¿no tuvieron nada que ver? Es indispensable
que Monseñor Fellay se retracte explícitamente de ciertos escritos y ciertos
hechos del año pasado: entre muchos otros, citemos simplemente la vergonzosa
respuesta del 14 de abril a los tres obispos, la escandalosa Declaración del
15, la penosa declaración del Capítulo general, las odiosas sanciones que han
recaído sobre un obispo, sacerdotes (exiliados o expulsados) y religiosos
(ordenaciones retardadas)…
2.
La reafirmación solemne,
en una declaración dirigida simultáneamente a la Santa Sede y a todos los
obispos, sacerdotes y fieles de la Tradición, del principio: “no al acuerdo
práctico sin acuerdo doctrinal”. Precisando cuidadosamente el sentido de las
palabras con el fin de evitar cualquier ambigüedad y para que nadie se imagina
que habría “acuerdo doctrinal” por el
simple hecho que Roma nos acepte tal como somos.
3.
La crítica firme y
pública de la Roma actual y del papa actual. Monseñor Lefebvre no se contentó
con denunciar los errores, sino que no dudó en atacar, con respeto pero con
vigor, a los fautores de errores; no solamente a los obispos, sino que también
al mismo papa. Hacia el final de su texto, Monseñor Fellay parece criticar
tímida y discretamente (sin osar nombrarlo) al papa Francisco, pero no denuncia
los numerosos escándalos que han marcado las primeras semanas de su pontificado.
Y DICI nos vuelve a presentar la historia de Eneas y Pio, comparación que el
Padre Célier intentó en el 2005 para Benedicto XVI. Desde hace ocho años, el
número de portadores de anteojos rosas ha crecido de manera aterradora.
Concluimos proponiendo en voz alta lo que piensan
en voz baja muchos sacerdotes y fieles: cuando un superior ha puesto en tanto
peligro la obra que le fue confiada, conviene que después de haber reconocido
sus errores, renuncie a su cargo. Esta es al menos una “condición deseable”
para salvar la pequeña parte que queda sana de la Fraternidad. Puede que sea
mejor una condición “sine qua non”.
UN SACERDOTE.-