Nadie podrá negar la lucidez con que el Superior
general de la FSSPX, Padre Davide Pagliarani, en una nueva
entrevista, analiza los
errores diseminados por la actual Jerarquía de la Iglesia, en particular por
Francisco, consecuencia necesaria de lo iniciado en el concilio Vaticano II. Es
indudable que “la enseñanza objetivamente
desconcertante del Papa Francisco no supone una consecuencia extraña, sino que
es la consecuencia lógica de los principios establecidos en el Concilio. El
Papa saca de ella algunas conclusiones últimas... por el momento”. También
es cierto “que Todo se reduce, directa o
indirectamente, a una noción equivocada de la Iglesia. Una vez más, el Papa
Francisco sólo saca las conclusiones últimas de las premisas que estableció el
Concilio”. Coincidimos también en que quienes critican el actual
pontificado de Francisco, “deberían tener
la lucidez y el valor de reconocer que existe una continuidad entre las
enseñanzas del Concilio, de los Papas de la era postconciliar y el pontificado
actual. Citar el magisterio de «San» Juan Pablo II, por ejemplo, para oponerse
a las novedades del Papa Francisco, es un pésimo remedio, condenado desde el
principio al fracaso. Un buen médico no puede quedar satisfecho con unos pocos
puntos para cerrar una herida, sin extraer primero la infección que se
encuentra en la herida. Lejos de nosotros despreciar estos esfuerzos, pero al
mismo tiempo es una cuestión de caridad indicar dónde radica la raíz de los
problemas.” El análisis del P. Pagliarani nos parece inobjetable y
claramente expresado. Sin embargo, una vez más debe decirse, como se ha hecho
en anteriores oportunidades, que su posición cae en la incoherencia debido a la
actuación de la FSSPX con relación a Roma. Vamos a explicarnos.
En la entrevista se dice a manera de subtítulo, que
“el pluralismo conciliar convierte a toda
oposición en estructuralmente ineficaz”. Esto debido a que la Iglesia ecumenista
y dialogante se permite aceptar todo tipo de crítica o disensión, sin por ello
verse obligada a cambiar de rumbo. En la democracia, la pluralidad de ideas circulantes
es una de sus características fundamentales. Como dice Pagliarani, “Tenemos ante nosotros una Iglesia que está a la
escucha y, por lo tanto, necesariamente escucha voces que pueden diferir entre
sí. Dando una comparación, en un régimen democrático, por ejemplo, siempre hay
un lugar, al menos aparente, para las oposiciones, que, de alguna manera,
forman parte del sistema porque muestran que se puede discutir y tener una
opinión diferente, y que hay espacio para todos. Esto, por supuesto, puede
fomentar el diálogo democrático, pero no la restauración de una Verdad absoluta
y universal, y una ley moral eterna. De esta manera, el error puede enseñarse
libremente, junto con una oposición real pero estructuralmente ineficaz e
incapaz de poner las verdades en su lugar.” Y concluye sabiamente el Superior
general: “Por lo tanto, hay que salir del
sistema pluralista en sí mismo; y este sistema tiene una causa: el Concilio
Vaticano II”.
Bien,
¿y qué acaba de decir recientemente Pagliarani en una conferencia dada en Buenos Aires? Que la
FSSPX va a continuar las conversaciones doctrinales con Roma, con la Roma que
no quiere salir del Vaticano II y el modernismo. Por lo tanto, la FSSPX entra de
lleno en lo que Roma considera un “diálogo democrático” y no “la restauración
de una Verdad absoluta y universal” (dicho con las mismas palabras del P.
Pagliarani). Es decir que la FSSPX entra
sabiendas en el juego, acepta una diálogo “ineficaz e incapaz de poner
las verdades en su lugar”, puesto que la Roma actual no acepta salirse del
marco inquebrantable del Vaticano II. Es como alguien que declama una y otra
vez contra la democracia, mientras forma un partido político para participar de
la misma. Al sistema esas declaraciones “comprometidas” no le harán nada.
Y no
sólo eso, sino que la FSSPX acepta en la práctica colaborar con esta Roma
modernista, v.gr. en la celebración de los matrimonios, o en la acogida de un
obispo modernista y judaizante, Mons. Huonder, en sus filas, el cual ha
afirmado estar allí para contribuir a la voluntad de Francisco de lograr un
acercamiento más estrecho entre la FSSPX
y Roma (como bien afirma alguien en el foro de la Resistencia de Francia, la
llegada oficial de Mons. Huonder al seno de la FSSPX tendrá una consecuencia
que los superiores de la misma quizás no han previsto, y es que si la FSSPX no
les exige re-consagrarlos ni les exige una profesión de fe antimodernista y
anti-liberal, y poco a poco cumplen un ministerio, no tendría sentido que más
adelante la Fraternidad demande a Roma permiso para consagrar nuevos obispos,
teniendo ya obispos con ministerio en su seno. Es por la “práctica” que poco a
poco se va uniendo más a la iglesia conciliar, sin que haya reacciones en
contrario).
De
manera tal que, antes que a las palabras, prestemos atención a los hechos.
Como
se dice en este artículo ,
la FSSPX es partícipe de la praxis revolucionaria conciliar vaticana.
Así
es un hecho que la FSSPX minimiza la responsabilidad de Francisco -éste sólo
saca las consecuencias de lo que le enseñó el concilio, nada más-, y así evita
decir que “El Rey está desnudo” para afirmar solamente que “El Concilio está
desnudo”, pues es mucho más fácil criticar duramente un hecho histórico del
pasado que una autoridad del presente, lo cual podría acarrear consecuencias
negativas para una FSSPX que, según Pagliarani, “Tiene una libertad de tono que le permite hablar abiertamente, sin
temor a perder los beneficios de los que goza... Esta libertad es indispensable
en las circunstancias actuales”. Tanta “libertad” tiene la actual FSSPX que
recientemente Francisco difamó a Mons. Lefebvre afirmando que éste cometió un
cisma (ver acá).
Una semana después, la FSSPX no ha hecho ninguna declaración corrigiendo la
mentira propalada por Francisco, ni siquiera Pagliarani ha aprovechado la entrevista
(hecha por la misma FSSPX,) para aclarar este punto y salvar el honor de Mons.
Lefebvre. ¡Y estamos hablando de su Fundador! Ni hablemos
de la “libertad” que demostró tener cuando fue la famosa entrevista a Mons.
Williamson en el 2009, bajando la cerviz ante el poder sionista y expulsando
luego injustamente a uno de sus obispos. En fin, tanta libertad como para no
hablar más de “iglesia conciliar”, de herejes modernistas, y hasta de liberales
(todas estas, expresiones malsonantes en la FSSPX desde el 2012, hirientes de
los oídos de los que aman más la conciliación que la Verdad y la Cruz de
Cristo).
Sí, Francisco continúa lo iniciado por
el concilio y los papas modernistas, pero Francisco es más escandaloso, más blasfemo,
más progresista, más demoledor que sus predecesores. Y si Francisco, “tal cual
es”, le ha estado haciendo “favores” a la FSSPX “tal cual es”, no es porque
Francisco sea imbécil al punto de favorecer la Tradición, sino porque parece
saber muy bien cómo abrazar para asfixiar a sus enemigos. La Fraternidad sabe lo que debe no decir “para no perder los beneficios de los que goza…”
Verdadera libertad tenía Mons. Lefebvre,
cuando decía “No tengáis punto de
contacto con aquel que está encargado de destruir la Tradición. Ellos no saben
qué hacer para dividirnos y están sorprendidos de tanta resistencia. Ellos
parecen no comprender que se trata desde el principio de un problema de fe”
(10 de enero de 1989, acá).
Como leímos en un aforismo: “Quien no
es perseguido por sus enemigos, sospeche. No de su doctrina, sino de sí”.
Con el debido respeto a la investidura y atendiendo
a las circunstancias, deben señalarse claramente y con valentía a los enemigos
de Cristo y de la Iglesia. ¿Y el mismo Mons. Lefebvre
no calificaba de “anticristos romanos” a los liberales y modernistas que desde
el concilio se apoderaron del Vaticano? En efecto, San Francisco de Sales escribía: “Los enemigos declarados de Dios y de
la Iglesia deben ser censurados y censurados con toda la
fuerza posible. La caridad obliga a gritar «al lobo» cuando un
lobo se infiltró en medio del rebaño, e incluso en cualquier lugar que se lo
encuentre”.
Nuestro Señor no dijo que los escribas
y fariseos llegaban a conclusiones lógicas de su doctrina, y por eso lo
condenaban. Nuestro Señor los llamó serpientes, sepulcros blanqueados, hipócritas
e hijos del diablo, y por eso lo persiguieron y mandaron crucificar. Y hasta
cuando Pedro se opuso a su pasión lo tildó de “Satanás”.
Como decía Sardá y Salvany: “Soldados con armas de envenenados
proyectiles son los autores y propagandistas de heréticas doctrinas; sus armas
son el libro, el periódico, la arenga pública, la influencia personal. No
basta, pues, ladearse para evitar el tiro, no; lo primero y más eficaz es dejar
inhabilitado al tirador. Así, conviene desautorizar y desacreditar su libro, periódico
o discurso; y no sólo esto, sino desautorizar y desacreditar en algunos casos
su persona. Sí, su persona, que éste es el elemento principal del combate, como
el artillero es el elemento principal de la artillería, no la bomba, ni la
pólvora, ni el cañón. Se le pueden, pues, en ciertos casos sacar en público sus
infamias, ridiculizar sus costumbres, cubrir de ignominia su nombre y apellido.
Sí, señor; y se puede hacer en prosa, en verso, en serio y en broma, en grabado
y por todas las artes y por todos los procedimientos que en adelante se puedan
inventar. Sólo debe tenerse en cuenta que no se ponga en servicio de la
justicia la mentira. Eso no; nadie en esto se salga un punto de la verdad, pero
dentro delos límites de ésta, recuérdese aquel dicho de Crétineau-Joly: La verdad es la única caridad permitida a la
historia; y podría añadir: A la defensa religiosa y social” (“El Liberalismo es pecado”, cap. XXIII)
Algunos apuntan con sus críticas sólo a
Francisco, y se equivocan. Pero
otros apuntan sólo al Concilio, y también se equivocan. En el combate, si se
apunta a destruir los arsenales del enemigo, inevitablemente hay que luchar
contra los enemigos que defienden esos arsenales. En una guerra, se pelea. Lo
diplomáticos no son libres de exponer sus armas, pues buscan ante todo una paz
que, en cierto momento, es no sólo insostenible, sino vil. Los generales de la
guerra no deben ser los diplomáticos.
¿Es que la FSSPX considera a Francisco
amigo o enemigo de la Fe católica? Mucho nos tememos que de esa indefinición
parte su declinante posición en el actual combate de la fe.
Nuestro deber actual es de inclaudicable
resistencia, sin pretender colaborar con quienes destruyen la Iglesia.
Pedro
del Molino