miércoles, 18 de septiembre de 2019

UNA IGLESIA CABEZA ABAJO Y UNA FRATERNIDAD CONTRADICTORIA




Nadie podrá negar la lucidez con que el Superior general de la FSSPX, Padre Davide Pagliarani, en una nueva entrevista, analiza los errores diseminados por la actual Jerarquía de la Iglesia, en particular por Francisco, consecuencia necesaria de lo iniciado en el concilio Vaticano II. Es indudable que “la enseñanza objetivamente desconcertante del Papa Francisco no supone una consecuencia extraña, sino que es la consecuencia lógica de los principios establecidos en el Concilio. El Papa saca de ella algunas conclusiones últimas... por el momento”. También es cierto “que Todo se reduce, directa o indirectamente, a una noción equivocada de la Iglesia. Una vez más, el Papa Francisco sólo saca las conclusiones últimas de las premisas que estableció el Concilio”. Coincidimos también en que quienes critican el actual pontificado de Francisco, “deberían tener la lucidez y el valor de reconocer que existe una continuidad entre las enseñanzas del Concilio, de los Papas de la era postconciliar y el pontificado actual. Citar el magisterio de «San» Juan Pablo II, por ejemplo, para oponerse a las novedades del Papa Francisco, es un pésimo remedio, condenado desde el principio al fracaso. Un buen médico no puede quedar satisfecho con unos pocos puntos para cerrar una herida, sin extraer primero la infección que se encuentra en la herida. Lejos de nosotros despreciar estos esfuerzos, pero al mismo tiempo es una cuestión de caridad indicar dónde radica la raíz de los problemas.” El análisis del P. Pagliarani nos parece inobjetable y claramente expresado. Sin embargo, una vez más debe decirse, como se ha hecho en anteriores oportunidades, que su posición cae en la incoherencia debido a la actuación de la FSSPX con relación a Roma. Vamos a explicarnos.

En la entrevista se dice a manera de subtítulo, que “el pluralismo conciliar convierte a toda oposición en estructuralmente ineficaz”. Esto debido a que la Iglesia ecumenista y dialogante se permite aceptar todo tipo de crítica o disensión, sin por ello verse obligada a cambiar de rumbo. En la democracia, la pluralidad de ideas circulantes es una de sus características fundamentales. Como dice Pagliarani, “Tenemos ante nosotros una Iglesia que está a la escucha y, por lo tanto, necesariamente escucha voces que pueden diferir entre sí. Dando una comparación, en un régimen democrático, por ejemplo, siempre hay un lugar, al menos aparente, para las oposiciones, que, de alguna manera, forman parte del sistema porque muestran que se puede discutir y tener una opinión diferente, y que hay espacio para todos. Esto, por supuesto, puede fomentar el diálogo democrático, pero no la restauración de una Verdad absoluta y universal, y una ley moral eterna. De esta manera, el error puede enseñarse libremente, junto con una oposición real pero estructuralmente ineficaz e incapaz de poner las verdades en su lugar.” Y concluye sabiamente el Superior general: “Por lo tanto, hay que salir del sistema pluralista en sí mismo; y este sistema tiene una causa: el Concilio Vaticano II”.

Bien, ¿y qué acaba de decir recientemente Pagliarani en una conferencia dada en Buenos Aires? Que la FSSPX va a continuar las conversaciones doctrinales con Roma, con la Roma que no quiere salir del Vaticano II y el modernismo. Por lo tanto, la FSSPX entra de lleno en lo que Roma considera un “diálogo democrático” y no “la restauración de una Verdad absoluta y universal” (dicho con las mismas palabras del P. Pagliarani). Es decir que la FSSPX entra  sabiendas en el juego, acepta una diálogo “ineficaz e incapaz de poner las verdades en su lugar”, puesto que la Roma actual no acepta salirse del marco inquebrantable del Vaticano II. Es como alguien que declama una y otra vez contra la democracia, mientras forma un partido político para participar de la misma. Al sistema esas declaraciones “comprometidas” no le harán nada.

Y no sólo eso, sino que la FSSPX acepta en la práctica colaborar con esta Roma modernista, v.gr. en la celebración de los matrimonios, o en la acogida de un obispo modernista y judaizante, Mons. Huonder, en sus filas, el cual ha afirmado estar allí para contribuir a la voluntad de Francisco de lograr un acercamiento  más estrecho entre la FSSPX y Roma (como bien afirma alguien en el foro de la Resistencia de Francia, la llegada oficial de Mons. Huonder al seno de la FSSPX tendrá una consecuencia que los superiores de la misma quizás no han previsto, y es que si la FSSPX no les exige re-consagrarlos ni les exige una profesión de fe antimodernista y anti-liberal, y poco a poco cumplen un ministerio, no tendría sentido que más adelante la Fraternidad demande a Roma permiso para consagrar nuevos obispos, teniendo ya obispos con ministerio en su seno. Es por la “práctica” que poco a poco se va uniendo más a la iglesia conciliar, sin que haya reacciones en contrario). 

De manera tal que, antes que a las palabras, prestemos atención a los hechos.

Como se dice en este artículo , la FSSPX es partícipe de la praxis revolucionaria conciliar vaticana.

Así es un hecho que la FSSPX minimiza la responsabilidad de Francisco -éste sólo saca las consecuencias de lo que le enseñó el concilio, nada más-, y así evita decir que “El Rey está desnudo” para afirmar solamente que “El Concilio está desnudo”, pues es mucho más fácil criticar duramente un hecho histórico del pasado que una autoridad del presente, lo cual podría acarrear consecuencias negativas para una FSSPX que, según Pagliarani, “Tiene una libertad de tono que le permite hablar abiertamente, sin temor a perder los beneficios de los que goza... Esta libertad es indispensable en las circunstancias actuales”. Tanta “libertad” tiene la actual FSSPX que recientemente Francisco difamó a Mons. Lefebvre afirmando que éste cometió un cisma (ver acá). Una semana después, la FSSPX no ha hecho ninguna declaración corrigiendo la mentira propalada por Francisco, ni siquiera Pagliarani ha aprovechado la entrevista (hecha por la misma FSSPX,) para aclarar este punto y salvar el honor de Mons. Lefebvre. ¡Y estamos hablando de su Fundador! Ni hablemos de la “libertad” que demostró tener cuando fue la famosa entrevista a Mons. Williamson en el 2009, bajando la cerviz ante el poder sionista y expulsando luego injustamente a uno de sus obispos. En fin, tanta libertad como para no hablar más de “iglesia conciliar”, de herejes modernistas, y hasta de liberales (todas estas, expresiones malsonantes en la FSSPX desde el 2012, hirientes de los oídos de los que aman más la conciliación que la Verdad y la Cruz de Cristo).

Sí, Francisco continúa lo iniciado por el concilio y los papas modernistas, pero Francisco es más escandaloso, más blasfemo, más progresista, más demoledor que sus predecesores. Y si Francisco, “tal cual es”, le ha estado haciendo “favores” a la FSSPX “tal cual es”, no es porque Francisco sea imbécil al punto de favorecer la Tradición, sino porque parece saber muy bien cómo abrazar para asfixiar a sus enemigos. La Fraternidad sabe lo que debe no decir “para no perder los beneficios de los que goza…”

Verdadera libertad tenía Mons. Lefebvre, cuando decía “No tengáis punto de contacto con aquel que está encargado de destruir la Tradición. Ellos no saben qué hacer para dividirnos y están sorprendidos de tanta resistencia. Ellos parecen no comprender que se trata desde el principio de un problema de fe” (10 de enero de 1989, acá).

Como leímos en un aforismo: “Quien no es perseguido por sus enemigos, sospeche. No de su doctrina, sino de sí”.

Con el debido respeto a la investidura y atendiendo a las circunstancias, deben señalarse claramente y con valentía a los enemigos de Cristo y de la Iglesia. ¿Y el mismo Mons. Lefebvre no calificaba de “anticristos romanos” a los liberales y modernistas que desde el concilio se apoderaron del Vaticano? En efecto, San Francisco de Sales escribía: “Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser censurados censurados con toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar «al lobo» cuando un lobo se infiltró en medio del rebaño, e incluso en cualquier lugar que se lo encuentre.

Nuestro Señor no dijo que los escribas y fariseos llegaban a conclusiones lógicas de su doctrina, y por eso lo condenaban. Nuestro Señor los llamó serpientes, sepulcros blanqueados, hipócritas e hijos del diablo, y por eso lo persiguieron y mandaron crucificar. Y hasta cuando Pedro se opuso a su pasión lo tildó de “Satanás”.

Como decía Sardá y Salvany: “Soldados con armas de envenenados proyectiles son los autores y propagandistas de heréticas doctrinas; sus armas son el libro, el periódico, la arenga pública, la influencia personal. No basta, pues, ladearse para evitar el tiro, no; lo primero y más eficaz es dejar inhabilitado al tirador. Así, conviene desautorizar y desacreditar su libro, periódico o discurso; y no sólo esto, sino desautorizar y desacreditar en algunos casos su persona. Sí, su persona, que éste es el elemento principal del combate, como el artillero es el elemento principal de la artillería, no la bomba, ni la pólvora, ni el cañón. Se le pueden, pues, en ciertos casos sacar en público sus infamias, ridiculizar sus costumbres, cubrir de ignominia su nombre y apellido. Sí, señor; y se puede hacer en prosa, en verso, en serio y en broma, en grabado y por todas las artes y por todos los procedimientos que en adelante se puedan inventar. Sólo debe tenerse en cuenta que no se ponga en servicio de la justicia la mentira. Eso no; nadie en esto se salga un punto de la verdad, pero dentro delos límites de ésta, recuérdese aquel dicho de Crétineau-Joly: La verdad es la única caridad permitida a la historia; y podría añadir: A la defensa religiosa y social” (“El Liberalismo es pecado”, cap. XXIII)

Algunos apuntan con sus críticas sólo a Francisco, y se equivocan.            Pero otros apuntan sólo al Concilio, y también se equivocan. En el combate, si se apunta a destruir los arsenales del enemigo, inevitablemente hay que luchar contra los enemigos que defienden esos arsenales. En una guerra, se pelea. Lo diplomáticos no son libres de exponer sus armas, pues buscan ante todo una paz que, en cierto momento, es no sólo insostenible, sino vil. Los generales de la guerra no deben ser los diplomáticos.

¿Es que la FSSPX considera a Francisco amigo o enemigo de la Fe católica? Mucho nos tememos que de esa indefinición parte su declinante posición en el actual combate de la fe.

Nuestro deber actual es de inclaudicable resistencia, sin pretender colaborar con quienes destruyen la Iglesia. 
Pedro del Molino