domingo, 1 de junio de 2014

R.P. TRINCADO - SERMÓN DEL DOMINGO POSTERIOR A LA ASCENSIÓN




"Esto os he dicho para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas y viene la hora en que cualquiera que os mate pensará que sirve a Dios. Y os harán esto porque no conocieron al Padre ni a Mí”.

“Esto harán con vosotros porque no conocieron al Padre ni a mí”. Como si Cristo nos dijera: Basta para vuestro consuelo el saber que padecéis esto por mí y por mi Padre. Nunca olviden estas palabras, sobre todo los que de ustedes fueron expulsados de la FSSPX por oponerse al impío y criminal intento de hacer un acuerdo traidor con Roma modernista. “Os expulsarán porque no conocieron al Padre ni a mí”. Bendita expulsión, entonces, y benditas todas las persecuciones que haya que padecer por defender la fe, pues gracias a ellas iremos al Cielo. Es la ley de la Cruz.

CRISTO ANUNCIA QUE VAMOS A SUFRIR

¿En qué lugar de los Evangelios Cristo nos promete una felicidad estable y plena en esta vida? Al contrario, dice, en el sermón de las Bienaventuranzas: Bienaventurados los que sufren acá porque serán felices allá. ¿Dónde dice que vamos a estar libres de tribulaciones? Al contrario, dice, unos versículos más adelante del pasaje evangélico de este domingo (Jn 16, 33): En el mundo tendréis tribulación”. La felicidad que Cristo promete no es para esta vida, sino para el Cielo y es el Cielo. Y a sus enemigos les sucede lo contrario que a sus amigos: “En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y gemiréis, mientras el mundo se regocijará(Jn 16, 20). Se engañan miserablemente, entonces, todos los malos católicos y demás mundanos que viven como si la felicidad pudiera alcanzarse en esta vida.

VAMOS A SUFRIR, Y MUCHO, PERO CRISTO NOS DA SU PAZ

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14, 27). No debemos aspirar en esta vida a una felicidad que Dios no nos quiere dar, sino a la paz que Dios sí nos quiere dar. La Paz de Cristo es interior; la del mundo es exterior, superficial, frágil, inestable, aparente. “Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis tribulación; pero ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

Y ASÍ, EL SUFRIMIENTO ESTARÁ ACOMPAÑADO DE SU PAZ Y MEZCLADO CON GOZO, Y ÉSTE TRIUNFARÁ AL FINAL

“Lloraréis y gemiréis y el mundo se alegrará. Estaréis tristes pero vuestra tristeza se tornará en gozo” (Jn 16, 20). Vuestra tristeza (pasajera) se convertirá en gozo (eterno). Después de la noche viene el día. Luego de las tinieblas de esta vida, amanecerá para nosotros el sol de Cristo que nos iluminará para siempre. Por eso Santa teresa del Niño Jesús, “la santa más grande de nuestro tiempo” (San Pío X), cuando moría, dijo: “No muero, entro en la vida”; porque -verdaderamente- la vida presente, comparada con la vida futura, es como una muerte.

De la “Carta a los Amigos de la Cruz”, de san Luis María Grignión de Montfort:

LA IGNORADA GRANDEZA DE LA CRUZ: Nada hay tan necesario, tan útil, tan dulce y tan glorioso como el padecer algo por Jesucristo.
  
LA NECESIDAD DE LA CRUZ: Es necesario que nuestros pecados sean castigados en este mundo o en el otro. Si Dios los castiga acá, será un castigo amoroso; será la misericordia la que castigará y no la rigurosa justicia; será castigo ligero y de poca duración, acompañado de dulzuras y de méritos y seguido de recompensas en el tiempo y en la eternidad. Mas si el castigo indispensable a los pecados que hemos cometido queda reservado para el otro mundo, será la justicia inexorable de Dios, que todo lo lleva a sangre y fuego, la que ejecutará la condena. Castigo espantoso, indecible, inconcebible, sin compasión, sin piedad, sin mitigación, sin méritos, sin límites, sin fin. No, no tendrá fin; ese pecado mortal que en un instante cometisteis, será castigado por toda una eternidad, mientras Dios sea Dios, con los demonios en los infiernos, sin que ese Dios de las venganzas se apiade de vuestros espantosos tormentos, de vuestros sollozos y de vuestras lágrimas, aunque fueran capaces de quebrar los peñascos. ¡Tantas las deudas contraídas! ¡Cuántos pecados cometidos, para cuya expiación, aún después de una contrición amarga y una confesión sincera, habremos de padecer siglos enteros de purgatorio, por no haber hecho penitencia en este mundo! Es una necesidad, es una cosa indispensable, no hay otro medio de entrar en el reino de los cielos, si no es por multitud de tribulaciones y de cruces. Quien no gime en este mundo cual peregrino y extranjero, no podrá alegrarse en el otro como ciudadano del cielo.

LA CRUZ ES SIGNO DEL AMOR DE DIOS: Si de tiempo en tiempo no os envía el Señor alguna cruz, es porque ya no se cuida de vosotros, es que ya se ha enojado con vosotros, es que ya no os considera sino como extraños, ajenos a su casa y protección, o como hijos bastardos que, no mereciendo tener parte en la herencia de su padre, tampoco merecen sus cuidados y protección.
     
EL MUNDO NO COMPRENDE EL MISTERIO DE LA CRUZ: Amigos de la cruz, discípulos de un Dios crucificado, el misterio de la cruz es un misterio ignorado por los gentiles, repudiado por los judíos, menospreciado por los herejes y por los malos católicos; pero es el gran misterio que debéis aprender. El que de vosotros mejor sepa llevar su cruz, aun cuando sea un analfabeto, será el más sabio de todos. Oíd al gran San Pablo, que al bajar del tercer cielo, no sabe ni quiere saber otra cosa que a Jesucristo crucificado.

DISTINTOS MODOS DE CARGAR LA CRUZ:

Elígete una cruz de las tres del Calvario;
elige con cuidado, ya que es necesario
padecer como santo o como penitente 
o como réprobo que sufre eternamente.

Eso significa que si no queréis sufrir con alegría, como Jesucristo; o con paciencia, como el buen ladrón, tendréis que sufrir a pesar vuestro como el mal ladrón; beberéis el cáliz amargo sin consolación alguna de la gracia, y llevando todo el peso de la cruz sin la poderosa ayuda de Jesucristo. Más aún, tendréis que llevar el peso fatal que añadirá el demonio a vuestra cruz, por la impaciencia a la que os arrastrará; y así, tras haber sido unos desgraciados sobre la tierra, como el mal ladrón, iréis a reuniros con él en las llamas del infierno.

Después de N. Señor, el alma que más ha sufrido en toda la historia, es la Sma. Virgen María; recurramos a Ella mediante el Santo Rosario, que empieza en la Cruz y termina en la Cruz, para que ella nos enseñe a llevarla, nos enseñe a sufrir por Amor a Cristo.