La situación actual
Desde junio de 2012, la cosa se ha detenido.
Salvo por la ¿o las? reuniones secretas con Ecclesia Dei en el Vaticano,
la reunión del P. Anglés con el Papa y quién sabe qué otras maniobras secretas…
Además, la carta del Papa confirmó que era la
exigencia de Roma el querer hacernos avalar el concilio y la reforma litúrgica.
Nosotros respondimos no. Las primeras veces, cuando yo transmití ese “no” con
las decisiones del capítulo, ellos hicieron como si no fuera oficial.
Curiosamente, incluso ellos aprovecharon, pues Monseñor Di Noia dijo:
“Escuchen, es así como lo hacemos, es una manera habitual entre nosotros. Usted
dice que la cosa está en estudio (mientras que yo ya había expresado mi
rechazo), eso quiere decir que se ha hecho a un lado…”
¿Es razonable seguir conversando con esos zorros y mentirosos?
Todavía recibí una carta sorprendente en el mes de
enero de 2013. Era una convocatoria escrita por el cardenal Levada y Monseñor
Di Noia que me daban un mes para decir sí o no aceptaba la proposición del 13
de junio de 2012. Mientras que hasta allí, yo había dicho dos veces que
no lo aceptaba. Una semana más tarde, ellos me dijeron que no hacía falta
enviar la respuesta a causa de la dimisión del papa Benedicto XVI.
Después de esto comprendí que era la última salva
de Benedicto XVI que todavía espera lograr “resolver el problema” antes de
partir, pues constató de repente que no servía de nada. En ese momento, me
dijeron no enviar la carta. Esta carta es, creo, el último elemento oficial.
Ellos me dijeron que retomarían contacto de nuevo después de la elección del
nuevo papa en el mes de abril. No hubo nada.
En el mes de septiembre u octubre de 2013, Monseñor
Pozzo que estaba de nuevo en su puesto, pero esta vez como arzobispo (él era
anteriormente secretario de la comisión, y después de un año fue reinstalado en
su antiguo puesto). Él tomo contacto conmigo diciendo que era un contacto
oficioso. Esto significa que Roma ya no sabe cómo hacerlo; por lo que tantean
un poco para tomar la temperatura.
Nadie tiene claro el pensamiento del voluble Mons. Fellay, por eso lo
tantean.
Por lo tanto aproveché para decir, una vez más, que
el texto del 2012, sea el mío o el de Roma, estaba enterrado, estaba retirado y
que no podía servir de base para discusiones o acuerdos futuros. Por segunda
vez, les dije: “Ustedes quieren tratar de resolver el problema con la
Fraternidad. Desde el 2001 con el cardenal Castrillón trato de decirles que
ustedes plantean mal el status quaestionis. Para ustedes es la
Fraternidad que ha faltado por desobediencia, desde el principio, y ahora la
Iglesia, como una buena madre en su misericordia, viene a proponer una solución
para este niño terrible. Ustedes no lo harán jamás. ¿Por qué? Porque la
realidad, el verdadero status quaestionis es que si ahora estamos en
dificultad, es porque nosotros hemos sido puesto ante órdenes que provienen de
la autoridad (sea el cura, el obispo, Roma) que, si los hubiéramos obedecido,
nos hubieran hecho cometer pecados mortales, sean contra la Fe, sean contra la
moral. De todas maneras, han venido órdenes de la autoridad que eran
pecaminosas. Estas son, precisamente, las consecuencias del concilio, las
reformas posconciliares y la nueva misa”.
Falso: el problema no está sólo en las “consecuencias del concilio”,
sino primero en el concilio mismo.
Les dije: “Este es el verdadero status
quaestionis y si ustedes esperan llegar un día a una solución, es de esto
que hay que partir, por principio hay que quitar, resolver estos males que
están extendidos en la Iglesia”.
… (habla de los Franciscanos de la Inmaculada que
han sido maltratados)
Los principios de nuestras relaciones con Roma
¿Hay que tener o no, en estas condiciones,
relaciones con Roma? Hay que reafirmar nuestros principios:
El primer principio es verdaderamente la Fe, es
decir, la conservación, la defensa y la propagación de la Fe. Si nosotros no
tenemos la Fe, todo se derrumba, todo el edificio espiritual, sobrenatural,
trátese de personas o de la Fraternidad, todo se derrumba. El primer principio,
es verdaderamente la Fe y nosotros no tenemos derecho de ponerla en peligro. Si
nosotros vemos que ellos nos quieren obligar aunque sea a disminuirá, o incluso
vayamos más lejos todavía, a aceptar errores o herejías, la respuesta es
evidentemente no.
¡Muy bien!: otro paso adelante.
El segundo principio que nos guía es ciertamente la
conservación de nuestro ser, nuestro bien propio, que es el sacerdocio, el
sacerdocio católico en toda su amplitud. Lo que implica también la misa y todo
lo que concierne a la formación sacerdotal, es decir los seminarios y la
formación tradicional. Allí ellos también han cambiado todo y nosotros no
estamos dispuestos a tomar las nuevas normas: introducción de mujeres en los
seminarios y así, imagínense un poco…; el concilio y esta obligación de
estudiarlo. Sí, nosotros también estudiamos el concilio pero no de la misma
manera.
Bien: otro paso adelante.
La formación, la preservación pero también formar a
los sacerdotes, permitirles un apostolado, es por eso que Monseñor fundó.
Monseñor Lefebvre, viendo la situación de la Iglesia, viendo lo que los obispos
preparaban en sus diócesis, se dijo: “Yo no puedo enviar a los futuros
sacerdotes que yo forme en los seminarios a las diócesis, no es posible”.
Otro más. Bien.
Es entonces una de las razones de la fundación de
la Fraternidad: permitir la vida sacerdotal y la vida apostólica y por
consecuencia, una vida católica normal. Es todo este conjunto de cosas. Todas
están implicadas. Primeramente está la Fe, luego todo este bien católico que
nosotros tenemos en la Fraternidad y que el Buen Dios permite que conservemos.
Es nuestro tesoro y no se trata de estropearlo. Nosotros no tenemos derecho.
Nosotros somos los depositarios de todo este conjunto de cosas, y hay que trabajar
en transmitirlas. Es entonces una preservación, una conservación de estos
bienes católicos y podemos decir que es lo primero. No podemos dejarlo ir. Es
lo que Monseñor Lefebvre dijo al Cardenal Gagnon: “Hay una condición sine qua
non en nuestras relaciones con Roma, es que ustedes nos acepten tal como
somos”.
¡Ah! ¡Gran paso atrás!: “ser aceptados tal como somos”. Y astutamente
cita a Mons. Lefebvre para que el veneno parezca buena comida. La verdad es que
muy lejos están los tiempos en que Mons. Lefebvre pudo decir eso. Es más:
después de la mala experiencia de 1988, nunca más repitió esa idea, porque ella
fue la lo llevó a de firmar el Protocolo de acuerdo con Roma, cosa que
lamentaría hasta su muerte.
(seguirá)