sábado, 10 de marzo de 2018

SERMÓN DE MONS. ZENDEJAS EN LA MISA DE TOMA DE SOTANAS Y ÓRDENES MENORES EN AVRILLÉ




ESPAÑOL - FRANCÉS


Avrillé, France, 24 de febrero de 2018.

En el nombre del Padre y del Hijo y el Espíritu Santo, Amén.

Muy estimado Monseñor,
Muy estimado Padre Prior,
Mis estimados cofrades en el sacerdocio, y Frailes dominicos,
Mis queridos amigos,

Estamos en la Cuaresma para hacer penitencia, ¡y éste sermón será seguramente para Ustedes una buena ocasión para hacer un poco penitencia!

¿Por qué nos encontramos reunidos el día de hoy en la capilla de los queridos Frailes Dominicos?

Porque queremos profesar nuestra Fé Católica en el reino de Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Igualmente, porque nosotros amamos la Santa Misa de San Pío V – el gran Papa Dominico que la ha codificado – puesto que el sacrificio de la Santa Misa es la proclamación de la Realeza de Nuestro Señor por su Cruz. Verdaderamente, Jesucristo ha reinado por el madero de la Cruz puesto que El ha vencido el pecado, El ha vencido al demonio, El ha vencido la muerte por su Cruz.

Queremos no solamente profesar el triunfo de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo con el Rito Romano tradicional que es la expresión de la Fe de siempre, sino también queremos adorar la Sagrada Eucaristía por el misterio de la Transubstanciación, de la presencia real, y por la gracia sacramental que nos viene a través del verdadero sacerdocio católico.

La Divina Providencia ha querido que nosotros celebremos esta ceremonia en el sábado de las Cuatro Témporas. En el Evangelio, nosotros tenemos el relato de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo. La Tradición nos dice que en otro tiempo, en la estación de San Pedro en Roma, los Cristianos se reunían alrededor del Papa, pasando la noche en oración para preparar las ordenaciones que habrían de tener lugar a la mañana del segundo domingo de la Cuaresma.

En efecto, en esas circunstancias, el Evangelio del misterio de la Transfiguración conllevaba un gran ánimo, puesto que el reafirma nuestra Fe en a la vida eterna y nos alienta a tener esperanza en este valle de lágrimas. Es ciertamente en previsión de la noche que ha precedido al escándalo de la Cruz, en el curso de la cual los Apóstoles se dispersaron, que Nuestro Señor ha querido reafirmar la Fe de Pedro por la contemplación del misterio de la Transfiguración… debemos conservar el rezar y hacer penitencia por Pedro, es decir, rezar más que nunca por la Fe del Papa, porque en nuestros días los enemigos de Jesucristo – con astucia infernal – han ocupado la Cátedra de Pedro. La Iglesia tiene la necesidad de seguir el ejemplo que Jesucristo nos ha dado para bien imitarlo, y ésta es más notoria en el trancurso de la Cuaresma.

Nosotros conmemoramos igualmente, el día de hoy, la festividad del Apóstol San Matías, quien puede eficazmente obtenernos la gracia de la fidelidad hacia la Iglesia Católica, de suerte que nos aleje de los traidores, así como los Apóstoles lo han elegido por inspiración del Espíritu Santo para reemplazar a Judas Iscariorate, quien ya había traicionado a Nuestro Señor Jesucristo y quien se dio a sí mismo la muerte. Imploremos a San Matías para que nos libre de la traición y de los traidores a la Fe a lo largo de la crisis de la Fe dentro de la Iglesia.

Ahora, ¿qué es lo que va a suceder en el transcurso de ésta Misa Pontifical?

Vamos a realizar éstas ceremonias siguiendo el Pontifical Romano, que contiene los ritos que deben ser llevados a cabo por los Obispos, de suerte que las palabras utilizadas expresen la integridad de la Fe de la Iglesia Católica.

Para Ustedes los que van a recibir la Tonsura, habrá un verdadero cambio en su vida; la sotana ha cambiado su exterior pero la Tonsura también les dará un cambio interior. Ustedes tendrán que vivir de acuerdo a la dignidad del hábito que llevarán por toda su vida clerical. Ustedes serán separados del mundo y de sus concupiscencias. Particularmente, ustedes deberán separarse del mundo electrónico que rehúsa aceptar la dependencia del buen Dios.

El Hombre moderno lucha contra su Creador destruyendo la vida interior del alma y haciendo completamente profana la conducta exterior del cuerpo. En la actualidad los Cristianos no reciben más la verdad eterna, ellos están desamparados y abandonados por sus pastores, quienes no se interesan más por conocer la Divinidad de Nuestro Señor. Esto se manifiesta en la Nueva Misa que está al servicio del Hombre hasta el punto de olvidarse del Creador.
Así que delante de éste mundo racionalista y perverso, ustedes van a recordar que es un deber inclinarse delante de Dios; que se debe adorar a Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía. En fin, con su sotana y con su sobrepelliz, ustedes vendrán a ser clérigos. Especialmente, ustedes deben ser testigos de la victoria de la Cruz del Calvario, a pesar de la incredulidad del mundo.

Encuanto a las Ordenes Menores, he aquí lo que podemos decir:

El Ostiario debe cuidar la iglesia de día y de noche; tener cuidado de la propiedad y del decoro del lugar de culto; tocar las campanas para indicar los distintos llamados a la oración; hacer conservar el silencio y la modestia de la casa de Dios; abrir y cerrar la puerta; impedir la entrada de los infieles dentro de la iglesia.

El Lector está encargado de leer en alta voz los extractos de la Sagrada Escritura durante el Oficio Divino. Sin embargo, este oficio está atribuido a los seminaristas que se están preparando a la recepción del sacerdocio a fin de que puedan enseñar el Catecismo.

El Exorcista tiene como encargo específico el expulsar a los demonios, y él recibe por ello el tercer grado en las Ordenes Menores. El exorcista es un clérigo, pero todo sacerdote es también exorcista.

El Acólito tiene como función el servicio del altar y el ayudar al sacerdote. Acompaña el canto del Evangelio llevando una vela encendida, y también presenta el agua y el vino para el sacrificio de la Misa.

Por lo tanto, para ustedes, mis queridos Levitas de la Sociedad de los Apóstoles de Jesús y de María:

Ustedes Ostiarios, que van a cuidar el Templo del Señor: manifiesten la santidad de Aquél que la habita, por la pureza de intención en su corazón.

Ustedes Lectores, que desde un lugar elevado irán a enseñar, lleven la palabra del Evangelio y del Catecismo a aquellos que no la conocen, y hagan eso con la integridad de la doctrina católica, en particular por la enseñanza de la doctrina de Santo Tomás de Aquino.
Ustedes Exorcitas, que van a luchar con el demonio y contra sus tinieblas las cuales siempre son tan ponderosas: conserven la castidad de su espíritu y de su cuerpo, con un alma rodeada de humildad y de pureza.

Ustedes Acólitos, que van a llevar la luz y que deben ser luz: hagan resplandecer y qué su luz brille en las tinieblas por la brillantez de su Fe y de su caridad.

*

Eh aquí la significación de ésta ceremonia de la Tradición Católica, según la doctrina del concilio de Trento al cual nosotros queremos ser fieles, porque ésta doctrina ha sido definida por la Iglesia de siempre.

Desgraciadamente, el concilio Vaticano II ha cambiado esta Tradición por un espíritu de novedad favorable al mundo anticristiano, abierto al espíritu de libertad con su demagogia mundana. Ésta se transfiere por el espíritu de colegialidad, el cual destruye la noción de autoridad. La autoridad no puede ejercerse más sin que se pregunte obligatoriamente a todos los súbditos lo que piensan. Tal es la situación actual: ciertos laicos usurpan como un derecho la participación en el ejercicio de la autoridad, ¡y hasta pasa lo mismo con algunos religiosos! ¡Esta es la destrucción de la autoridad! ¿Cómo la autoridad puede ejercerse si se tiene que pedir el permiso de ejercerse?

Esta es la consecuencia de la actitud que el Concilio Vaticano II ha adoptado contra la autoridad del Papa; contra la autoridad de los Obispos; contra toda autoridad, incluso contra la autoridad del padre de familia. Es un espíritu revolucionario el que sopla desde el Concilio Vaticano II. Pero, recordemos que “toda autoridad viene de Dios,” como dice San Pablo.

Ustedes saben bien que el error y la verdad no son compatibles. Es por eso que estamos firmemente resueltos a no aceptar esta unión adúltera de la Iglesia con la revolución anticristiana. “Nosotros no podemos dejar de hablar de Nuestro Señor Jesucristo.” (Hechos 4,17) ¡Debemos hablar de Dios; debemos hablar de Nuestro Rey! Así es del mismo modo que nosotros reconozcamos que Nuestro Señor es el solo Sacerdote, el solo (único) Sumo Sacerdote.  

No estamos en ruptura con la Tradición: al contrario, nosotros somos los continuadores de la Iglesia que Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado por la Revelación Divina. Son aquellos que han hecho las innovaciones los que rompen con la integridad de la Tradición; son aquellos que desean tener un reconocimiento oficial estampado con un sellazo, los que se alejan de la Tradición de la Iglesia Católica.

A pesar de las dificultades que nos vienen, nosotros debemos tener confianza; no debemos desesperarnos, aun ante la situación actual. En efecto, hay muchas personas que conocen el movimiento de la Resistencia mejor que cualquiera de uno de nosotros; esas personas saben mucho mejor lo que nosotros hacemos y aún mejor que aquellos que nos critican. Sin embargo, nosotros debemos seguir adelante en el camino recto así como Monseñor Lefebvre siempre seguió por la Iglesia Católica. La Tradición es un elemento esencial de la Iglesia, no es un accidente o un simple capricho.

Así, nosotros reconocemos que Nuestro Señor Jesucristo es nuestro Rey: Rey de nuestras almas; Rey de nuestras familias; Rey de todas las sociedades y naciones. En verdad, El nos lo ha pedido en su oración, en el Padre Nuestro: “Que venga a nos tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo.” He aquí el ideal que debemos seguir. No se puede amar lo que no se conoce, por consecuencia, nosotros debemos reconocer a Cristo Rey.

Es por eso que ésta ceremonia de Ordenaciones Menores y de Tonsura es muy útil, para la preservación del sacerdocio católico del cual ustedes participarán, mis queridos seminaristas, y del que ustedes ya han comenzado de alguna manera a participar por los diversos grados por los cuales deben pasar, previstos para el acceso al sacerdocio que la Iglesia Católica, tal como lo ha definido de modo solemne y definitivo. Por lo mismo, hay una jerarquía dentro del sacerdocio de rito romano y tradicional; jerarquía en la cual Nuestro Señor Jesucristo es el Sumo Sacerdote y su Vicario es el Soberano Pontífice.

Así pues, pidamos todos juntos a la Santísima Virgen María, a Nuestra Señora de Fátima, darnos la humildad del alma y la pureza del corazón a fin de librarnos de ésta desorientación diabólica, la cual no solamente conduce a la arrogancia del mundo contra Dios e incita la impureza de la carne en la sociedad, sino, peor, ella crea necesariamente un clima de apostasía general, y más que nunca a través del pontificado del Papa Francisco.

¡Adelante! Mis queridos amigos; Santa Juana de Arco nos exhorta a seguir adelante valerosamente: “Nosotros combatimos, nosotros rezamos, y Dios nos dará la victoria.”

Así como en otra época, cuando la Vendée resplandeció, nosotros debemos llevar también con convicción aquella insignia del Sagrado Corazón que enarbolaba su escapulario. O así como lo que los Cristeros han hecho en México durante la persecución religiosa del año 1926.

Concluyo agradeciendo a todos Ustedes que continúen haciendo de ésta Misa una ceremonia profundamente Católica. Es menester contar con la gracia de Nuestro Señor y con el auxilio de la Santísima Virgen María: ¡Ella está con nosotros! He aquí entonces la razón de ser de nuestra Fe: Oportet illum regnare! Es necesario que Él reine! (1Cor15, 25)

“¡Qué viva mi Dios,
Qué viva mi Rey,
Qué viva Jesús,
Qué viva su Cruz!”

Mis bien queridos amigos, ¡VIVA CRISTO REY!

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.


Avrillé, France, 24 février 2018

Au nom du Père et du Fils et du Saint-Esprit. Ainsi soit-il
Bien cher Monseigneur,
Bien cher Père Prieur,
Mes chers confrères dans le sacerdoce et chers frères dominicains,
Mes chers amis,
Nous sommes en Carême pour faire pénitence, et ce sermon sera sûrement pour vous une bonne occasion de faire un peu pénitence !
Pourquoi sommes-nous réunis aujourd'hui dans la chapelle des bien chers frères Dominicains ?
Parce que nous voulons professer notre foi catholique dans le règne de Notre Seigneur Jésus-Christ, vrai Dieu et vrai homme. Également, parce que nous aimons la Messe de saint Pie V – le grand pape dominicain qui l’a codifiée – car le sacrifice de la sainte messe est la proclamation de la royauté de Notre-Seigneur par sa Croix. Vraiment, Jésus Christ a régné par le bois de la Croix, car il a vaincu le péché, il a vaincu le démon, il a vaincu la mort par sa Croix.
Non seulement nous voulons professer le triomphe de la Croix de Notre-Seigneur Jésus-Christ avec le rite Romain traditionnel qui est l’expression de la foi de toujours, mais aussi nous voulons adorer la sainte Eucharistie pour le mystère de la transsubstantiation, de la présence réelle, et pour la grâce sacramentelle qui nous parvient par le vrai sacerdoce catholique.
La Divine Providence a voulu que nous célébrions cette cérémonie le samedi des Quatre-Temps de carême. Dans l'Évangile, nous avons le récit de la Transfiguration de Notre-Seigneur Jésus Christ.
La Tradition nous dit qu'autrefois, à la station de Saint-Pierre à Rome, les chrétiens se réunissaient autour du pape, passant la nuit en prière pour préparer les ordinations qui avaient lieu la matinée du deuxième dimanche de Carême.
En fait, dans ces circonstances, l’Évangile du mystère de la Transfiguration était un encouragement, car il affermit notre foi en la vie éternelle et nous encourage à garder l’espérance dans cette vallée des larmes. C’est certainement en prévision de la nuit qui a précédé le scandale de la Croix au cours de laquelle les Apôtres se sont dispersés, que Notre Seigneur a voulu affermir la foi de Pierre par la contemplation du mystère de la Transfiguration… si bien que c’est une tradition que nous devons conserver de prier et de faire pénitence pour Pierre, c’est à dire, de prier plus que jamais pour la foi du pape, parce que de nos jours les ennemis de Jésus Christ – par une ruse infernale – ont occupé la chaire de Pierre. La sainte Église est tenue de suivre l’exemple que Jésus-Christ nous a donné pour bien l’imiter, et cela notamment au cours du Carême.
Nous commémorons également aujourd’hui la fête de l’apôtre saint Matthias, lequel peut efficacement nous obtenir la grâce de la fidélité à l’Église catholique en sorte de nous éloigner des traîtres, puisque les Apôtres l’ont choisi par l’inspiration de l’Esprit-Saint pour remplacer Judas Iscariote qui avait trahi Notre Seigneur Jésus-Christ et s’était donné la mort. Implorons saint Matthias de nous libérer de la trahison et des traîtres à la foi pendant cette crise de la foi dans l’Église.
Maintenant, que va-t-il se passer au cours de cette messe pontificale?
Nous allons réaliser ces cérémonies en suivant le Pontifical romain, qui contient les rites que doivent accomplir les évêques, en sorte que les paroles utilisées expriment l’intégrité de la foi de l’Église catholique.
Pour vous qui allez recevoir la tonsure, ce sera un vrai changement dans votre vie ; la soutane a changé votre extérieur, mais la tonsure vous apportera un changement intérieur. Il faudra que vous viviez en accord à la dignité de l’habit qui vous portez pour toute votre vie cléricale. Vous serez séparés du monde et de ses concupiscences. Particulièrement, vous devrez vous séparer du monde électronique, qui refuse d’accepter la dépendance du bon Dieu.
L’homme moderne lutte contre son Créateur en détruisant la vie intérieure de l’âme et en ayant une conduite extérieure du corps toute profane. Actuellement, les chrétiens, ne reçoivent plus la vérité éternelle, ils sont désemparés et abandonnés par leur pasteurs, qui ne leur apprennent plus la Divinité de Notre Seigneur. Cela se manifeste dans la nouvelle messe qui est au service de l’homme  au point d’oublier le Créateur.
Ainsi, devant ce monde rationaliste et pervers, vous allez rappeler qu’il faut s’incliner devant Dieu, qu’il faut adorer Notre-Seigneur dans la sainte eucharistie. Enfin, avec votre soutane et votre surplis, vous qui allez devenir des clercs, vous devez spécialement être témoins de la victoire de la Croix du Calvaire malgré l’incrédulité du monde.
Quant aux ordres mineurs, voici ce que nous pouvons dire :
Le portier doit garder l’église jour et nuit ; avoir soin de la propreté et de la beauté du lieu de culte ; sonner les cloches pour indiquer les heures des différentes prières ; faire observer le silence et la modestie dans la demeure ; ouvrir et fermer la porte ; et empêcher les infidèles d’entrer dans l’église.
Le lecteur est chargé de lire à voix haute des extraits de l’Écritures lors de l’office divin. Cependant, cet office est attribué aux séminaristes qui se préparent à la réception de sacerdoce afin qu’ils puissent enseigner le catéchisme.
L’exorciste a pour charge spécifique de chasser les démons et il reçoit pour cela le troisième ordre mineur. L’exorciste est un clerc, mais tout prêtre est aussi exorciste.
L’acolyte a pour fonction de servir à l’autel et d’aider le prêtre. Il accompagne le chant de l’Évangile en portant un cierge allumé, et aussi il apporte à l’autel l’eau et le vin pour le sacrifice de la Messe.
Donc, pour vous, mes chers jeunes lévites de la Société des Apôtres de Jésus et de Marie :
Vous portiers, qui allez garder le temple du Seigneur, manifestez la sainteté de celui qui l’habite, par la pureté d’intention de votre cœur.
Vous lecteurs, qui dans un lieu élevé allez enseigner, portez la parole de l’Évangile et du catéchisme à ceux qui ne la connaissent pas, faites-le avec l’intégrité de la doctrine catholique, en particulier en enseignant la doctrine de saint Thomas d’Aquin.
Vous exorcistes, qui allez lutter contre le démon et contre ses ténèbres qui sont toujours si puissantes, gardez la chasteté de votre esprit et votre corps, avec une âme environnée d’humilité et de pureté.
Vous acolytes, qui allez porter la lumière et que devez être lumière, vous devez luire et que votre lumière brille dans les ténèbres par l’éclat de votre foi et de votre charité.
Voilà la signification de cette cérémonie de la Tradition catholique, selon la doctrine du concile de Trente auquel nous voulons demeurer fidèles, parce que cette doctrine a été définie par l’Église de toujours.
Malheureusement, le concile Vatican II a bouleversé cette Tradition par un esprit de nouveauté favorable au monde antichrétien, ouvert à l’esprit de liberté avec sa démagogie mondaine. Cela s’est traduit par l’esprit de collégialité, qui détruit la notion d’autorité. L’autorité ne peut plus s’exercer sans être obligée de demander à tous les sujets leur pensée. Telles est la situation actuelle : certains laïques usurpent comme un droit la participation à l’exercice de l’autorité, même chez les religieux ! C’est la destruction de l’autorité ! Comment l’autorité peut-elle s’exercer s’il faut qu’elle demande la permission de s’exercer ? C’est la conséquence de l’attitude que le Concile Vatican II a adopté contre l’autorité du Pape, contre l’autorité des évêques, contre toute autorité, même celle du père de famille. C’est un esprit révolutionnaire qui a alors soufflé dans le concile Vatican II. Mais, rappelons-nous que « toute autorité vient de Dieu », comme le dit saint Paul.
Vous savez bien que l’erreur et la vérité ne sont pas compatibles. C’est pourquoi nous sommes fermement résolus à ne pas accepter cette union adultère de l'Église avec la révolution anti-chrétienne. «Nous ne pouvons pas ne pas parler de Notre-Seigneur Jésus-Christ » (Act 4, 17) ; nous devons parler de notre Dieu, nous devons parler de notre Roi ! De même, également, nous reconnaissons que Notre Seigneur est le seul Prêtre, le seul Grand Prêtre.
Nous ne sommes pas en rupture avec la Tradition, au contraire nous sommes les continuateurs de l’Église catholique que Notre Seigneur Jésus-Christ nous a donnée par la Révélation Divine. Ce sont ceux qui ont fait les nouveautés qui rompent avec l’intégrité de la Tradition ; et ceux qui veulent avoir une reconnaissance officielle marquée d'un coup de tampon, sont ceux qui s'éloignent de la Tradition de l'Église Catholique.
Malgré les difficultés qu’on nous fait, nous devons avoir confiance, nous ne devons pas désespérer, même devant la situation actuelle. En fait, il y a beaucoup de gens qui connaissent le mouvement de résistance, mieux que n'importe lequel d'entre nous, ils savent mieux ce que nous faisons que ceux qui nous critiquent. Il faut que nous marchions tout droit comme Mgr Lefebvre a marché pour la sainte Église catholique. La Tradition est un élément essentiel de l’Église, c’est ne pas un accident ou un caprice.
    Ainsi, nous reconnaissons que Notre-Seigneur Jésus-Christ est notre roi : le roi de nos âmes, le roi de nos familles, le roi de toutes les sociétés et nations. En vérité, il nous a demandé dans sa prière, dans le Notre Père : « Que votre règne vienne, que votre volonté soit faite sur la terre comme au ciel. » Voici l’idéal que nous devons poursuivre. On ne peut pas aimer ce qu’on ne connaît pas : par conséquent, nous devons connaître le Christ-Roi.
C’est pourquoi cette cérémonie d’ordination aux ordres mineurs et de tonsure est très utile, pour la préservation du sacerdoce catholique, à laquelle vous participerez, mes cher séminaristes, et vous avez commencé en quelque sorte à y participer par les divers degrés que vous allez franchir, prévus pour l’accès au sacerdoce que l’Église catholique, telle qu’elle l’a défini d’une manière solennelle et définitive. Donc, il y a une hiérarchie dans le sacerdoce catholique du rite romain et traditionnel, hiérarchie dans laquelle Notre-Seigneur Jésus-Christ est le Grand Prêtre, et son vicaire est le Souverain Pontife.
Alors, nous demanderons tous ensemble à la très sainte Vierge Marie, Notre-Dame de Fatima, de nous donner l’humilité d’âme et la pureté de cœur, afin de nous libérer de cette désorientation diabolique, laquelle non seulement conduit à l’arrogance du monde contre Dieu et incite à l’impureté de la chair dans la société, mais encore crée nécessairement un climat d’apostasie général, plus que jamais à travers le pontificat du pape François.
Allez, mes chers amis, sainte Jeanne d’Arc nous exhorte à agir courageusement : « Nous combattons, nous prions, et Dieu donnera la victoire. »
Comme à une autre époque lorsque la Vendée s’est illustrée, nous devons porter avec conviction l’insigne du Sacré-Cœur qu’ils arboraient sur leur scapulaire. Comme les Cristeros aussi ont fait au Mexique pendant la persécution religieuse de 1926.
Je conclus en vous remerciant de continuer à faire de cette messe une cérémonie profondément catholique. Il faut compter sur la grâce de Notre Seigneur, et sur l’aide de la très sainte Vierge Marie. Elle est avec nous! Voilà donc la raison d’être de notre foi : Oportet illum regnare ! Il faut qu’il règne ! (1 Co 15, 25).
« Que vive mon Dieu,
« Que vive mon Roi,
« Que vive Jésus,
« Que vive sa Croix! »
Mes bien chers amis, Viva Cristo Rey !
Au nom du Père et du Fils et du Saint-Esprit. Ainsi soit-il.