Acto de Consagración al
Inmaculado Corazón de María
¡Oh Reina del Santísimo
Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de
todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes,
seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y
defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no
presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.
En esta hora trágica de la
historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos
consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro
Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada,
sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en
un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.
Que os conmuevan tantas ruinas
materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de
esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos
cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y
agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.
Vos, oh Madre de misericordia,
impetradnos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en
un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y
aseguran la paz. Reina de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra
la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la
caridad de Cristo. Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en
la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.
Conceded vuestra protección a
los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la
paz y haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con
nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz
en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Dad la paz a los pueblos
separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan
singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada
vuestra venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y
haced que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.
Obtened paz y libertad completa
para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo,
fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y
del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de
los que sirven a Dios.
Finalmente, así como fueron
consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género
humano, para que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y
prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina
del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado
Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de
Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen
bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno
Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo
el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.
Papa Pío XII