FUENTE: DIE TAGESPOST (subrayado de
NP, comentarios en rojo de NP)
EL SANTO PADRE APREMIA
Francisco
quiere superar la ruptura con la FSSPX - Un informe provisional del arzobispo
de la curia Guido Pozzo. Por Regina Einig
Desde el
2009, Guido Pozzo, Secretario de la Comisión Ecclesia Dei, ha sido el encargado
por el Santo Padre de dirigir las conversaciones con la FSSPX, separada de
Roma, con el objetivo de lograr el acercamiento. Benedicto XVI mostró su
voluntad de reconciliación en 2009 con el levantamiento de la excomunión de los
obispos consagrados ilícitamente por Mons. Lefebvre. Ahora el papa Francisco
les ha otorgado a los sacerdotes de la Fraternidad facultades para confesar.
Excelencia,
en julio, la promulgación del documento Summorum Pontificum cumplirá su décimo
aniversario. El papa Benedicto XVI quiso construir un puente para la FSSPX. ¿Confía
usted en que la ruptura entre la FSSPX y la Santa Sede sea sanada y se erija
una Prelatura Personal este año?
El camino de reconciliación entre la
FSSPX y la Santa Sede ha sido buscado persistentemente desde 2009, aunque
gradualmente y en diferentes etapas. Hoy podemos decir que el acercamiento ha
progresado mucho, y podemos estar confiados en que pronto se superará la
ruptura con el reconocimiento canónico de la Fraternidad bajo la forma legal de
una Prelatura Personal. Para alcanzar este objetivo, por un lado, se
solicita a la Fraternidad aceptar la “declaración doctrinal” formulada por la
Santa Sede. Por otro lado, la preservación de la identidad espiritual,
teológica, litúrgica, disciplinaria y pastoral de la Fraternidad está
garantizada por una ley especial con sus estatutos correspondientes. Sin
embargo, no se han fijado límites de tiempo. Estamos confiados en la
intercesión y la ayuda maternal de Nuestra Señora de Fátima, cuyo 100
aniversario celebramos este año. Ciertamente que la promulgación del Motu
proprio Summorum pontificum por Benedicto XVI liberando la misa “Vetus ordo”
representó un momento crucial que marcó un punto de inflexión en las relaciones
con la Fraternidad, sin embargo, fue fundamental en 2009 la decisión del papa
de levantar las excomuniones a los obispos consagrados por Lefebvre, confirmada
por Francisco, y mantener conversaciones doctrinales entre la Congregación para
la Doctrina de la Fe -estrechamente conectada a la Comisión Ecclesia Dei- y la
FSSPX.
¿Usted apoya
los planes de la Fraternidad de establecerse en Roma? Los medios mencionaron
recientemente la iglesia Santa Maria Immaculata all'Esquilino.
Hemos escuchado estas presuntas
noticias en los medios de comunicación. Algunos me atribuyeron el papel de
intermediario en este asunto, lo que me es completamente ajeno. Creo que es
evidente que la posible adquisición de una iglesia rectoría o una iglesia en
Roma por la FSSPX presupone la plena reconciliación y el reconocimiento formal
legal por parte de la Santa Sede.
El Santo Padre
extendió la facultad de confesar a los sacerdotes de la Fraternidad después del
año santo y también recibió a Mons. Fellay en enero. ¿El papa ha asumido como
una tarea suya el acuerdo con la FSSPX?
Para el Santo Padre la cuestión de
la unidad de la Iglesia está siempre en su corazón, y siempre alienta a
encontrarse con magnanimidad y con la disposición de escucharse unos a otros (Unidad bajo
el tirano Francisco. En caso de duda, preguntar a los Franciscanos de la
Inmaculada o a los Caballeros de Malta, entre otras desdichadas víctimas de Francisco). Esto no significa que uno esté
siempre de acuerdo con la opinión de los interlocutores, pero el Santo Padre
insiste en una actitud positiva y constructiva en el diálogo. Un clima de
relaciones amigables donde un lado se dirige al otro con respeto, permite
tratar las cuestiones doctrinales y pastorales en una atmósfera de confianza y
apertura en lugar de una atmósfera de desconfianza y prejuicios.
(Luego,
Mons. Lefebvre -salvo cuando firmó el protocolo del 88- pecó de desconfiado y prejuicioso)
¿Qué
cuestiones doctrinales, desde su punto de vista, deben ser aclaradas principalmente
con la FSSPX?
La Fraternidad ha apuntado siempre a
una cierta ambigüedad (poca cosa) que en su opinión se puede
encontrar en algunas (pocas) formulaciones de los documentos del Concilio y, especialmente,
en la práctica de la Iglesia postconciliar (por eso hay que estar de
acuerdo con el 95% del concilio), en cuanto al ecumenismo, al
diálogo con las religiones no cristianas, a la relación entre la Iglesia y el Estado,
a la libertad religiosa, que se entiende como indiferencia o relativismo; a la
conexión entre la manera de pensar cristiana y las ideologías de la modernidad;
y a algunos aspectos de la reforma litúrgica y su aplicación. Mons. Fellay
afirmó en una entrevista el año pasado que la Fraternidad se reserva el
derecho de señalar la ambigüedad y los errores que cree ver (o se imagina); sin
embargo, la autoridad de Roma es la que debe aclarar los desacuerdos y los
puntos críticos. Creo que, incluso después de la reconciliación, las
dificultades y reservas de la Fraternidad deben ser tomadas en consideración
para llegar a una clarificación, una profundización y una precisión ulterior de
estos puntos (vanas ilusiones). Por otra parte, la Congregación para
la doctrina de la fe ha intervenido varias veces durante estos cuarenta años,
para explicar ciertas interpretaciones erróneas o malentendidos sobre ciertas
enseñanzas del concilio, para clarificarlas y corregirlas (¿Eso ha
representado algún remedio eficaz en esta crisis? Ninguno, porque los
responsables de la Congregación para la doctrina de la fe han sido herejes
modernistas y los jefes directos de éstos, los papas, también han sido herejes modernistas) No veo por
qué no podemos continuar con este trabajo de aclaraciones y respuestas a dudas
y reservas que se plantean con un espíritu religioso y no polémico.
¿Hasta qué
puntos ya hay acuerdo?
Hay un punto absolutamente
fundamental de acuerdo con la FSSPX: El Magisterio de la Iglesia no está por
encima de la palabra de Dios, escrita o transmitida, sino que la sirve,
enseñando solamente como lo que le ha sido entregado (Dei Verbum, 10). El
Magisterio, por su parte, a quien Cristo ha confiado la protección, la defensa
e interpretación de la fe, tiene la tarea de explicar y autentificar los textos
del Magisterio anterior, incluyendo los textos del concilio Vaticano II, bajo
la auténtica luz de la Tradición ininterrumpida. Es lo que hace la Iglesia con
la asistencia del Espíritu Santo, pero nunca con una novedad que contradiga lo
precedente, sino con un mejor entendimiento de la fe, en la misma doctrina,
sentido e interpretación (Vat. I, Dei Filius, 4 y Vat. II, Dei Verbum, 8). Este
principio debe aplicarse a los documentos del Vaticano II, que deben ser leídos
a la luz de la tradición y de acuerdo con la enseñanza constante de la Iglesia
como el mismo Monseñor Lefebvre reconoció en 1981 en una carta al Papa Juan
Pablo II. (Es la llamada
“hermenéutica de la continuidad”: el Vaticano II no contiene errores. Todo
error que se atribuya al Vaticano II tiene que ser causado, forzosamente, por
una errónea interpretación del concilio. ¿En algo esto les recuerda al cuento del rey desnudo o a cierta táctica defensiva del avestruz?)
¿Esto qué
significa?
Esto decir, que si se propone una
interpretación o comprensión o práctica del Vaticano II que está en
discontinuidad o en ruptura con la doctrina católica definida y enseñada
previamente por el Magisterio, esta interpretación debe ser rechazada como
falsa o inadecuada. El problema no es entonces el concilio Vaticano II en
cuanto tal, sino una cierta manera de comprensión, práctica o aplicación,
lo que se llama el “espíritu del concilio”. El Papa Benedicto XVI
habló de un “concilio verdadero” (y bueno) y un
“concilio virtual” (y malo), siendo éste último el fruto del poder de los medios de
comunicación masivos, la corriente modernista en teología, en otras palabras,
la “ideología conciliar” que se ha superpuesto a la “mens” verdadera de los
padres del concilio. (Entonces, que
quede bien claro: el concilio es impecable, totalmente católico, intachable,
perfecto. Todo lo malo que se atribuye al concilio, proviene de una oscura
conspiración posterior al Vaticano II, maldad de la cual éste está enteramente libre,
puro e inmaculado).
En la última
edición de la revista “Courrier de Rome” publicada por la FSSPX, el autor
describe la Misa de acuerdo al misal de Paulo VI como “Santa Misa”. ¿Podemos
calificar esto como que la validez del nuevo misal es aceptado en el seno de la
Fraternidad ahora?
Hasta donde sé, la Fraternidad nunca
ha cuestionado la validez del rito de la misa de Paulo VI o los libros litúrgicos
promulgados por Juan Pablo II. Ya en 1988, la validez de la misa celebrada de
acuerdo con el Novus Ordo fue reconocida en el protocolo preparado por el
entonces Cardenal Ratzinger con el consenso de Mons. Lefebvre. El protocolo no
siguió adelante por otras razones.
(Y
ahora Mons. Fellay lo recupera desde el basurero donde lo arrojó Mons.
Lefebvre, y lo resucita).
Las reservas de la FSSPX respecto al
Novus Ordo me parece que conciernen a ciertos aspectos de éste (como por
ejemplo las oraciones del Ofertorio, la comunión en la mano, etc.) así como la
naturaleza de las celebraciones Eucarísticas, que de hecho en diferentes partes
se llevan a cabo con errores doctrinales y abusos litúrgicos. Pero esto
también se puede discutir y aclarar.
(Alguien
regale el “Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae” a Mons. Pozzo).
Preservando una actitud
constructiva, no polémica o prejuiciosa, la discusión de estos temas ayudará a
proveer más claridad y reglas detalladas para promover la doctrina correcta e
intacta exenta de error; para evitar malentendidos y deficiencias, o
interpretaciones sesgadas y superficiales, que fueron características de una
cierta comprensión y una cierta difusión del concilio Vaticano II y de allí la
línea de discontinuidad y de ruptura con la Tradición católica que por
desgracia todavía son significativas. (De nuevo: el Concilio está perfecto;
el defecto está en una imagen falsa del concilio y en los abusos que se hacen
de él).