viernes, 17 de marzo de 2017

NUEVA ENTREVISTA DE MONS. POZZO: RECONOCIMIENTO CANÓNICO Y PRELATURA PERSONAL "PRONTO"

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FUENTE: DIE TAGESPOST (subrayado de NP, comentarios en rojo de NP)


EL SANTO PADRE APREMIA


Francisco quiere superar la ruptura con la FSSPX - Un informe provisional del arzobispo de la curia Guido Pozzo. Por Regina Einig


Desde el 2009, Guido Pozzo, Secretario de la Comisión Ecclesia Dei, ha sido el encargado por el Santo Padre de dirigir las conversaciones con la FSSPX, separada de Roma, con el objetivo de lograr el acercamiento. Benedicto XVI mostró su voluntad de reconciliación en 2009 con el levantamiento de la excomunión de los obispos consagrados ilícitamente por Mons. Lefebvre. Ahora el papa Francisco les ha otorgado a los sacerdotes de la Fraternidad facultades para confesar.

Excelencia, en julio, la promulgación del documento Summorum Pontificum cumplirá su décimo aniversario. El papa Benedicto XVI quiso construir un puente para la FSSPX. ¿Confía usted en que la ruptura entre la FSSPX y la Santa Sede sea sanada y se erija una Prelatura Personal este año?

El camino de reconciliación entre la FSSPX y la Santa Sede ha sido buscado persistentemente desde 2009, aunque gradualmente y en diferentes etapas. Hoy podemos decir que el acercamiento ha progresado mucho, y podemos estar confiados en que pronto se superará la ruptura con el reconocimiento canónico de la Fraternidad bajo la forma legal de una Prelatura Personal. Para alcanzar este objetivo, por un lado, se solicita a la Fraternidad aceptar la “declaración doctrinal” formulada por la Santa Sede. Por otro lado, la preservación de la identidad espiritual, teológica, litúrgica, disciplinaria y pastoral de la Fraternidad está garantizada por una ley especial con sus estatutos correspondientes. Sin embargo, no se han fijado límites de tiempo. Estamos confiados en la intercesión y la ayuda maternal de Nuestra Señora de Fátima, cuyo 100 aniversario celebramos este año. Ciertamente que la promulgación del Motu proprio Summorum pontificum por Benedicto XVI liberando la misa “Vetus ordo” representó un momento crucial que marcó un punto de inflexión en las relaciones con la Fraternidad, sin embargo, fue fundamental en 2009 la decisión del papa de levantar las excomuniones a los obispos consagrados por Lefebvre, confirmada por Francisco, y mantener conversaciones doctrinales entre la Congregación para la Doctrina de la Fe -estrechamente conectada a la Comisión Ecclesia Dei- y la FSSPX.

¿Usted apoya los planes de la Fraternidad de establecerse en Roma? Los medios mencionaron recientemente la iglesia Santa Maria Immaculata all'Esquilino.

Hemos escuchado estas presuntas noticias en los medios de comunicación. Algunos me atribuyeron el papel de intermediario en este asunto, lo que me es completamente ajeno. Creo que es evidente que la posible adquisición de una iglesia rectoría o una iglesia en Roma por la FSSPX presupone la plena reconciliación y el reconocimiento formal legal por parte de la Santa Sede.

El Santo Padre extendió la facultad de confesar a los sacerdotes de la Fraternidad después del año santo y también recibió a Mons. Fellay en enero. ¿El papa ha asumido como una tarea suya el acuerdo con la FSSPX?

Para el Santo Padre la cuestión de la unidad de la Iglesia está siempre en su corazón, y siempre alienta a encontrarse con magnanimidad y con la disposición de escucharse unos a otros (Unidad bajo el tirano Francisco. En caso de duda, preguntar a los Franciscanos de la Inmaculada o a los Caballeros de Malta, entre otras desdichadas víctimas de Francisco). Esto no significa que uno esté siempre de acuerdo con la opinión de los interlocutores, pero el Santo Padre insiste en una actitud positiva y constructiva en el diálogo. Un clima de relaciones amigables donde un lado se dirige al otro con respeto, permite tratar las cuestiones doctrinales y pastorales en una atmósfera de confianza y apertura en lugar de una atmósfera de desconfianza y prejuicios. (Luego, Mons. Lefebvre -salvo cuando firmó el protocolo del 88- pecó de desconfiado y prejuicioso)

¿Qué cuestiones doctrinales, desde su punto de vista, deben ser aclaradas principalmente con la FSSPX?

La Fraternidad ha apuntado siempre a una cierta ambigüedad (poca cosa) que en su opinión se puede encontrar en algunas (pocas) formulaciones de los documentos del Concilio y, especialmente, en la práctica de la Iglesia postconciliar (por eso hay que estar de acuerdo con el 95% del concilio), en cuanto al ecumenismo, al diálogo con las religiones no cristianas, a la relación entre la Iglesia y el Estado, a la libertad religiosa, que se entiende como indiferencia o relativismo; a la conexión entre la manera de pensar cristiana y las ideologías de la modernidad; y a algunos aspectos de la reforma litúrgica y su aplicación. Mons. Fellay afirmó en una entrevista el año pasado que la Fraternidad se reserva el derecho de señalar la ambigüedad y los errores que cree ver (o se imagina); sin embargo, la autoridad de Roma es la que debe aclarar los desacuerdos y los puntos críticos. Creo que, incluso después de la reconciliación, las dificultades y reservas de la Fraternidad deben ser tomadas en consideración para llegar a una clarificación, una profundización y una precisión ulterior de estos puntos (vanas ilusiones). Por otra parte, la Congregación para la doctrina de la fe ha intervenido varias veces durante estos cuarenta años, para explicar ciertas interpretaciones erróneas o malentendidos sobre ciertas enseñanzas del concilio, para clarificarlas y corregirlas (¿Eso ha representado algún remedio eficaz en esta crisis? Ninguno, porque los responsables de la Congregación para la doctrina de la fe han sido herejes modernistas y los jefes directos de éstos, los papas, también han sido herejes modernistas) No veo por qué no podemos continuar con este trabajo de aclaraciones y respuestas a dudas y reservas que se plantean con un espíritu religioso y no polémico.

¿Hasta qué puntos ya hay acuerdo?

Hay un punto absolutamente fundamental de acuerdo con la FSSPX: El Magisterio de la Iglesia no está por encima de la palabra de Dios, escrita o transmitida, sino que la sirve, enseñando solamente como lo que le ha sido entregado (Dei Verbum, 10). El Magisterio, por su parte, a quien Cristo ha confiado la protección, la defensa e interpretación de la fe, tiene la tarea de explicar y autentificar los textos del Magisterio anterior, incluyendo los textos del concilio Vaticano II, bajo la auténtica luz de la Tradición ininterrumpida. Es lo que hace la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo, pero nunca con una novedad que contradiga lo precedente, sino con un mejor entendimiento de la fe, en la misma doctrina, sentido e interpretación (Vat. I, Dei Filius, 4 y Vat. II, Dei Verbum, 8). Este principio debe aplicarse a los documentos del Vaticano II, que deben ser leídos a la luz de la tradición y de acuerdo con la enseñanza constante de la Iglesia como el mismo Monseñor Lefebvre reconoció en 1981 en una carta al Papa Juan Pablo II. (Es la llamada “hermenéutica de la continuidad”: el Vaticano II no contiene errores. Todo error que se atribuya al Vaticano II tiene que ser causado, forzosamente, por una errónea interpretación del concilio. ¿En algo esto les recuerda al cuento del rey desnudo o a cierta táctica defensiva del avestruz?)

¿Esto qué significa?

Esto decir, que si se propone una interpretación o comprensión o práctica del Vaticano II que está en discontinuidad o en ruptura con la doctrina católica definida y enseñada previamente por el Magisterio, esta interpretación debe ser rechazada como falsa o inadecuada. El problema no es entonces el concilio Vaticano II en cuanto tal, sino una cierta manera de comprensión, práctica o aplicación, lo que se llama el “espíritu del concilio”.  El Papa Benedicto XVI habló de un “concilio verdadero” (y bueno) y un “concilio virtual” (y malo), siendo éste último el fruto del poder de los medios de comunicación masivos, la corriente modernista en teología, en otras palabras, la “ideología conciliar” que se ha superpuesto a la “mens” verdadera de los padres del concilio. (Entonces, que quede bien claro: el concilio es impecable, totalmente católico, intachable, perfecto. Todo lo malo que se atribuye al concilio, proviene de una oscura conspiración posterior al Vaticano II, maldad de la cual éste está enteramente libre, puro e inmaculado).

En la última edición de la revista “Courrier de Rome” publicada por la FSSPX, el autor describe la Misa de acuerdo al misal de Paulo VI como “Santa Misa”. ¿Podemos calificar esto como que la validez del nuevo misal es aceptado en el seno de la Fraternidad ahora?

Hasta donde sé, la Fraternidad nunca ha cuestionado la validez del rito de la misa de Paulo VI o los libros litúrgicos promulgados por Juan Pablo II. Ya en 1988, la validez de la misa celebrada de acuerdo con el Novus Ordo fue reconocida en el protocolo preparado por el entonces Cardenal Ratzinger con el consenso de Mons. Lefebvre. El protocolo no siguió adelante por otras razones. (Y ahora Mons. Fellay lo recupera desde el basurero donde lo arrojó Mons. Lefebvre, y lo resucita).
Las reservas de la FSSPX respecto al Novus Ordo me parece que conciernen a ciertos aspectos de éste (como por ejemplo las oraciones del Ofertorio, la comunión en la mano, etc.) así como la naturaleza de las celebraciones Eucarísticas, que de hecho en diferentes partes se llevan a cabo con errores doctrinales y abusos litúrgicos. Pero esto también se puede discutir y aclarar. (Alguien regale el “Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae” a Mons. Pozzo).
Preservando una actitud constructiva, no polémica o prejuiciosa, la discusión de estos temas ayudará a proveer más claridad y reglas detalladas para promover la doctrina correcta e intacta exenta de error; para evitar malentendidos y deficiencias, o interpretaciones sesgadas y superficiales, que fueron características de una cierta comprensión y una cierta difusión del concilio Vaticano II y de allí la línea de discontinuidad y de ruptura con la Tradición católica que por desgracia todavía son significativas. (De nuevo: el Concilio está perfecto; el defecto está en una imagen falsa del concilio y en los abusos que se hacen de él).