El P. Giovanni Scalese (*).
En esta fotografía, como buen liberal, posa entre un crucifijo y un retrato del demoledor Papa Francisco.
En esta fotografía, como buen liberal, posa entre un crucifijo y un retrato del demoledor Papa Francisco.
"El hecho de que los
lefebvrianos estén de acuerdo con los pensamientos expresados por un “liberal
moderado perteneciente al clero oficial” ¿demuestra que ahora también ellos
están irremediablemente perdidos? En mi opinión, simplemente demuestra que
son inteligentes y sin complejos, que todavía saben pensar por sí mismos, están
abiertos a la verdad dondequiera que se encuentre, y aún no se han convertido
en víctimas de la ideología."
Non Possumus se refirió al P. Scalesse en
una entrada del 27 de noviembre titulada “Artículo
“políticamente correcto” de DICI sobre las dubia de los cuatro Cardenales”. Simplemente
nos interesó saber quien era el sacerdote al que la Neo-FSSPX, en el sitio
oficial de Ménzingen, cita y califica como "buen analista de la
crisis presente".
El P. Scalese (de los nuevos amigos de la
FSSPX) nos contesta desde su sitio web, condenando a Non Possumus y a la
Resistencia, y absolviendo a Mons. Fellay, a los demás acuerdistas, y al
Vaticano II.
Leyendo su artículo, no pudimos dejar de
sonreír a partir de donde niega que es liberal. Sí, estimados lectores, al
mismo tiempo el P. Scalese es capaz de negar que es liberal y
-por dar más ejemplos- decir esto acerca de Pablo VI:
Personalmente, creo que Pablo VI fue uno
de los más grandes Papas del siglo XX.
Tiene un gran mérito: ha podido llevar a
término el Concilio (empresa ciertamente no fácil) y luego ha llevado a cabo la
aplicación del Concilio (empresa aún más difícil).
Me hacen reír los tradicionalistas
radicales que acusan a Pablo VI de haber destruido la Iglesia. ¿Cómo es posible
que no se den cuenta de que el Papa Montini salvó a la Iglesia?
..."si el mundo conociera el corazón
que él tenía, más y más lo alabaría". Algo de eso supo Mons. Lefebvre, que
fue recibido y abrazado paternalmente por el Papa Montini.
Pablo VI para mí no es sólo un gran Papa;
no es sólo es un santo y doctor de la Iglesia. Es un padre.
Las citas son del artículo "Elogio de Pablo
VI", por el P. Scalese.
Este blog (nacido con el título Sin
Pelos en la Lengua y transformado desde el pasado mes de junio en Antiquo
robore) ha tenido tres fases: la primera, la más larga y más prolífica (359
entradas), va desde su nacimiento (enero de 2009) a finales de julio de 2011;
la segunda fue la más breve (se limitó a pocos meses del 2013, entre marzo y
mayo, con una desalineada ocasional en el mes de octubre) es la menos fecunda
(8 entradas); la tercera es la actual: iniciada hace un año (enero de 2016) ha
producido hasta el momento 100 entradas (aunque más de la mitad de ellas fueron
mis homilías dominicales).
Uno de los argumentos principalmente
tratado en las entradas de la primera fase, pero totalmente descuidados en las
fases siguientes, fue la reconciliación con la "Fraternidad sacerdotal San
Pio X" (FSSPX). Más bien, diría que el blog ha nacido a consecuencia de un
acontecimiento que vio implicados precisamente a los seguidores de Mons.
Lefebvre: la revocación de la excomunión a los cuatro Obispos de la Hermandad y
las polémicas que se derivaron de ello, en particular la declaración del
episcopado alemán, que les pidió a los cuatro Obispos de manifestar "de
modo inequívoco y creíble su fidelidad al Concilio Vaticano II y en particular
a la declaración Nostra Aetate", (véase la primera entrada del 30 de enero 2009). Siguieron una veintena de
intervenciones en que se trató de demostrar que un acuerdo con la FSSPX era
mucho más simple de lo que parecía. De manera intencionalmente desenfadada,
traté de exponer mi posición en la entrada del 18 de marzo 2009: prácticamente sustenté que, a mi
modesto parecer, para restablecer la plena comunión de la FSSPX con la Iglesia
católica bastaba con exigir la la profesión de fe (posición confirmada y
precisada en las entradas del 11 de septiembre de 2010 y del 13 de septiembre
2010). Se prefirió seguir otro camino, el de los "coloquios
doctrinales." Ustedes han visto cómo ha terminado.
En el ínterin ocurrió la elección de
Papa Francisco, que ha reavivado las esperanzas para una solución de la
fractura, las que parecían estar ya extintas. Ello por dos clases de motivos:
primero, porque el actual Pontífice es, por naturaleza, dado a no dar demasiado
peso a las cuestiones doctrinales; segundo, porque como Arzobispo de Buenos
Aires y Primado argentino, siempre mantuvo buenas relaciones con la
Fraternidad, hasta el punto de no negarle su apoyo para su reconocimiento
civil. Mons. Bernard Fellay ha podido encontrarse personalmente, aunque de
manera no oficial, con el papa Bergoglio. En este nuevo clima va encuadrada la
actitud más conciliadora asumida por la Pontificia Comisión "Ecclesia
Dei" sobre cuestiones doctrinales. Particularmente significativas me
parecen las diversas entrevistas de Mons. Guido Pozzo, entre las cuales destaca
la realizada a Famille Chrétienne el 20 de octubre de 2014
(traducida al italiano por el sitio Una Vox), y la realizada a la agencia ZENIT
el año pasado (28 de febrero de 2016 y 8 de abril de 2016). Respecto a la interpretación del
concilio, en esta entrevista, el Secretario de “Ecclesia Dei” sostiene en la
práctica una tesis muy similar a la que expuse en el artículo Concilio y “espíritu del concilio” y, como único
punto “no negociable” en las negociaciones para llegar a un reconocimiento
canónico, indica… ¡“la adhesión a la Professio fidei”!
Probablemente si en lugar de introducirse en extenuantes y vanos
"coloquios doctrinales" y pretender de los lefebvrianos una
incondicional adhesión al Vaticano II, se hubiera adoptado ya desde el
principio una posición de este género, a esta hora la FSSPX ya sería una
institución (prelatura, ordinariato o lo que sea) de la Iglesia católica.
Naturalmente que no todos, tanto
entre los progresistas como entre los tradicionalistas, ven con buenos ojos una
eventual reconciliación. Ciertamente no se pueden ignorar los posibles riesgos
de un reconocimiento canónico en el actual momento; y por otro lado no parece
justo el dejar escapar una ocasión más bien única que inusual. En lo personal,
por muchas razones, yo hubiera preferido que el acuerdo se alcanzara durante el
pontificado de Benedicto XVI. Pero el hecho de que esto no sucediera muestra
que, en general, hay que moverse más libremente y que debemos guiarnos
únicamente por factores objetivos, sin ser condicionados por las reacciones que
puedan causar ciertas decisiones (con lo que se termine por exigir a los lefebvrianos
más de lo necesario, solo para evitar de ser acusados después de excesiva
indulgencia). Muchos, en la FSSPX o salidos de ella, acusan a la Fraternidad de
haber cedido y de deriva liberal. En uno de estos episodios me he encontrado
involucrado personalmente. En el sitio Non possumus de la
“Sociedad sacerdotal de los Apóstoles de Jesús y María”, perteneciente a la
denominada “Resistencia católica” (el movimiento creado por Mons. Richard
Williamson luego de su expulsión de la FSSPX), apareció recientemente una
entrada respecto a un “Artículo
“políticamente correcto” de DICI sobre las dubia de los cuatro Cardenales”.
En el artículo en cuestión, publicado
por el sitio DICI el 24 de noviembre de 2016, el autor, P. Alain
Lorans, en cierta parte escribió:
“En el fondo, como lo dice un buen analista de la crisis presente,
se ven dos concepciones de la Iglesia enfrentadas: “Por un lado están aquellos
que consideran que es un deber pastoral de la Iglesia el enseñar la doctrina
revelada, tal cual es; por el otro, aquellos que preconizan como única actitud
pastoral aceptable el acompañamiento, el discernimiento y la integración”.
Pues bien, los de Non
possumus se sintieron con el deber de desenmascarar al anónimo
“analista” citado por el Padre:
¿Quién es este “buen analista
de la crisis presente”?: Se trata del P. Giovanni Scalese, un
liberal moderado perteneciente al clero oficial.
A tal revelación han hecho seguir un
florilegio de mis “buenos análisis”, para demostrar precisamente la deriva
liberal de la FSSPX.
Bueno, parece que aquí nos encontramos
frente a un claro ejemplo de dos diversas maneras de ser tradicionalista: una
manera inteligente y una manera marcada de estrechez mental. Si bien yo
no soy un lefebvriano (pero tampoco un “liberal” aunque “moderado), yo siempre
he profesado respeto y estima por Monseñor Lefebvre y la Fraternidad fundada
por él, porque creo que ha desempeñado -y sigue desempeñando- un papel
importante en la iglesia: el de recordar a todos la tradición, descuidada en
estos últimos años; y por eso yo siempre he esperado una reconciliación. Tengo
que decir que mi respeto y mi estima han sido correspondidas ampliamente.
Cuando publiqué el artículo Concilio
y “espíritu del concilio”, fue retomado por La Porte Latine. En el mensaje que enviaron para
informarme la publicación la definieron como “muy interesante”. Cuando, el año
pasado salió la exhortación apostólica Amoris laetitia, la
FSSPX difundió un declaración en la que se retomaron, con comillas, muchos
pasajes de mi entrada del 14 de abril de 2016. Ahora, el sitio web
oficial de la Fraternidad, hizo referencia al "análisis" sobre la
crisis en la Iglesia (por cierto, la frase citada en el artículo del P. Lorrans
se tomó de la entrada del 16 de noviembre, 2016). El hecho de que los
lefebvrianos estén de acuerdo con los pensamientos expresados por un “liberal
moderado perteneciente al clero oficial” ¿demuestra que ahora también ellos
están irremediablemente perdidos? En mi opinión, simplemente demuestra que
son inteligentes y sin complejos, que todavía saben pensar por sí mismos, están
abiertos a la verdad dondequiera que se encuentre, y aún no se han convertido
en víctimas de la ideología. Ésto también demuestra que, si de parte de la
Iglesia católica no se hubieran asumido actitudes, incluso digamos,
"ideológicas", no sólo a esta hora el "cisma" ya se habría
sanado, sino probablemente no habría ocurrido nunca. Cuando hay claridad y
rigor sobre los principios y disponibilidad sobre las cuestiones prácticas;
cuando hay apertura mental y buena voluntad; cuando hay plena conciencia de la
propia identidad y tolerancia hacia las legítimas diversidades, tarde o
temprano se encuentra un acuerdo, incluso conservando cada uno la propia
especificidad (que en este punto ya no es un motivo de conflicto sino una
riqueza para todos).
Desafortunadamente, no se encuentra
siempre tal apertura a la verdad («Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu
Sancto est»), sino que frecuentemente nos encontramos con mentes estrechas y
oscurecidas por la ideología (¡también la tradición, mal entendida, se puede
convertir en la ideología!). Y es así que no interesa si una afirmación sea
justa o equivocada en sí, sino que importa más quién la ha pronunciado
(contradiciendo así la sabia admonición de la Imitación de Cristo: «Non
quæras quis hoc dixerit, sed quid dicatur
attende»). ¿Qué puede venir de bueno de un “liberal moderado perteneciente al
clero oficial”? Parece escuchar a
Natanael: “¿de Nazaret puede venir algo bueno?” [P. Scalese: no exagere
ni enrede las cosas a su favor. Hemos dicho que usted es un "liberal
moderado", no hemos dicho que usted sea un perfecto inútil ni que sea un
malvado] Lo bonito es que ciertas actitudes de cerrazón no sólo se
encuentran entre los que están, de hecho, fuera de la Iglesia, sino también
entre algunos tradicionalistas de nuestra casa. Cuando precisamente publiqué
mis diez puntos sobre Amoris laetitia ("Saludable
autocrítica") mientras los lefebvrianos encontraron
algunos puntos dignos de ser retomados en su declaración oficial, algunos
catolicotes de entre nosotros, ¡se quejaron sobre el hecho que en aquellas
entradas, para criticar la exhortación apostólica, se recurrió al concilio!
No son pocos los católicos
tradicionalistas que, ante la crisis sin precedentes que enfrenta la Iglesia,
en lugar de indignarse, prefieren remarcar, tomamdo distancia y con aires de
cierta superioridad: “¿por qué maravillarse? Lo que está ocurriendo no es más
que la consecuencia natural del Vaticano II. El mal no es lo que está
sucediendo hoy en día, sino el concilio que ha sentado las bases para que esto
suceda". Olvidando que entre el Concilio y nosotros hay cincuenta años,
durante los cuales los Papas que se han sucedido en la cátedra de Pedro han
demostrado que no es verdad que del Concilio tenga que derivarse necesariamente
la subversión de la Iglesia y su doctrina. Limitándonos al ámbito moral, ¿quién
ha escritoHumanae vitae o Familiaris consortio, a las
cuales hoy se apela para refutar Amoris laetitia? ¿Quizás Pío XII?
¿O dos Papas "conciliares", que evidentemente no encontraron en el
Vaticano II motivos que los llevaran a las conclusiones de Amoris
laetitia?
Quien asume con respecto al Concilio una actitud de rechazo total, no es tan diferente de los que lo consideran un "súper-dogma", al que no es lícito cuestionar siquiera un ápice. Al igual que en todas las cosas, hay un término medio -en el que, al parecer, también están de acuerdo los lefebvrianos- en el cual el Vaticano II debe tomarse como lo que es: un concilio (por lo tanto una expresión solemne del magisterio eclesiástico, al cual se le debe la máxima atención) “pastoral” (y por lo tanto con todos los límites que esto comporta). El Vaticano II no debe ser rechazado en bloque ni absolutizado [¿Seguro, P. Scalese? Lea la cita de un excelente teólogo tradicionalista que ponemos abajo]. El confrontar el concilio debe realizado con una actitud respetuosamente crítica que, junto a una general aceptación, no excluye la posibilidad de discutir sobre algunos cuestiones que no pueden ser consideradas definitivamente cerradas. Si S.E. Mons. Lefebvre firmó todos los documentos conciliares significa que no halló ninguna herejía; indudablemente se dio cuenta de la ambigüedad de ciertas expresiones, pero evidentemente estuvo convencido que de aquellos textos se pudiera dar una interpretación ortodoxa [En el Concilio un Obispo podía firmar las actas para hacer constar su participación en las discusiones -como de hecho sucedió en el caso de Mons. Lefebvre-, y no necesariamente como señal de conformidad con lo expresado en los textos definitivamente aprobados]. Si en algún momento cambió de actitud, se puede pensar que lo hizo porque tenía la impresión -ciertamente no infundada- de que la Iglesia estaba teniendo predominantemente una interpretación errada del concilio. Pero si la Iglesia declara con autoridad cuál es la interpretación correcta (y Benedicto XVI, irresponsablemente renunciado, lo hizo en el discurso del 22 de diciembre de 2005, y ahora Mons. Pozo completa la perspectiva con algunas precisiones importantes) ¿por qué continuar descargando sobre el concilio culpas que no tiene?
__________________________
Cita del R.P. Álvaro Calderón (“La Autoridad Doctrinal del Concilio Vaticano II”, ponencia expuesta en el Simposio por los 40 años del inicio del Concilio Vaticano II): “Las declaraciones conciliares no pueden contribuir en nada al modo ordinario del magisterio, pues el vicio que las afecta impide vincularlas a las declaraciones del magisterio auténtico anterior. Si hay una página, por dar un ejemplo, que parece reafirmar y hacer progresar la enseñanza tradicional es, justamente, la que trata de la autoridad del magisterio jerárquico, en el n.25 de Lumen Gentium. ¿podemos al menos rescatar este texto? No, por cierto, porque en el capítulo anterior este mismo documento ha subordinado el oficio jerárquico al sensus fidei, lo que obliga a entender la doctrina del n. 25 de manera muy distinta a lo enseñado por el Vaticano I. Además, la misma noción de infalibilidad se desdibuja al sostener que las fórmulas dogmáticas son siempre inadecuadas para expresar el misterio revelado, permitiendo siempre un cierto pluralismo. (…) El magisterio conciliar no sólo carece de autoridad, sino que es reprobable... Es claro que la doctrina que anima los documentos conciliares responde a la de la nueva teología, condenada repetidas veces por los papas anteriores de manera general por su intrínseco relativismo. Por lo tanto, la doctrina conciliar no sólo carece de valor como magisterio simplemente auténtico, no solamente está exenta de autoridad simplemente teológica, sino que es en su conjunto reprobable, al menos por estar impregnada del relativismo del pensamiento moderno, puesto de manifiesto en la deliberada ambigüedad de su lenguaje… terminamos nuestra exposición expresando el vehemente deseo que este simposio por los cuarenta años del concilio vaticano II declare solemnemente la nulidad del magisterio conciliar. Porque la ingente multitud de nuestros trabajos ha probado que su doctrina está pervertida por el ángulo que se la mire (…)”.
(*) EL P. SCALESE SEGÚN EL P. SCALESE:
El padre Giovanni Scalese (Roma, 1955) pertenece a la Orden de los Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas). Es sacerdote desde 1981. Recibió su bachillerato en filosofía y teología en la Universidad Pontificia de Santo Tomás (Angelicum) y una licenciatura en teología (especialización en Teología Bíblica) en la Universidad Pontificia Gregoriana. Se graduó en filosofía en la Universidad de Bolonia con una tesis sobre "La Orden de los Barnabitas" Rosmini ( "Estudios Barnabiti" 7 / 1990-9 / 1992). Imparte clases de religión, historia y filosofía en el Colegio Querce de Florencia, en el Colegio de San Luis de Bolonia y el Instituto Biachi de Nápoles. De 1994 a 1999 fue rector del colegio Querce; del 2000 al 2006, Asistente General de la Orden. De 2003 a 2009 fue misionero en Asia (Filipinas y la India); 2011-2014 rector del Bianchi. Junto con el Padre Antonio Gentili publicó el "Prontuario del espíritu. Enseñanzas ascéticas y místicas de San Antonio María Zaccaría" (Milán, 1994). Publicó la primera edición italiana de las Constituciones de los Clérigos Regulares de San Pablo de 1579 ( "Estudios" Barnabitas 31/2014).
(Del perfil de blogger publicado por el P. Scalese).