jueves, 26 de enero de 2017

DERRIBOS BERGOGLIO, INC.

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Me ha recordado mi fiel novicio informático que, allá por Diciembre de 2013, cuando Francisco llevaba solamente seis meses habitando la Pensión de Santa Marta, escribí algo relacionado con un sueño que tuve y que parecía expresar la capacidad destructiva del Argentino. Demoliciones y Derribos S.A. se me presentó entonces como un mero sueño, pero la verdad es que ahora parece como si hubiera sido algo premonitorio de lo que iba a suceder. Si comparamos lo destruído en aquella época, con lo que llevamos destruído tres años después, aquello era un juego de niños.

Ya no es necesario aferrarse a los sueños, porque la realidad es mucho más terrible de lo que uno pueda soñar. La realidad se impone, decían los clásicos. Pero es que ahora no sólo se impone, sino que es un verdadero acoso y asedio, ante los ojos de aquellos que quieren ver. No solamente nos aparecen ya los escombros como algo usual y habitual, sino que ahora, a cuatro años del inicio del Bergogliorato, nos acongoja mucho más y nos sobrepone la especial capacidad del Destructor.

Todavía hay novicios y frailecitos imberbes -por supuesto-, que solamente ven maravillas estructurales en cada acto de Bergoglio. Y lo mismo pasa entre muchos abergogliados. Todavía encontramos a los que construyen discursos o artículos interminables  para justificar Amoris Laetitia, en contra de toda lógica. Necesitan adoctrinar a ciertos lectores para que piensen-lo-que-deben-pensar y no lo que piensan los malteses, alemanes, austriacos, argentinos y españoles que dicen que manga ancha. Y que tampoco piensen lo que dicen los protestones, dudosos y enredadores seguidores de Burke y otros de la cuerda hipócrita y sospechosa. En realidad, estos descifradores de jeroglíficos intentan enmendarle la plana al propio Francisco, que ya nos ha dicho varias veces (indirecta o directamente) cuál es su posición.

Nunca faltará un ingenuo, un pánfilo o un motolito, -cuando no un voluntariamente ciego-, que no quiera ver lo que hay en el ambiente eclesial y diga con bobería solemne que el Rey va vestido. Y tan ciegos están, que incluso afirman que va mucho más elegante y atractivo que la Melania esa, que ahora se ha puesto de moda.
También se ciscan en la realidad de los hechos, los que se felicitan por lo bien que va todo. No hay más que mirar las últimas encuestas de catolicismo en Brasil para echarse las manos a la cabeza. Desde 2014 ha perdido nueve millones de católicos. ¿Alguien da más? Seguramente la visita de Francisco a Río de Janeiro en su primera y triunfante JMJ, junto con los bailes y contorsiones de los Obispos y curitas meneones de turno, han logrado impedir que las pérdidas hayan sido de más millones, digo yo. Que se preparen los de Panamá el año que viene, porque se van a quedar reducidos a cenizas y escorias cuando pase el huracán pontificio por allí.
Habría muchos ejemplos para añadir y para examinar. Todos ellos vienen a coincidir en la misma realidad, que ya percibe el católico que tiene ojos en la cara y algo de amor a la Iglesia. Este hombre está destrozando la Iglesia. Vamos a cumplir cuatro años de derribos, desmoronamientos y devastaciones. Con sal incluída. Y con malas artes, lideradas por una mafia vaticana digna de Corleone, cuando se doctoró en Palermo. Para que luego digan algunos que la mafia es algo contrario al evangelio que hay que combatir. Menuda mafia hay en Santa Marta y sólo Dios sabe qué se cuece allí, cuando se ponen el delantal.

El Destructor avanza sin piedad, como si fuera un buque de guerra nuclear. Los Franciscanos de la Inmaculada, los despidos a cardenales poco adeptos, el Seminario de Guadalajara y su glorioso fundador Mons. Livieres, la indisolubilidad del matrimonio, el esplendor de la Liturgia, el prestigio del Papado, la vida religiosa femenina, los seminarios y lo que les viene, la eucaristía en el caso de los adúlteros, la vida de piedad en general, las bendiciones convertidas en buenaonda, las canonizaciones, la dignidad papal, la Diplomacia con los Estados, y un etcétera tan largo, que ya resulta difícil a mis neuronas hacer un listado completo.
Por citar algunos ejemplos recientes, esta misma semana la Orden de Malta ha sido ya destruida al paso de Francisco. No sé los detalles que habrá de fondo, pero desde luego a partir de ahora, la Orden de Malta ya ha pasado a mejor vida. No me cabe duda. Nuestro peculiar Destructor puede cargarse con un chasquido de dedos lo que se le ponga por delante, aunque tenga 800 años. Adiós, Orden de Malta.

Y la confirmación-elección acelerada del nuevo Prelado del Opus Dei, que genera ya de por sí preocupación en las mismas palabras del flamante electo ya con anillo y pectoral: asegura que su programa es seguir el programa del Papa Francisco y proponer el mensaje cristiano contagiando alegría a todo tipo de personas. No sé si dirá algo sobre la Amoris Laetitia esta semana…

O las verbenas y festejos organizados para conmemorar al bueno de Lutero, capaz de enfrentarse al catolicismo de su época con valentía, amor a Dios y siendo heraldo del Evangelio. Hasta sellos de Lutero se van a emitir y no sé si algún cava especial será descorchado este año. Hasta he oido decir que la Universidad de Roma se llamará ahora Universidad Luteranense. Probablemente camisetas, pins, jarritas de cerveza y gorras, muchas gorras con el logo: Je suis Lutero. Y siguiendo las consignas de este buen fraile, el Papa se llamará desde ahora Obispo de Babilonia. Ya veremos, porque todo puede suceder.

Dicen mis novicios que los chinos aprenden a construir todo lo que ven y por eso tienen de todo en sus tiendas, a precios muy bajos. Parece ser que se han puesto en contacto con Bergoglio para que les explique cómo se puede destruir tanto, en tan poco tiempo. Los ha recibido en Santa Marta y les ha explicado cómo hay que hacer para que la destrucción sea inmediata y fulminante. Con la rapidez que les caracteriza, lo han puesto en práctica. Esta grabación que me ha dejado Fray Malaquías, no es ni más ni menos que lo que ha hecho Derribos Bergoglio Inc. con la Iglesia. Faltan algunos edificios más. Pero todo se andará.  Por más que algunos no lo quieran ver. 

Fray Gerundio