El
R.P. Franz Schmidberger, el día 19 de febrero, expuso las razones por las
cuales le parece llegada la hora de normalizar la situación canónica de la
Fraternidad y, se puede suponer, de las comunidades amigas.
Entre
las razones presentadas por el antiguo superior general de la Fraternidad San
Pio X, encontramos el hecho de que Mons. Lefebvre procuró una regularización
canónica para su congregación. Esto es en parte exacto y en parte inexacto.
Hablando
de Dom Antonio de Castro Mayer, Mons. Lefebvre decía (creo que en 1985) que era
necesario que el Obispo emérito de Campos comprendiese que era preciso entrar
en la ilegalidad. Dom Antonio, a pesar de un análisis profundamente teológico
de la crisis actual, permanecía preso en una legalidad que lo paralizaba. Por
temor a la ilegalidad, Dom Antonio no ordenó ningún sacerdote entre 1984, fecha
en que fue forzado a dejar su función de Obispo titular de Campos, y 1988,
fecha de las consagraciones de los cuatro Obispos de la FSSPX. Mons. Lefebvre
entendía mejor lo que dice San Pablo: “la letra mata y el espíritu vivifica”.
Éste había discernido el golpe maestro de Satanás que fue el haber lanzado a
toda la Iglesia en la desobediencia a la Tradición, por obediencia. La virtud
de la obediencia utilizada era contra su finalidad. El bien al servicio del mal.
Que
Mons. Lefebvre haya procurado una solución canónica es evidente, pero que no la
encontró, es más evidente todavía. Y él no la encontró porque ella no existía y
no existirá mientras Roma siga estando ocupada por los enemigos de la realeza
universal de Nuestro Señor Jesucristo. Fue por eso que Mons. Lefebvre consagró
cuatro obispos en 1988. Él probablemente hubiera consagrado más si Dom Antonio
de Castro Mayer hubiese designado algunos sacerdotes para recibir el
episcopado, como le fue propuesto a través de Dom Gérard, que vino a Brasil en
1987 con la misión de hacer este pedido a Dom Antonio.
Mons.
Lefebvre pensaba que Dom Antonio hubiera podido negarse a abandonar su cargo y
hubiera podido escoger a su sucesor enfrentándose a Roma modernista para
preservar su diócesis de los errores actuales.
Mons.
Lefebvre sí quería una solución canónica, pero una solución canónica no fuese
falsa sino verdadera.
Para
el P. Schmidberger el momento para esta normalización verdadera parece haber llegado, ya que Roma ya no habla de la aceptación del Vaticano II ni de la
legitimidad del Novus Ordo, él dice también que la Fraternidad no se callará
respecto a los errores modernos.
Creo
que estas garantías son bastantes frágiles pues Dom Gérard y Campos decían
también que ninguna limitación les sería impuesta en el combate antimodernista.
Ellos nos prometieron continuar el combate e incluso algunos llegaron a decir
que era ahora que el combate iba a comenzar de verdad porque ellos lucharían
dentro de la Iglesia. Pura ilusión, como los hechos lo demostraron. Ilusión y
falsa doctrina, como si la Tradición estuviese fuera de la Iglesia.
Mons.
Lefebvre se daba cuenta de estas ilusiones en Dom Gérard. Mientras que el
modernismo reine en Roma, toda esperanza de una verdadera normalización será
vana.
El
P. Schmidberger dice también que la Resistencia perdió el sentido y el amor a
la Iglesia. Ciertamente que nosotros deberíamos tener más virtudes, más fe y
más caridad. Sin embargo, podemos decir, en nuestra defensa, que en la
Resistencia se estudia Pascendi, Syllabus, Quanta Cura, Quas Primas,
Quadragesimo Ano, etc. En la Resistencia se lee “La Historia del Catolicismo
Liberal” del P. Emmanuel Barbier. En la Resistencia se traduce al portugués y
se edita el libro “Pedro, ¿me amas?” de Daniel le Roux. En la Resistencia se
publica “Le Sel de la Terre” y se tiene veneración por Mons. Lefebvre y Dom
Antonio de Castro Mayer. Sus obras son estudiadas y explicadas a los fieles.
Si
no hacemos más es por nuestra culpa, pero hacemos algo y este algo creo que lo
hacemos por tener el sentido y el amor a la Iglesia.
Que
Dios aumente en nosotros ese amor a la Iglesia por intercesión del Inmaculado y
Doloroso Corazón de María.
+
Tomás de Aquino, OSB.