"En el concilio igualmente el arma privilegiada del diablo, cuando se trata de engañar a los hombres, es siempre la ambigüedad. Fórmulas ambiguas, palabras con doble sentido. Nuestro Señor nos dijo: que tu palabra sea sí, si, no, no; todo lo demás viene del diablo"
1962 es
la independencia de Argelia. Pero es también el inicio de una nueva traición,
esta vez de la Iglesia y de la Fe, con el concilio Vaticano II que comenzó con
un golpe de estado, como una revolución de 1789 en el concilio, donde se introducirán
sus ideas dentro en la Iglesia, como lo reconocieron varios prelados: Congar, y
en particular el cardenal Ratzinger, quien habla del valor de dos siglos de
cultura liberal que la Iglesia debía hacer suyas con ocasión del concilio
Vaticano II. Todos conocen la historia. Ustedes deben conocerla, por eso hay
que releer las obras de Monseñor Lefebvre.
En el
concilio igualmente el arma privilegiada del diablo, cuando se trata de engañar
a los hombres, es siempre la ambigüedad. Fórmulas ambiguas, palabras con doble
sentido. Nuestro Señor nos dijo: que tu
palabra sea sí, si, no, no; todo lo demás viene del diablo.
Pues
habría que contar en el concilio las palabras y expresiones de este género: “Sin embargo”, “no obstante”, “pero”, “también”, “en ciertos casos”, etc. Por
ejemplo: “Hay que conservar el latín, por ejemplo en la Misa. No obstante, en ciertos casos será conveniente traducir”. Sabemos lo que siguió.
Esta es la bomba retardada del concilio Vaticano II: ambigüedades queridas,
calculadas para su utilización futura.
Continúo
mi pequeña historia: 1969, después de un retiro en Argentina, voy a ver al
Arzobispo de Paraná a quien le pregunté si continuaría la tradición de la
Iglesia, pues ya estaba seguro de mi vocación sacerdotal: ve con monseñor Lefebvre,
me dijo él. Es la primera vez que escuché hablar de Monseñor Lefebvre. Por lo tanto, es la Iglesia la que me envió a
Monseñor Lefebvre para conservar la Tradición de la Iglesia. Y es Monseñor
Lefebvre quien predicó el retiro de Semana Santa en Ecône en 1972. Yo asisto y
entro al seminario en octubre del 72. El 21 de junio anterior estaba en Roma y
escuché el día de la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, con mis propios
oídos, que el Papa dijo “Después del
concilio el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia”. ¿Después o a causa
del concilio? Yo viví entonces en Ecône ese año decisivo del combate de la fe
de Monseñor Lefebvre. Me hizo el honor, que no merezco, de otorgarme su
confianza hasta el punto de darme libre acceso a su correspondencia.
En el
curso de mis años de seminario yo puedo constatar el sentido de combate de
Monseñor Lefebvre. El sigue la Providencia, cierto, pero a veces miraba hacia
atrás para ver si sus fieles combatían a medida que el combate se intensificaba, y que las batallas se
sucedían. Para asegurar sus tropas él les explicaba, naturalmente, que estamos
dentro de la Iglesia, que reconocemos al Papa, etc. etc. Llegaría hasta firmar
un acuerdo al que renuncia inmediatamente. Por lo tanto, no hay que valerse de
esa precaución, con la que quiso asegurarse que todo mundo comprendiera bien la
situación, para ahora pretender hacer todo lo contrario, lo que él nos dijo que
no hiciéramos, es decir, antes del acuerdo se debe esperar a que Roma regrese a
la Tradición.