Madiran;
la herejía
Ninguna tormenta del mar podrá hundir un
corcho;
ni la herejía ahogará la expresión tradicional de la Verdad.
En su libro «La Herejía
del Siglo XX» Jean Madiran (1920–2013) ha presentado la gravedad de la herejía
(Prólogo); su filosofía subyacente (Parte I) y los obispos responsables de ella
(II); en las Partes III, IV y V llega a la herejía misma, que analiza según sus
siete Proposiciones. En la Parte III presenta las dos primeras por su
importancia; en la Parte IV las seis primeras con un poco di detalle; en la
Parte V la séptima Proposición sola, también por su importancia para Madiran.
La Parte III, tema de los «Comentarios» de esta semana, se subdivide en seis
capítulos.
En el capítulo primero,
Madiran declara que en vísperas del Vaticano II (1962–1965) el ambiente
religioso ya era pestilente en general, pero el entonces obispo de la ciudad de
Metz, en el este de Francia, Mons. Schmitt, puso en claro toda la vaga
pestilencia con las dos primeras de las siete Proposiciones por las que con
toda su autoridad episcopal presentó lo que de hecho era una nueva religión. La
primera Proposición (P1) declara que el mundo cambiante de hoy impone un
cambio en el concepto mismo de la salvación traída por Jesucristo. Y la segunda
(P2) declara que la idea que ha tenido la Iglesia del plan de Dios no era
hasta entonces lo suficientemente evangélica. En resumen, (P1) la Iglesia debe
promover la «socialización», dice el Obispo de Metz, porque (P2) la antigua
Iglesia no era lo suficientemente colectiva, sino demasiado simplemente
personal en su práctica del Evangelio. Pero lo que el obispo está promoviendo
es el comunismo, dice Madiran.
Porque en efecto la
«socialización», argumenta Madiran en el Capítulo dos, se basa en una visión
marxista de la historia, materialista y determinista, que muestra que el obispo
de Metz ha perdido la fe cristiana, porque ¿cómo pueden coincidir los fines
espirituales del cristianismo con los fines materialistas del comunismo? El
comunismo es un sistema social que debe ser rechazado por razones religiosas,
porque como sistema social pretende reemplazar el sistema social de la Iglesia
y con ello el cristianismo.
En el Capítulo tercero,
Madiran rechaza la afirmación de Mons. Schmitt de que los hombres de hoy son
los que mejor entienden la fraternidad evangélica (cf. la P2 más arriba). Tal
degradación de todas las obras y logros sociales de la Iglesia pre-conciliar es
ridícula, y para los católicos, dice Madiran, es un narcisismo indigno.
Así, para 1967, dice
Madiran en el Capítulo cuatro, se había hecho claro al mundo que Mons. Schmitt
estaba promoviendo nada menos que una nueva religión, o una herejía,
vandalizando siglos y siglos de tradición católica. Se hace claro que los
obispos franceses son vándalos sin inteligencia ni carácter. De ahora en
adelante depende de los laicos defender el Catecismo, es decir, ¡los
fundamentos de la Fe!
En el Capítulo 5, en
contra de mantenerse al día con los tiempos (P1), Madiran mantiene el Primer
Mandamiento, porque es el Dios inmutable y no el mundo mutante el que debe
tener el primer lugar en nuestros corazones y mentes. Ni los tiempos estarán
nunca con la Iglesia, porque la Iglesia está con Jesucristo. Sólo los católicos
mundanos son admirados por el mundo. Y contra la Iglesia que no practica
suficientemente el Evangelio (P2), Madiran contesta que los Santos nunca
inventaron nada para ser «suficientemente evangélicos», por el contrario,
siempre se esforzaban por ser lo más fieles posible a la tradición para poner
en práctica el Evangelio.
En conclusión, en el
Capítulo seis, Madiran niega que haya alguna verdad que salvar de las
Proposiciones 1 y 2, y declara que la nueva religión de Mons. Schmitt quiere
que la Iglesia gane el mundo entero al precio de su propia alma. La nueva
religión no tiene ni verdadera autoridad ni verdadera obediencia, y Madiran
tiene una visión profética de la Tradición Católica sobreviviendo al Vaticano
II, porque la Tradición hace que los hombres libres se arrodillen noblemente
ante su Dios de acuerdo con una autoridad real y una obediencia real. Tales
católicos nunca seguirán la falsa religión de obispos tan pobres como el Obispo
de Metz. ¡Basta que espere el mismo para verlo!
Kyrie eleison.