¿Dios está virtualmente perdido para los hombres de hoy en día?
Pero no para las almas que lo aman, sufren y rezan.
En
el Prólogo de su libro sobre La Herejía del Siglo XX, Jean Madiran
comienza con la audaz afirmación de que son los obispos católicos los
responsables de la herejía del siglo XX (p.17 en la reedición del libro en 2018
por via.romana@yahoo.fr). Sabiendo que será acusado como un simple laico de
hablar fuera de lugar, afirma desafiantemente (p. 28) que como católico bautizado
no necesitaba pedir ni recibir ningún mandato para defender la Fe, cuando los
pastores o los obispos se han convertido en lobos, o herejes que destruyen la
Fe.
Y
hace (p. 26) una distinción crucial que anuncia la tesis de todo su libro. Herejía
en el sentido estricto de la palabra significa la negación intencional de lo
que uno sabe que es una proposición definida de la Fe, pero en el sentido
amplio significa la aceptación de una mentalidad radicalmente ajena a la Fe. La
herejía que atacará es en este sentido amplio, que va mucho más allá de la
contradicción de cualquier proposición particular de la Fe. La «herejía del
siglo XX» se encuentra más bien «en la noche, en el vacío, en la nada».
¿Y
cómo se vaciaron los obispos franceses? Madiran escribe (p. 20) que durante 100
años, desde mediados del siglo XIX, habían estado fuera de contacto con Roma,
en esa época de la Roma verdaderamente católica de Pío IX y el Syllabus, porque
toda su mentalidad (p. 21) se había alejado de Roma. La suya era la disciplina
católica sin convicción, la obediencia católica sin entender para qué servía la
obediencia. Madiran golpea en pocas palabras la esencia de la Iglesia
preconciliar: bajo la influencia del mundo moderno, una pérdida progresiva de
la fe católica resultaba en una Iglesia donde las apariencias seguían en pie
pero la sustancia detrás de las apariencias había desaparecido. Cómo la
verdadera Iglesia necesitaba resistir ese nuevo mundo Revolucionario, los Papas
anti-liberales lo establecieron, sobre todos los Papas Pío IX, León XIII y Pío
X en su enseñanza social, pero de sus Encíclicas sociales Madiran (p. 23) dice que
los obispos en los años '50 no sabían virtualmente nada.
Aún
más grave para Madiran, prefigurando toda la Parte VI del libro por venir, la
herejía del siglo XX de estos obispos fue su mentalidad general y sin fe, que
niega que exista tal cosa como la ley natural (p. 24). Magnetizados por el mundo
moderno, infectados por su liberalismo, durante mucho tiempo se habían alejado
mentalmente de Roma y rechazado su doctrina social, pero en los años '50
seguían citando ciertas fórmulas del antiguo catecismo. Sin embargo, en sus
corazones se estaba perdiendo todo el sentido de la ley natural, lo que
significaba que en los años inmediatamente posteriores al Concilio estaban
dispuestos a tocar y corromper el dogma y el catecismo que habían dejado hasta
entonces exteriormente intactos. Así, su desacuerdo con Roma sobre la doctrina
social antes del Concilio llevaba consigo el desarraigo total de la religión
cristiana que sufrió toda la Iglesia después del Concilio (p. 25).
Porque
si no hay una ley natural u orden racional arraigado por Dios en toda la
Creación que nos rodea, entonces toda la razón y la fe naufragan, y aunque las
fórmulas del Evangelio y las definiciones dogmáticas pueden ser recitadas y
repetidas con precisión por un tiempo, su sustancia ha sido vaciada y toda la
religión ha sido radicalmente subvertida. Los obispos sin ley natural ya no
tienen acceso al Evangelio ni a las definiciones dogmáticas. Ya no pueden
conservar ni transmitir nada (p. 26). Están maduros para deslizar a la izquierda
hacia la religión sustituta de la modernidad, que es el comunismo (p. 26).
Y
para concluir el prólogo, Madiran apela a un compatriota que previó esta
decadencia en el clero incluso antes de la Primera Guerra Mundial. Charles
Péguy (1873–1914) escribió en 1909 que el clero (p. 30) estaba destruyendo con
éxito el cristianismo al querer que progresara con los tiempos. Ellos mismos
estaban perdiendo la fe (32), aceptando su desaparición como algo natural.
Kyrie eleison.