domingo, 1 de noviembre de 2020

COMENTARIO ELEISON Número DCXC (690) - 03 de octubre de 2020

 


¿Dios está virtualmente perdido para los hombres de hoy en día?
Pero no para las almas que lo aman, sufren y rezan.

En el Prólogo de su libro sobre La Herejía del Siglo XX, Jean Madiran comienza con la audaz afirmación de que son los obispos católicos los responsables de la herejía del siglo XX (p.17 en la reedición del libro en 2018 por via.romana@yahoo.fr). Sabiendo que será acusado como un simple laico de hablar fuera de lugar, afirma desafiantemente (p. 28) que como católico bautizado no necesitaba pedir ni recibir ningún mandato para defender la Fe, cuando los pastores o los obispos se han convertido en lobos, o herejes que destruyen la Fe.

Y hace (p. 26) una distinción crucial que anuncia la tesis de todo su libro. Herejía en el sentido estricto de la palabra significa la negación intencional de lo que uno sabe que es una proposición definida de la Fe, pero en el sentido amplio significa la aceptación de una mentalidad radicalmente ajena a la Fe. La herejía que atacará es en este sentido amplio, que va mucho más allá de la contradicción de cualquier proposición particular de la Fe. La «herejía del siglo XX» se encuentra más bien «en la noche, en el vacío, en la nada».

¿Y cómo se vaciaron los obispos franceses? Madiran escribe (p. 20) que durante 100 años, desde mediados del siglo XIX, habían estado fuera de contacto con Roma, en esa época de la Roma verdaderamente católica de Pío IX y el Syllabus, porque toda su mentalidad (p. 21) se había alejado de Roma. La suya era la disciplina católica sin convicción, la obediencia católica sin entender para qué servía la obediencia. Madiran golpea en pocas palabras la esencia de la Iglesia preconciliar: bajo la influencia del mundo moderno, una pérdida progresiva de la fe católica resultaba en una Iglesia donde las apariencias seguían en pie pero la sustancia detrás de las apariencias había desaparecido. Cómo la verdadera Iglesia necesitaba resistir ese nuevo mundo Revolucionario, los Papas anti-liberales lo establecieron, sobre todos los Papas Pío IX, León XIII y Pío X en su enseñanza social, pero de sus Encíclicas sociales Madiran (p. 23) dice que los obispos en los años '50 no sabían virtualmente nada.

Aún más grave para Madiran, prefigurando toda la Parte VI del libro por venir, la herejía del siglo XX de estos obispos fue su mentalidad general y sin fe, que niega que exista tal cosa como la ley natural (p. 24). Magnetizados por el mundo moderno, infectados por su liberalismo, durante mucho tiempo se habían alejado mentalmente de Roma y rechazado su doctrina social, pero en los años '50 seguían citando ciertas fórmulas del antiguo catecismo. Sin embargo, en sus corazones se estaba perdiendo todo el sentido de la ley natural, lo que significaba que en los años inmediatamente posteriores al Concilio estaban dispuestos a tocar y corromper el dogma y el catecismo que habían dejado hasta entonces exteriormente intactos. Así, su desacuerdo con Roma sobre la doctrina social antes del Concilio llevaba consigo el desarraigo total de la religión cristiana que sufrió toda la Iglesia después del Concilio (p. 25).

Porque si no hay una ley natural u orden racional arraigado por Dios en toda la Creación que nos rodea, entonces toda la razón y la fe naufragan, y aunque las fórmulas del Evangelio y las definiciones dogmáticas pueden ser recitadas y repetidas con precisión por un tiempo, su sustancia ha sido vaciada y toda la religión ha sido radicalmente subvertida. Los obispos sin ley natural ya no tienen acceso al Evangelio ni a las definiciones dogmáticas. Ya no pueden conservar ni transmitir nada (p. 26). Están maduros para deslizar a la izquierda hacia la religión sustituta de la modernidad, que es el comunismo (p. 26).

Y para concluir el prólogo, Madiran apela a un compatriota que previó esta decadencia en el clero incluso antes de la Primera Guerra Mundial. Charles Péguy (1873–1914) escribió en 1909 que el clero (p. 30) estaba destruyendo con éxito el cristianismo al querer que progresara con los tiempos. Ellos mismos estaban perdiendo la fe (32), aceptando su desaparición como algo natural.

Kyrie eleison.