El monte Sinaí
Sí Sí No No, vía ADELANTE LA FE
Prólogo
San
Pablo, en el capítulo XI de la Epístola a los Romanos, afronta la cuestión
sobre si Dios ha repudiado para siempre a todo Israel
o si una parte de él volverá, en el curso de la historia, a Cristo, o bien, si
el pueblo “elegido una vez” se convertirá en masa, hacia el fin del mundo,
volviendo a Dios. Él afirma que la reprobación de Israel a causa del deicidio
es parcial y temporánea. En efecto, “un pequeño resto” de Israel,
ya inmediatamente después del deicidio, creyó en Cristo (los Apóstoles, los
Discípulos y los primeros neófitos convertidos desde la predicación apostólica)
y, al fin del mundo, también Israel se convertirá “en masa”, volviendo a Aquél
que crucificó.
Para
comprender mejor lo que fue revelado en San Pablo es bueno estudiar ante todo
el Comentario que Santo Tomás de Aquino hizo de la Epístola a los Romanos,
acompañándolo con el del padre Marco Sales.
El
Texto sagrado paulino
I
PARTE (Rom., XI, 1-10)
“1 Y
digo yo: ¿Acaso habrá desechado Dios a su pueblo? De ningún modo: que también
soy yo israelita, de la descendencia de Abrahán, de la tribu de Benjamín. 2 Dios
no ha rechazado a su pueblo, al que había elegido de antemano. ¿O es que no
sabéis lo que dice la Escritura cuando Elías se queja a Dios contra
Israel? 3 Señor, han matado a tus profetas, han
derribado tus altares; he quedado yo solo y buscan mi vida. 4 Pero
¿qué le responde el oráculo? Me he reservado siete mil
hombres que no han doblado la rodilla ante Baal. 5 Así,
pues, también en la actualidad ha quedado un resto, elegido por gracia. 6 Y
si es por gracia, no lo es en virtud de las obras; de otro modo, no es ya
gracia. 7 Entonces, ¿qué? Que Israel no consiguió lo que
buscaba, mientras que sí lo consiguieron los elegidos. Los demás se
endurecieron, 8 según está escrito: Dios les dio
un espíritu de embotamiento, ojos para no ver y oídos para no oír hasta el día
de hoy. 9 Y David dice: Que su mesa se
convierta en trampa y en lazo, en ocasión de tropiezo y en retribución para
ellos; 10 que sus ojos se oscurezcan hasta no ver y
que su espalda se vaya encorvando continuamente.”
Significado
El
Angélico, en la Lección I sobre el Capítulo XI (vv. 1-10) de la Epístola a los
Romanos, enseña que “la caída de los Judíos es digna de conmiseración” (Cap.
XI, Lección I, n. 859), y retomando lo que había dicho más arriba, reafirma que
“sin embargo, no es del todo excusable” (n. 813) ya que fue voluntaria y
culpable.
Por
tanto, entra en el meollo de la cuestión que nos hemos planteado y, en primer
lugar, afirma: “el Apóstol muestra que la caída de los Judíos no es
universal” (n. 860), o sea, admite excepciones particulares, y seguidamente
escribe que, después del deicidio, “Dios no rechazó del todo al
pueblo de los Judíos” (n. 861). En efecto, los Apóstoles son Israelitas y él
mismo lo es: “también yo, llamado a la fe de Cristo, soy israelita, de la
descendencia de Abrahán” (Rom., XI, 2; cfr. 2 Cor., XI, 22).
En
resumen, “la reprobación de Israel es sólo parcial, ya que algunos Israelitas
se convirtieron a Cristo” (M. Sales, Le Lettere degli Apostoli, S.
Paolo, Epistola ai Romani, cap. XI, II ed., 2016, Effedieffe,
Proceno di Viterbo, p. 1411).
En
segundo lugar, el Apóstol de los Gentiles muestra que “el pueblo ‘elegido una
vez’ no fue rechazado totalmente por Dios también por sus
numerosos elegidos, que se convirtieron y se convertirán particularmente (no
todavía ‘en masa’ como hacia el fin del mundo) a Cristo en el curso de los tiempos”
(n. 862). En efecto, no sólo San Pablo no fue rechazado, sino que Dios no
rechazó al pueblo ‘elegido una vez’, “en cuanto a los que ha preelegido” (n.
863), o sea, en cuanto a aquellos que se convertirán individualmente a
Cristo.
El
padre Marco Sales comenta: “Dios no ha rechazado a todo su pueblo sin
excepción. Como prueba, el Apóstol ofrece el ejemplo de sí mismo, diciendo ‘soy
Israelita’. Pues bien, si Dios hubiera rechazado a su pueblo no habría elegido
entre los Israelitas a ‘los ministros de Cristo y dispensadores de sus
misterios’ y no los habría mandado a predicar la fe entre los Paganos” (cit.,
p. 141).
Después,
San Pablo ofrece como ejemplo aquello que sucedió en tiempos del profeta Elías.
En efecto “en tiempos de Elías, cuando parecía que todo el pueblose
había desviado del culto del Dios único ” (n. 864), induciendo al profeta a
decir: “he quedado yo solo en el culto del Dios único; cosa que Elías dijo por
el hecho de que otros no manifestaban tan abiertamente ser cultores de Dios”
(n. 869), Dios le respondió: “Me he reservado para mí, es decir, para mi culto,
no permitiendo que cayeran en el pecado de infidelidad, siete mil
hombres, donde el número siete mil se afirma para indicar una cierta
cantidad por motivo de la plenitud y de la perfección del septenario y del
millar, y estos no han doblado la rodilla ante Baal, o sea, no han abandonado
el culto del único Dios verdadero” (n. 870). Así, también en el tiempo
presente, es decir, durante la edad apostólica e inmediatamente después del
deicidio, “la mayor parte del pueblo judío parece haberse
desviado, mientras que ‘un pequeño resto o una reliquia ha
permanecido en el culto del Dios verdadero en Cristo, según la elección
gratuita de la gracia divina” (n. 871).
En
tiempos de Elías, escribe el padre Sales (cit., p. 141), parecía que “todo el
pueblo” había caído en la idolatría y el profeta creía haberse quedado “solo”
en el adorar a Dios, pero Dios le reveló que se había reservado un cierto
número o “un pequeño resto” de fieles. Así, también después del deicidio,
Israel fue reprobado, pero muchos Israelitas se convirtieron a Cristo. Además,
el número 7, aquí como en otros lugares, indica un número pleno y relativamente
bastante grande (p. 142). Por ello, también ahora, no obstante, la incredulidad
de la mayoría de los Judíos, algunos (= “un resto, un residuo”) fueron
reservados y mantenidos fieles en virtud de la gracia gratuita y de una
elección independiente de todo mérito. Israel, en su gran mayoría, no consiguió
la salvación. En cambio, los elegidos, o sea, el “pequeño resto”, por gracia
gratuita consiguieron la justicia y la santificación (M. Sales, cit., p. 142).
En
resumen, “Israel, por lo que respecta a la mayor parte del pueblo,
no consiguió la justicia o la fidelidad al Dios verdadero, sino que una reliquia de
entre los Judíos (los Apóstoles y los discípulos) consiguieron la justicia,
mientras que la mayor parte del pueblo fue abandonada a causa
de su malicia” (n. 872).
El
Doctor Angélico, siguiendo el texto paulino, afronta ahora la cuestión de la
futura conversión en masa de los Judíos a Cristo, escribiendo:
“al final del mundo los corazones de los hijos serán convertidos” (n. 875).
II
PARTE (ROM., XI, 11-16)
El
texto
“11 Digo,
pues: ¿acaso cometieron delito para caer? De ningún modo. Lo que ocurre es que,
por su caída, la salvación ha pasado a los gentiles, para darles celos a
ellos. 12 Pero si su caída ha significado una riqueza para
el mundo y su pérdida una riqueza para los gentiles, ¡cuánto más significará su
plenitud! 13Ahora bien, a vosotros, gentiles, os digo: siendo
como soy apóstol de los gentiles, haré honor a mi ministerio, 14 por
ver si doy celos a los de mi raza y salvo a algunos de ellos. 15 Pues
si su rechazo es reconciliación del mundo, ¿qué no será su reintegración sino
volver desde la muerte a la vida? 16 Si las primicias son
santas, también lo es la masa; y si la raíz es santa, también lo son las
ramas.”
Significado
En
la Lección II del Capítulo XI de su Comentario a la Epístola a los Romanos (vv.
11-16), el Angélico, basándose en San Pablo, escribe que “la caída de los
Judíos no sólo no es absoluta y universal, sino que, además, añade
que no es ni siquiera inútil ni irreparable” (n. 878).
En
breve: “esta reprobación de Israel fue la ocasión para que los Gentiles se
convirtieran y los Gentiles convertidos son a su vez la ocasión de la
conversión de los Judíos. En efecto, finalmente vendrá un día en que Israel se
convertirá ‘en masa’ a Jesucristo” (M. Sales, cit., p. 141). Además, “como la
reprobación de Israel es sólo parcial, lo es también temporánea. Sin embargo,
su pecado fue ocasión de salvación para los Paganos. En efecto, el Evangelio
fue ante todo predicado a los Judíos, pero, como estos en masa no quisieron
escucharlo, los Apóstoles se dirigieron a los Paganos, los cuales acogieron en
masa con entusiasmo su predicación” (M. Sales, p. 143).
Por
ello, la caída de la mayor parte de los Judíos 1º) es útil en
cuanto que “Dios permitió que los Judíos le ofendieran, crucificando a su Hijo,
no sólo exclusivamente de manera que cayeran, o sea, sin ninguna otra utilidad
que derivase de su pecado. Dios no permitiría nunca que sucediese algún mal
sino por un bien que brota de ese mal. […]. Por lo que Dios no permitió el
deicidio para que permanecieran para siempre en esa caída” (n.
879).
Por
lo tanto, “la caída de los Judíos es útil. Por tanto, en absoluto cayeron
inútilmente, sino que más bien la salvación ha alcanzado a los Paganos,
tomando ocasión del pecado de los Judíos de tres modos.
Primero: en cuanto que del delito que cometieron matando a Cristo se consiguió
la salvación de los Gentiles mediante la Redención con la Sangre de Cristo. En
segundo lugar, con respecto al delito con el que rechazaron también la doctrina
a ellos predicada por los Apóstoles y del cual derivó que los Apóstoles
predicaran a los Gentiles, convirtiéndolos. De un tercer modo en cuanto que los
Judíos fueron dispersados entre todas las Gentes por su culpa y así Cristo tuvo
testimonio en todo pasaje de los Libros sagrados de los Judíos para convertir a
los Gentiles, los cuales podrían haber sospechado que las profecías referentes
a Cristo hubieran sido inventadas por los cristianos, si no hubieran sido
probadas como auténticas por el testimonio de los Judíos, enemigos de los
cristianos” (n. 881).
La
caída de Israel fue útil también para que “los Gentiles emularan a los Judíos
imitándoles en el culto del Dios único, que ellos habían prestado antes del
deicidio” (n. 882), pero, como emular significa no sólo imitación, sino también
indignación, San Pablo quiere decir también que “los Gentiles emularon a los
Judíos, indignándose por su pecado de incredulidad. De un tercer modo se puede
interpretar para que los Judíos imitaran a los Gentiles cuando, en alguna parte
y en este tiempo, algunos de ellos se convierten individualmente y no en masa
(como sucederá hacia el fin del mundo) a la fe cristiana, imitando la nueva fe
en Cristo de los Gentiles, y así ‘al final todo Israel será salvado’ cuando
entre en la Iglesia la plenitud de los Gentiles” (n. 882).
Según
el padre Sales “Dios quiso provocar los celos de los Judíos que permanecieron
incrédulos e inducirles, así, a abrazar también ellos el Cristianismo” (cit.,
p. 143).
Ahora
el Apóstol pasa a describir 2º) la reparabilidad de la culpa
de los Judíos. “En efecto, si el pecado de los Judíos es la ocasión para la
conciliación de los Paganos con Cristo, ¿qué será la futura readmisión de los
Judíos, sino su resurrección a la vida eterna de la muerte del pecado? Además,
puede entenderse en el sentido de que los Gentiles caerán engañados por el
anticristo y restituirán a los Judíos su fervor inicial. Así, después de la
conversión de los Judíos, cuando esté próximo el fin del mundo, tendrá lugar el
Juicio final y los hombres, de estar muertos, volverán a la vida inmortal” (n.
890).
“Si
la caída de los Judíos, glosa el padre Sales, fue la salvación de los Paganos,
en cuanto que fue la ocasión de que fueran abiertas a los Paganos las puertas
del reino de Dios y de la fe y el pequeño número o resto de Judíos que se
convirtieron trajo una inestimable abundancia de gracia a los Paganos, ¿cuánto
mayor provecho no les traerá su plenitud, o sea, su conversión en masa, que
tendrá lugar hacia el fin del mundo? Por tanto, la condición de los Judíos no
es totalmente desesperada” (p. 143).
Finalmente,
cuando el Apóstol dice: “Si es santa la primicia lo es también la masa”, es
necesario especificar que para Santo Tomás “no se sigue que, si la raíz es
santa, lo sean también las ramas” (n. 893), sino que “es necesario decir que el
Apóstol aquí no habla de la santidad actual de los Judíos
de hoy, sino de la santidad potencial de los
Judíos de mañana. En efecto, San Pablo no quiere demostrar que los
Judíos incrédulos sean santos, sino que en el futuro puedan ser recuperados a
la santidad mediante su conversión aquellos cuyos antepasados fueron santos en
el pasado” (n. 893).
En
resumen, el padre Marco Sales comenta: “El Apóstol paragona la Iglesia a un
gran árbol, cuya semilla fue echada a la tierra con la promesa del Redentor;
los Patriarcas fueron como las raíces; los Israelitas fueron como el tronco y
las ramas. Los Paganos son representados como un árbol silvestre, que no
produce frutos de salvación. Por tanto, si algunas ramas (Judíos) fueron
arrancadas por su infidelidad, o sea, cortadas del árbol y, por tanto,
excluidas del reino mesiánico, y los Paganos, siendo como un olivo silvestre,
por pura misericordia de Dios y sin ningún mérito, fueron injertados en el
tronco del olivo fructífero (el Judaísmo mosaico fiel a Dios) en el lugar de
las ramas cortadas, no quieran los Paganos gloriarse contra aquellas ramas (los
Judíos infieles). Se acuerden de que una vez ellos estaban fuera de la Alianza
con Dios y que fueron liberados de tanta miseria cuando fueron injertados en el
olivo verdadero (el Israel fiel). Por tanto, los Paganos no tienen motivo de
gloriarse contra las ramas naturales, si muchas de ellas fueron cortadas. Que,
aunque se gloríen, sepan que no son otra cosa sino una rama injertada en la fe
de los Judíos y que no deben nada a los Paganos, mientras que ellos deben mucho
a los Judíos, porque la salvación viene de los Judíos a los Gentiles y no
viceversa” (p. 144).
III
PARTE (Rom., XI, 17-24)
El
texto
“17 Por
otra parte, si algunas de las ramas fueron desgajadas, mientras que tú, siendo
olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y hecho partícipe de la raíz y de
la savia del olivo, 18 no te enorgullezcas en contra de
las ramas. Y si te enorgulleces, piensa que no eres tú quien sostiene la raíz,
sino que la raíz te sostiene a ti. 19 Pero objetarás: las
ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. 20 De
acuerdo: fueron desgajadas por su incredulidad, mientras que tú te mantienes
por la fe; pero no te engrías por ello; más bien, teme. 21 Pues
si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ver si tampoco te perdona a
ti. 22 En fin, considera la bondad y la severidad de Dios:
severidad con los que cayeron; contigo, bondad de Dios, si permaneces en la
bondad; de otro modo, también tú serás desgajado. 23 En
cuanto a aquellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, pues
Dios es poderoso para volver a injertarlos. 24 Porque si
tú fuiste cortado del olivo silvestre natural, para ser injertado, contra tu
naturaleza, en un olivo excelente, ¡cuánto más serán injertado ellos, según su
naturaleza, en su propio olivo!”.
Significado
En
la III Lección del Capítulo XI (vv. 17-24) del Comentario de Santo Tomás a la
Epístola a los Romanos, leemos: “tras haber mostrado que la caída de los Judíos
fue útil y reparable (n. 878), el Apóstol aquí excluye el gloriarse de
los Gentiles contra los Judíos” (n. 894).
Parece
que “la ocasión de gloriarse contra los Judíos proviniese a los Gentiles de dos
partes: a) en primer lugar, del defecto de los Judíos. En efecto, el Apóstol
dice: “si algunas ramas de los Judíos fueron desgajadas, sin embargo no
todas las ramas fueron cortadas“, es decir, separadas de la fe de los
padres, que son paragonados a la raíz de las ramas; b) en segundo lugar, de la
promoción al estado de fieles. Pues bien, habitualmente la promoción de alguien
lo eleva tanto más a una cierta vanagloria cuanto más bajo es el estado del que
fue elevado. Y el Apóstol muestra el estado abyecto del que los Gentiles habían
sido asuntos a la gracia y a la fe, o sea, del estado de olivastro o de olivo
infructuoso y silvestre” (n. 895), estado ínfimo del que no deben nunca olvidarse.
Seguidamente
habla de su promoción, o sea, del haber sido asuntos a remplazar al pueblo
“elegido una vez” y ahora deicida e infiel (n. 896). Por tanto, San Pablo
exhorta a los Gentiles a no vanagloriarse contra las ramas del olivo, o sea,
contra los Judíos, ya que “si tú Gentil te glorias insultando a los Judíos que
han sido desgajados, considera, para contener tu vanagloria, que no eres tú la
que sostienes la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti, o sea, los Judíos
fieles del Antiguo Testamento son la raíz, porque gratuitamente y sin ningún
mérito suyo fueron llamados los primeros por Dios, aunque ahora no han
perseverado en la fe. En efecto, a Abrahán le fue prometido (Gén., XXII,
18) que en él serían bendecidas todas las naciones de la tierra” (n. 897).
Por
ello, el Apóstol exclama: “tú, por tanto, Gentil que te glorías contra los
Judíos dices que las ramas fueron cortadas para que yo fuera injertado en el
trono del olivo fructífero, es decir, que Dios permitió la caída de los Judíos
y su apostasía de la fe para hacer entrar a los Gentiles en la fe verdadera y
ahora la condición del Gentil convertido es más grata a Dios que la del Judío
infiel” (n. 899).
Brevemente,
el padre Sales comenta: “El hecho constatado es cierto; la reprobación de los
Judíos fue la ocasión de la llamada de los Gentiles. Pero el Apóstol advierte
inmediatamente que los Judíos fueron desgajados del árbol por su incredulidad,
en cambio los Gentiles fueron injertados en el olivo verdadero por haber creído
el Evangelio. Pues bien, la fe es un don puramente gratuito de Dios y, si no
viene acompañada de la humildad, se puede perder. Por tanto, los Gentiles no
deben ensoberbecerse, sino, más bien, temer” (p. 145) perder la fe como los
Judíos, y es lo que hoy ha sucedido: la gran apostasía de Dios de las naciones
cristianas. La cuestión de la conversión de Israel es, por tanto, sumamente
actual e interesante para nosotros Paganos convertidos a Cristo.
San
Pablo establece en primer lugar la causa del pecado de los Judíos y de la
promoción de los Gentiles escribiendo: “Dios permitió que las ramas fueran
cortadas para injertar al Gentil, pero es necesario considerar adecuadamente la
causa del desgajamiento de las ramas, o sea, la incredulidad. Fueron, en
efecto, cortadas ya que no quisieron creer en Cristo” (n. 900).
En
segundo lugar, amonesta a los Gentiles para que no se ensoberbezcan, o sea, “no
presumáis de vosotros, sino temed para que no seáis cortados también vosotros a
causa de vuestra futura incredulidad, cosa que pertenece al temor filial” (n.
901).
En
tercer lugar, establece “el motivo de su amonestación para que no se
ensoberbezcan. En efecto, si Dios no perdonó a las ramas naturales (los
Judíos), que descendían de los Patriarcas (la raíz) por origen natural y
carnal, permitiendo que fueran cortados, temed (vosotros Gentiles) que Dios no
os perdone tampoco a vosotros si, cayendo en la incredulidad, debéis ser
desgajados. En efecto, cuando un hombre ve que consigue la gracia mientras que
otro cae y la pierde, no debe elevarse e hincharse contra este último, sino más
bien temer para sí en cuanto que la soberbia es la causa de toda caída,
mientras que el temor filial es la causa de la perseverancia” (n. 902).
El
padre Sales comenta: “Es necesario observar atentamente los dos aspectos de la
conducta de Dios hacia los Judíos y hacia los Paganos. La misericordia con la
que Dios trató a los Paganos, llamándolos a la fe sin ningún mérito suyo; la
severidad con la que Dios trató a los Judíos, que no quisieron creer el
Evangelio. Así, Dios continuará mostrándose misericordioso hacia los Gentiles,
si perseveran en esa fe, que es un dono gratuito de la misericordiosa bondad de
Dios; de otro modo, si no perseveran, serán desgajados del árbol como los
Judíos infieles” (p. 145).
Después,
el Apóstol muestra que también los Judíos podrán convertirse en masa y volver a
Dios, escribiendo: “También aquellos (los Judíos), si no permanecen en la
incredulidad, serán injertados en el tronco del olivo fructífero, es decir,
serán restituidos a su estado primitivo con la omnipotencia divina. En efecto,
Dios tiene el poder de injertarlos nuevamente y por ello no es necesario
desesperar de su salvación. Por ello, si tú, Gentil, fuiste tomado de un
olivastro silvestre (la Paganidad) naturalmente infructuoso y fuiste injertado
en un olivo fructífero, es decir, en la fe verdadera, que antes era profesada
por los Judíos, contra el curso normal de la naturaleza, ya que normalmente la
rama de un árbol silvestre o infructífero no es injertada en un árbol bueno,
sino más bien todo lo contrario; por tanto, si esto fue realizado contra el
curso normal de la naturaleza, ¿cuánto más los Judíos, que pertenecen por
origen natural a la buena raíz y al árbol fructífero serán injertados en sus
propias raíces y en su propio tronco, o sea, serán reconducidos a la dignidad
primitiva de su pueblo?” (n. 903-911).
En
resumen: “como los Gentiles, si no son fieles a la gracia, serán desgajados del
árbol; así, al contrario, los Judíos, si no permanecen en la incredulidad, o
sea, si abrazan la fe en Cristo, serán de nuevo injertados en el árbol de Dios.
En efecto, si Dios injertó a los Gentiles en el tronco de Israel, con el cual
no tenían ninguna afinidad, mucho más fácilmente podrá injertar en él a los
Judíos, que por naturaleza son hijos de Israel” (M. Sales, p. 145).
IV
PARTE (Rom., XI, 25-32)
El
texto
“25 Pues
no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no os engriáis: el
endurecimiento de una parte de Israel ha sucedido hasta que llegue a entrar la
totalidad de los gentiles 26 y así todo Israel será salvo,
como está escrito: Llegará de Sión el Libertador; alejará los crímenes
de Jacob; 27 y esta será la alianza que haré con
ellos cuando perdone sus pecados. 28 Según el
Evangelio, son enemigos y ello ha revertido en beneficio vuestro; pero según la
elección, son objeto de amor en atención a los padres, 29 pues
los dones y la llamada de Dios son irrevocables. 30 En
efecto, así como vosotros, en otro tiempo, desobedecisteis a Dios, pero ahora
habéis obtenido misericordia por la desobediencia de ellos, 31 así
también estos han desobedecido ahora con ocasión de la misericordia que se os
ha otorgado a vosotros, para que también ellos alcancen ahora
misericordia. 32 Pues Dios nos encerró a todos en
desobediencia, para tener misericordia de todos.”.
Significado
En
la Lección IV del capítulo XI (vv. 25-32), el Angélico muestra y subraya cómo
el Apóstol habla de la “caída de algunos Judíos, o sea, sólo de una
parte de Israel y no de todo Israel de manera universal y pone un
término a la ceguera o endurecimiento de Israel, que ha abandonado a Dios y la
fe, escribiendo ‘hasta que entre en la fe la plenitud de los Gentiles’, o sea,
cuando sea fundada la Iglesia en medio de todas las Gentes y termine totalmente
el endurecimiento de los Judíos. El ‘hasta’ puede entenderse de dos maneras: in
primis indicaría la causa de la ceguera de los Judíos, o sea, que Dios permitió
que fueran cegados para que entrase en la Iglesia de Dios la plenitud de las
Gentes. En segundo lugar, puede designar el término o el fin temporal, en
cuanto que el pecado de infidelidad o la ceguera de los Judíos habría durado
hasta cuando la plenitud de los Gentiles entrara en la fe. Pues bien, el
Apóstol está de acuerdo con este segundo punto, en cuanto que dice que ‘todo
Israel será salvado’ cuando la plenitud de los Gentiles entre en la Alianza con
Dios y con la frase ‘todo Israel’ quiere significar todos los Israelitas de
manera universal y no sólo algunos en particular” (n. 918).
“Esta
es la gran verdad revelada a San Pablo: la conversión futura en masa de los
Judíos al Cristianismo, que tendrá lugar después de la conversión de los
Gentiles y del aproximarse del fin del mundo. El Apóstol desvela este misterio
para que los Gentiles no se ensoberbezcan, como si hubieran sido llamados por
su mérito, y no desprecien a los Judíos como totalmente y para siempre indignos
de salvación. En efecto, no sólo ‘un resto’ de los Israelitas se convirtieron,
sino que también la ceguera de la gran parte de aquellos que se endurecieron y
permanecieron en la infidelidad no durará para siempre, pero sólo hasta que la
totalidad de los Paganos haya entrado en la Iglesia. Por tanto, Dios llamó a
Israel a la fe, la incredulidad de aquella parte que se endureció ocasionó la
conversión de los Gentiles y a su tiempo la conversión de los Paganos será
seguida de la conversión en masa de los Judíos” (p. 146).
Cuanto
ha sido dicho respecto a la futura conversión de Israel, manifiesta que ahora,
después del deicidio, Israel “es enemigo de Cristo en cuanto al Evangelio”, ya
que Israel combate la doctrina del Evangelio (n. 922).
Sin
embargo, Israel es “estimadísimo por Dios a causa de los padres”, es decir, en
cuanto a la Antigua Elección y al Antiguo Pacto realizado con los Patriarcas,
pero ello no debe ser comprendido como si los méritos procurados por los padres
fueran causa de elección eterna para sus hijos; en efecto, el Apóstol no dice
que los méritos de los padres sean suficientes para la salvación de los hijos,
los cuales en cambio rechazaron a Jesús y perdieron la fe. Sin embargo, ‘son
estimadísimos por Dios a causa de los padres’, lo cual “no debe ser comprendido
como si fueran causa de eterna elección para los hijos, sino en cuanto que
Dios, desde la eternidad, eligió gratuitamente a los padres, pero no lo dice
como si los méritos de los padres fueran suficientes para la salvación de los
hijos” (n. 923).
Hacia
el fin del mundo vendrá el Redentor y “eliminará la impiedad de Jacob” para
mostrar la facilidad de la conversión de los Judíos al fin del mundo, dada la
omnipotencia divina (n. 919). Pues bien, “diciendo que sus pecados serán
eliminados manifiesta que ahora (después el deicidio y antes de la Parusía) son
enemigos de Cristo ‘en cuanto al Evangelio’, o sea, en cuanto a la doctrina
evangélica que ellos combaten” (n. 923). En efecto, “los Judíos, aunque un
tiempo fueron estimados por Dios por motivo de los padres, o sea, de los
Patriarcas, ahora ya no lo son por motivo de la enemistad que ejercen contra el
Evangelio, pero ello no quiere decir que serán impedidos de ser convertidos en
el futuro, si vuelven a Cristo” (n. 923). En efecto, “los dones de Dios son
irrevocables”, o sea, Dios no se arrepiente de lo que ha hecho, pero, como
ahora los Judíos se oponen a Cristo y al Evangelio, Dios ya no les ama como en
el pasado. No es Dios el que cambia de juicio, Él no abandona si antes no es
abandonado, pero “a menudo los dones dados por Dios se pierden por parte de
quien los recibe, o sea, los dones de Dios no desaparecen por un cambio de
Dios, que se arrepiente, sino por un cambio del hombre elegido, que descuida la
gracia de Dios y la pierde” (n. 926).
El
padre Sales resume: “Dios promete que contraerá con los Israelitas una nueva
alianza, con la cual les conferirá su Espíritu, su doctrina y su gracia,
eliminando y perdonando su pecado de infidelidad, del cual se arrepentirán. En
efecto, ahora los Judíos, considerados en cuanto que rechazan el Evangelio, son
enemigos u odian a Dios y, por tanto, son severamente castigados y excluidos
del reino mesiánico, pero no hay que olvidar que, por respeto a sus padres o a
la elección primitiva, ellos fueron llamados cronológicamente los primeros y
que los Patriarcas, de los cuales descienden, eran muy estimados por Dios. Por
ello, un día, cuando se arrepientan de su pecado, Dios tendrá misericordia de
ellos y se convertirán en masa a la fe en Cristo. Por tanto, aunque por su
infidelidad Israel es ahora rechazado, en el mañana se convertirá en masa,
volviendo a Cristo. Los Paganos deben acordarse de que una vez también ellos
eran desobedientes al Dios verdadero y ahora han obtenido misericordia. Así,
los Judíos ahora no creen, pero por motivo de la conversión de los Paganos a
Cristo obtendrán perdón y misericordia. El Apóstol quiere persuadir a los
Gentiles y a los Judíos convertidos para que no se echen en cara su precedente
estado” (p. 146).
Por
tanto, “no se desespere de la salvación futura de los Judíos a causa del hecho
de que no se arrepienten todavía de su pecado” (n. 927). En efecto, en el
futuro “todo Israel será salvado, aunque ahora sea enemigo; como también los
Gentiles una vez no creían y estaban sin Dios, pero ahora han obtenido
misericordia. ‘Dios encerró a todos en la infidelidad para usar de misericordia
con todos’. Dios quiso que su misericordia tuviera lugar para con todos y
permitió que todo el género humano (Paganos y Judíos) fuera encerrado en la
incredulidad, como en una cadena de errores” (nn. 931-932).
“Aquí
se habla del pueblo de Israel en el sentido real y ya no en el sentido
espiritual. Del mismo modo, la totalidad de la que habla el Apóstol es una
plenitud moral y no total, absoluta o matemática. De ello se deduce que el fin
del mundo no vendrá antes de que los pueblos de los Gentiles y el pueblo judío
se hayan convertido al Evangelio” (M. Sales, p. 146).
Conclusión
Aunque
la mayor parte del pueblo de Israel después del deicidio no se encuentre en
amistad con Dios, sino que ha apostatado de la fe, sin embargo, no por esto las
promesas divinas hechas a los Patriarcas quedan sin su cumplimiento. En efecto,
estas promesas no se refieren a los Israelitas en el sentido material y
biológico del término, o sea, a los descendientes carnales de los Patriarcas;
sino en el sentido espiritual, o sea, a aquellos que creen en la Revelación
divina primero en el Antiguo Testamento y luego en el Nuevo Testamento, es
decir, para todos aquellos que abrazan la fe verdadera en el Dios único,
trascendente, trinitario y en el Verbo Encarnado, ya provengan material y
biológicamente del Paganismo o del Judaísmo.
Aquellos
a los que Dios llama a la salvación los llama por su pura gracia gratuita y
misericordia; aquellos a los que rechaza, los rechaza por un acto de justicia,
o sea, por su pecado de incredulidad. Así, ahora (después del deicidio) el
Señor llama a muchos Gentiles a la salvación mesiánica por pura gracia y
misericordia y rechaza a muchos Judíos por justicia, al haberse convertido
Cristo para ellos en una “piedra de tropiezo”. La exclusión de Israel de la
Alianza con Dios se debió a la incredulidad del pueblo “elegido una vez” y no a
una falta de bondad por parte de Dios. El Evangelio fue anunciado primero a
Israel y si Israel no creyó la culpa de su incredulidad es completamente suya y
no del Señor. Los Judíos no son reprobados totalmente ni para siempre: se
convertirán en masa antes del fin del mundo y un “pequeño resto”, una
“reliquia” de Israelitas verdaderos según el espíritu se convirtió, se
convierte y se convertirá a Cristo en todas las eras de la Nueva y Eterna
Alianza.
Los
Judíos apostataron de Dios crucificando a Cristo y persiguiendo a los
Apóstoles. Los Gentiles se convirtieron. Pero en el tiempo presente asistimos a
la apostasía también de los Gentiles de Cristo y de su Iglesia. Las naciones
cristianas una vez ya no lo son, sus leyes son en estos momentos contrarias a
la ley divina y natural; la fe ha permanecido sólo en “un pequeño resto” o “una
reliquia” de Gentiles. Los Judíos no se están convirtiendo, antes bien colman
la medida de sus pecados. El fin del mundo no está todavía cerca porque los
Judíos no dan señales de conversión en masa a Cristo.
¿Qué
decir? Dios encerró a todos (Paganos y Judíos) en la incredulidad para usar de
misericordia para con todos. Nosotros Gentiles convertidos al Cristianismo no
debemos y no podemos (dada nuestra triste situación actual y general, salvo la
excepción de “una pequeña reliquia”) excedernos, despreciando e hinchándonos
contra los Judíos. No debemos ni siquiera relajarnos sumándonos al sofisma del
“judeo-cristianismo”. Porque los Judíos perseveran todavía ahora en su
endurecimiento contra Cristo y el Evangelio y se convertirán en masa (según las
Escrituras) sólo al fin del mundo. El Judaísmo actual está en total oposición
al Cristianismo.
El
problema judío es esencialmente un problema teológico, que conlleva su vocación
primitiva (desde los Patriarcas hasta la Venida de Cristo) y su apostasía
(desde el deicidio hasta la vigilia del fin del mundo). Sin embargo, tiene
también consecuencias políticas, sociales, económicas, dada la preponderancia
que el Judaísmo ha conquistado a partir de la descristianización del mundo
(Humanismo y Renacimiento) y que con la fundación del Estado de Israel ha
tocado su culmen. Es siempre necesario distinguir un aspecto del otro y verlos
todos a la luz de la fe y de la Revelación para no errar por exceso
(antisemitismo biológico) o por defecto (filojudaísmo teológico).
Estamos
en la vigilia de algo terrible y grande: la justicia y la misericordia de Dios
están a punto de ejercerse poderosamente sobre todo el mundo moderno, que está
afrontando los sobresaltos de su extrema agonía. La apostasía de los Judíos
llevó a la destrucción de Judea (70-135 d. C.). La apostasía de los Gentiles
nos llevará a algo análogo. En efecto, las naciones no pueden ser castigadas
como los hombres individuales con el infierno en el más allá y, por tanto,
deben ser corregidas en la vida terrena (San Agustín).
La
fe cristiana nos debe mantener alejados de la actual perfidia judaica, pero no
nos debe llevar a desear la destrucción total y definitiva de los Judíos. San
Pablo nos enseñó que no todo Israel y no para siempre será enemigo del
Evangelio como lo es hoy. La “pequeña reliquia” de Israelitas convertidos al
Evangelio de Cristo permitió a Jesús hacer de los dos pueblos (judío y pagano)
una sola cosa como el constructor (Dios), mediante una piedra angular (Cristo),
hace de dos muros (Judíos y Paganos) una sola cosa (Iglesia). Es necesario
saber distinguir tiempos y cantidades al hacer un juicio global sobre la
teología de la historia, que abraza el Antiguo y el Nuevo Testamento.
(Continuará)
Thomas