VOZ
DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS
Nº 58
Nº 58
21
de abril de 2018
“Vox túrturis audita est in terra nostra”
(Cant. II, 12)
Volvemos
sobre el tema de la Iglesia.
Como
hemos visto, la Santa Iglesia tiene un cuerpo y un alma. ¿En qué consiste su
cuerpo? En el culto (parte externa de los sacramentos, la Santa Misa, etc.), en
el gobierno (puestos jerárquicos), en la enseñanza, en las personas bautizadas.
¿Y en qué consiste su alma? Son las virtudes sobrenaturales (teologales y
morales), los dones del Espíritu Santo, el depósito de las verdades reveladas
(morales y dogmáticas); la gracia santificante y actual, que nos vienen
ordinariamente por los Sacramentos.
La
Iglesia Católica es Santa. Es un error decir que ella es santa y pecadora. Sin
embargo, es un hecho que muchos de sus miembros son pecadores. Por lo tanto, lo
que inalienablemente es santo es el alma de la Iglesia, donde no hay arruga
ni mancha. Así como por sinédoque llamamos almas a los hombres ("en
esta parroquia hay tantas almas"), dando al todo el nombre de la parte
principal; el alma de la Iglesia es lo principal en la Iglesia y en lo que no
puede haber pecado ni error alguno. En la medida en que el
cuerpo de la Iglesia está en conformidad con la santidad de su alma, el
cuerpo es santo. Si lo que se realiza en ese cuerpo es conducido, ordenado,
dirigido por su alma, de acuerdo con su doctrina dogmática (inteligencia) y su moral (voluntad), eso es católico y divino; de lo contrario, es humano y
falible.
Demos
un ejemplo en forma de comparación: si un sonámbulo salta de un lugar alto y muere
con la caída, no se le puede imputar ese acto como un suicidio, porque la
persona que actúa dormida, actúa sin uso de razón (inteligencia y
voluntad) y, por lo tanto, sin culpa; pudiéndose decir que no fue la persona
que actuó: fue su cuerpo sin estar bajo el imperio del alma (cuyas dos
potencias son la inteligencia y la voluntad.
Se
debe observar que entre los pecados que puede haber en los miembros del cuerpo
de la Iglesia, se encuentra la herejía, pecado contra la Fe. Este
pecado, en los buenos tiempos, llevaba a la exclusión de ese miembro por un
decreto de la jerarquía; pero mientras ese decreto no se haga, dicho miembro
sigue siendo miembro de la Iglesia (miembro muerto si la herejía es formal,
miembro vivo si la herejía es solamente material).
Arsenius
U.I.O.G.D