Me sacudo el polvo de las sandalias
Pedro L. Llera
“iam necesse est audias nolis uelisne, quid colatis sordium”(Es necesario que oigas, quieras o no, qué clase de ignominias adoráis vosotros)
Ayer sentí que el Señor me pedía que os advirtiera una vez más, pero yo me resistí: “¿para qué? Nadie me va a hacer caso. Y si les digo que se van a condenar a las penas del Infierno si no se convierten, además, me van a tachar de fundamentalista, de ultra… Me van a desacreditar. Yo quedo mal y encima no va a servir para nada… ¿Qué van a pensar de mí? ¿Qué van a decir…?”
Pero esta mañana, según me levanto y leo la primera lectura de la misa de hoy, fue como si el Señor me dijera: “¿Ves cómo mi Palabra se abre paso quieras o no quieras, con tu ayuda o sin ella?”.
Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: “Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas. Yo soy inocente de eso…”Hechos de los Apóstoles 18, 6.
Esto les decía San Pablo a los Corintios.
Yo no me voy a comparar con San Pablo (pobre de mí). Pero os digo otro tanto: la sangre de los miles de niños que asesináis cada año en el vientre de sus madres caerá sobre vosotros: sobre los políticos que aprobáis y defendéis las leyes que permiten tal abominación; sobre los políticos que militáis en los partidos abortistas, aunque luego algunos os defináis como católicos; sobre los médicos, enfermeras y personal sanitario que participáis en esas carnicerías; sobre las madres que matáis a vuestros hijos y sobre los padres que animáis o consentís que se extermine a vuestros hijos antes de que puedan nacer.
Y no contentos con matar a niños inocentes, ahora queréis acabar con los enfermos y con los ancianos, aprobando leyes que promuevan la eutanasia. En nombre de una falsa compasión, queréis establecer el “derecho a una muerte digna”. ¡Hipócritas! Llamáis “muerte digna” a la crueldad inhumana de asesinar a inocentes indefensos. Los queréis asesinar como a perros: “para que no sufran”. Vuestra maldad no conoce límites.
Si no os convertís, os pudriréis en el Infierno. Arrepentíos y pedid perdón al Señor.
Ya sé, ya sé: vosotros no creéis que exista el Infierno. Ni siquiera creéis en Dios. Eso no os librará de la condenación eterna. Y cuando os deis cuenta, será demasiado tarde: entonces será el llanto, los lamentos y el crujir de dientes. Estáis ciegos y sordos. No será porque no os hayamos avisado. El Señor hace lo que mejor le parece. Y no elige a las estrellas de la CNN para advertiros (o sí…): a veces elige a personas insignificantes…
Yo soy inocente de vuestras iniquidades. Me limpio el polvo de las sandalias. Aprobáis leyes que matan a los inocentes; leyes que promueven toda clase de depravaciones; leyes que pervierten la inocencia de los niños; aplaudís a los degenerados, repudiáis a los justos y os burláis de los virtuosos. Yo soy inocente de vuestras abominaciones. Vosotros veréis…
Recuerdo que el presidente de la Asociación Católica de Propagandista, don Carlos Romero, repetía siempre que tenía ocasión que lo importante no era que hubiera un partido político católico, sino que hubiera católicos en todos los partidos. Y yo me pregunto: ¿puede un católico participar en partidos abortistas, en partidos que defienden la ideología de género, en partidos que propugnan la eutanasia? Yo creo que no. Si eres de Cristo, no puedes traicionar al Señor de esa manera. Los católicos hemos quedado fuera del “sistema” y no podemos hacer otra cosa en coherencia que ser “anti-sistema”, porque nosotros no somos de este mundo. Somos de la Ciudad de Dios, no de la Ciudad de este mundo. Nuestra felicidad está en Nuestro Dios; no en el vientre ni en las bajas pasiones.
El castigo de Dios va a ser terrible. No sé si en esta vida o en la otra. Pero no creáis que vuestros crímenes van a quedar impunes. Rechazáis la Ley de Dios. Os creéis dioses. Pensáis en vuestra necedad que podéis hacer lo que os dé la gana, que sois libres para cometer toda clase de maldades y que no os va a pasar nada. Sois soberbios. Despreciáis la voz del Señor y sus mandatos. El Señor es bueno y paciente pero de Él no os podréis burlar. El Señor es compasivo y misericordioso, pero también es justo.
Como católico, no puedo justificar un sistema que permite el asesinato de niños inocentes. No puedo justificar la eutanasia. No puedo justificar que experimentéis con embriones humanos. No puedo justificar la eugenesia. No puedo justificar la ideología de género ni el homosexualismo político. No puedo justificar los “vientres de alquiler”. No puedo justificar la perversión de la pornografía que difundís, ni el “consumo” de prostitución, ni la trata de mujeres para el consumo de degenerados. No puedo justificar un sistema que pone la voluntad del hombre sobre la Voluntad de Dios; que se ríe de la Ley de Dios e impone a cambio la ley de unas mayorías que no aceptan a Cristo como Rey. Preferís rendir culto al Demonio y blasfemáis contra el Creador. Sois sacrílegos y profanáis el nombre del Señor. Sois adúlteros y fornicadores y os regodeáis en vuestros vicios, alardeando de vuestras bajas pasiones, mientras blasfemáis contra la Santísima Virgen María y contra Nuestro Señor Jesucristo. Estáis perdidos, si no os arrepentís y cambiáis vuestro proceder. Pederastas que violáis la inocencia de los niños: pobres de vosotros. Más os valdría no haber nacido. Violadores, degenerados, pervertidos, depravados: no sabéis lo que os espera.
Pero peor será el castigo para los falsos pastores que pretenden bendecir a los pecadores e insultan a los fieles; para los que justifican, alientan y sostienen este sistema pecaminoso. Peor será para los que comulgan como católicos y profanan la Sagrada Comunión defendiendo públicamente el divorcio, el aborto, la eutanasia y toda clase de maldades que ofenden a Dios. Peor será el castigo para quienes comulgan sacrílegamente y viven en adulterio o en fornicación. Vuestros sacrilegios, vuestras blasfemias y vuestras profanaciones no quedarán sin castigo, si no os convertís y hacéis penitencia.
Convertíos y creed en el Evangelio. Advertidos estáis. Yo me sacudo el polvo de las sandalias. No seré cómplice de vuestra maldad. Vuestro castigo está próximo. Confesad vuestros pecados y adorad al Señor cumpliendo sus Mandamientos. Arrepentíos. Rezo por vosotros porque rezar por alguien es amarlo. Y porque os amo, os tengo que decir la verdad. El Reino de Dios está cerca. Convertíos. No queda mucho tiempo…