jueves, 1 de octubre de 2015

TEXTO IMPORTANTE DEL PRIOR (FSSPX) DE LILLE




FUENTE Hemos destacado ciertos pasajes en negrita y hemos puesto comentarios en rojo.

El P. Gaudray  [Prior de Lille, Francia] hace un análisis mucho más contundente que el de Mons. Fellay, cuya voz se parece cada vez más a la de los obispos “conservadores”. Cuestiona la misma necesidad del sínodo y se remonta a la raíz del mal que es el espíritu del concilio y su facultad de cuestionar la estabilidad de las leyes divinas… y sobretodo el peligro que amenaza a los fieles de la Tradición.

Muy queridos fieles:

Sólo Dios conoce el futuro. Sin embargo, la misma etimología de la palabra "prudencia" (pro-videre o "saber con anticipación") indica que la práctica de la virtud obliga a todo hombre a anticipar el curso de los acontecimientos por venir. El pastor de almas no escapa a este deber.

No le es suficiente resolver los problemas, sino que es su deber el proporcionar las armas adecuadas que permitirán a aquéllos que le son confiados, crecer en las tempestades que se anuncian.

El nuevo acontecimiento que sacude a la Iglesia es el segundo sínodo sobre la familia que se llevará a cabo en Roma en octubre.

Es de temer que, ante la presión conjugada del mundo y de los progresistas, el papa acuerde el permiso explícito de dar la comunión a los adúlteros, mediando condiciones que importan poco, pues esto es intrínsecamente inmoral. Otro caso, desgraciadamente el más probable, sería que el sínodo llegara a una conclusión vaga que dejaría a la consciencia de cada sacerdote la posibilidad de elegir.
 

Pero imaginemos que todo esto no suceda y que, al contrario, la doctrina tradicional fuera proclamada. Los efectos de tal resolución ¿serían todos positivos? No lo parece. He aquí dos peligros que acecharían entonces a los católicos.

-Las almas perderían todavía un poco más el sentido de la inmutabilidad de la Ley de Dios. En nuestras democracias modernas, nosotros estamos desgraciadamente acostumbrados a estos golpes de ariete que debilitan progresivamente las conciencias. Mientras que los espíritus no estén listos, los proyectos de leyes se multiplican hasta el día que se gana a la opinión pública. Parece que sucediera lo mismo en la Iglesia. El verdadero escándalo no estaría provocado por las teorías confusas de los progresistas. Lo que dejaría una impresión desastrosa en la consciencia de los fieles, es que la cosa haya sido objeto de discusiones. Lo que quedará en las memorias, es que durante más de un año los hombres de la Iglesia hayan podido debatir las cuestiones que encuentran sus respuestas en el Evangelio y en la práctica constante de la Iglesia.

-El segundo efecto lamentable alcanzaría más particularmente a “los tradicionalistas”. La victoria de la moral católica engendraría, en ellos, un movimiento de reconocimiento respecto a los prelados que se califican actualmente de conservadoresAsí como los Europeos acogieron gustosamente la cultura del otro lado del Atlántico después de la segunda guerra mundial, así los fieles se inclinarían a abrazar el ideal del ala derecha del clero conciliar.
 

Una interpretación estricta de los textos del nuevo magisterio junto a una fuerte acción en el seno de la iglesia conciliar aparecería como la única actitud razonable.
 La posición de la FSSPX sería juzgada como abusiva, irresponsable y estéril. Parecería que la línea de cresta a mantener se situaría, en adelante, entre los progresistas y los integristas. Sería la de "la hermenéutica de la continuidad" que, dirían, "silenciosa, pero de manera cada vez más visible, ha dado y sigue dando sus frutos" (Benedicto XVI, 22 de diciembre de 2005). Se pretendería rechazar "la hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura", pero habríamos abandonado el apego integral al magisterio de siempre. 

[Ahora bien, lo que pase o deje de pasar en el sínodo dependerá, en último término, del Papa. Si fracasa el golpe tramado por los liberales extremos, ello se deberá a una intervención directa de Francisco. Entonces, los tradicionalistas, en su inmensa mayoría, experimentarían muy vivos sentimientos de gratitud hacia el Papa, mostrándose -al mismo tiempo- dispuestos a olvidar todos los escándalos pasados de éste. Tal escenario daría a Mons. Fellay una ocasión única para lograr el acuerdo traidor, argumentando que "no se puede rechazar la misericordiosa mano tendida por el Papa que ha hecho fracasar la temida conspiración de los modernistas extremos, que ha conjurado un peligro de gravedad inconmensurable para la doctrina católica, que ha salvado a la Iglesia..."]

Teniendo presentes estas conjeturas, ¿qué actitud deben adoptar los católicos ante estos debates de los cuales toda la prensa se hace eco? No se trata ciertamente de tomar partido contentándose con esperar que los menos modernistas prevalezcan. Es contra la existencia misma de tal discusión en la Iglesia que hay que sublevarse. Que el debilitamiento general de la moral obligue a los pastores a hacer frente a situaciones inéditas, es una cosa. Pero que se atrevan a preguntarse si el adulterio podría ser aceptado en la Iglesia es una impiedad que será ciertamente castigada por Dios. Que si, entre estos obispos, algunos fijan correctamente las conclusiones a las cuales los principios deberían conducirlos, es probablemente un efecto de la misericordia de Dios. Pero no por eso son buenos pastores. La sinceridad no es suficiente.

Los bendigo,
P. Thierry GAUDRAY