Fiel a su política acuerdista, la Neo-FSSPX publicó
ayer 13 de octubre, un comunicado blandengue acerca el de la
canonización de Pablo VI, hecho de extrema gravedad.
Ante esta falsa canonización, “hay motivo para
perplejidad”, nos dice la Fraternidad (“il
y a de quoi être perplexe”: lit., hay de
qué estar perplejo, en el original francés). Ella no se atreve a más. Hace
años que los superiores de la FSSPX no se animan a hablar varonilmente, a
decir las cosas por su nombre, con valentía y con franqueza. Temen disgustar
demasiado a Roma apóstata. Temen las incómodas consecuencias que pueden sobrevenir por manifiestar la única postura verdaderamente católica
ante esta nueva aberración cometida por los liberales y modernistas que usurpan
la Jerarquía de la Iglesia. Temen decir que rechazan categóricamente esta falsa canonización y que la tienen por
absolutamente nula y sin valor. En lugar de eso, la Neo-FSSPX, declara que ella siente “perplejidad”, esto es,
que se encuentra en un estado de “irresolución,
confusión, duda de lo que se debe hacer en algo” (Dicc. RAE). Sí, y en
ese estado de permanente irresolución, confusión y duda, de ambigüedad
crónica, ha sido puesta la obra de Mons. Lefebvre por el anterior superior
general, y en esa mórbida condición permanece bajo las nuevas autoridades, como este lamentable comunicado lo prueba.
Si el toque de trompeta es ambiguo, ¿quién se
preparará para la batalla? (1 Cor 14, 8)
En nuestros días más que nunca, la fuerza de los
malos es la cobardía y debilidad de los buenos, y todo el nervio del reino de
Satán reside en la blandura de los cristianos (San Pío X)
Comunicado de la Casa General sobre la
canonización del Papa Pablo VI
Fuente (subrayado agregado por NP)
Durante el Sínodo de obispos sobre los jóvenes, el domingo 14 de octubre
de 2018, el Papa Francisco llevará a cabo la canonización del Papa Pablo VI.
La Fraternidad Sacerdotal San Pío X reitera sus más serias reservas, que
había expresado con motivo de la beatificación de Pablo VI, el 19 de octubre de
2014:
Estas beatificaciones y canonizaciones recientes, según un procedimiento
acelerado, dejan de lado la sabiduría de las normas seculares de la Iglesia.
¿Acaso no tienen como objetivo más bien canonizar los papas del Concilio
Vaticano II antes que constatar la heroicidad de sus virtudes teologales?
Cuando se piensa que el primer deber de un papa – sucesor de Pedro – es
confirmar a sus hermanos en la fe (Lc. 22, 32), hay motivo para perplejidad.
Pablo VI es, por cierto, el Papa de la Encíclica Humanae Vitae (25
de julio de 1968), que aportó luz y reconfortó a las familias católicas cuando
los principios fundamentales del matrimonio eran fuertemente atacados. Es
igualmente el autor del Credo del pueblo de Dios (30 de junio
de 1968), mediante el cual quiso recordar los artículos de la fe católica
objetados por el progresismo ambiente, especialmente en el escandaloso Catecismo
holandés (1966).
Pablo VI, empero, es también el Papa que condujo a término el Concilio
Vaticano II, introduciendo en la Iglesia un liberalismo doctrinal expresado a
través de errores como la libertad religiosa, la colegialidad y el ecumenismo.
De aquí se siguió una gran trastorno, que él mismo reconoció el 7 de diciembre
de 1968: “La Iglesia se encuentra en un momento de inquietud, de
autocrítica, incluso se diría que de autodestrucción. Es como si la Iglesia se
dañara a sí misma”. Al año siguiente reconocía: “En muchos aspectos, el
Concilio no nos ha dado hasta ahora tranquilidad, más bien ha suscitado
trastornos y problemas nada útiles para reafirmar el Reino de Dios en la
Iglesia y en las almas”. Llegó a esta expresión de alarma el 29 de junio de
1972: “El humo de Satanás ha entrado por alguna grieta en el templo de Dios:
la duda, la incertidumbre, la problemática, la inquietud, la insatisfacción, el
enfrentamiento están a la orden del día…”. No hizo más que una
comprobación, sin tomar las medidas necesarias para detener esta
autodestrución.
Pablo VI es el Papa que, con una
finalidad ecumenista, impuso la reforma litúrgica de la Misa y de todos los
ritos de los sacramentos. Los cardenales Ottaviani y Bacci denunciaron esta
nueva misa por alejarse “de forma impresionante, en el conjunto como en el
detalle, de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la
XXIIª sesión del Concilio de Trento” 1. Sobre
estos pasos, Monseñor Lefebvre declaró que la nueva misa está “impregnada de
espíritu protestante”, vehiculizando en sí misma “un veneno perjudicial
para la fe” 2.
Durante su pontificado numerosos sacerdotes fueron perseguidos, e
incluso condenados, por su fidelidad a la misa tridentina. La Fraternidad
Sacerdotal San Pío X recuerda con dolor la condena infligida en 1976 a Monseñor
Lefebvre, declarándolo suspendido a divinis por su apego a
esta misa y por su categórico rechazo de las reformas. Solamente en 2007, por
un Motu Proprio de Benedicto XVI, se reconoció el hecho de que la Misa
tridentina nunca había sido abrogada.
Hoy más que nunca, la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X renueva su adhesión a la Tradición bimilenaria de la
Iglesia, persuadida de que esta fidelidad, lejos de ser una crispación
pasajera, aporta el remedio saludable a la autodestrucción de la Iglesia. Como
lo declaró recientemente su Superior General, el R. P. Davide Pagliarani:
“Nuestro deseo más firme es que la Iglesia oficial no considere ya [el tesoro
de la Tradición] como un pesado fardo o un conjunto de antiguallas, sino más
bien como la única vía posible para regenerarse a si misma” 3.
Menzingen, 13 de
octubre de 2018
1. En Breve examen crítico de la nueva
misa, carta-prólogo de los cardenales Ottaviani y Bacci, 3 de septiembre de
1969, § 1.
2. Carta abierta a los católicos
perplejos, Albin Michel, 1985, pág. 43.
3. Entrevista al R.
P. Pagliarani en FSSPX.Actualidad, 12 de octubre de 2018.
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