NUESTRA SEÑORA
« Yo
trato (penosamente) de recordar y de traducir (¡groseramente!), un poco, la
gracia recibida en la simplicidad, la noche del 19 de octubre. Se trató de una
mirada sobre la Fe de la Virgen María, fe simple, total, heroica, de la cual
dio prueba sobre todo en la Anunciación y en el Calvario. Yo sentí en mí los
sentimientos de María y yo vi cómo su Fe fue difícil. Ella dijo querer creer en
la Divinidad de Jesús, mientras que Ella veía a su hijo igual a todos los
niños, no dejando transparentar ninguna prueba de filiación divina. ¡Día tras
día, en la fidelidad cotidiana, ella debió creer que su Hijo era Dios!
Año
tras año, durante treinta años, Ella debió creer que Él era el Mesías, mientras que Él pasaba su tiempo como
cualquier artesano, ocupado en las banalidades de la vida cotidiana… [alors qu'Il passait
son temps comme un quelconque artisan, occupe aux banalités de la vie
quotidienne...] Su Fe volvía a la Concepción virginal de la
Anunciación para extraer de allí su perseverancia. Luego, Ella debió creer a
través de los fracasos de la vida pública, las persecuciones de los judíos, los
abandonos siempre más dolorosos; Ella debió creer mientras Él moría,
crucificado, como un malhechor, ¡creer que Él era el Hijo de Dios vivo!... ¡el
Salvador de Israel… el Rey de cielos y tierra! Finalmente, ella debió creer contra
Ella misma: contra su humildad que, por una parte, todo volvía posible pero
que, por otra parte, manifestaba la imposibilidad de este privilegio: Madre de
Dios.
Me
parecía compartir estas dudas de la razón humana, estas angustias del amor
maternal y vivir con María la noche de su fe heroica, perfectamente fiel.
Porque es en la Virgen María que la fe ha recibido su coronación suprema, es
Ella que ha merecido este aspecto de nuestro amor que Jesús no pudo vivir.
María ha sido la Fe y la Esperanza en el instante en que Cristo moría por su
Caridad en la Cruz.
Esto
significa en Ella una cualidad de sufrimiento infinito, en el abandono, la
soledad de toda el alma, la crucifixión del corazón, el cansancio extremo del
cuerpo agotado. ¡Oh María, te doy gracias! » 28 de octubre de 1952
(sigue en la parte 6)
***
Dice Dom Columba Marmion, en su célebre obra
"Jesucristo Vida del Alma" (Fund. Gratis Date, 1993,
p. 46 ):
“Todas las acciones ejecutadas por la
humanidad de Jesucristo, por máximas, por ordinarias, por sencillas, por
limitadas que sean en su realidad física y en su dimensión temporal se
atribuyen a la persona divina con quien esa humanidad está unida; son acciones
de un Dios [la Teología las llama theándricas, de dos palabras griegas que significan
Dios y Hombre], y a causa de este título poseen una belleza y un brillo
trascendentes; adquieren, desde el punto de vista moral, un precio inestimable,
un valor infinito; una eficacia inagotable. El valor moral de las acciones
humanas de Cristo se mide por la dignidad infinita de la persona divina, en
quien subsiste y obra la naturaleza humana.”
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Leer el Suplemento del Cor Unum 60 de 1998 (en francés)
ENTRADAS RELACIONADAS:
SUPUESTAS REVELACIONES PUBLICADAS POR MONS. FELLAY EN EL COR UNUM 60 DE 1998: Parte 1 - Parte 2 - Parte 3 - Parte 4 - Parte 5 - Parte 6 - Parte 7