"Es idealista pensar que, hasta que Roma se convierta, no vamos a colaborar... Monseñor (Lefebvre) ponía dos condiciones: que nos dejaran hacer los seminarios, prioratos, escuelas, y una cierta independencia de los obispos locales, una posibilidad de actuar, de vivir. Y esto está garantizado con la prelatura personal... no debemos juzgar, lo que debemos hacer es continuar fieles... Entonces, por favor paren esa discusión estéril, inútil, estúpida de juzgar al papa, al superior general"
Primera observación: Ni la Fraternidad ni la Iglesia son una democracia. Hay
una autoridad. Y respecto a cómo actuar en esta crisis, cómo hacer, por
ejemplo, con Roma, o cómo organizar el apostolado, por supuesto hay muchas
opiniones, eso siempre ha estado permitido; pero ¿cuál es la correcta? ¿Por qué
Mons. Williamson tiene razón? ¿Por qué no Mons. Tissier? ¿Por qué no el P.
Couture? Esto está en el dominio de la opinión, pero hay un jefe. Para la
Iglesia es el papa, para nosotros es Mons. Fellay.
Segunda
observación: Es muy peligroso hacer como los protestantes: hacer de su propio
juicio, de su propio análisis, experiencia tal vez, la regla. Y finalmente
creer que mi propia opinión es la verdad. En la Iglesia, no es la opinión
personal la que cuenta. No hay que olvidar esto jamás.
Para
comprender un poco la situación de la Fraternidad, hay que volver a la raíz, a
la fundación de la Fraternidad, ¿qué quiso hacer Monseñor Lefebvre? ¿Cuál era
su idea? ¿Por qué fundó esta Fraternidad?
En
los estatutos él escribió que... el fundó la Fraternidad en 1970, entonces estaba
verdaderamente en la plena crisis. Era el final del concilio, y la finalidad de
la Fraternidad es el sacerdocio y todo lo que se relaciona a éste. El
sacerdocio es el misterio de la Redención, es precisamente este espíritu
misionero de Nuestro Señor. Él fundó la Iglesia para difundir la gracia de la
Redención. Monseñor Lefebvre dijo que sólo había una solución para la crisis, él
dijo que no era necesario un nuevo camino, un nuevo medio, no son necesarias
las reformas, comisiones, papeles, concilio, sínodos, no; se necesita el mismo
medio de siempre, y es la misa, los sacramentos, la santificación, y con eso se
restaura la Iglesia.
Y
eso pasó. Monseñor nunca cambió sobre este punto. Pero Monseñor nunca habló de
un manual, un compendio de cómo hay que hacer con Roma en los estatutos. Con la
santificación del sacerdote, una generación de sacerdotes santos ¿qué se da?
Sacerdotes que van a todas partes… y también los sacerdotes modernos pueden
encontrar la fe de siempre.
Una
primera fase en la historia de la Fraternidad fue desde su fundación hasta las
consagraciones en 1988. Hay fundaciones por todas partes, Monseñor recorrió el
mundo entero para predicar, y en ese tiempo también había una agresividad de la
Iglesia moderna contra la misa. Pronto hubo vocaciones por todas partes y vino la
persecución por parte de la Iglesia, “el seminario salvaje”… Y por supuesto la
denuncia de los errores del concilio. Hubo tres puntos que se hicieron el
centro de nuestro combate: la misa, conservar la misa y rechazar esa misa
protestante, la nueva misa; el concilio con esas ideas de la libertad, la
Iglesia cae en una trampa creando un nuevo camino, una nueva teología, un nuevo
catecismo, una nueva misa, una nueva predicación, el hombre se convierte en el
centro en lugar de Dios. Y el tercer punto es la nueva teología.
Entonces
con las Consagraciones comienza una nueva etapa. Casi no había contactos con
Roma. Fue una consolidación, hubo muchas fundaciones, mucha vitalidad, mucha
energía.
Hubo
una nueva fase que comenzó en el año 2000. Con el Papa Juan Pablo II. Roma
busca una solución para la Tradición, esa Tradición que se extiende. Es Dios
quien juzga las intenciones, no nos toca a nosotros, pero hay un acercamiento,
hay una nueva mirada para la Fraternidad en especial y para la Tradición en
general. Y comienzan las discusiones, las negociaciones. Pero la respuesta de
Mons. Fellay era: no tenemos confianza. Pues Roma había intentado hacer entrar
la Tradición al sistema moderno, al concilio, a las reformas postconciliares. Necesitamos
seguridad. Y por eso establecimos una política para arreglar estos contactos,
para llegar a una solución canónica estable. Y todos en la Tradición estaban de
acuerdo que era normal reencontrar una situación normal. Nosotros fuimos sacados
injustamente. Nosotros estamos dentro de la Iglesia, pero en la visión, la
consciencia, el concepto del mundo, de la Iglesia moderna, nosotros estábamos
excomulgados, entonces es normal encontrar una situación donde la Tradición tenga
su justo lugar en la Iglesia, y que la Iglesia regrese a su verdadera
tradición.
Entonces
la pregunta era cómo estar seguros de no caer en una trampa y por eso el
Superior General señaló tres etapas: Que Roma liberalice la Misa para todos los
sacerdotes que quieran decirla; que Roma retire el decreto de excomunión; y
como dijo Mons. Lefebvre, hay que presentar a la Roma moderna, a la Roma
conciliar, como decíamos en esa época, lo que es la Tradición. ¿Quién le
explica a Roma si no lo hacemos nosotros? Entonces por eso la tercera etapa
eran las discusiones doctrinales.
En
el Capítulo de 2006 nadie se imaginaba que Roma permitiría estas cosas. Nadie
se imaginaba que el Papa Benedicto XVI favoreciera la misa antigua. Pero que él
retirara la excomunión, que haya tolerado la muy inteligente entrevista de
Mons. Williamson sobre los judíos que fue en la misma fecha, que haya tolerado
la oposición en su contra, porque tuvo ese gesto de retirar la excomunión. Que
Roma, con esa teología, con ese espíritu de Asís y del concilio, hablara con
nosotros en el mismo nivel, que hizo rugir a los obispos liberales, que Roma
estableciera una comisión para discutir con la Tradición…
El
Papa quería una solución para la Tradición y allí comienzan los problemas en la
Fraternidad y esto comienza con la publicación sin permiso del intercambio de
cartas entre el consejo general y los obispos y entonces se comprendió que ya
no había unidad en la Fraternidad, hay opiniones diferentes, y desgraciadamente
esto demostró una falta del espíritu de Iglesia, una falta de respeto a la
autoridad, la autoridad es el Papa. Si el Superior no puede decir “lo hacemos
así”, es el fin de la Iglesia.
Pero
esto comenzó en los años 2009 y eso era muy personal, todos esos sacerdotes que
nos dejaron son sacerdotes que o tienen el carácter difícil, o que no pueden
obedecer, pero en todo caso se basan en un juicio personal, un juicio
subjetivo: “soy yo quien encuentro que el superior general es liberal y actúa
contra la fe y no obedezco porque encuentro que es contra la fe”. Son más protestantes
que los modernistas, “soy yo quien comprendo, soy yo quien juzgo”.
En
2011 Roma nos propuso un texto: la supuesta “Declaración Doctrinal” y no la
pudimos aceptar pues era la aceptación del concilio, la interpretación de la
Roma actual sobre el concilio, pero la cuestión era cómo responder a Roma.
Mons. Fellay dudó mucho. Porque estas gentes que intervinieron en 2012, Roma
pensó que había sedevacantistas en la Fraternidad, que piensan que porque el
Papa es modernista, progresista y liberal, no podemos hablar, y si hablamos con
el aceptamos sus ideas. Cuando vio lo que Roma piensa de nosotros, que no somos
católicos porque no aceptamos al papa, el magisterio; Mons. Fellay pensó que
si nos condenan porque somos católicos está bien, es como a Mons. Lefebvre,
pero si nos condenan porque somos sedevacantistas, no está bien.
Y
luego en 2012, en junio, Roma nos propuso un texto que no pudimos aceptar.
Fue
el final de todas estas negociaciones, luego el Papa renunció, y con el Papa
Francisco pensamos que era modernista, era el fin.
Y
fue justamente este Papa que está fuera de toda categoría, que hace cosas, entrevistas,
escándalos, todo lo que quieran, pero fue el que dijo “ustedes son católicos”. Entonces
verdaderamente hay una nueva situación y creo que no hay que tratar de
comprender, de catalogar. Para este papa la doctrina no es tan importante. Tenemos
el mismo bautismo, no hay problema. Él tal vez ve en nosotros una Fraternidad que
es misionera, que no es rica, creo que este papa detesta esta Iglesia rica, de
funcionarios, de edificios, de oficina, el ve las almas, las periferias, él
dice ser pobre para los pobres.
Está
claro que es el papa quien quiere la regularización, es verdaderamente Roma, ¿por
qué? tal vez porque hay una Providencia. Es justamente este papa modernista,
progresista, todo lo que quieran, que es gentil.
Monseñor
Fellay se encontró con el Papa y con Mons. Pozzo, y éste ya firmó una carta
donde dice que no es necesario aceptar el concilio. Podemos continuar
discutiendo, cuestionándolo.
Es
idealista pensar que, hasta que Roma se convierta, no vamos a colaborar, no, siempre
ha habido escándalos, herejías problemas, dificultades.
Hay
que comprender que hay una Providencia, no podemos saber todo, arreglar todo,
este papa no es un papa de doctrina. Ya no es Benedicto XVI, ya no es Pio XII, donde
todo está arreglado, todo es claro, y ante todo debemos comprender, y creo que
es una explicación, nos planteamos la pregunta de por qué de repente en Roma
favorecen tanto a la Tradición. De repente ya no hay que aceptar el concilio,
nos dan una prelatura, la confusión es tan… total, ya no somos los únicos que
dicen que hay un problema en Roma. Hay tanto desorden: el último Sínodo, la
última exhortación, está el Prefecto de la Fe que tuvo que decir que el papa no
es un hereje. Yo diría que es más sabio para los conservadores decir que no todo lo que viene
de Roma es perfecto, justo, correcto e infalible, y además ahora ya no somos
los únicos que decimos que hay un problema en Roma: todo mundo lo ve. Entonces
es más fácil para estas personas decirlo. El papa nos da jurisdicción y no hay
ni una sola reacción. Mons. Pozzo dice en una entrevista que Nostra Aetate no
es dogmática y no hubo reacción. Y esto muestra que hay tanto trastorno en la
Iglesia, ya no hay autoridad.
Monseñor
Lefebvre dijo que si nos daban la misa el problema se terminaba; hoy es lo mismo,
la crisis no ha terminado, al contrario, comienza a ser más fuerte, Monseñor
ponía dos condiciones: que nos dejaran hacer los seminarios, prioratos,
escuelas, y una cierta independencia de los obispos locales, una posibilidad de
actuar, de vivir. Y esto está garantizado con la prelatura personal.
No sabemos el futuro, no debemos juzgar, lo que debemos hacer es continuar fieles. Si tenemos fe podemos todo.
Hay
gente que dice que Roma es apóstata, que hay que conservar este grupo, esta
pequeña capilla, pero si estamos en la Iglesia hay que tener preocupación por
las almas. ¿Qué será de esas almas? Decir esto no es católico. Dios ha dado su
vida para salvar las almas.
Entonces, por favor paren esa discusión estéril, inútil, estúpida de juzgar al papa, al superior general, de pensar que la salvación de Roma y de todo el mundo depende de mi posición contra el superior general. No caigan en esta trampa. Continuemos viviendo cristianamente, Dios dará la victoria. No está en nosotros, no está en ustedes. Vivimos un momento histórico maravilloso. La oración, la fidelidad, cumplir el deber, el trabajo realizado cristianamente es lo que Dios necesita. Es nuestra colaboración.
RESPUESTA DE MONS. LEFEBVRE AL P. PLUGER: "todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta Iglesia conciliar, mientras ella no recupere la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica" (Itinerario Espiritual", 1990).
Entonces, por favor paren esa discusión estéril, inútil, estúpida de juzgar al papa, al superior general, de pensar que la salvación de Roma y de todo el mundo depende de mi posición contra el superior general. No caigan en esta trampa. Continuemos viviendo cristianamente, Dios dará la victoria. No está en nosotros, no está en ustedes. Vivimos un momento histórico maravilloso. La oración, la fidelidad, cumplir el deber, el trabajo realizado cristianamente es lo que Dios necesita. Es nuestra colaboración.
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RESPUESTA DE MONS. LEFEBVRE AL P. PLUGER: "todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta Iglesia conciliar, mientras ella no recupere la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica" (Itinerario Espiritual", 1990).