Los falsos profetas, lobos con piel de oveja, sobre los que nos advierte Nuestro Señor en el Evangelio de hoy, son, ante todo, los enemigos de la fe que hay en la Jerarquía de la Iglesia.
Pese a haber estado advertidos por las palabras de este pasaje evangélico durante casi veinte siglos, los católicos cayeron en masa en el mayor engaño que han obrado, en toda la historia, los lobos con piel de oveja: el concilio Vaticano II, obra satánica plena de frutos envenenados hasta hoy.
Cita de Mons. Lefebvre (“Itinerario Espiritual”):
El resultado de este concilio es mucho peor que el de la Revolución [francesa]. Las ejecuciones y martirios son silenciosos: decenas de millares de sacerdotes, religiosos y religiosas abandonan sus compromisos, otros se laicizan, desaparecen las clausuras, el vandalismo invade las iglesias, se destruyen los altares, desaparecen las cruces... los seminarios y noviciados se vacían. Las sociedades civiles que aún seguían siendo católicas se laicizan bajo la presión de las autoridades romanas: ¡Nuestro Señor no tiene ya por qué reinar en la tierra! La enseñanza católica se hace ecuménica y liberal; se cambian los catecismos, que ya no son católicos…
Las autoridades romanas actuales, desde Juan XXIII … , se han hecho colaboradoras activas de la Masonería judía internacional y del socialismo mundial…
Es un misterio que no se levantaran cincuenta o cien obispos como Monseñor de Castro Mayer y yo, reaccionando contra los impostores, como verdaderos sucesores de los apóstoles. No es orgullo y suficiencia decir que Dios, en su misericordiosa sabiduría, salvó la herencia de su sacerdocio, de su gracia, de su revelación; mediante estos dos obispos. No somos nosotros quienes nos hemos escogido, sino Dios, que nos ha guiado en el mantenimiento de todas las riquezas de su Encarnación y de su Redención…
Tal vez alguien me diga: “¡Usted exagera! Cada vez hay más obispos buenos que rezan, que tienen fe, que son edificantes...”. Aunque fuesen santos, desde el momento en que aceptan la falsa libertad religiosa, y por consiguiente el Estado laico, el falso ecumenismo (y con ello la existencia de varias vías de salvación), la reforma litúrgica (y con ello la negación práctica del sacrificio de la Misa), los nuevos catecismos con todos sus errores y herejías; contribuyen oficialmente a la revolución en la Iglesia y a su destrucción.
El Papa actual y estos obispos ya no trasmiten a Nuestro Señor Jesucristo, sino una religiosidad sentimental, superficial, carismática, por la cual ya no pasa la verdadera gracia del Espíritu Santo en su conjunto. Esta nueva religión no es la religión católica: es estéril, incapaz de santificar la sociedad y la familia…
El mal del Concilio es la ignorancia de Jesucristo y de su Reino. Es el mal de los ángeles malos, el mal que encamina al infierno.
Queridos fieles: la Resistencia no es otra cosa que el grupo de obispos, sacerdotes y laicos que luchan por seguir siendo enteramente fieles a Cristo, por conservar, con santa intransigencia, su puesto en la trinchera de la defensa de la fe, según el ejemplo que nos legó Mons. Lefebvre. Que por la intercesión de la Madre de Dios, de la que aplasta la cabeza del padre del Vaticano II, Dios nos conceda resistir hasta el fin.