domingo, 25 de enero de 2015

ENTREVISTA COMPLETA AL P. PFLUGER

La traducción de esta escandalosa entrevista fue publicada originalmente en France Fidele, sitio oficial de la Resistencia en Francia. Apenas publicada, La Porte Latine, sitio oficial de la Neo-Fraternidad en Francia, la publicó sin mencionar de dónde la tomó. El sitio francés Tradinews hizo la aclaración pertinente:

Y poco después, la entrevista fue suprimida de La Porte Latine. Todavía puede verse en caché aquí.
La deshonestidad de la Neo-FSSPX ha quedado nuevamente en evidencia.
A continuación la entrevista.
Comentario de France Fidele: ¿Quién habla ? ¿Un modernista lamentándose porque no se han abierto las puertas de manera suficiente? ¿Un decepcionado de la Tradición ?... No, ¡es el Primer Asistente de la FSSPX!



El primer asistente del Superior General de la FSSPX da la vuelta al mundo visitando las diversas casas de la obra de Mons. Marcel Lefebvre. Podemos calificarlo de fino conocedor de la Fraternidad. Es así que el P. Pfluger dispone de una información extensa y no duda en abordar cuestiones desagradables. Esto es lo que hizo en la presente entrevista otorgada a la DGW sobre la actual crisis de autoridad en el seno de la Fraternidad.
1. Padre, parecería que los celosos protagonistas de la «Resistencia» se hubieran convertido en la referencia respecto a la vida de Monseñor Lefebvre. Según ellos, el fundador de la Fraternidad era un fanático limitado, poco distendido y poco diplomático. ¿Se trata de una falsificación de la historia?
No es una cuestión de referencia. Al contrario, la susodicha Resistencia, que mejor habría que calificar de “seudo-resistencia”, se ha dividido sobre esta interpretación. Los más encarnizados de entre ellos, declaran abiertamente que Mons. Lefebvre se habría equivocado porque no excluyó fundamentalmente todo contacto con la Santa Sede y una regularización de la posición de la Fraternidad. Es habitual buscar el legitimar la situación presente por la historia y las enseñanzas de esta última. Así, se está tentado a representar los acontecimientos pasados y los personajes bajo un enfoque favorable a las tesis actuales. La “Resistencia” hace todo lo que puede para instrumentalizar a Monseñor Lefebvre en favor de sus ideas. Sin embargo, este último era demasiado católico, demasiado partidario de la Iglesia universal para entrar en el juego de este sectarismo. Su pensamiento y su acción eran grandes, del tamaño del mundo, es decir católico. Padre del Concilio, firmó en 1988, dos años después del escándalo de Asís, un acuerdo que denunció por la única razón que estaba convencido de que Roma no respetaría los acuerdos (retraso al 15 de agosto para las consagraciones episcopales). En lo que concierne a la seudo-resistencia, no se trata solamente de falsificación de la historia. Esas personas elaboran, a partir de cuestiones de orden práctico, de inteligencia, de diplomacia, una cuestión de fe de su propia creencia.
2. ¿Es posible que las injurias, las calumnias proferidas contra la dirección de la Fraternidad estos últimos tiempos, puedan ser imputadas a una noción unilateral de pecado por parte del hombre moderno, que no considera como una actitud pecaminosa considerarse superior a todos y a cada uno y ser su propia referencia?
Bien dicho, pero creo que el asunto es más simple. Estas personas practican más bien, con gran celo, una religión que no comprenden. Se imaginan que hay pecado allí donde frecuentemente no lo hay (esto se encuentra entre los moralistas, los jansenistas). Es curioso que las personas, que se consideran como los más fieles católicos romanos, no temen a nada tanto como a Roma. Y no tienen más que un enemigo: ¡Mons. Fellay! Como lo dijimos, se trata de un rechazo extremo de la realidad. En el fondo, ellos alimentan una noción protestante de la fe. Su fe y su obediencia están sometidas a criterios subjetivos y personales. Eso no es católico.

3. La «Resistencia» no hace esto en zona germano parlante. Pero ¿no hay entre nosotros algo mucho más peligroso, una especie de “Resistencia-blanda” sin rebelión abierta, sino con un confort de estilo “Biedermeier alemán”, marcado por el aislamiento social y eclesial?  
Ciertamente es un problema. Nosotros tenemos todo: nuestro priorato, nuestra escuela elemental, nuestra comunidad, nuestro obispo. ¿Qué más podríamos desear? Los creyentes frecuentemente son también culturalmente conservadores que no desean, sobre todo, ningún cambio. Es por eso que nosotros no somos tan misioneros como podríamos serlo, porque no deseamos darle la bienvenida a otros portadores de ideas y de experiencias nuevas, pues el incremento de una comunidad equivale siempre a un cambio. Con todas las experiencias traumáticas vividas desde hace 50 años, toda novedad es considerada como sospechosa. Es por eso que se atrincheran en una actitud de rechazo.
Sin embargo, yo no establecería una relación entre este fenómeno y el de la “Resistencia”. Se trata de un problema general que nos toca a todos. Esto explica ciertamente el escepticismo que inspiran los esfuerzos desplegados en vista de una regularización de la Fraternidad, pero el problema es más extenso. Se trata fundamentalmente de un desafío de orden pastoral. Ciertamente hay excepciones donde surgen nuevas comunidades, nuevos grupos como en África, en el Este (Polonia), Filipinas sobretodo, en América del Norte, en las jóvenes comunidades religiosas. Pero a escala mundial, se observa y se extiende en los antiguos medios tradicionalistas bien establecidos, una especie de malestar general. Es un sentimiento de profundo cansancio, de decepción también, de “ras-le-bol”, dirían los franceses (en español, ¡basta ya!, hastío, cansancio), y que en Alemania se dice «die Nase voll». Este malestar toca a los individuos, pero también a las familias, las colectividades, las comunidades, el apostolado. Pero como lo dijimos, también hay excepciones.
Hace poco el Padre Udressy declaró al Consejo general que, desde hace algunos años un gran celo y un verdadero entusiasmo se desarrolla en la KJB (organización de juventud católica). En los primeros tiempos del movimiento tradicionalista, el entusiasmo era general, omnipresente. Las conversiones y vocaciones eran abundantes, las fundaciones  y los centros de misa se extendieron en el mundo entero. El punto culminante de este entusiasmo fue durante el acontecimiento de las consagraciones de los obispos en 1988. Incluso el arzobispo tenía la firme convicción en ese entonces, de que la crisis pasaría rápidamente, que la Iglesia pronto reencontraría la Tradición. Pero la crisis dura, haciéndose cada vez más grave. Algunos soñaban con un crecimiento exponencial en los años 80: pero entretanto las vocaciones se secaban y no permitían llenar las salidas y estabilizar las comunidades.  En dos palabras: la realidad no es tan simple como la mayoría había imaginado; o como lo dijo hace poco el Superior General: “hemos idealizado nuestra situación”.
4. La dirección de la Fraternidad ¿traicionó en el 2012 su misión, la fe católica y el capítulo general de 2006?
¿Usted me lo pregunta? Como sabe, unos dicen que les traicionamos porque no hicimos el acuerdo inmediatamente con el Vaticano, los otros porque nosotros estamos en conversaciones con la Santa Sede. Por ambos lados, están completamente persuadidos de que tienen razón. Este solo hecho demuestra que no traicionamos nada ni a nadie, sino que, en estos tiempos difíciles, hemos fijado nuestro camino. A esto se agrega, insisto, que las declaraciones de un capítulo general no son textos dogmáticos. Tampoco un sermón del Superior General ni esta entrevista. No se trata de decisiones infalibles; respondemos a ciertas situaciones o circunstancias particulares. Si se tratara de artículos de fe, haríamos siempre la misma declaración. Ninguno de nosotros, entre los superiores, se imaginó en el 2006 que la Santa Sede retiraría el decreto de excomuniones de 1988 y que por un Motu proprio, el Papa declararía que la “Misa antigua” jamás fue abrogada, que ella tenía su lugar en el seno de la Iglesia. En 2006, la actitud de Roma respecto a nosotros era agresiva, apodíctica: ¡O nos siguen o están fuera! Desde entonces, algo se puso en marcha. Durante el último encuentro con el cardenal Müller y la Congregación para la Doctrina de la Fe, se hizo evidente que la Santa Sede se enfrenta a enormes dificultades.
El movimiento de la Tradición ya no es de una cantidad desdeñable, tampoco las excentricidades del papa y las canonizaciones en masa por aquí y por allá. Hace seis años, el Superior General no estaba autorizado a celebrar en Lourdes durante la gran peregrinación. Este año, el ordinario nos dio la bienvenida y nuestros tres obispos celebraron la misa en la basílica de los peregrinos. Debemos tener esto bajo los ojos: un cardenal prefecto se opone a otro; los cardenales de la Santa Iglesia critican abiertamente al Papa, el cual pone en debate las cuestiones de moral. Incluso a nuestro respecto, la política no tiene unanimidad: el Papa declara claramente que somos católicos, un ordinario decreta que somos cismáticos… “La unidad” es esa; “Roma” ya no es un bloque, nadie sabe en qué terminará la reforma de la curia.
5. ¿Comprende usted a la gente que, en nuestro medio, ya no se sienten cómodos porque en muchos lugares “pastores de priorato vanidosos” propagan un clima poco tolerante de legalismo y de moralismo? ¿Hay entre la tolerancia indiferente y el liberalismo total, una tolerancia y una liberalidad católicas que debemos practicar?
A veces estos «pastores vanidosos» son el aguijón en la carne, que por otro lado, se preocupan que la atmósfera permanezca abierta, atractiva y misionera. El silencio del cementerio es en efecto particularmente peligroso. Puede tener su lado bueno cuando las cosas no evolucionan armoniosamente y las vigas crujen. Yo conozco naturalmente este tipo de preocupación, que tenemos la mira demasiada estrecha, demasiado petrificada; ya hemos hablado de eso.
Otra vez, la Fraternidad nació de la resistencia al desmoronamiento de la vida religiosa después del concilio. Y este hecho dio nacimiento a una mentalidad que se niega a vivir de nuevo tal cataclismo. Yo lo comprendo. Así que es mejor mantener todo como está y adoptar una actitud crítica respecto a la novedad. A principios de los años 70, mantener el “entre las mujeres” era de cierta manera la marca de la resistencia a la novedad. La traducción por “Frau” en lugar de “Weib” se convirtió en una cuestión de fe porque se veía allí un ataque contra el dogma de la Virginidad de María (esta distinción no tiene un paralelo en idioma español. Nota del blog). Naturalmente que nuestra época es diferente, el humo se ha disipado y no podemos estancarnos. Pero también hay que convencer, crear un clima de confianza, alentar.
Concedo sin embargo que la brecha entre lo que consideramos como apropiado y lo cotidiano se amplía, y este hecho no siempre es signo del derrumbamiento del mundo, sino que tal vez, de parte nuestra, un rechazo de la realidad. La tolerancia y la liberalidad siempre han sido caracteres de la Iglesia mundial: grande, antigua y siempre joven. En la medida en que la Iglesia cae en la corriente, lo que evidentemente hace desde el Concilio y sus reformas, desaparece también esta amplia separación y no quedan más que pequeños grupos dotados frecuentemente de un espíritu estrecho. Son precisamente los jóvenes que deberían comprometerse en favor de una liberalidad católica, he aquí lo que es importante. Antes se hablaba de la “liberalidad bávara”, fundada en el dominio del Estado, pero también en el de la Iglesia sobre dos principios: 1° Es el uso entre nosotros; 2° “Vive y deja vivir”.
6. ¿No hay frutos espirituales fuera de la FSSPX? Si los hay, ¿con cuáles grupos o comunidades del rito antiguo ve usted una posibilidad de cooperación?
"Extra ecclesiam nulla salus", vale para la Una sancta, la santa Iglesia, ¡cuyo tamaño sobrepasa al de la FSSPX! Pero su pregunta es muy importante y desgraciadamente muy actual. Tal vez algunos pensarán que el movimiento tradicionalista es la Iglesia; que fuera de nosotros la verdadera fe no existe y tampoco hay frutos espirituales. Esta sería una tentación que en nada es conforme a la naturaleza de la Iglesia, y ni siquiera puede ser justificada por la crisis o los escándalos que se producen en la Iglesia. Ella resulta del hecho que, tanto en la liturgia y particularmente en el arte religioso, así como en la doctrina y la espiritualidad (usos, devociones, prácticas religiosas), estamos tentados de confundir la verdadera dimensión de la Tradición con las tradiciones, es decir, con la manera en que se comportaron en el curso de los dos últimos siglos en materia de Iglesia y de religión. Viajes a bajo costo, mundialismo y multi-culturalismo, así como los elementos de apertura y de ampliación de horizontes. Las tradiciones pueden ser muy diferentes, preciosas y fundadas, sin salir de la ley natural. Lo que es costumbre aquí, es impensable en otro lado o a la inversa.
Regresé de India hace algunas semanas y pienso inmediatamente en el «Dhoti», el hábito tradicional del hombre y en el “Sari” para la mujer: en términos simples, los hombres llevan falda y las mujeres el pantalón. En Tokio, tuve que decir la misa dominical sin zapatos, y en las islas Fidji, fui recibido con “Cava”, bebida tradicional infecta que además te destruye el hígado. Estamos tentados de estigmatizar de “modernista”, “liberal”, “masónico” todo lo que no es conforme a la rutina de los siglos 19 y 20. Una tradición así de erróneamente concebida, no es atrayente, no puede convencer, tampoco podemos edificar la Iglesia según la imagen que tenemos de los años 50 o según los argumentos puestos en valor en los años 70. Es necesario un vasto trabajo de formación e información, de inteligencia y de espíritu de discernimiento. Los clichés y argumentos fáciles no son constructivos. Se trata, al contrario, de descubrir el vasto tesoro de la Tradición y de la cristiandad. Pienso frecuentemente que si no lo logramos en el curso de los próximos años, nos será muy difícil transmitir la Tradición de manera convincente.
Solo la Iglesia es universal y perfecta; ella no se enriquece del exterior, ni de otras religiones. Pero las comunidades eclesiales tienen necesidad de la Iglesia frecuentemente.
El movimiento de la Tradición ¿es un miembro de la Iglesia y necesita de la Iglesia general o de otros elementos de la Iglesia, o se declara simplemente “la Iglesia”? Esa es la cuestión. Si solo es una parte de la Iglesia, aunque de las más importantes, no posee todo el tesoro de la Iglesia y de la Tradición y no puede dispensarse de tomar contacto con otras comunidades ni puede apropiarse de otros elementos que no posee. Sería demasiado simplista calificar de estéril, herético o conciliar todo lo que no es conforme a nuestros puntos de vista. Siendo así, existen diversos grados de orden teológico en las decisiones y definiciones de la Iglesia. Una herejía, un error condenado por la Iglesia, un error según nuestro juicio y una opinión de orden teológico ¡He ahí las diferencias! Según el antiguo principio Lex orandi est lex credendi (se cree según la manera de orar), podemos afirmar -lo que confirman las estadísticas- que la catolicidad permanecerá de manera durable solamente donde la liturgia y la predicación concuerden, sólo donde haya frutos espirituales y la posibilidad de renovación de la Iglesia. Cuando el profeta Elías, abatido, deseaba morir porque, durante varios años luchó en vano contra el paganismo y la infidelidad del pueblo y pensaba que era el único verdadero creyente, Dios debió enseñarle que todavía quedaban 7000 que no se habían arrodillado ante Baal (III Reyes 19, 18). “No extingáis el Espíritu” dijo el apóstol San Pablo. Conocemos la famosa palabra de Cristo: “Quien no está conmigo está contra mi” (Mar. 9, 38-40) Pero también significa, "quien no está en contra de ustedes, está con ustedes".
Nosotros formamos parte de un poderoso movimiento de renovación a la Tradición, de ahí su vigor. Nosotros somos un elemento importante para el salvamento de la liturgia romana que, de hecho, es la obra de Monseñor Lefebvre, elemento indispensable. Nosotros estamos orgullosos de ello. ¡Esto es especial, es una elección! Esto no significa que los demás valgan menos o que no produzcan frutos espirituales y el que piense eso, cuide de no caer. Podemos tener la impresión algunas veces, que el movimiento de renovación fracasa porque desgraciadamente no está unido. Los otros no cooperan con nosotros porque a sus ojos, estamos “en el exterior” y nuestra resistencia no quiere cooperar con ellos porque ellos están “en el interior”. La división jamás ha sido obra de Cristo.
7. La FSSPX, como «familia espiritual» sufre graves problemas. ¿Cómo debemos comportarnos respecto a los que siembran división, tanto los laicos engañados como los sacerdotes desobedientes? Los “normales” ¿no son tan responsables de la situación actual pues –lo que no podemos reprocharle a los “oponentes”- ellos frecuentemente tienen menos celo y están menos interesados por el combate de la fe?
Rechazo la afirmación de que estaremos confrontados a graves dificultades. No es tan simple. Ciertamente que las dificultades existen, pero la gracia también produce maravillas. Y yo pienso en la propagación de la fe, la fidelidad en las pequeñas cosas, las numerosas bellas familias católicas, las almas preocupadas por su santificación.
En algunos días, iré a África para visitar nuestras misiones en cinco países. En Kenia, la Fraternidad ha fundado una nueva comunidad de hermanas misioneras y las vocaciones llegan del mundo entero en número superior a nuestras posibilidades de acogimiento.
Yo no creo que las dificultades sean imputables a algunas salidas. Nosotros formamos un movimiento salido del rechazo de las reformas instauradas luego del Vaticano II. Nosotros representábamos el bote salvavidas para muchos católicos verdaderamente piadosos que, en los años 70 y 80, no se reconocieron en su Iglesia y que, por esta razón, están apegados a lo que tienen. Pero es necesario explicarles ahora que nosotros ya no vivimos en esa época, que la situación ha seguido su evolución y que, por este hecho, nosotros debemos reposicionarnos continuamente. Los creyentes se dan cuenta también que la crisis de la Iglesia no se ha resuelto, que incluso empeora. Resulta entonces una contradicción interna entre la experiencia y las preocupaciones de unos, por una parte, y las  expectativas de otros, por otra parte, fuera de la realidad. Esta contradicción, no lo niego, nos incita a actuar. Nosotros escapamos del naufragio después del concilio pero precisamente por eso, estamos confrontados a nuevas dificultades en razón de la particularidad de nuestra situación.
Las preguntas que usted planteó en la presente entrevista, claramente han tocado verdaderos problemas y esto no es malo pues frecuentemente no percibimos más que el peligro del modernismo religioso, pero Escila está cerca de Caribdis. En cierta medida, los problemas a los cuales nos enfrentamos son simplemente imputables a la crisis de la Iglesia y a nuestra situación específica, pero también al comportamiento erróneo de los hombres.
En estas circunstancias, debemos convencer, argumentar, ser ganadores. Yo deseo que se refute más claramente a estos portavoces evocados más arriba, que se muestran como celosos defensores de una religión, que no conocen ninguna medida y combate una Iglesia que los sobrepasa. Este mal espíritu no nos molesta realmente. Estas personas no son creyentes celosos sino fanáticos devotos; ellos deben darse cuenta que no representan a los creyentes, solo se representan a ellos mismos. Es a esta tarea que están invitados todos los creyentes y particularmente la juventud.
Las tempestades continúan rugiendo, las discusiones y querellas que marcaron el sínodo de los obispos en Roma respecto a la familia son escandalosas, ¡mientras que el Superior General de la Fraternidad predica la virtud de la esperanza en Lourdes! No a las teorías de conspiración, no al apocalipsis, sino que Spem contra spem (Rom 4, 18), esperanza contra toda esperanza. Esto es lo católico.
En el apogeo de la revolución de mayo de 1968, tres años después del concilio, Mons. Lefebvre dirigió a los miembros de la comunidad de la cual era Superior General, un artículo que sería bueno releer ahora titulado: “¿Por qué somos optimistas? Y él da verdaderas razones: la fe católica que hemos recibido de la Iglesia y una nueva juventud que se entusiasma por una vida cristiana.
Entrevista realizada porM. Schäppi, redactor en jefe de DGW a finales de otoño de 2014.