La conversación del papa Francisco con los directores de revistas jesuitas europeas ha dado para mucho.
Durante esa conversación, uno de los presentes le preguntó a Francisco «¿qué signos de renovación espiritual ves en la Iglesia? ¿Ves alguno? ¿Hay signos de vida nueva y fresca?»
Compartimos la respuesta del papa Francisco a esa pregunta donde alerta del «restauracionismo» de aquellos que nunca habían aceptado el Concilio:
Es muy difícil ver la renovación espiritual con criterios anticuados. Necesitamos renovar nuestra forma de ver la realidad, de evaluarla. En la Iglesia europea veo más renovación en las cosas espontáneas que van surgiendo: movimientos, grupos, nuevos obispos que recuerdan que hay un Concilio detrás de ellos. Porque el Concilio que mejor recuerdan algunos pastores es el de Trento. Lo que estoy diciendo no es una tontería.
El restauracionismo ha venido a amordazar al Concilio. El número de grupos de “restauradores” –por ejemplo, en Estados Unidos hay muchos– es significativo. Un obispo argentino me dijo que le habían pedido que administrara una diócesis que había caído en manos de estos “restauradores”. Nunca habían aceptado el Concilio. Hay ideas, comportamientos que surgen de un restauracionismo que básicamente no aceptaba el Concilio. El problema es precisamente este: en algunos contextos el Concilio aún no ha sido aceptado. También es cierto que se necesita un siglo para que un Concilio eche raíces. ¡Todavía nos quedan cuarenta años para echar raíces, entonces!
Todavía no habíais nacido, pero fui testigo en 1974 del calvario del Padre General Pedro Arrupe durante la 32ª Congregación General. ¡En ese momento hubo una reacción conservadora para bloquear la voz profética de Arrupe! Hoy para nosotros ese General es un santo, pero tuvo que soportar muchos ataques. Fue valiente porque se atrevió a dar el paso. Arrupe fue un hombre de gran obediencia al Papa, gran obediencia. Pablo VI lo entendió. El mejor discurso jamás escrito por un Papa a la Compañía de Jesús es el que hizo Pablo VI el 3 de diciembre de 1974. Lo escribió a mano. Todavía tenemos los originales. El profético Pablo VI tuvo la libertad de escribirlo. Por otro lado, personas vinculadas a la curia de alguna manera incitaron a un grupo de jesuitas españoles que se consideraban los verdaderos “ortodoxos”, y se opusieron a Arrupe. Pablo VI nunca se metió en ese juego. Arrupe tenía la capacidad de ver la voluntad de Dios, combinada con una sencillez infantil en la adhesión al Papa.
Un jesuita de la provincia de Loyola fue particularmente agresivo con el p. Arrupe. Lo enviaban a varios lugares y hasta a la Argentina, y siempre armaba líos. Una vez me dijo: “Eres alguien que no entiende nada. Pero los verdaderos culpables son el p. Arrupe y el P. Calvez. El día más feliz de mi vida será cuando los vea colgados de la horca en la Plaza de San Pedro”. ¿Por qué te cuento esta historia? Para hacerte entender cómo fue el período posconciliar. Esto está sucediendo nuevamente, especialmente con los tradicionalistas. Por eso es importante salvar a estas figuras que defendieron el Concilio y la fidelidad al Papa. Hay que volver a Arrupe: es una luz desde ese momento que nos ilumina a todos.
Fuente (extracto): Infovaticana
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"Un vasco (San Ignacio de Loyola) fundó la Compañía de Jesús y otro vasco (Arrupe) la destruyó".