martes, 9 de abril de 2019

CARTA DE LECTOR


Puede leerse en un sitio católico de internet  un comentario de interés:

Franciscus:
Asistiendo a misa regularmente, por no decir en forma única, a la FSSPX desde hace más de 30 años, puedo decir que algo conozco del tema.
El nombramiento de Descourtieux y el cierre de Eclesia Dei como comisión independiente de Doctrina de la Fe obedece a que la FSSPX se topaba permanentemente con el problema de que ambas sostenían cosas diametralmente opuestas: Monseñor Pozzo, por un lado, que el VII no era impedimento para una concesión canónica y el Cardenal Müller, por otra, afirmaba lo contrario. 
Yo no le daría más vuelta a buscarle motivos oscuros a Francisco en cada movimiento que hace. la FSSPX no le desagrada como le desagradan los Tradis "oficiales" porque a los primeros los ve como gente auténtica y a los segundos como opositores solapados y con gusto por el poder.
En mi opinión personal, la FSSPX, a la larga, va a terminar siendo una suerte de prelatura sui generis y, lo que es más increíble, sin tener que hacer ni la más mínima concesión en materia de doctrina, todo gracias a los buenos servicios de nuestro buen y querido Papa Francisco.

Más allá del comentario naif de otro lector

Ojala se regularizara su situacion para tener a la FSSPX a cargo de parroquias catolicas en todos lados.

el avizorar una prelatura para la FSSPX “sin concesiones en materia de doctrina”, es verosímil. Pero no porque el destructor Francisco vaya a hacerlo porque “le agrada la Fraternidad”, o tenga simpatías por Mons. Fellay, o haya “leído dos veces la biografía de Mons. Lefebvre”. Eso es absurdo. No hay nadie que odie tanto todo lo que es católico tradicional como Bergoglio. ¿No lo comprobamos a diario? ¿No acaba de dar una entrevista en España donde se coloca bien a la izquierda? Pienso, sí, que estamos ante el solve et coagula de los conciliares. Solve ad intra y coagula ad extra. La Iglesia del NOM requiere la “unidad en la diversidad” o, para decirlo en Argentina en términos peronistas, “que todos tengan los pies en el mismo plato”. Perón tuvo problemas con la izquierda marxista peronista sólo cuando empezaron a cuestionar o hacer sombra a su propia autoridad, no por cuestiones ideológicas. Bergoglio es otro Perón (veremos hasta qué punto en un libro de próxima aparición de Antonio Caponnetto, que se ha dedicado a estudiar el asunto exhaustivamente). Francisco hace ecumenismo, y así como hizo un acuerdo con la China comunista, puede hacerlo con la FSSPX, sin que haya cambio doctrinal alguno. Vemos que después del acuerdo los chinos siguen como si nada su política de siempre, sin interferir en los planes de Francisco. Lo importante es participar de la misma dialéctica de la acción. Este es el tema importante. La Fraternidad no renunciará a criticar el Vaticano II (al principio al menos), pero nunca se meterá con el propio Francisco, como lo estamos viendo ahora. El jefe es intocable. Es como si le dieran un gran y hermoso “libro de quejas”, infaltable en todo negocio o empresa, pero que luego sigue prolijamente guardado, sin inquietar a nadie. Hasta que poco a poco la crítica o lamento vaya aflojando, transformándose la FSSPX en una nueva y del todo irrelevante FSSP. Ellos, los romanos, lo saben muy bien.

Creo que todo esto se explica por la dialéctica comunista, aplicada con mucha astucia. Para mí la clave ha sido la aceptación de la dialéctica en la convivencia de los dos ritos, del Novus Ordo y la Misa tridentina (hoy 3 de abril se cumplen 50 años del “rito bastardo”, no veo que en la fecha la FSSPX haya sacado en sus numerosos medios informativos ningún artículo deplorándolo), que le impusiera Roma. La posibilidad de acordar con quien acepta el Novus Ordo -esto lo ha aceptado ya explícitamente la FSSPX, siempre y cuando le permitan seguir siendo “como es”- la ha puesto en esa dialéctica creada por los mismos modernistas. Se han desviado de la verdadera oposición que es: Iglesia católica vs. iglesia conciliar, o religión católica contra religión modernista, que son inconciliables, como dijo Mons. Lefebvre y entre las cuales no puede haber acuerdo posible, como no lo puede haber entre comunismo y anticomunismo. La táctica usada en este momento con la FSSPX es decirle que hace falta facilitarles los medios de ayudar a los fieles, y para eso se le brindan a la FSSPX las facilidades necesarias para su apostolado, y que esto es a lo que hay que atender ahora, y no a cuestiones doctrinales que pueden esperar hasta mañana. Más aún, la dialéctica actual podría decirse que es entre los que quieren un acuerdo o reconocimiento para la FSSPX, y los que se oponen. Francisco está junto a la FSSPX en el primer bando. Por eso pueden y deben trabajar juntos. Los enemigos de la FSSPX han pasado a ser, entonces, los “antiacuerdistas”, ya sea el Card. Müller o la “Resistencia”.

Veamos lo que dice el Padre Meinvielle, experto en la materia, cuando habla de la dialéctica de la acción, en su libro “El comunismo en la revolución anticristiana”:

“Siempre existen posibilidades de contradicciones internas, realmente preexistentes o artificialmente provocadas, que en uno u otro caso serán considerablemente amplificadas y exacerbadas por la agitación y propaganda: entre explotadores y explotados, burgueses y proletarios, imperialistas y antiimperialistas, blancos y negros, laicos y libres, reaccionarios y revolucionarios.
Que estas contradicciones sean reales o ficticias, al comunismo no le interesa. Tampoco le interesa hacerlas desaparecer. Al contrario, el comunismo quiere arrastrarnos a la práctica de la dialéctica, quiere hacernos entrar en su mecanismo, para que, conscientes o no, la practiquemos. La realidad concreta de esta práctica de la dialéctica consiste en explotar la existencia de dos campos políticos a propósito de cada contradicción, o en crearlos, si no existe uno de los campos, siendo bautizado como “campo de la clase obrera”, que debe luchar contra el otro campo hasta su total eliminación.
La línea de limitación entre los campos puede ser más o menos arbitraria; basta que el partido comunista esté en condiciones de imponer a las conciencias, por el volumen de su influencia y de la publicidad, que adopten la línea de demarcación que ha trazado y no otra. Esta línea de demarcación nunca ha de ser presentada como entre comunistas y no comunistas, porque es precisamente la única línea que impide de hecho organizar la colaboración.
La línea de demarcación, inventada o explotada, ha de serlo entre burguesía y proletariado, imperialistas y antiimperialistas, oligarquía y pueblo, etc., pero jamás entre comunismo y anticomunismo. Precisamente esa demarcación que excluye la oposición comunismo-anticomunismo, permite al comunismo atraer hacia sí, poco a poco, a vastos sectores anticomunistas, y atraerlos haciéndoles practicar el juego dialéctico que ellos imponen a la opinión pública.
Hay que hacer hincapié en esto. El comunismo busca atraer hacia sí a los no comunistas. Para ello tiene que ofrecerles disyuntivas (que no sean precisamente comunismo-anticomunismo), y en las que tomaría partido, colocándose del lado en que se coloca el comunismo. Así por ejemplo la disyuntiva o imperialismo o antiimperialismo. De suyo, no hace falta ser comunista para ser antiimperialista. Pues bien, el comunismo de tal modo hará jugar esta disyuntiva, o imperialismo o antiimperialismo, que, por un lado dividirá a la población de un país, en imperialista y antiimperialista, y luego va a tratar de reservarse el manejo del antiimperialismo, con lo que, por lo mismo, manejará como a suyas todas las fuerzas antiimperialistas, incluso a las que no quieren ser comunistas.

 En síntesis:

1. Roma modernista buscó atraer hacia sí a los díscolos lefebvristas
2. ofreciéndoles una nueva disyuntiva (regularización canónica porque son católicos, como ellos), evitando plantear el contraste en materia doctrinal (insalvable)
3. y dividiendo el campo entonces entre “acuerdistas” y “no acuerdistas”, reservándose el manejo de los “acuerdistas” y buscando quitar de en medio a los que se opondrían a ese “acuerdo” (por eso la eliminación de Ecclesia Dei y por eso las purgas internas en la FSSPX)
4 Haciendo que de esta manera colaboren los lefebvristas con los modernistas, contra lo que alguna vez Mons. Lefebvre le dijo al Cardenal Ratzinger: “Nosotros no podemos colaborar con ustedes porque perseguimos fines distintos. Ustedes buscan destruir todo lo que es católico, y nosotros restaurarlo”.

No hace falta -al menos por el momento y exclusivamente- que la FSSPX deje la Misa tridentina, o el resto de su “tesoro” tradicional, lo importante es que acepte colaborar con quienes destruyen la Iglesia católica. Lo están haciendo ahora (el caso más ostensible es el de los matrimonios).

Los Apóstoles fueron expulsados de las sinagogas porque predicaban una religión distinta -y opuesta- de la judía, y no podían existir ambas a la vez. La actual FSSPX será aceptada en tanto deje de predicar que se tratan -la católica y la modernista- de dos religiones distintas e incompatibles. Ya la aceptación de ser parte del mismo espacio pluralista, demuestra una concesión -sino explícita en lo doctrinal, sí en lo moral- por parte de la FSSPX.

El disenso siempre es bienvenido, cuando es tolerante, pues es inofensivo. Y es sobre todo inofensivo cuando se atacan las ideas en abstracto, pero se deja incólumes a sus agentes y propagadores. Roma sabe que la FSSPX creció y se transformó en un gran adversario en tanto se mantuvo frontalmente enemiga de ella, irreductible, dura. Hoy, pueden seguir siendo contrarios pero ya no contradictorios. Eso hará que la FSSPX empiece a decrecer y se apague. Roma, hoy Francisco, tiene la sartén por el mango.
                                                                                                                        Juan Hunyadi