El Objetivo de Monseñor
Quien pone la obra del
Arzobispo bajo esta Roma
A él, a la Fe y al
hogar católico traiciona.
En este fatídico mes
para la Fraternidad de San Pío X, Junio de 2016, cuando escuchamos que unos 30
sacerdotes líderes se reunirán con el fin de decidir si aceptan la última
oferta de Roma de reconocimiento oficial, es seguramente un buen momento para
corregir malentendidos en cuanto a las intenciones de su Fundador, Monseñor
Lefebvre (1905–1991). Algunos aseguran que su rumbo era inestable, que él
“zigzagueaba”, virando de un lado al otro. Otros pretenden que, más que nada,
él buscó el reconocimiento de Roma para su Fraternidad. Sin tener que afirmar
que él era infalible, uno necesita recordarle a su olvidadiza Fraternidad lo
que para él se trataba todo: ambos errores son corregidos por la misma
observación, a saber, que su motivación básica era glorificar a Dios y salvar
almas sirviendo a la única verdadera Iglesia de Dios defendiendo la Fe, y
defender la Fe fundando su Fraternidad San Pío X para formar sacerdotes que
preservaran la doctrina, los sacramentos y la Misa de la Tradición Católica.
Ahora bien, el gran
obstáculo en el camino de Monseñor eran los hombres de Iglesia del Vaticano II
cuya prioridad principal era (y sigue siendo) la de no agradar a Dios sino al
hombre moderno que se ha distanciado de Dios. Así, ahora como entonces, ellos
se apartaron de Dios (al menos objetivamente; subjetivamente Dios lo sabe), y
buscaron cambiar la Iglesia de Dios y su Fe, su doctrina, sus sacramentos y su
Misa, mediante una “renovación” humanística.
Por disgusto o
desesperación, Monseñor pudo haberse arrinconado con su Fraternidad y dejar que
estos hombres de Iglesia perecieran con su Revolución Conciliar. Pero, en
primer lugar, desde la visita Romana a Ecône de 1974 en adelante, ellos fueron
tras de él y su obra porque ellos no podían dejar que esa obra demostrara su
perversidad de ellos. No podían permitirse dejarlo en paz. Y, en segundo lugar,
si él podía hacer algo para llevar la Tradición a los Romanos y traer a los
Romanos de vuelta a la Tradición, esto beneficiaría a través de ellos a la
Iglesia del mundo entero y no solamente a su pequeña Fraternidad. Pues en
realidad, a pesar de lo equivocados que estaban, ellos aún ocupaban “la cátedra
de Moisés” (cf. Mt. XXIII,2), y entonces desde 1975 en adelante, Monseñor iba y
venía de Roma, hasta que su embuste de ellos en 1988 sobre otorgar otro obispo
a la Fraternidad probó de una vez por todas que a ellos no se les podía hablar
con palabras sino solamente con acciones.
Pero “Stat Crux dum
Volvitur Orbis”, significando que la Cruz no se mueve mientras que el mundo
todo está en revolución. Anclado en la Tradición, Monseñor permanecía
básicamente inmóvil pero estaba tratando con hombres de Iglesia y con una
situación en la Iglesia que se había zafado de esta ancla, y que de ahora en
adelante estaba a la deriva. Entonces, si ellos iban a la deriva hacia la izquierda,
él tenía que virar hacia la derecha, mientras que si ellos parecían volver
hacia la derecha (como a fines de 1987 y principios de 1988), entonces él
viraba hacia la izquierda (por ejemplo, en el Protocolo del 5 de Mayo de 1988),
pero era siempre el viraje de ellos o la situación cambiante (por ejemplo, el deterioro
de la Misa Novus Ordo) lo que determinaba el “zigzaguear” de Monseñor, y no al
contrario. Su objetivo era invariable – la defensa de la Fe.
Fue por esa misma razón
que, una vez que el embuste de los hombres de Iglesia en aquel mismo 5 de Mayo
de 1988 fue clara más allá de toda duda razonable, entonces, luego de una noche
de reflexión, Monseñor renunció el 6 de Mayo a ese Protocolo que pudo haber
obtenido el reconocimiento oficial de Roma para la Fraternidad, y cortó con
todas las relaciones meramente diplomáticas con Roma, no para primordialmente
salvar a su Fraternidad sino para proteger a la Tradición católica para la
Iglesia entera. La doctrina debía prevalecer sobre la diplomacia, y desde
entonces hasta su muerte dos años y medio más tarde, aún cuando se conducía con
respeto hacia los oficiales de la Iglesia a los cuales increpó como
“anticristos”, él declaró que la Fe tenía que venir primero a manera de las
Encíclicas doctrinales anti-liberales y anti-modernistas de los Papas
pre-Conciliares. Por su fidelidad a la doctrina de la Iglesia, él estaba en el
asiento del conductor, y los Romanos lo sabían. ¡Qué contraste con sus
sucesores a la cabeza de la Fraternidad, adulando a los traidores de la
doctrina y Tradición de la Iglesia, y humillados por ellos! Que estos sucesores
de Monseñor vuelvan a leer lo que fue como su discurso de despedida de ellos el
6 de Septiembre de 1990.
Kyrie eleison.