... Si se parte del hombre como centro, del hombre como medida de las cosas, se termina necesariamente en el relativismo moral y político, es decir, en el modernismo religioso y en el liberalismo. De ese relativismo, de ese espíritu moderno, las consecuencias estéticas son exactamente las que hoy padecemos: todo vale, el arte es la “expresión emocional” del artista, no hay belleza y proporción objetivas, no hay ningún canon que respetar. El verso chirriante sustituye al soneto; el heavy metal y la música experimental a la sinfonía; los engendros del Guggenheim a Murillo; los “performances” a la danza y al teatro; las agrupaciones de chatarra a Miguel Ángel. Y, arquitectónicamente, la nueva teología se plasma en las iglesias planas, camufladas con el ambiente, asamblearias, sin vocación ascendente; en todas esas nuevas iglesias de los barrios de las ciudades, que tan poco ayudan al alma orante.