Sea el amor sin hipocresía, dice la Epístola de hoy.
La mentira que se ejecuta no con palabras, sino con hechos, se llama simulación. Por ejemplo, miente el obrero que, ante la mirada del capataz, simula estar trabajando. En cuanto a pecar contra la verdad, lo mismo da mentir con palabras que con hechos.
La hipocresía es una simulación especial, que consiste en aparentar exteriormente lo que no se es por dentro o en la realidad. Como explica San Isidoro, el nombre de hipocresía se tomó de los cómicos que trabajan salían al escenario cubiertos con una careta para aparentar lo que no son. «Así también -añade San Agustín- en la vida religiosa y civil, quien pretende aparentar lo que no es, es un hipócrita que finge obrar el bien». La hipocresía es, junto con el orgullo, el pecado típico de los fariseos, duramente fustigados por el Señor en el Evangelio.
La hipocresía se opone directamente a la virtud de la veracidad, y puede ser mortal o venial.
Enseña Santo Tomás en su Suma Teológica (II-II c. 111) que es propio de la virtud de la veracidad el que uno se manifieste, por medio de signos exteriores, tal cual es. Pero signos exteriores son no sólo las palabras, sino también las acciones. Luego así como se opone a la verdad el que uno diga una cosa y piense otra -que es lo que constituye la mentira- así también se opone a la verdad el que uno dé a entender acerca de su persona, mediante acciones u otras cosas, lo contrario de lo que hay en la realidad.
San Gregorio, por su parte, dice (XXXI Moral) que los hipócritas en lo religioso, aparentando servir a Dios, sirven realmente al mundo, porque incluso con las obras con que dan a entender que actúan santamente, ellos no buscan la conversión de los hombres, sino el favor popular. Esto que dice San Gregorio nos hacer recordar al Papa Francisco, para quien la popularidad parece ser algo sumamente importante…
El libro la Imitación de Cristo nos anima a vivir en la verdad, mediante estas palabras:
Hijo, anda delante de Mí en la verdad, y búscame siempre con sencillo corazón. El que camina delante de mí en la verdad, será defendido de malos sucesos, y la verdad le librará de los malvados. Si la verdad te librase serás verdaderamente libre, y no cuidarás de las palabras vanas de los hombres.
El corazón puro y veraz penetra en el cielo y en el infierno. Si hay gozo en el mundo, el hombre puro de corazón lo posee; y si en algún lugar hay tribulación y congojas, es en la mala conciencia.
Queridos fieles: en el Corazón de la Santísima Virgen, durante su vida terrena, era todo iluminado por la verdad, de modo que nunca hubo en él ni la más pequeña sombra de una mentira o de una simulación. Que por su intercesión Dios nos libre de la hipocresía.
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El Espíritu santo... huye de las ficciones. Crampón pone mas expresivamente: huye de la astucia. Es la solemne condenación de lo que el mundo llama "vivezas". Las almas "llenas del Espíritu Santo" han sido siempre las sencillas. Estas han comprendido por divina iluminación (Luc. 10, 21) el misterio de la sabiduría (I Cor. 2, 7; 3, 18), la cual consiste, como señala San Agustín, en la contemplación de la verdad y en la expresi6n de un animo lleno de fe, esperanza y caridad. La astucia es propia de la serpiente (Gen.3,1). "No habita el Espíritu Santo en el corazón fingido y doble. No hay finura mejor y más apreciable que la sencillez. La prudencia del mundo y el artificio de la carne son propios de los hijos del siglo. Los hijos de Dios no andan con rodeos ni tienen dobleces en el corazón, como dice el Sabio (Prov. 10, 9). El que camina con sencillez, camina con confianza. El alma que usa de mentira, doblez y simulación, muestra debilidad y vileza (S. Francisco de Sales, Filotea III, 30). Ecli. 1, 36. (STRAUBINGER, comentario a Sab. 1,5)